La obsesión
"Axolotl" es un cuento sobre la obsesión. Al inicio del relato, el narrador reconstruye cómo sucede su encuentro con los axolotes y cómo se gesta todo el proceso de identificación y comunicación con aquellas criaturas.
El narrador llega al acuario del Jardin des Plantes por puro azar y allí descubre la pecera de los axolotes. Tras observarlos durante un tiempo prolongado, siente la necesidad de volver al día siguiente, y las visitas se convierten en una rutina diaria. Poco a poco, el narrador se enfrasca cada vez más en la contemplación de los axolotes y se pierde especialmente en la profundidad de sus ojos, porque en ellos descubre la presencia de un misterio que anhela develar.
Así, gran parte del relato está dedicado a la descripción que el narrador, totalmente enfrascado en la contemplación, hace de los axolotes. La intensidad de esa concentración, sumada a las valoraciones que hace sobre las criaturas, da cuenta del grado de obsesión que el protagonista desarrolla con aquellas criaturas, al punto de que el guardia del acuario le dice que da la impresión de que se los está comiendo con los ojos. Ante esta intervención, el narrador declara que son los axolotes quienes se lo comen a él a través de sus ojos, lo que da cuenta de la intensidad de los sentimientos del narrador.
Esta fijación por los ojos del axolote, que se presentan como una entrada a un universo milenario escondido, establecen una conexión muy interesante con "Berenice", un relato de Edgar Allan Poe en el que el narrador se obsesiona con los dientes de su esposa y encuentra en ellos un punto de acceso a los misterios de todo el universo. Como es bien sabido, Cortázar no solo era un amante de los relatos de Poe, sino que realizó una de sus traducciones al español más famosas. Por eso, muchas veces, en sus relatos se trabajan temas en común, como sucede con la obsesión.
La soledad
El narrador humano de "Axolotl" es un hombre moderno, solo y ensimismado en su soledad. Al inicio del relato, parece que sus visitas al zoológico son un intento de escapar de la ciudad y de hallar un lugar tranquilo y solitario en el que entregarse a la contemplación y la reflexión.
Cuando llega al acuario y comienza a obsesionarse con los axolotes, algo que le genera un profundo sufrimiento es ver a aquellas criaturas inmóviles en la pecera, solas, sin posibilidad de comunicarse entre ellas o con el mundo exterior. Así, el solitario narrador comienza a identificarse con la soledad de las criaturas que observa, y establece un fuerte vínculo con ellas, al punto de fusionarse luego y compartir la identidad con un axolote.
De esta forma, el cuento trabaja sobre un tema importante en la vida del propio autor. Como es sabido, Cortázar era un hombre solitario que rehuía muchas veces la exposición social y solía pasar mucho tiempo aislado, entregado a la lectura y la escritura. Los axolotes son anfibios igualmente solitarios que pasan buena parte sus vidas en el fondo del agua y emergen a la superficie pocas veces. Además, prefieren la soledad incluso estando en cautiverio, y si se encuentran en grupos suelen pelearse hasta recuperar el aislamiento.
Todas estas conexiones demuestran que la elección del axolote no es pura casualidad, sino que puede interpretarse que la identificación del narrador con el anfibio se da principalmente por estos rasgos que comparte con él.
La comunicación
"Axolotl" aborda la comunicación como una dimensión problemática en la vida del narrador y, por extensión, de toda la especie humana. El narrador, un hombre solitario e introvertido, descubre a los axolotes por casualidad y se obsesiona con ellos. Día tras día, los visita en el acuario, se pasa horas mirándolos y tratando de establecer un vínculo con ellos. Así, el relato propone una primera instancia de reconocimiento entre narrador y axolote; luego, la identificación del humano con los anfibios, y, a partir de allí, la posibilidad de intercomunicación. En este sentido, la comunicación se plantea como una conexión compleja, difícil de lograr y de mantener el tiempo.
Para poder comunicarse verdaderamente, entre los interlocutores deben establecerse vínculos profundos. Al principio, cuando el narrador observa a los axolotes, solo es capaz de reparar en su aspecto físico. Sin embargo, conforme pasa el tiempo, logra conectarse con aquellas criaturas y siente que empieza a comprenderlas. En un momento dado, la comunicación se establece como un puente de comprensión entre ellos, y el narrador comienza a sentir las voces de los axolotes que le piden que los rescate de esa pecera en la que se encuentran confinados. La posibilidad de comunicación es el nexo que propicia la fusión entre el humano y el axolote: cuando los interlocutores logran intercomunicarse, ambos se convierten en uno solo.
Sin embargo, comunicarse efectivamente con otros seres es algo que, en "Axolotl", no puede sostenerse en el tiempo. Por eso, al final del relato, el narrador axolote indica que durante un tiempo logró comunicarse con el humano que lo visitaba, pero que poco a poco esa conexión se fue perdiendo, y el humano ya casi no los visita nunca. Como la posibilidad de establecer una nueva comunicación es remota, el axolote anhela haber podido transmitir todos sus deseos al humano en ese breve periodo de conexión que experimentaron.
El cautiverio vs. la libertad
En estrecha relación con el tema de la soledad, "Axolotl" explora la cuestión del cautiverio y la búsqueda de la libertad. El narrador, en sus paseos solitarios, suele llegar al zoológico, donde generalmente observa a los tigres y a los leones, que muchas veces parecen tristes y apáticos tras las rejas de sus jaulas. Luego, cuando encuentra a los axolotes y se obsesiona con ellos, comienza a preocuparse profundamente por su cautiverio: encerrados en la pecera, con un mínimo espacio para moverse, los axolotes se le representan como criaturas atrapadas y sufrientes.
Tal es el grado de opresión que siente el narrador al identificarse con los axolotes que llega a llamar a la pecera "infierno líquido" (p. 521), y a sentir que las criaturas cautivas le piden por favor que las salve y las saque de allí.
Además del cautiverio real de las criaturas encerradas en las peceras, el cuento explora la idea del cautiverio como metáfora de la imposibilidad de comunicarse realmente con otros sujetos. El narrador, a su manera, también se encuentra preso de su soledad, y por eso se identifica tanto con los axolotes. En el momento en el que se opera la transformación del humano en axolote, es el vidrio de la pecera el elemento que marca la transición: de pronto, el narrador se ve a sí mismo apoyando su cara humana contra el vidrio y comprende que él es el axolote. Así, tras un momento de breve comunicación entre ambos seres, la fina capa de vidrio que separa a las dos criaturas vuelve a poner de manifiesto el cautiverio y la imposibilidad de liberarse.
Al final del relato, el axolote sigue preso en su pecera y recuerda los pocos momentos en los que logró comunicarse efectivamente con el humano que lo visitaba. Esa libertad momentánea que implicó la intercomunicación está perdida, y el cautiverio vuelve a ser la única posibilidad de existencia para el narrador.
La transformación
"Axolotl" es un cuento sobre la transformación de un humano en un axolote. Desde el inicio del relato, esta metamorfosis es revelada por el narrador, quien declara: "Ahora soy un axolotl" (p. 517). Tras dicha declaración, el relato reconstruye todo el proceso de identificación y comunicación del humano con el anfibio hasta que se produce la transformación. Mientras se reconstruyen los hechos, el narrador coloca marcas de enunciación en presente que hacen referencia a su nueva condición de axolote. Por ejemplo, al hablar de la inmovilidad de los axolotes (enunciada en pasado), el narrador aclara: "Es que no nos gusta movernos mucho, y el acuario es tan mezquino; apenas avanzamos un poco nos damos con la cola o la cabeza de otro de nosotros" (p. 519). Así, la transformación se expresa en el libro como una superposición de voces en primera persona: la voz humana, por un lado, cuando se reconstruye la historia pasada, y la voz del axolote, que habla desde el presente y hace aclaraciones sobre la historia, por el otro.
En verdad, la transformación no se presenta como una metamorfosis del humano en axolote, sino más bien como una fusión de las conciencias de ambas criaturas, que se produce como consecuencia de la intercomunicación entre ellas. En este sentido, el cuento es totalmente innovador desde su estructura, que plantea un principio de indeterminación en la voz narradora: el lector debe hallar las marcas de enunciación que le indiquen quién está narrando en cada momento del relato, y, en última instancia, debe decidir cómo interpretar el final del cuento, en el que se plantea que el axolote ha sido siempre el narrador, y que ha tratado de comunicar al humano su historia para que este pueda escribirla.