Cometierra

Cometierra Resumen y Análisis Segunda parte: Capítulos 11-23

Resumen

Segunda parte

11

El sol seca la tierra tras una lluvia. La narradora piensa en los cuerpos de todos los que han muerto y ahora están enterrados. Está sentada en el frente de su casa. Allí, muchas personas van dejando botellas con tierra de sus muertos desaparecidos. Esperan que la protagonista decida comerla para saber dónde están. Ella piensa en el cuerpo de la Florensia, una compañera de la escuela, descomponiéndose. De chicas eran amigas, pero la madre de Florensia no las deja seguir jugando juntas cuando se da cuenta de que la protagonista come tierra. Ahora, la mujer, llamada Marta, aparece en la casa para pedirle ayuda. Quiere pagar por el servicio, pero la protagonista se niega a aceptar el dinero. Recuerda que Marta siempre ha sido engreída porque su hija era la única rubia del barrio. Finalmente, come tierra y ve el cuerpo enterrado de la chica, comido por los gusanos. Llora con los ojos cerrados, pero le dice a Marta que su hija está bien.

12

Cometierra sueña con la seño Ana. Han pasado los años, la protagonista está crecida, pero nunca olvida a su maestra. En el sueño, Ana le pregunta por todas las otras chicas de su clase, menos por Florensia. La maestra sabe que ha muerto. La protagonista le cuenta que otras están embarazadas. La seño Ana dice que ella hubiese querido tener hijos. Cometierra le responde que ella no, porque los hijos desaparecen y se sufre mucho. Al despertar, Cometierra quiere tomar cerveza.

13

La protagonista vuelve a casa después de hacer compras y observa todas las botellas que la gente va dejando en el frente del terreno. Se interesa especialmente por una de color azul. Al tocarla, le duele la mano. A veces siente el peso de todas esas botellas y cree que, de a poco, convierten su casa en una especie de cementerio de desconocidos. Aunque en ocasiones tiene ganas, nunca va a la tumba de su madre. Decide que ese día no se hará cargo de ninguna botella. Quiere comer y pasar el rato con su hermano en paz. Cuando el Walter se va a trabajar, Cometierra se tira en el sillón para descansar, porque ha decidido que, a partir del día siguiente, comenzará a comer la tierra de las botellas para encontrar a todas esas personas desaparecidas.

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Un hombre joven que se ve muy triste aparece en la puerta de la casa de la protagonista. Tiene el pelo prolijo y la ropa perfecta; parece salido de una publicidad de cigarrillos. Le dice a Cometierra que busca a alguien. Ella solo quiere dormir, pero lo deja pasar y lo escucha. Cree que él debe tener unos diez años más que el Walter. Su ropa es cara. Ella se siente identificada con él porque comparten la misma tristeza. Cometierra prepara mate. Él cuenta que su prima, María, está desaparecida hace seis días. No la conoce mucho, pero quiere ayudar a su tía, que lo ha cuidado desde chico. María estudia enfermería, él es policía. Al enterarse de este último dato, la protagonista siente rechazo. De todos modos, se da cuenta de que todos, incluso los policías, están solos cuando buscan a alguien que falta. Acepta ayudarlo, pero le exige un pago. Se ponen de acuerdo para volver a encontrarse al día siguiente: él le dará el dinero y la llevará a la casa de la tía para que pueda conectarse con María en las visiones.

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Al día siguiente, la protagonista se despierta y se prepara. Ezequiel, el joven que la ha visitado el día anterior, la pasará a buscar pronto. De camino al baño, ve unos borcegos de mujer en la casa y se da cuenta de que el Walter ha pasado la noche con una chica. Cometierra tiene dificultades para encontrar ropa limpia. Todo en la casa está sucio y desordenado. Se da cuenta de que pronto debería hacer una limpieza. Sale de la casa y dice en voz alta: "María no está, María falta" (54).

Ezequiel llega en un auto gris con olor a nuevo. Ella solo puede pensar en que él es policía. Se sienten un poco incómodos porque no saben sobre qué conversar. Ponen música. Ella sintoniza una radio en la que suena Gilda. Recuerda que a su mamá le gustaba esta cantante, y que antes de ser famosa Gilda trabajaba como maestra. Cuando termina la canción, él le agradece por dedicar tiempo a buscar a María, y ella comienza a pensar en él como Ezequiel, y no apenas como un policía. En un momento, ella siente su perfume y le gusta. Él le dice que, después de la visión, la llevará a comer.

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La casa de la madre de María es linda. La mujer le cuenta cosas sobre la chica desaparecida. Está al borde del llanto. Cometierra recorre la casa y el terreno en busca de algo, aunque no sabe de qué. Encuentra el punto correcto para comer tierra y les pide a Ezequiel y la tía que la dejen sola; no quiere que la vean comer. Durante esta visión no cierra los ojos; piensa en una foto de María que le han mostrado. De a poco comienza a ver el rostro de la chica, pero no la ve rodeada de tierra. Está acostada en algún lado, viva, pero encerrada y triste. María siente dolor. En la pared de la habitación donde se encuentra María está escrita la frase "carga tu cruz" (58). Enseguida, la protagonista siente que alguien va a abrir la puerta y sale de la visión.

Siente agobio, como si ella misma estuviese encerrada hace varios días. Les pide agua a Ezequiel y a la tía, y les dice que María está viva. Luego va a limpiarse al baño. Mirándose en el espejo se reconoce igual a María y se dice a sí misma: "Soy como ella" (58). Quiere encontrarla.

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La protagonista y Ezequiel van a comer. Ella pide una milanesa con papas fritas, la comida que su mamá le preparaba cada cumpleaños. Él pide carne con ensalada. A ella le da risa que él elija comer lechuga. Toman cerveza negra de una marca que ella no conoce. Conversan y se ponen de acuerdo para seguir buscando a María al día siguiente. La protagonista está muy cansada.

18

Esa noche, Cometierra vuelve a soñar con la seño Ana. La ve diferente, como apagada y llena de tristeza. Está sola en un lugar enorme pero completamente vacío. Ana le avisa que, si siente dolor, es por la tierra que tiene en la panza, y de inmediato le dice que debe apurarse para encontrar a María, que todavía está con vida.

19

A la mañana siguiente, Cometierra se despierta muy temprano. Su hermano ha vuelto a casa con la misma chica del día anterior. La protagonista piensa en María y también en Ezequiel; quiere pasar más tiempo con él. Pretende ducharse, pero no hay toallones secos en la casa. Antes de las nueve, llega Ezequiel. Ella sigue despeinada y con mal aspecto. Le ofrece mate y va a bañarse rápidamente. Luego se viste y se van.

En el camino compran algo dulce para comer. Ella necesita "bajonear" (64) después de haber comido tierra, como si este acto fuera parecido a consumir alcohol o alguna droga. Entran en una confitería y ella pide muchísimas facturas; tendrá, por lo menos, para tres días. Quince minutos más tarde, estacionan en la casa de María.

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La madre de María le cuenta que no ha podido dormir. La chica la entiende: ella misma no ha vuelto a dormir como antes desde que come tierra. La mujer quiere decirle cosas y acercarse a ella, como si viera a su hija en el cuerpo de Cometierra. La protagonista le dice que no, que las visiones no funcionan así. Siente que nunca más ninguna mujer podrá pronunciar la palabra "hija" (66) para referirse a ella.

Luego acaricia un puñado de tierra. Sabe que entrar en contacto con los cuerpos robados a través de las visiones es una experiencia dolorosa. Ve a María; tiene un moretón en el ojo. La han golpeado el día anterior. La protagonista come hasta estar "borracha de tierra" (67). Cree que María siente su presencia. La habitación donde la tienen encerrada está sucia, y la chica está encadenada. Vuelve a ver la frase "carga tu cruz" (67). De pronto se abre la puerta y un hombre entra en la habitación. Es viejo y tiene poco pelo blanco en la cabeza. Cometierra siente un terror tan grande que, aunque no quiere dejar a María sola, necesita salir de la visión.

21

Ahora, tener dinero gracias a sus visiones no le produce nada de alegria. Está frustrada porque no ha encontrado a María. Piensa que la muchacha puede morir en cualquier momento. La madre le ha pedido que vuelva. En el auto, de regreso a casa, Ezequiel le dice que se compre algo para ella con el dinero que ha ganado, algo que siempre haya querido. Ella nunca ha tenido nada propio y piensa en comprarse algo de ropa. Sin embargo, encuentra un negocio de toallas y sábanas y se compra un toallón violeta. Al salir de la tienda, piensa que es el primer regalo que se hace a sí misma, y la idea la reconforta.

Camina hacia el auto junto con Ezequiel. En el camino, ve un cartel que dice "herrero" (70), el nombre "Francisco" (70), y un número de teléfono apoyado sobre una casa pequeña y gris. Arriba de la reja hay un mensaje colgado en la pared: "carga tu cruz" (70). La protagonista, impactada, siente como si la asfixiaran y no logra hablar. Justo entonces aparece un hombre viejo arrastrando una pieza de metal; es el viejo de las visiones. Después de unos instantes, logra levantar la mano, señalar el lugar y decirle a Ezequiel: "María está acá" (70).

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La protagonista ve a Ezequiel hablando por teléfono. Tiene un arma en la mano. Ella quiere volver a su casa y empieza a caminar. Corre cuando escucha que Ezequiel la llama. Pero, en vez de ir a su propia casa, va a la de María. La madre de la chica la recibe. Se escuchan patrulleros que pasan por las calles a toda velocidad. La mujer entiende que han encontrado a su hija y se va corriendo. Ezequiel vuelve por la noche; tiene un golpe en la cara. Han encontrado a María y está viva. Él la abraza y ella siente que ese contacto le cura todo su malestar físico. Luego, el chico le dice que la llevará a su casa, y ella agarra la bolsa con su toallón violeta.

23

Cuando la protagonista puede dormir varias horas, sueña con la seño Ana. La ve pudrirse poco a poco, pero sus restos nunca dejan de buscarla. La maestra quiere seguir comunicándose con la chica. Su cuerpo pide justicia. Le pregunta cuándo volverá a tragar tierra por ella. Cometierra nunca se ha animado a comer tierra del lugar exacto donde está el cuerpo de Ana.

Análisis

En la segunda parte de la novela se profundizan varias cuestiones ya presentadas en los capítulos iniciales. Dando continuidad a la cuestión de la violencia contra las mujeres, se narran dos casos: el de la Florensia y el de María. La Florensia, como se revela a través de las visiones de Cometierra, ha sido asesinada y enterrada en algún lugar, pero sigue desaparecida. Esta chica ha sido amiga de la protagonista, por lo que el caso le resulta a esta especialmente penoso. La realidad revelada en la visión es tan trágica y horrorosa que Cometierra le miente a Marta, la madre de la joven, y le dice que la hija está bien. Este punto permite iluminar los dilemas éticos que Cometierra comienza a ponderar en relación con su don: si bien ella procura usar su poder para encontrar la verdad sobre personas desaparecidas y, así, hacer justicia, por piedad y por afecto, en este caso, miente para ofrecerle calma y alivio al dolor de Marta. De todos modos, la novela no propone una defensa moral de las 'mentiras piadosas' sino que, en esta secuencia, exhibe la vulnerabilidad emocional de Cometierra, una joven que, sobreviviendo en el desamparo y sumida en la depresión, se va convirtiendo en una poderosa justiciera.

Resulta significativo observar el contraste entre los retratos de la Florensia viva y las descripciones de su cadáver. Desde pequeña la chica es "rubia y prometedora" (43), motivo por el cual la madre trata con desdén a los demás en el barrio: tiene cierta sensación de superioridad por el aspecto físico de su hija, directamente ligado a los estándares de belleza propios de la blanquitud hegemónica. De hecho, el cabello rubio de la Florensia la asemeja a la imagen del niño Jesús que hay en la iglesia: son las dos únicas figuras rubias del barrio. Si bien Cometierra no comparte esta idea de supremacismo por el aspecto físico, también la describe como una chica hermosa, resaltando su cabellera: "el pelo todo junto de la Florensia parece que atrapa el sol" (44). La imagen de la cabellera rubia, entonces, da cuenta de la belleza y la vitalidad de esta muchacha. En cambio, las visiones presentan su cadáver en descomposición, agusanado, desfigurado. Su piel y su ropa están rasgadas y su pelo ha pasado a ser "una tela de araña vieja desprendiéndose del cráneo" (43).

Luego, se presenta en detalle el caso de María, joven que pasa una semana desaparecida. En ese tiempo es secuestrada y violentada, hasta que, gracias a las visiones de la protagonista, logran rescatarla. Este caso se destaca en la novela porque María es la única persona desaparecida que es rescatada viva gracias a las visiones de Cometierra. De todos modos, cabe destacar que, a pesar de que logran encontrarla con vida, la amenaza del femicidio es constante mientras la buscan. Tanto la protagonista como los otros personajes que intentan encontrarla saben que, si no dan con su paradero rápido, la chica puede ser asesinada. De hecho, cuando tiene dificultades para encontrarla, Cometierra se angustia y advierte: "María podía morir esa misma noche" (68). Esta secuencia refuerza el planteo inicial de la novela condensado en su epígrafe: potencialmente todas las chicas y todas las mujeres son víctimas o sobrevivientes del femicidio, porque la violencia contra las mujeres es una constante estructural de la cultura patriarcal, así como también lo es la desvalorización de la vida de las mujeres.

Es importante recordar, asimismo, que la novela elabora el tema de la desaparición de personas, otra problemática grave y muy extendida en América Latina que suele relacionarse con la violencia estatal y paraestatal desatada con particular brutalidad durante las dictaduras militares que tuvieron lugar en torno a los años setenta en varios países de la región. Además de tratarse de una cuestión histórica de peso, la desaparición de personas y la figura del desaparecido son un tema constante en las literaturas latinoamericanas. Los desaparecidos son personas que faltan. Como no se sabe dónde están sus cuerpos, no puede determinarse si están vivos o muertos, y, por tal motivo, la identidad de estas personas es tan violentada como su cuerpo físico. La desaparición es un modo de violentar a la persona desaparecida y también a su familia, a sus seres queridos y a toda la comunidad: se daña su identidad y la importancia de cada vida individual como integrante pleno de la colectividad. Es un crimen que da cuenta de una división entre vidas que merecen ser vividas y vidas que otros consideran descartables. En Cometierra, la protagonista dedica sus visiones a tratar de entender qué les ha pasado a diferentes personas que faltan y a tratar de encontrar sus cuerpos. Así, la novela pone de manifiesto que la desaparición de personas es una problemática vigente. De hecho, cuando las botellas de aquellos que buscan a alguien desaparecido comienzan a acumularse en la casa de Cometierra, ella dice: "Me pesaban más que nunca. Todas juntas me cansaban. Sentía todas las botellas apilándose en mí. El mundo debía ser más grande de lo que siempre había creído para que pudiera desaparecer tanta gente" (47).

Ahora bien, a pesar de que esas botellas contienen las historias de diversas personas violentadas y desaparecidas en circunstancias muy diferentes, el foco general de la novela está puesto en el relato de mujeres y jóvenes desaparecidas que, además, son víctimas de violencia de género y violencia femicida. Es decir que la desaparición y el femicidio se ponen en relación. De acuerdo con Valeria Rodas Zúñiga, este cruzamiento de violencias es un mecanismo que Dolores Reyes activa para hacer oír las "voces subalternas" (2024, 16), es decir, las voces de aquellos que son marginalizados o criminalizados por el poder hegemónico. Es posible entender que los militantes políticos son entendidos como subalternos en los contextos dictatoriales, que las niñas y las mujeres son subalternas en las culturas patriarcales, y que las personas pobres y marginalizadas son subalternas en las sociedades capitalistas. Las vidas de estas personas subalternas son tratadas como no valiosas y sus identidades son borradas. Por tratarse de desaparecidos, por no saber dónde están sus cuerpos, "sus muertes no son declaradas como tales" (Rodas Zúñiga 2024, 17) porque sus vidas son consideradas descartables. A través de su literatura, Reyes denuncia la desaparición y el femicidio como violencias estructurales en América Latina y, al mismo tiempo, reconstruye las figuras de las víctimas como personajes con nombre propio, con historias y con vidas que merecían ser vividas.

Resulta crucial notar que el proceso de las visiones es siempre arduo y doloroso para Cometierra: entrar en contacto directo con el sufrimiento ajeno le genera dolor corporal y emocional a ella misma. Es por ello que, cuando las botellas con tierra de personas desaparecidas comienzan a acumularse en el frente de la casa, la protagonista siente que le pesan todas esas vidas que faltan. De todas formas, tiene el impulso ético y la responsabilidad de conocer la verdad para tratar de hacer justicia. Como se ha mencionado anteriormente, la protagonista se va convirtiendo en una gran justiciera mediante el uso ético de sus visiones. Si bien en un primer momento solo las usa para sí misma y para conocer la verdad sobre la muerte de su mamá, poco a poco comienza a ayudar a otras personas. Resulta interesante observar que, si bien en el caso de Ian, narrado en la primera parte de la novela, lo hace porque la madre del chico le paga mucho dinero, y que para involucrarse en la búsqueda de María le pide una importante suma de dinero a Ezequiel, una vez terminado el caso ya no logra disfrutar de las ganancias económicas que provienen de esta actividad.

Por otra parte, en esta serie de capítulos se profundiza la dimensión fantástica de la novela. La protagonista no solo continúa provocando sus visiones para encontrar personas desaparecidas, sino que también se comunica en sueños con la seño Ana, que la acompaña como presencia fantasmática hasta el final de la narración. Lo onírico, es decir, todo aquello relacionado con el mundo de los sueños y las pesadillas, con frecuencia se aprovecha en relatos fantásticos para explorar la realidad más allá de la percepción conciente y racional. Así, podemos interpretar que la seño Ana es una manifestación del inconciente de la protagonista. No obstante, su historia también nos permite entenderla como un fantasma en el sentido clásico, ya que los fantasmas suelen ser personas que han muerto, pero cuyas almas no pueden dejar el mundo porque tienen algún asunto pendiente. En ese sentido, cobra relevancia el hecho de que no se ha encontrado a los culpables del femicidio de Ana. En varios sueños, la mujer le pide a Cometierra que no deje de investigar su caso, que la ayude a hacer justicia.

Por otro lado, los elementos fantásticos de la novela cobran cada vez más un matiz gótico: se destacan no solo las figuras fantasmáticas, como la seño Ana, y los cadáveres en descomposición, como el de la Florensia, sino también la transformación de la casa de la protagonista en una suerte de cementerio, espacio fundamental de los relatos góticos, ya que evoca la soledad, la oscuridad, el terror, la presencia de los muertos, la putrefacción de cadáveres. La narradora afirma sobre las botellas con tierra de los muertos desaparecidos: "iban transformando mi casa en lo que siempre había odiado, un cementerio de gente que no conocía, un depósito de tierra que hablaba de cuerpos que nunca había visto" (47).

Finalmente, es a través del caso de María que la protagonista conoce a Ezequiel, con quien comparte la historia de amor más destacada de la novela. En un primer momento, a Cometierra le resulta complicado mantener una relación afectiva con este muchacho porque él es policía. Ella desconfía de la policía como institución, y hasta teme de los oficiales, porque sabe que, con frecuencia, son violentos y machistas. Tal desconfianza destaca una vez más el abandono y la marginalización en los que vive la protagonista: las instituciones estatales no representan amparo y protección para ella sino todo lo contrario; son una amenaza. Sin embargo, a medida que conoce a Ezequiel, se da cuenta de que puede verlo como una persona amorosa, y no definirlo únicamente a partir de su trabajo.

Es importante observar que las historias de amor –Cometierra ha vivido un breve noviazgo con Hernán durante la adolescencia– son la principal fuente de placer y alegría genuinos que puede experimentar la chica. Cometierra se divierte con Ezequiel, desea verlo y pasar tiempo juntos, y se siente ansiosa cuando sabe que él está por llegar. Además, la presencia física de este muchacho le resulta placentera en cuanto a las sensaciones corporales: "Con Ezequiel y su perfume me pasaba algo parecido. Mientras manejaba, yo respiraba profundo. Me encantaba" (64). También comen juntos cosas que a ella le gustan especialmente, como milanesas y facturas. Estas experiencias positivas contrastan con el proceso doloroso de comer tierra para contactar con las personas desaparecidas. Así, la compañía de Ezequiel se vuelve una presencia amorosa y una fuente de goce, felicidad y cuidado para Cometierra.