Resumen
El cuento comienza cuando el protagonista es mordido en el pie por una yararacusú, una serpiente venenosa. Inmediatamente, el hombre saca su machete y mata a la serpiente. Luego contempla la mordedura y siente un dolor agudo. Rápidamente siente puntadas desde el pie hasta la pantorrilla y sed en la garganta.
Llega al rancho con el pie completamente hinchado. Le pide a su mujer, Dorotea, que le sirva caña. Ella le sirve un vaso entero y el hombre lo toma sin sentirle el gusto a causa del veneno.
Se dirige a su canoa que está en la costa y comienza a palear hacia el centro del río Paraná para llegar en cinco horas a Tucurú-Pucú y buscar ayuda. No logra llegar porque sus manos se duermen y comienza a vomitar sangre. Su pierna se encuentra rígida y su vientre hinchado. Intenta pedirle ayuda a su compadre Alves, pero no recibe respuesta.
La canoa del hombre se encuentra a la deriva. Él comienza a sentirse mejor: “La pierna le dolía apenas, la sed disminuía, y su pecho, libre ya, se abría en lenta inspiración” (148). El narrador dice que “el veneno comenzaba a irse, no había duda” (148).
Sin embargo, el hombre comienza a delirar. La canoa continúa avanzando a la deriva, girando sobre sí misma. De pronto, el hombre siente su cuerpo helado, estira los dedos de la mano y muere.
Análisis
“A la deriva” es un cuento incluido en el libro Cuentos de amor, de locura y de muerte, publicado en 1917. El relato se caracteriza por su intensidad. Analizaremos la intensidad en el comienzo abrupto de la historia, en el modo acelerado en el que avanza la trama y en la poca importancia que tienen los personajes en detrimento de los acontecimientos.
“A la deriva” comienza in medias res, es decir que la narración empieza en el medio de la historia en lugar de por su inicio. En la primera oración se narra la mordida de la serpiente en el pie del protagonista. No se describe al personaje ni el escenario en donde transcurre la acción sino solamente el hecho. Aunque la mordida puede considerarse el inicio del cuento, consiste solamente en una oración que da lugar rápidamente al desarrollo de la historia. El protagonista aparece velozmente inmerso en el conflicto principal del cuento. Además, los lectores no conocen al protagonista, solamente se enteran de un hecho trágico que le acontece. En este sentido, como el cuento repone quién es el protagonista con el correr de la historia -en lugar de comenzar con su presentación-, consideramos que el cuento comienza in medias res. Esta técnica narrativa demuestra que la eliminación de las descripciones favorece la consolidación de la intensidad del cuento a la vez que atrapa rápidamente la atención de los lectores.
Luego del acontecimiento fundamental del cuento, el ritmo de la narración se acelera en concordancia con los síntomas del protagonista. Las marcas temporales dan cuenta de la velocidad acelerada con la que avanzan los síntomas del protagonista y los acontecimientos en el cuento. El narrador dice, por ejemplo, que el protagonista contempla la mordedura “durante un instante” (145) y “apresuradamente” (146) se ata la herida con su pañuelo. Es decir que los hechos se suceden velozmente. El apuro que tiene el personaje por conseguir ayuda va en sintonía con la agudización de los síntomas que lo llevan a la muerte y el ritmo de la narración. Lo que empieza como un “tirante abultamiento” (146) en el pie se convierte en una pierna entera deforme, hinchada y dura. Sin embargo, una vez que el hombre se sube al bote, el ritmo de la narración se ralentiza porque el protagonista comienza a depender de la corriente del río. Significativamente, cuando el hombre se encuentra a la deriva, la narración comienza a ser más descriptiva y los síntomas del protagonista se relajan por un tiempo. Como en varios cuentos de Quiroga, la naturaleza marca los ritmos de vida de los hombres. En este caso, la corriente lleva al protagonista a la deriva.
En este sentido, el título del cuento alude al movimiento del bote en el río. Cuando el hombre pierde el control del bote, el narrador anuncia que “la canoa deriva velozmente, girando a ratos sobre sí misma ante el borbollón de un remolino” (146). Que un bote se encuentre a la deriva significa que se desvía de su verdadero rumbo a causa del viento o la corriente. Esta situación funciona como una metáfora respecto del abatimiento universal de los hombres frente a la naturaleza. El protagonista del cuento se deja llevar por la corriente porque la naturaleza lo ha superado: la mordida de una serpiente lo condena a la muerte. En este sentido, el espacio natural rechaza al hombre y gana en la pelea. La lucha con la naturaleza es trágica porque el humano siempre pierde: los hombres se encuentran indefensos frente a la fuerza inabarcable de lo natural.
Asimismo, es interesante cómo los personajes quedan en un segundo plano y los sucesos son los verdaderos protagonistas de la historia. La intensidad del cuento se refuerza porque la acción es lo más importante. Este cuento trata sobre el envenenamiento de un hombre que muere. No se incluyen descripciones psicológicas o físicas sobre el protagonista, solo se describen los síntomas que experimenta a causa de la mordida. En sintonía, el protagonista es nombrado por el narrador como “el hombre” (145) durante todo el cuento. Solamente su mujer lo llama por su nombre propio, Paulino. Por su parte, el narrador no da detalles particulares sobre el protagonista porque este hombre puede ser cualquier hombre. Quiroga universaliza el hecho particular de esta historia cuando utiliza un protagonista anónimo. En este sentido, se refuerza la metáfora del título de la obra que sugiere que los hombres, frente a la naturaleza, se encuentran a la deriva y son abatidos por fuerzas más allá de su control.
El narrador dice: “El paisaje es agresivo y reina en él un silencio de muerte” (146). Hay un campo semántico en torno a la muerte que se utiliza para describir al río. La fatalidad está inmersa en el contexto natural y la geografía americana aparece como monumental e inabarcable. Se mencionan las paredes del río Paraná que lo “encajonan fúnebremente” (147), los “negros bloques de basalto” (147) de las orillas y el bosque negro. Lo lúgubre y oscuro se ubica en el campo semántico de la muerte y carga la atmósfera terrorífica del cuento.
Por último, cabe destacar que el narrador del cuento puede pensarse como poco fiable. Es decir, es un narrador que, en lugar de atenerse a la descripción más “objetiva” de los hechos, hace comentarios que engañan a los lectores y generan un efecto de lectura sorprendente. Por ejemplo, en la parte final del cuento, cuando el protagonista se siente mejor, algunos minutos antes de morir, el narrador dice: “El veneno comenzaba a irse, no había duda” (148). Es interesante que aunque esta apreciación es enunciada por el narrador, parece corresponderse con lo que el personaje reflexiona. Sin embargo, el cuento sorprende a los lectores en tanto pocos minutos después el protagonista muere. El enunciado citado confunde las expectativas del lector y genera mayor sorpresa en el final.