Resumen
Un grupo grande de yacarés vive muy tranquilo y contento en un país desierto, sin la presencia de humanos. Una tarde escuchan un ruido extraño. Luego ven una nube de humo sobre el río y escuchan un ruido de “chás-chás” (32). El yacaré más viejo y sabio dice que es una ballena.
Sin embargo, unos minutos después ven pasar un “vapor de ruedas que navegaba por primera vez por aquel río” (32). El viejo yacaré les explica que se trata de un buque y dice que todos van a morir por su culpa. Los yacarés no lo toman en serio y comienzan a reír. Luego, los yacarés intentan buscar peces en el río, pero no encuentran ninguno. El viejo yacaré les dice que los peces se han ido asustados por el ruido que hace el buque.
Al día siguiente vuelven a sentir el ruido del buque y no encuentran a los peces en el río. Por eso tienen la idea de construir un dique para evitar el paso de la embarcación. Necesitan que los peces vuelvan para poder comer. Entonces, cortan árboles en el bosque con una “especie de serrucho que los yacarés tienen encima de la cola” (33) y construyen el dique. Están seguros de que el barco no puede pasar por allí.
Un día después, escuchan el chás-chás del buque. Los hombres a bordo miran el dique y se acercan en un bote a ver qué es eso. Los yacarés van al dique y miran a los hombres. Ellos les piden que saquen el dique. Cuando los yacarés se niegan, los hombres dicen que van a volver al día siguiente.
A la mañana siguiente los hombres aparecen en un barco distinto, más grande que el anterior. Algunos hombres se acercan al dique arriba de un bote. Les piden a los yacarés que saquen el dique y, al ver que se niegan, les dicen que van a destruirlo.
El buque nuevo es un buque de guerra, un acorazado, que dispara su cañón hacia el dique y lo destruye por completo. El yacaré viejo logra darse cuenta antes del disparo y le indica a los yacarés que se escondan en el agua.
Esa misma tarde los yacarés construyen otro dique más resistente, con troncos inmensos. Una vez más, al día siguiente, los hombres se acercan en un bote y les piden que lo saquen. Los yacarés se niegan porque están seguros de que es impenetrable. Sin embargo, el buque dispara una granada y revienta el dique. Los hombres se burlan de los yacarés desde el bote.
Preocupados, los yacarés piensan que no hay solución y van a morir. En ese momento, el yacaré sabio dice que hay una esperanza y decide pedir ayuda a su amigo el Surubí.
Los yacarés se dirigen a una gruta del río Paraná a buscar al Surubí. Aunque el viejo yacaré está peleado con el Surubí, lo busca para pedirle el torpedo que se ha robado de un combate entre dos buques de guerra. Al principio, el Surubí no quiere ayudarlos, pero luego el viejo yacaré lo convence. El Surubí se ofrece a disparar el torpedo porque ningún yacaré sabe usarlo.
Los yacarés se atan unos a otros y cargan al Surubí y al torpedo por la costa. Llegan a su terreno y vuelven a construir un dique. A la hora, el buque de guerra reaparece. Un bote con ocho marineros se acerca a la orilla y les pide que saquen el dique. Como se niegan, los hombres dicen que esta vez van a destruir al dique y a ellos a cañonazos. El yacaré viejo responde con una amenaza: les dice que al día siguiente los va a comer.
Entretanto, el Surubí coloca el torpedo en el medio del dique. Los demás yacarés se hunden en el agua dejando la nariz y los ojos por fuera.
El buque dispara una primera granada que impacta en el dique. Acto seguido, el Surubí lanza el torpedo contra el buque, y este se parte en miles de pedazos. Los yacarés dan un grito de triunfo. Ven pasar a hombres muertos y a algunos heridos por el río y se burlan de ellos.
Los yacarés no se comen a los hombres. Solamente el viejo yacaré se come al oficial, a quien se lo había prometido.
El Surubí se queda con algunas cadenas del oficial. Los yacarés lo acompañan a su gruta y le agradecen infinitas veces. Vuelven luego a su paraje y descubren que hay peces en el río.
Análisis
“La guerra de los yacarés" se publica en el libro Cuentos de la selva en 1918. Este cuento tematiza un tópico muy recurrente en la obra ficcional de Quiroga: la guerra entre hombres y animales.
Aunque no se explicita el motivo por el que el barco pasa por el río, se puede asumir que los motivos son comerciales. El barco insiste varios días seguidos en pasar por esa zona, sugiriendo que es una ruta comercial. Como sucede en varios cuentos de Quiroga, la intervención de los hombres en el hábitat de los animales es violenta y altera ese equilibrio que existe entre la naturaleza y sus criaturas. En el caso particular de este relato, la presencia humana genera que los peces se vayan y que los yacarés no tengan qué comer. Es decir que los hombres aparecen para arrasar el hábitat de la selva.
La devastación del hábitat se realiza de manera gradual. En un primer momento, el barco molesta porque representa un factor de contaminación a diferentes niveles: la embarcación pasa “haciendo mucho ruido y largando tanto humo que oscurecía el cielo” (32). Luego, los yacarés descubren que los peces, asustados por el ruido, se van de las orillas. Esa consecuencia es importante porque pone en riesgo su alimentación. A continuación, cuando se enfrentan al primer dique, los hombres cambian el barco que usan por “un acorazado, con terribles cañones” (33). Incluso las armas que utilizan para destruir los diques crecen en magnitud. Primero usan un cañón y luego una granada. Finalmente, luego de destruir dos veces los diques, los hombres los amenazan con destruirlos a ellos mismos. Se sugiere así que los hombres son los responsables de la escalada de violencia.
Además de violenta, la intervención de los hombres en el mundo natural se percibe, como en varios cuentos de Quiroga, como una falta de respeto. Canfield comenta, respecto del protagonista de “La miel silvestre”, algunas características útiles para pensar “La guerra de los yacarés”. Sobre Benincasa dice: “Toda su actitud se puede definir como la de un intruso en un lugar que merece respeto y temor, un intruso que no se da bien cuenta de dónde se encuentra. La selva, lugar de purificación, ya tiene para Quiroga un valor sagrado; y el intruso va adquiriendo cada vez más el carácter del profano y del sacrílego” (1990:31). La selva, en los cuentos de Quiroga, es un espacio que se caracteriza moralmente como bueno, puro y limpio. En contraposición, los hombres, en lugar de adecuarse a las normas de un lugar nuevo y desconocido, planean y ejecutan su ruina. Esta actitud irrespetuosa aparece exagerada cuando los hombres se burlan a los yacarés luego de destruir su dique.
Es interesante que, aunque el título menciona la palabra “guerra”, los animales no hablan sobre un enfrentamiento bélico. La palabra “guerra” se utiliza, la mayoría de las veces que aparece en el cuento, para describir el buque de los hombres. Por su parte, cuando los yacarés deciden defenderse, tienen que utilizar las armas de los hombres. Recuperan un recurso creado por los hombres para destruirlos. El Surubí ha recolectado un torpedo de “un combate entre dos buques de guerra” (36) y lo pone en uso en su contra.
Sobre esto, aunque el Surubí se encuentra enojado con los yacarés, pone en pausa su rivalidad cuando aparece una amenaza mayor: los hombres. Se muestra así cómo los animales tienen claras prioridades respecto de qué amenazas ponen en riesgo sus vidas. Cuando no se encuentran frente a un peligro mayor, los desafíos y las agresiones entre los distintos seres vivos de la selva conforman un ecosistema equilibrado y en tensión. Es decir que las contiendas son parte del ritmo normal de la selva.
Luego de destruir el acorazado, los yacarés “no quisieron comer a ningún hombre, aunque bien lo merecían” (40). Por tratarse de un cuento infantil, no es sorprendente el enfoque moral del cuento. El enfoque es moral porque los comportamientos de los personajes son juzgados en función del bien y del mal. En este sentido, los hombres se muestran violentos e irrespetuosos mientras que los yacarés aparecen como personajes estratégicos, éticos e inteligentes.