Los sonidos en "Las habitaciones misteriosas"
En el cuento "Las habitaciones misteriosas", Irving decide mudarse a las habitaciones abandonadas que habían sido preparadas para los reyes Felipe y Isabel. Durante su primera noche allí, Irving siente terror toda la noche a causa de la exacerbación de su imaginación. Uno de los aspectos que más contribuye al miedo que siente es la cantidad de sonidos que experimenta y que describe en varias ocasiones. Menciona el eco que se forma en los desolados pasillos. Luego describe: "me llegó el murmullo de un sonido como de voces sofocadas y chirriar de cadenas" (p.221). A medida que avanza en el corredor escucha "quedo quejidos y medias exclamaciones" (p.221). Finalmente, se detiene en "unos aullidos, como de un animal; más tarde gemidos sofocados y sonidos inarticulados" (p.221). Todos los sonidos que menciona Irving están suficientemente detallados para que el lector pueda imaginárselos. Por ejemplo, al sonido de voces le agrega el adjetivo "sofocadas" y a "sonidos" le agrega "inarticulados", lo que nos permite comprender que lo difuso de los sonidos exacerba aún más la imaginación del protagonista. En el caso de los aullidos, el autor agrega "como de un animal" lo que permite al lector hacerse una idea de la naturaleza de esos aullidos.
La vista desde el Salón de los Embajadores
Irving describe lo que el monarca podía ver desde la balconada del ventanal de la sala. La vista es privilegiada, especialmente durante el atardecer: "El sol, mientras se hunde tras las púrpuras crestas de la Alhambra, enviaba un caudal de luminosidad sobre el valle del Darro, que esparcía una melancólica pompa sobre las rojizas torres de la Alhambra" (p.199). Con los colores rojizo y púrpura, el lector puede imaginar la fortaleza y, a lo lejos, el valle iluminado. Luego dice: "la Vega, cubierta por un ligero vapor sofocante que captaba los rayos del sol poniente, semejaba, extendida en la distancia, un mar dorado" (p.199). El aire caliente del sur de España y el valle teñido por el sol como un mar de oro apela tanto a la vista como a la sensación térmica a la que agrega otros detalles: "ni un soplo de aire inquietaba la serenidad" (p.199) y "edificios cuya sombra me cobijaba" (p.199). También incluye imágenes auditivas: "se alzaban entre los jardines del Darro los sones de la música y el jolgorio" (p.199).
La comitiva fúnebre con la que se encuentran Irving y Mateo
En "Un paseo por las colinas", Irving y Mateo recorren el mismo camino que Boabdil, el último rey de Granada. En un momento se cruzan con "unas cuántas luces moviéndose" (p.358). Cuando pasan por delante de los dos viajeros, Irving crea esta impactante imagen visual en la que la distorsión de la luz juega un papel importante: "la luz lúgubre de las antorchas, cayendo sobre los rasgos toscos y las ropas de luto de los integrantes, tenían un efecto sumamente fantástico" (p.358).
El verano en la Alhambra
Irving describe en detalle los cambios que vienen con el verano: "Ahora el avance del verano había marchitado las rosas y silenciado al ruiseñor, y el campo distante comenzaba a aparecer reseco y quemado por el sol; aunque reinaba un verdor permanente alrededor de la ciudad y en los valles estrechos y profundos al pie de las montañas coronadas de nieve" (p.309). En esta descripción Irving incluye imágenes sonoras porque menciona la ausencia del canto de ruiseñor. Predominas, no obstante, las imágenes visuales que pintan un paisaje amarillo, verde y blanco con la combinación de los campos resecos, los valles verdes y las montañas nevadas.