Cuentos de la Alhambra

Cuentos de la Alhambra Símbolos, Alegoría y Motivos

Una nectarina, un melocotón y un albaricoque maduros (Símbolo)

Estas tres frutas utiliza Kadiga, la sirvienta que cuida de las tres hijas del Hayzari, para simbolizar la maduración de las niñas. Al enviar una cesta con estas tres frutas, Kadiga quiere comunicar al rey que sus hijas han llegado al punto justo de maduración en el pasan a estar listas para el matrimonio. Era precisamente este punto en las vidas de sus hijas que el rey moro más temía porque los astrólogos le habían advertido que iba a ser un momento peligroso para ellas. El rey moro interpreta sin ninguna dificultad el mensaje de la sirvienta Kadiga: "El monarca era un experto en el simbolismo oriental del lenguaje de los frutos y las flores y comprendió al momento el sentido de este emblemático presente" (p.392).

Las jaulas (Motivo)

A lo largo de la obra hay varias menciones a jaulas. Muchas veces estas menciones aparecen en cuentos que narran la historia de cautivas. La fragilidad de ciertos pájaros se asocia a la fragilidad de las mujeres que necesitan ser encerradas para cuidar de ellas. En la "Leyenda de la rosa de la Alhambra", Jacinta permanece encerrada en su torre por orden de su tía. En el centro del patio hay una jaula de oro con un ruiseñor en el centro. Cuando la tía se entera de que un halcón entró en la torre dice: "¡Vamos! Ni en una jaula está seguro un pájaro!" (p.415), anticipando lo que sucederá con su sobrina. Asimismo, en la "Leyenda de las tres bellas princesas" también aparecen jaulas: "Alrededor del salón se habían colgado jaulas, de oro y plata, en las que había pajarillos del más fino plumaje y los trinos más melodiosos" (p.396).

La luna creciente en el sueño del ermitaño en "La cruzada del gran maestre de Alcántara" (Símbolo)

En "La cruzada del gran maestre de Alcántara" el ermitaño que arenga a la guerra narra un sueño en el que ve una luna creciente que es arrojada del cielo por una estrella brillante. Evidentemente, la luna creciente representa al Islam y el gran maestre de Alcántara interpreta esa estrella como su propia figura, destinada a expulsar a los infieles.

Existe una leyenda sobre el modo en que la luna creciente surge como símbolo del islam. Supuestamente data del siglo XIII cuando Osman, el fundador del Imperio Otomano, soñó con una luna creciente que se extendía de un extremo de la tierra al otro. En la leyenda que narra Irving, este sueño está invertido.

Como símbolo del islam, la luna creciente es controversial. Los estudiosos del islam no lo consideran un símbolo religioso. De hecho, solamente desde el siglo XIX el Imperio Otomano empieza a adoptarlo.

La Alhambra (Símbolo)

A pesar de que esta es una idea que se desarrolla en todo el libro, en el capítulo "Poetas y poesía del Andalus musulmán", Irving explica en detalle las correspondencias entre las edificaciones y lo que él percibe en la historia de los musulmanes en España. Dice: "una fortaleza austera por fuera, un palacio voluptuoso en el interior; la guerra amenazando desde sus almenas; la poesía palpitando a través de la hermosa arquitectura de sus salones" (p.497). Para Irving, el mundo musulmán en España debía ser un rudo poder militar hacia afuera para que el reino pudiera sobrevivir. Por el contrario, en su interior, la dedicación era otra: la poesía, las artes, la ciencia, el buen gusto y la filosofía.

Asimismo, la Alhambra por fuera es una fortaleza, pero por dentro es elegante, delicada y refinada.

Los tesoros escondidos (Motivo)

Uno de los motivos más recurrentes en las leyendas populares en torno a la Alhambra y a los moros en general es la búsqueda de un tesoro escondido. Irving especula sobre por qué es tan popular y gusta tanto este motivo en las leyendas locales: "He comprobado que las historias de tesoros enterrados por los moros, tan populares en España, son mucho más corrientes entre las gentes más pobres. La naturaleza, afable, compensa con ilusiones la carencia de realidades concretas. El sediento sueña con fuentes y manantiales; el hambriento, con banquetes, y el pobre, con montones ocultos de oro: cierto es que no existe nada más opulento que la imaginación de un mendigo" (p.175).