Resumen
"La biblioteca de los jesuitas"
Irving tiene acceso a la biblioteca de los jesuitas en la Universidad de la fortaleza. Menciona que los franceses, durante la ocupación, se habían llevado los tomos que les interesaban. Afortunadamente, dejaron muchas de las obras de literatura española, incluidas crónicas antiguas. Estos tomos son la fuente de los relatos que siguen a continuación.
"Alhamar, el fundador de la Alhambra"
Muhammad Ibn-l-Ahmar es el rey que funda la Alhambra. Nace en 1195 A.D. y su horóscopo es auspicioso. Participa de las guerras entre moros por el control de la península. Gracias a las victorias en batalla, Alhamar se convierte en rey de un territorio extenso y unifica a distintas facciones; esto último es celebrado por todos porque la fragmentación ponía a los moros en una posición vulnerable frente a los reinos cristianos.
Alhamar elige asentarse en Granada y de inmediato se ocupa de instalar las defensas necesarias. Fortalece las fronteras y fortifica la ciudad. Asimismo, enlista un ejército profesional.
Paralelamente, los reinos cristianos recuperan muchos territorios. Fernando el Santo de Castilla se dispone a recuperar Jaén, peligrosamente cercana a Granada. Cuando Alhamar se ve en una posición imposible, con Jaén sitiada y sin posibilidades de enviar más tropas, se presenta ante el rey Fernando y se declara su vasallo. Fernando lo recibe, ratifica a Alhamar como rey de Granada, le indica que debe cumplir con el tributo anual, la presencia en las Cortes y la ayuda en las campañas militares. Incluso la ceremonia de investidura de Alhamar como caballero está oficiada por Fernando.
Poco tiempo después, Fernando llama a Alhamar para participar del sitio de Sevilla, y el rey de Granada y sus caballeros, como súbditos del rey cristiano, se ven obligados a luchar contra otros musulmanes. A su regreso en Granada, el pueblo que aprecia la justicia y benevolencia con la que gobierna lo espera para festejar su victoria, pero el rey responde a las alabanzas así: “No hay más conquistador que Dios” (p.207). Esa famosa frase aparece en los escudos y los salones de la Alhambra.
Insatisfecho con la paz que había comprado a cambio de someterse a los cristianos, Alhamar se ocupa de rearmar su ejército y reinar con benevolencia. Gobierna para que las personas tengan educación, salud, alimento y riego. La ciudad prospera y trae bienestar a sus habitantes. Alhamar es el primer rey de Granada que acuña monedas de oro y plata con su nombre.
A mediados del siglo XIII, luego del sitio de Sevilla, Alhamar empieza la construcción del palacio de la Alhambra. El lujo de la construcción contrasta con la sencillez de su estilo de vida. Mantiene fielmente su palabra y sigue sirviendo al rey Fernando de Castilla. Cuando el monarca castellano muere, Alhamar manda un cortejo de sus mejores caballeros para rendirle tributo. Todos los aniversarios de la muerte del rey Fernando, Alhamar vuelve a enviar un cortejo.
Muere a sus setenta y nueve años tras una campaña en la que cae enfermo. Sus súbditos lamentan su muerte. La envergadura de la obra que realiza para su pueblo alimenta la leyenda de que Alhamar conoce el secreto de la alquimia porque sus arcas siempre permanecen llenas.
"Yusef Abul Hagig, que terminó la Alhambra"
Irving también elige contar la historia del monarca de Granada que termina la construcción de la Alhambra. Yusef Abul Hagig sube al trono en 1333. Al igual que Alhamar, Yusef es un rey bondadoso y justo. Se ocupa especialmente de la educación de su pueblo. No obstante, su trayectoria militar está signada por derrotas inmensas. La famosa batalla del Salado contra Castilla y Portugal pone en peligro el poder musulmán en la Península.
Como Alhamar, Yusef torna toda su atención hacia su pueblo. Su propia elegancia y gusto estético deja su impronta en la ciudad: construye la famosa Puerta de la Justicia en la entrada de la Alhambra y decora los patios y salones.
Irving cuenta una anécdota de la vida de Yusef que demuestra su magnanimidad. Cuando muere Alfonso XI de Castilla durante el asedio de Gibraltar, a pesar de tratarse de su enemigo, en lugar de alegrarse, Yusef lamenta la muerte del rey cristiano y guarda luto por él. Los caballeros moros bajo su liderazgo hacen lo mismo y deciden cesar toda agresión para que los cristianos puedan llevarse el cuerpo de Alfonso de regreso a Sevilla.
Yusef muere a manos de un loco que lo acuchilla mientras el monarca se encuentra orando en la mezquita real. Castigan al asesino desmembrando su cuerpo y quemando las partes ante la mirada del pueblo. Al rey lo entierran con una inscripción que alaba todas sus virtudes como monarca. El monumento en su memoria no se preserva, pero su nombre aparece inscrito en la ornamentación del palacio.
"Las habitaciones misteriosas"
Irving descubre una puerta que parece llevar a un ala que él todavía no conoce. Imagina que se trata de: "el ala encantada del castillo" (p.215) y que probablemente esconde algún secreto para desvelar. No obstante, cuando le pregunta a tía Antonia, ella accede encantada, sin ningún reparo, a que Irving recorra esa parte del palacio.
Se trata de una fila de habitaciones vacías de arquitectura europea. Averigua sobre el origen de estos cuartos y descubre que habían sido decorados por artistas italianos para la llegada de Felipe V y su esposa, Isabel de Farnesio, hija del Duque de Parma en el siglo XVIII. El cuarto que había servido de tocador de la reina tiene una ventana que da a un jardín conocido como "Jardín de Lindaraxa".
Irving ahora se interesa por saber quién fue Lindaraxa, una joven mora durante la corte de Mohamed el Zurdo. Su padre, uno de los aliados del rey Mohamed y alcalde de Málaga, había recibido como recompensa a su fidelidad un aposento para su hija en la Alhambra y la mano del príncipe Nasar.
El autor también se siente atraído por la desolación y abandono de las habitaciones destinadas a la esposa del rey Felipe V. Por ese motivo, le pide a Antonia que le permita mudarse allí. Al principio, Antonia está sorprendida: las habitaciones abandonadas se encuentran cerca de una zona repleta de mendigos, muy cercana a los cerros en cuyas cuevas viven los gitanos. Para calmar los miedos de Antonia, Irving manda a hacer puertas y ventanas para estar mínimamente resguardado y se muda allí.
La primera noche en esas habitaciones no es buena; Irving piensa en los hechos violentos que han sucedido allí en la historia y se siente inexplicablemente deprimido. Cuando piensa en Isabel, esposa de Felipe V, y su séquito, reflexiona sobre el paso del tiempo: "Este fue el escenario de sus pasajeras alegrías y encantos; aquí quedaban las huellas de su elegancia y regocijo; pero ¿cuáles y dónde estaban? ¡Polvo y ceniza!, ¡morando en la tumba!, ¡fantasmas de mi memoria!" (p.219).
Esa noche escucha aullidos, el viento entre los limoneros. La luna ilumina las copas de los naranjos y limoneros. Bajo esa luz los edificios parecen prístinos, y que no se ven las rajaduras, manchas de humedad y paredes descascaradas. Por eso Irving se siente en "el palacio encantado de un cuento árabe" (p.223).
"Panorama desde la torre de Comares"
Irving invita al lector a que lo acompañe a subir a la torre de Comares. A lo largo del capítulo va a hablar al lector directamente como si lo tuviera al lado. Desde lo alto de la torre, hay una vista panorámica de la ciudad de Granada y todo el complejo de la Alhambra. Entre mucha vegetación se elevan otras torres, algunas en ruinas. Desde Comares se ven los picos de Sierra Nevada que son el orgullo de Granada y traen viento y agua que contribuye al verdor del paisaje.
A continuación Irving se centra en la anécdota sobre un rey moro: Ismael ben Ferrag. En 1319 los príncipes regentes de Castilla durante la minoría de edad de Alfonso XI intentan desafiar al rey moro para encontrarse en batalla. Ismael decide esperar y los príncipes deciden retirarse al no conseguir una batalla en campo abierto. Mientras la retirada, Ismael coloca al mando a Osmyn, un general de confianza, y ordena perseguir al enemigo. Los moros consiguen una victoria contundente y los dos príncipes regentes mueren. Uno de los cuerpos es recuperado. El rey Alfonso XI le pide a Ismael por el otro príncipe. Ismael ordena buscar el cuerpo para velarlo con toda la pompa. Alfonso XI envía a sus hombres para recuperar el cuerpo e Ismael los recibe con todos los honores.
"El truhan"
El truhan se centra en una anécdota sobre el amor de Dolores por los animales. Está contada con humor y narra las circunstancias en torno a una pareja de tórtolos que Dolores había tomado bajo su cuidado. Irving personifica a la pareja como si se tratara de un matrimonio. Ninguno de los tórtolos vuela alto ni se aleja del pequeño cuarto que Dolores había destinado para ellos. Como la pareja de tórtolos pronto tiene polluelos, únicamente salen a buscar comida para ellos. En una ocasión, Dolores le permite al macho salir por la ventana que da al valle del Darro y el tórtolo descubre la libertad y decide no volver. La tórtola deja su nido para ir a buscar al macho y los dos polluelos mueren de frío como consecuencia. Esa misma noche, Dolores recibe la noticia de que el macho había sido visto en las torres del Generalife cuyo administrador también era aficionado a las palomas y las cría.
La angustia de Dolores por su pareja de tórtolos es tal que toda la familia se involucra en la misión para rescatar al macho. Se decide que el embajador ante el administrador del Generalife será Pepe, el jardinero. En su misión diplomática, Pepe fracasa. Sin embargo, la mañana siguiente, Dolores está contenta porque tiene a su tórtolo de regreso, e Irving nota que le ha cortado las alas para prevenir otro episodio como el anterior.
Análisis
Cuentos de la Alhambra está compuesto por textos de distinta naturaleza, ya que solo algunos son estrictamente cuentos. Irving intercala capítulos cortos que no son narrativos, sino que, a partir de un paisaje o un paseo a una parte de la fortaleza, compone un texto que se asemeja a un ensayo corto y sirve de introducción al texto que sigue. Por ejemplo, en el primer capítulo de esta sección, Irving reflexiona sobre el valor que los franceses dieron a las crónicas antiguas sobre España. También repara en el privilegio que supone acceder a estos libros cuando en la mayoría de los lugares están resguardados de los curiosos. Para remarcar este punto utiliza una alusión y recurre a la mitología griega para describir lo que siente un estudiante ante una biblioteca a la que no tiene acceso: "someten al suplicio de Tántalo a los sedientos estudiantes" (p.203). El castigo que recibió Tántalo fue este: permanecer sumergido en un lago del que no podía beber y rodeado de frutos que caían apenas fuera de su alcance.
Otro tipo de texto que compone esta obra es el relato histórico. El segundo, tercer y quinto texto de esta sección narran algunos hechos de la vida de importantes figuras del reino de Granada. Uno de los aspectos en los que Irving se va a concentrar a lo largo de su obra es el honor y la dignidad de la mayoría de los reyes y caballeros moros. Expresa frecuentemente admiración por este pueblo y se compadece de las circunstancias que los obligan a sostener una guerra interminable o elegir la alternativa, no menos penosa, de someterse al enemigo para mantener la paz.
Al igual que Walter Scott, cuando Irving comparte con sus lectores aspectos históricos no solo toma la anécdota, sino que eleva cuestiones sobre el carácter nacional, la esencia de un pueblo y las tensiones que entran en juego en los procesos de la historia. Por supuesto que todo eso se debe hacer a la par de entretener a los lectores. En el caso de Cuentos de la Alhambra, Irving explora las tensiones entre dos pueblos moros y cristianos, cuya esencia, según el autor, son diametralmente opuestas. De todas maneras, el relato se hace ameno a medida que se centra en personajes individuales y bien perfilados, como el caso de Alhamar y Yusef, por ejemplo. Asimismo, la inclusión de la tradición popular en torno a estas figuras se aleja de un afán de veracidad en el trabajo histórico, pero prioriza el disfrute del lector. Sobre Alhamar, Irving nos dice que se dice que fue alquimista porque sus arcas estaban llenas a pesar de toda la obra pública que legó.
El tercer tipo de texto que incluye en su colección es de carácter popular. Irving recoge la tradición literaria asociada a la fortaleza reproduciendo cuentos y leyendas que ocurren dentro de los muros. Hábilmente, Irving no siempre encuadra esos relatos en el pasado, sino que teje conexiones entre el pasado y el presente. Algunos de sus retratos de reyes y caballeros moros son tan completos como los "hijos de la Alhambra" que conviven con él durante su visita. En "El truhan" Irving cuenta una historia de dos tórtolos enamorados. Combina las preocupaciones de Dolores con las de las aves que están personificadas en el cuento. Además, el humor, que va a ser constante a lo largo de toda la obra, se hace patente en este cuento desde el momento en que le da suma importancia a una anécdota tan cotidiana, llamando al jardinero "embajador" porque tiene la misión de argumentar a favor de la devolución del tórtolo ante el administrador del Generalife.
El texto más claramente romántico es "Las habitaciones misteriosas". Acá Irving se deja llevar por su imaginación exacerbada por los edificios en los que quiere hospedarse. El abandono y el estado ruinoso de esa parte del palacio son lo que hacen tan atractivas esas habitaciones para este escritor romántico. Es el escenario propicio para inventar historias que encierren misterios y secretos ocultos que tan bien se prestan para la literatura gótica. La primera noche en que Irving duerme en esas habitaciones experimenta el terror, precisamente el efecto que busca la literatura gótica. El terror depende de un estado emocional incitado por la imaginación que anticipa que algo terrible está por suceder. Irving dice esto sobre lo que siente esa noche en las habitaciones misteriosas: "Las supersticiones de la infancia, tanto tiempo enterradas, revivían y estaban ejerciendo su poder sobre mi imaginación. Todo se estaba viendo afectado por el trabajo de mi mente. El susurro del viento en los limoneros que había bajo mi ventana tenía algo de siniestro" (p.220). La mente y la imaginación del poeta es lo que informa la realidad circundante y produce terror.
Uno de los elementos que juega un papel preponderante en este capítulo son los sonidos por su poder sugestivo. Irving describe un viento siniestro, el eco de sus pasos, murmullo de voces sofocadas, el chirriar de las cadenas, gemidos sofocados, entre otros. En un momento menciona "unos aullidos, como de un animal" (p.221); con el simple recurso de introducir la duda sobre el origen de ese aullido al utilizar el nexo "como" aumenta el horror. Racionalmente, el aullido solo podría tener origen en un animal, pero la duda abre la posibilidad de lo sobrenatural o terrorífico.
Al final, Irving vuelve al discurso racional y reconecta con la realidad en la que se encuentra con humor cuando dice: "los pavorosos aullidos y exclamaciones que había oído no eran imaginarios... se trata de las incoherencias de un pobre maníaco" (p.221).