Resumen
"Leyenda de la rosa de la Alhambra"
Si bien esta leyenda comparte con la anterior el escenario, se ubica en una época mucho posterior. La leyenda empieza con la visita de Felipe V e Isabella de Parma. Los protagonistas de esta leyenda son Ruyz de Alarcón, uno de los pajes del séquito de la reina, y Jacinta, una joven huérfana cuyo padre había sido oficial y que ahora está al cuidado de su tía Fredegonda.
Un día Ruyz de Alarcón saca un halcón que pertenece a la reina y lo libera. El halcón asciende y se mete en las almenas de la Torre de las Infantas. El paje se acerca a la torre para y por la rendija de la puerta, ve un patio decorado con mucho gusto. En el centro hay una jaula dorada con un ruiseñor. Alcanza a ver el rostro de una joven. A pesar de que el paje le explica por qué ha ido hasta allí, la chica se niega a abrirle la puerta y le dice que su tía le tiene prohibido recibir a nadie.
El paje le convence de que lo deje pasar apelando a su bondad: en caso de que no regrese con el halcón seguramente dejará de trabajar para la reina. Jacinta, la muchacha, se conmueve y abre la puerta. El paje recupera el ave, pero antes de irse le da un beso a Jacinta. El paje, quien tenía facilidad para seducir a las mujeres de la corte, se siente turbado por la experiencia porque la muchacha de apenas quince años consigue enamorarlo.
Un tiempo después, el rey Felipe termina su estancia en la Alhambra y él y su corte se retiran. Antes de irse, el paje se acerca a la torre a despedirse de Jacinta. Ella no vuelve a saber nada de su enamorado.
Una noche, mientras se encuentra sola en el patio de la torre, lamentándose por el amor perdido, la fuente empieza a burbujear y una figura de una mujer mora se materializa. Jacinta sale corriendo y a la mañana siguiente le cuenta su experiencia a su tía. Fredegonda le dice que probablemente se trate de un sueño. La noche siguiente Jacinta decide volver a la fuente y esta vez se comunica con la mujer mora que se le aparece. Se trata de la más chica de las trillizas del cuento "Las tres bellas princesas": Zorahayda. Ella le dice que se arrepiente de no haber escapado. Le dice que en su corazón ella ya se había convertido a la religión de su madre, el cristianismo, pero que no había tenido el valor para escaparse y vivir como una mujer cristiana. Por eso, Zorahayda le pide a Jacinta que la rocíe con agua para bautizarla y así cortar con el hechizo que la obliga a habitar esa torre aún después de su muerte.
Jacinta sigue las instrucciones de Zorahayda y en cuanto lo hace la mujer mora desaparece, pero deja atrás un laúd de plata. Cuando toca unos acordes, el sonido produce un efecto sobrenatural en quienes escuchan. Desde ese momento, Jacinta se vuelve famosa y muchos viajan para escucharla tocar.
Paralelamente, en la corte, el rey Felipe V se encuentra enfermo y creen que la música es lo único que puede curarlo. Llegan noticias de que en Granada hay una mujer que toca el laúd prodigiosamente y la convocan. En su delirio e hipocondría, el rey pide que se organice su funeral, aunque él todavía está vivo. Jacinta es conducida por la reina a un salón con las ventanas cerradas y telas negras que cuelgan del techo y un féretro en el centro; la escena es tétrica. Empieza a tocar el laúd y todos se conmueven. De repente, el rey dentro del féretro se incorpora. Jacinta no entiende lo que está pasando y el laúd se cae de sus manos y cuando está por desmayarse ante tal espectáculo de un muerto volviendo a la vida, Ruyz de Alarcón, el paje, la recibe en sus brazos.
Jacinta y Ruyz de Alarcón se casan con el aval de sus familias y de los reyes. El laúd mágico permanece en manos de la familia hasta que se pierde. Irving une la leyenda con otras figuras famosas utilizando el humor: aparentemente el laúd fue robado por Farinelli y en Italia fundieron el instrumento para usar la plata para fabricar cuerdas de violín que preservan su poder mágico y son las que lleva el violín de Paganini.
"El veterano"
Irving describe en este capítulo a una de las personas con las que se reúne en la Alhambra. Es un excoronel del Cuerpo de los Inválidos que vive en la Torre del Vino. En su cuerpo se ven las marcas de la vida de aventura que ha llevado. A Irving le parece fascinante la cantidad de historias que tiene para contar. Este personaje le hace pensar en un antiguo comandante militar de la Alhambra del que ha escuchado muchas historias en boca de Mateo Ximenes y protagoniza los siguientes dos cuentos.
"El gobernador manco y el escribano"
El protagonista del cuento es el gobernador de la Alhambra al que apodan Manco porque perdió un brazo en la guerra. Es pretencioso y es muy sensible a cualquier falta de deferencia. A pesar de darse aires de hombre importante, lo cierto es que gobierna sobre ladrones, contrabandistas y toda suerte de personajes deplorables, por lo que también es conocido como "rey de los mendigos" (p.430).
Constantemente se enfrenta a su rival, el capitán general en Granada. Uno de los problemas que tienen es que el capitán general quiere revisar todo convoy que va hacia la Alhambra y contrata a un escribano para que sea su asesor legal. El gobernador, que constantemente se jacta de ser un hombre de acción y no de palabras, no tiene otra opción que entrar en debate para exigir que los convoyes no pasen por aduana.
Con ese debate todavía pendiente, los hombres de aduana del capitán general detienen al primer convoy y el soldado que lo escolta dispara y mata al funcionario. El capitán general ordena la detención del soldado y lo condenan a la horca. Ante esa situación, el gobernador baja en persona a Granada para exigir que le devuelvan a su soldado. El escribano, que había preparado un cartapacio extenso para confundir al gobernador, se sube al carro de este, quien le había pedido que lo haga para poder escuchar sus razones en privado. En cuanto el escribano sube al carro, el gobernador ordena que cierren la puerta y lleva al escribano a la Alhambra y lo deja en una de las mazmorras.
El capitán no quiere dar su brazo a torcer y está dispuesto a sacrificar al escribano para no darle gusto al gobernador perdonándole la vida al soldado. No obstante, la mujer y los hijos de su servidor le imploran que perdone la vida al soldado para salvar al escribano.
Finalmente, el capitán accede a liberar al soldado y el gobernador hace lo mismo con el escribano, sin antes advertirle:: "ten cuidado de cómo le colocas tus legalismos a un viejo soldado" (p.435).
"El gobernador y el soldado"
El gobernador Manco quiere liberarse de toda la turba para mantener las apariencias y sentir que está a cargo de un lugar respetable. Para conseguir esto, ordena detener a toda persona sospechosa.
Una mañana, los soldados del gobernador ven a un hombre con un uniforme de infantería andrajoso montado en un elegante caballo árabe. Además de lo llamativo de su aspecto, el hombre en uniforme les pregunta a los soldados en qué ciudad se encuentra; una duda absurda porque es imposible que alguien no reconozca Granada. Por supuesto que los soldados deciden detener a este hombre y llevarlo ante el gobernador.
En el palacio de la Alhambra, el gobernador se encuentra desayunando junto con su confesor. En la sala se encuentra también una doncella que atiende al gobernador. El rumor es que la doncella puede influir sobre el gobernador.
Los soldados conducen al forastero ante el gobernador. Allí, el forastero inicia un relato fantástico en el que describe como conoció a un moro que lo llevó en las ancas de su caballo desde Castilla hasta Andalucía a una velocidad imposible según la razón. En lugar de llevar al forastero a su pueblo, el moro lo lleva con él a una cueva repleta de caballeros moros. Allí, hace siglos, se refugia el último rey de Granada, Boabdil, y todo su ejército bajo un encantamiento. Según el forastero, en ese momento decide robarle el caballo al moro y salir de esa cueva. En tiempo récord, llega a Granada y ahora le trae la noticia de que en cualquier momento pueden estar bajo el asedio de Boabdil y su ejército.
El gobernador Manco escucha con atención y le pide al forastero le sugiera qué hacer para proteger la fortaleza. Este le recomienda que haga tapiar las cuevas cercanas y coloque reliquias, cruces e imágenes de santos para consagrar el lugar contra los infieles. Luego de esa sugerencia, el gobernador le dice al forastero que no cree en sus palabras y que lamenta que haya pensado que lo podía engañar así de fácil y ordena que lo lleven detenido. Los soldados encuentran que el forastero tiene un saco con tesoros, muchos de ellos reliquias como rosarios y cruces de piedras preciosas. El forastero asegura que se trata de algo que le robó al moro, al igual que el caballo.
En el pueblo empieza a correr el rumor de que el forastero es Manuel Borasco, el jefe de una banda de ladrones. Muchas personas van a la torre a visitar y comprobar si se trata de ese famoso ladrón. Pronto, el forastero se gana la simpatía de todos. Irving comenta sobre esto: "En España, a un salteador de la sierra no se lo considera de ninguna manera un ser abyecto como puede serlo un ladrón en cualquier otro país; por el contrario, a los ojos de las clases más humildes, resulta una especie de personaje caballeresco" (p.452). Una de las personas que más afecto le tiene al prisionero es la doncella que sirve al gobernador.
Distintas personas en el poder se interesan por los tesoros del presunto ladrón; como consecuencia, el gobernador decide trasladar al prisionero a un lugar más seguro y le pide a su doncella que le despierte a la madrugada para supervisar el traslado.
Cuando se despierta el gobernador, se da cuenta de que la doncella no siguió sus instrucciones y recibe la noticia de que el prisionero ha escapado junto con la doncella. Además, las joyas del forastero junto a los otros objetos de valor en la caja fuerte también han desaparecido.
En el establo no encuentran el caballo árabe sino una carta al lado de un garrote que dice: "Regalo de un soldado veterano para el gobernador Manco" (p.454).
Análisis
La "Leyenda de la rosa de la Alhambra" y la "Leyenda de las tres bellas princesas" desarrollan historias que comparten una serie de elementos pero suceden en tiempos distantes. El espacio es el mismo: la torre en la que tanto las hermanas como Jacinta permanecen encerradas. También el conflicto es el mismo: a pesar de permanecer encerradas para preservar su castidad, las mujeres se enamoran de un "forastero". El final de la leyenda ubicada en un pasado distante es feliz para dos de las hermanas, pero desgraciado para una de ellas. El final de la leyenda más contemporánea es más clásico porque termina con un matrimonio feliz para Jacinta.
Irónicamente, el relato que se ubica en un pasado distante y que tiene todos los elementos para ser un cuento orientalista con elementos sobrenaturales es absolutamente realista en cuanto a que nada viene a romper con las leyes que gobiernan la realidad. Por el contrario, el cuento que se ubica en la época de Felipe V contiene dos elementos sobrenaturales que además ponen en comunicación esos dos momentos históricos: el fantasma de Zorahayda, la menor de las bellas princesas, y el laúd mágico que cura al rey.
Si nos detenemos en el laúd vemos que ese objeto indica una porosidad en la frontera entre lo real y la fantasía. El espacio preserva las historias del pasado de una manera tan material que pueden poner en contacto directo a estas mujeres que viven en momentos tan distintos. No obstante, la prueba de esa porosidad viene en la forma de un laúd que existe tanto en el sueño como en la vigilia. La primera vez que Jacinta ve a Zorahayda, su tía lo descarta como una fantasía producto de "una mente febril" (p.419) o algo que "se ha mezclado en tus sueños" (p.419). Irving extiende incluso el poder de conexión del laúd cuando lo vincula con su presente al mencionar las cuerdas del violín de Paganini.
En cuanto al orientalismo de Irving, en "Leyenda de la rosa de la Alhambra" vemos una continuación de lo que se desarrolla en la leyenda de las tres princesas porque el cristianismo vuelve a posicionarse como algo superior al islam. Zorahayda está condenada a habitar la torre en la que estuvo encerrada durante su vida, y ahora durante su muerte, mientras no reciba el bautismo. El arrepentimiento al que ya aludió Irving acá se hace explícito y no tiene tanto que ver con haber abandonado al caballero enamorado, sino con haber renunciado a la fe en la que se crio por tomar la fe de su madre.
Los dos relatos en los que el gobernador manco es protagonista tienen un corte más realista. El elemento mágico en estos cuentos no es sino parte del engaño del bandolero que quiere engañar al gobernador y quedarse con las reliquias. Este capítulo tiene uno de los personajes femeninos con más iniciativa en toda la colección. La doncella del gobernador engaña a su señor y se aprovecha de la confianza que se deposita en ella. Aunque de manera sutil, se alude a que la relación de la doncella y el gobernador es más íntima porque Irving menciona los rumores sobre la influencia que tiene ella sobre él. A pesar de sentirse muy inteligente y jactarse de no caer en el engaño del forastero, el gobernador no sospecha que la amenaza o debilidad de su gobierno es en realidad una mujer.