Cuentos de la Alhambra

Cuentos de la Alhambra Resumen y Análisis El viaje, El palacio de la Alhambra, Importantes negociaciones. El autor hereda el trono de Boabdil, Moradores de la Alhambra, El salón de los embajadores

Resumen

"El viaje"

Este capítulo sirve de introducción a toda la colección. Narra el viaje que hace Irving desde Sevilla a Granada. En la primavera de 1829 emprende su camino junto con un amigo de la embajada rusa. Empieza su relato de viaje con una descripción general de España que, según él, no es lo que la mayoría de las personas imaginan. Irving describe las sierras y las llanuras, la ausencia de arboledas y pájaros, la escasez de poblado. Luego se detiene un poco más en la gente y destaca una característica llamativa de casi todos los españoles que recorren los caminos: van siempre armados. Incluso repara en que “el viaje más corto se emprende con los preparativos de una partida de guerra” (p.135).

Irving y su acompañante alquilan un par de caballos y contratan a un joven de veinte años de origen vasco como escolta. Los dos extranjeros, en lugar de llamar al escudero por su nombre, lo bautizan “Sancho” porque sabe igual cantidad de refranes que el personaje de Cervantes. Además de escoltar a los viajeros, Sancho se ocupa de mantener las alforjas siempre llenas.

Primero pasan por Alcalá, ciudad conocida por la abundancia de agua y molinos. Luego llegan a Gandul donde las personas no saben la hora excepto la única vez al día en que suena el reloj. En Arahal, la llegada de dos extranjeros causa revuelo y esa noche hacen una fiesta. La experiencia de una auténtica fiesta española le hace pensar a Irving en lo pintoresco del viaje. La siguiente parada es Osuna; acá el autor se detiene sobre otra característica destacada de los españoles: les gusta que los traten de caballeros y sean cuidadosos de no herir su dignidad. Pasan brevemente por Fuente la Piedra, Antequera. En el siguiente pueblo, Archidona, los viajantes se encuentran con un mendigo solitario y comparten con él la comida. Se dan cuenta de que se trata de un hombre educado y de buenos modales que ha caído en la mendicidad. Entre Loja y Granada, viajan junto a otro hombre y su escolta. Hablan en detalle sobre la asombrosa vida de los contrabandistas.

Finalmente llegan a Granada.

"El palacio de la Alhambra"

Este capítulo describe el palacio de la Alhambra en detalle. Al principio cuenta que la fortaleza fue morada de los reyes moros, luego fue residencia de los reyes de España, pasó a ser únicamente fortaleza militar, luego cayó en manos de contrabandistas y fue ocupada por ladrones y pícaros. Estuvo en manos de los franceses durante la invasión napoleónica. Irving menciona que “España puede agradecer a sus invasores el haberle conservado el más hermoso e interesante de sus monumentos históricos” (p.169). De todas maneras, destaca que el actual comandante a cargo de la fortaleza, don Francisco de la Serna, está empleando todos los recursos para restaurar el lugar.

Lo primero que visitan Irving y su acompañante en Granada es la Alhambra. En la puerta de la fortaleza un hombre se les acerca para ofrecer servirles de guía. A Irving le gusta que el hombre diga de sí mismo que es “hijo de la Alhambra” (p.170) y por eso acepta su oferta. Se llama Mateo Ximénez y viene de una familia de cristianos viejos. Los conduce hasta los muros del palacio moro; de una de las puertas sale Dolores, una joven andaluza. Se trata de la sobrina de doña Antonia Molina, una mujer rica y soltera quien se hace cargo de la Alhambra.

Durante esta primera visita, Dolores y Mateo mencionan algunas de las historias asociadas con la fortaleza. Por ejemplo, Mateo habla sobre los sonidos de la sala de los Abencerrajes que provienen de los fantasmas de unos caballeros moros que habían sido asesinados allí. Incluso cuenta la historia de cómo unos fantasmas moros, ricamente vestidos, daban indicaciones a los vivos sobre la ubicación de unos tesoros escondidos. Asimismo, Dolores ofrece una explicación poética de por qué una de las torres se llama “Torre de las Dos Hermanas”. Irving considera que el lugar mismo invita a pensar en historias fabulosas: “Es imposible contemplar este lugar, tan auténticamente oriental, sin sentir las primeras evocaciones del legendario encanto árabe y casi esperar ver aparecer el blanco brazo de una princesa misteriosa” (p.179).

"Importantes negociaciones. El autor hereda el trono de Boabdil"

Los dos extranjeros, Irving y su amigo de la embajada rusa, hacen una visita de cortesía al gobernador de la Alhambra, don Francisco de la Serna, quien les ofrece que se hospeden en sus habitaciones dentro del palacio que él no ocupa. Los dos extranjeros aceptan y el gobernador les indica que deben negociar las condiciones de su estadía con quien administra la fortaleza: la tía Antonia.

Sin problema alguno, llegan a un acuerdo con Antonia. Apenas un día después de mudarse a la Alhambra, el amigo de Irving recibe la notificación de que debe volver a Madrid. Irving permanece en el palacio.

El autor describe a las personas que lo rodean. Dolores, la sobrina de Antonia, es la encargada de atender a los invitados. Mateo, “el hijo de la Alhambra”, se apodera del puesto de criado y lo sigue a todas partes. Pepe, el jardinero, se ocupa de cortar las flores que adornan su habitación.

Durante las tardes, Antonia entretiene a un grupo de personas que la visitan habitualmente. Irving también asiste y encuentra a los españoles buenos conversadores y agradable compañía.

Finaliza este capítulo con una memoria de su niñez sobre el momento en que leyó por primera vez algo sobre la Alhambra en la obra sobre las guerras de Granada de Ginés Pérez de Hita titulada Historia de los bandos zegríes y abencerrajes. Irving aclara que "esta ciudad ha sido siempre el objetivo de mis ensoñaciones; y muchas veces he pisado, en mi imaginación, los románticos salones de la Alhambra" (p.190).

"Moradores de la Alhambra"

En apenas cuatro páginas, Irving pinta retratos de algunos de los personajes que viven en la Alhambra.

El primer personaje al que describe es una vieja mendiga a la que llaman Reyna Coquina, pero cuyo nombre real es María Antonia Sabonea. Irving repara en que es tan pequeña “como para ser un hada” (p.192). Tiene el don de contar historias con gracia, tanto que Irving la compara con Sherezade de las Mil y una noches. Otro personaje al que menciona es Alonso de Aguilar, un viejo andrajoso, que se jacta de tener un linaje ilustre. Luego, Irving vuelve sobre un personaje que ya conocemos de capítulos anteriores: Mateo Ximénez, su criado. Su familia se jacta de su pureza de sangre como cristianos viejos.

A Irving le llama la atención que, a pesar de la pobreza, los habitantes de la Alhambra se comportan como si fueran hidalgos. Además, guardan todas las fiestas y disfrutan de la vida.

Al final del capítulo el autor describe una costumbre típica entre los españoles de la Alhambra: salen con redes a capturar golondrinas y vencejos. La escena de las personas trepadas en los muros con redes atrae a Irving, que comenta: “han inventado así el arte de pescar en el cielo” (p.196).

"El salón de los embajadores"

Irving encuentra una misteriosa puerta en uno de los cuartos de la tía Antonia. Descubre que conduce a un corredor oscuro que conecta con la antecámara del Salón de Embajadores, la sala de audiencias de los monarcas musulmanes.

El lugar es tan deslumbrante que Irving no puede dejar de pensar en el contraste entre los moros y los españoles. La arquitectura voluptuosa de los edificios moros contrasta con la seria arquitectura gótica. Esa reflexión lo lleva a considerar el desafortunado destino de una nación tan admirable como la que se instaló por casi ocho siglos en la península. De ese pueblo que llevó arte, ciencia y técnica a Europa, la Alhambra es un monumento que sirve de testimonio de poder y dominación.

Análisis

El primer capítulo introduce al narrador-protagonista del marco de esta historia en la que se insertan los cuentos y leyendas asociados a Granada y la Alhambra y los ensayos sobre la cultura local. Es el propio Irving quien narra la historia del camino que hace de Sevilla a Granada. Al tratarse de un relato de viaje, el capítulo intercala largas descripciones de paisajes y del carácter local con pequeñas e intrascendentes anécdotas. El foco está puesto en la descripción tanto que el narrador repara en que: "La escena podía servir de modelo para un pintor” (p.145). Recordemos que el propio Irving se dedicó a la pintura durante su periodo en Roma y eso contribuye al modo en que pinta con sus palabras los paisajes de España.

Asimismo, la minuciosidad y realismo con que relata su viaje nos muestra el afán que tiene Irving de crear una crónica de su viaje ofreciendo detalles: "En la primavera de 1829, el autor de este libro... hizo un detenido viaje desde Sevilla a Granda" (p.133). Más adelante insiste en la precisión temporal: "salimos a buena marcha de la 'hermosa ciudad de Sevilla' a las seis y media de la mañana" (p.141) y "para cuando el lacónico reloj del castillo dio las dos, ya habíamos terminado de comer" (p.143). La recurrente y precisa mención del tiempo y cronología es un rasgo usual de las crónicas. El nombre crónica tiene la raíz de "cronos", es decir, "tiempo". Así como hay referencias continuas al tiempo, las crónicas también se detienen en precisiones en torno al espacio.

La crónica está narrada en primera persona protagonista. No obstante, el narrador va a fluctuar a lo largo de la obra. Si bien el hilo conductor que une a los textos es la experiencia de Irving viajero, los cuentos tradicionales, leyendas y relatos históricos que se intercalan dejan lugar a un narrador en tercera persona. Los comentarios de Irving, sin embargo, estarán presentes aún en esos momentos en los que el narrador es extradiegético.

Precisamente porque muchos de los textos se centran en la experiencia del autor, tenemos una idea clara de quién es y cómo piensa. En el primer capítulo, Irving revela aspectos de su personalidad a través de sus comentarios sobre el tipo de viaje que prefiere:

"¡Allá los que se quejen por la falta de carreteras de peaje y hoteles suntuosos y todas las engorrosas comodidades que ofrece un país culto y civilizado hasta convertirlo en doméstico y monótono! ¡A mí que me den las subidas por las ásperas montañas, el azaroso errar a la aventura, las primitivas pero francas y hospitalarias costumbres que le dan a la vieja y romántica España el sabor excelente de lo auténtico!". (p.140-141)

Al tiempo que construye su versión ficcional como un viajero intrépido, también revela su mirada de extranjero sobre un país que considera menos culto y civilizado, pero precisamente más atractivo para su espíritu romántico.

De Irving se suele decir que es un escritor del romanticismo. No obstante, debemos puntualizar qué características del romanticismo están efectivamente representadas en su obra. Para empezar, el romanticismo en los Estados Unidos prefirió el gótico alemán a otras formas del movimiento. En primer lugar, en Irving está el gusto por los lugares considerados exóticos como espacio propicio para la imaginación. Debemos tener en cuenta que en la época en la que Irving viaja a España, solo alrededor del tres por ciento de la población en los Estados Unidos viajaba fuera de las fronteras; aun esa minoría viajaba a regiones más familiares como Inglaterra. En la voz que asume Irving en la obra vemos su afán de acercar algo ajeno a sus lectores escribiendo una auténtica guía turística del siglo XIX.

Por otra parte, Irving no solo viaja en el espacio, sino que invita a sus lectores a hacer un viaje en el tiempo. La época medieval era predilecta entre los románticos porque ofrecía personajes y tramas en las que estaban exacerbados sentimientos como el amor y el orgullo. En los caballeros se materializaba el amor por su señora y también el orgullo que los hacía valorar su honor por encima de todo. Además, el gusto de los románticos por el medioevo era en parte el resultado de su rechazo del iluminismo y la primera revolución industrial. En el caso de Irving, el mundo medieval como antípodas de la industrialización también le permite explorar el ambiente rural que se prestaba para experimentar lo sublime mucho más que una ciudad más desarrollada. Lo sublime para los románticos consiste en el efecto emocional que produce el contacto con la naturaleza y que se impone a la racionalidad: "hay algo también en la adusta sencillez de las tierras españolas que se imprime en el espíritu con una emoción sublime" (p.135).

Una vez en la Alhambra, Irving reflexiona sobre como el lugar hace despertar la imaginación: “Es imposible contemplar este lugar, tan auténticamente oriental, sin sentir las primeras evocaciones del legendario encanto árabe y casi esperar ver aparecer el blanco brazo de una princesa misteriosa” (p.179).

De todas maneras, al tratarse de una colección de relatos que cuenta con un marco en el que el protagonista es el mismo autor, el libro no se centra únicamente en la fantasía que tanto atraía a los escritores románticos, especialmente en su vertiente gótica. Por el contrario, el libro está poblado de personajes prosaicos que Irving nombra "hijos de la Alhambra" tomando prestado el nombre que utiliza Mateo para sí mismo. Es decir, esta antigua fortaleza no está poblada desde un inicio con seres de fantasía sino con personas de carne y hueso.

En los primeros capítulos ya está presente uno de los motivos de la obra y que Irving mismo menciona como un motivo de las leyendas y supersticiones populares: los tesoros. A lo largo del libro varios cuentos mencionan arcones, cuevas, vasijas repletas de tesoros escondidos. Más adelante, Irving especula sobre por qué son tan populares estas historias. Podemos adelantarnos y decir que la Alhambra con todos los espacios por explorar se convierte en el tesoro que Irving desentierra para compartírselo a sus lectores.