San Martín de los Andes
En el apartado titulado "San Martín de los Andes", Guevara describe por medio de imágenes esta ciudad de la Patagonia argentina. "El camino serpentea entre los cerros bajos que apenas señalan el comienzo de la gran cordillera" (p.38), escribe apenas se adentran en la zona, y luego describe al pueblo "rodeado de magníficos cerros poblados de una vegetación frondosa" (p.38). Se detiene también en imágenes visuales que ilustran "el lago Lacar, con sus azules profundos y los verdes amarillentos de las laderas que allí mueren" (p.38).
Valparaíso
En el apartado "La sonrisa de la Gioconda", Guevara describe la ciudad chilena: "Valparaíso es muy pintoresca, edificada sobre la playa que da a la bahía, al crecer, ha ido trepando los cerros que mueren en el mar", señala, y luego se expande en imágenes visuales: "Su extraña arquitectura de zinc, escalonada en gradas que se unen entre sí por serpenteantes escaleras o por funiculares, ve realzada su belleza de museo de manicomio por el contraste que forman los diversos coloridos de las casas que se mezclan con el azul plomizo de la bahía" (p.63).
Lima
En el apartado llamado "la ciudad de los virreyes", Guevara describe la capital del Perú. "Lima es una bonita ciudad que ya enterró sus pasados coloniales (...) tras casas nuevas" (p.130), dice Guevara mientras observa barrios residenciales "circundados de amplias avenidas"(p.130). El narrador se detiene especialmente en el centro de la ciudad, con su "magnífica catedral", "torres altas, esbeltas" que evidencian cómo "la suntuosidad ha dejado el trabajo maravilloso de las tallas cuzqueñas para tomar el camino del oro" (p.130). Dicha catedral se caracteriza, según Guevara, por sus naves claras y cuadros "claros, casi jocundos" (p.130). Además, en Lima "todas las iglesias muestran la gama completa del churrigueresco en sus fachadas y altares que destilan oro" (p.131).
Caracas
En el apartado titulado "Este extraño siglo XX", Guevara describe la capital venezolana: "Caracas se extiende a lo largo de un angosto valle que la ciñe y la oprime en sentido transversal, de modo que, a poco andar, se inicia la trepada de los cerros que la circundan" (p.141). El narrador detalla por medio de imágenes visuales y auditivas las particularidades de Caracas: "a los lados del camino se ven colocados cajones de transporte de automóviles que los portugueses usan como viviendas", apunta, y agrega que "se escucha la música de las radios que los dueños ponen con la máxima intensidad posible" (p.142). Guevara se deja fascinar por los contrastes que se presentan ante sus ojos: "Automóviles relucientes descansan en las puertas de viviendas completamente miserables" (p.142), declara. Luego, se detiene en los particulares dibujos que se trazan en el paisaje: "Los aviones de todo tipo pasan sembrando el aire de ruidos y reflejos plateados" (p.142), observa el narrador, mientras ve cómo Caracas "ve amenazado su centro por los reflejos rojos de los techos de tejas que convergen hacia ese punto mezclado con los techos planos de las construcciones de estilo moderno" (p.142).