Don Juan Tenorio y don Luis Mejía se encuentran en la hostería de Buttarelli, en Sevilla. Se reúnen un año después de haber hecho una apuesta para saber quién de los dos ha conquistado a más mujeres y asesinado a más hombres en ese lapso de tiempo. Don Juan resulta ganador, y ambos realizan una nueva apuesta. Tenorio le asegura a don Luis que conquistará a su prometida, doña Ana de Pantoja, y a una novicia. En la hostería, entre los asistentes, se encuentra el comendador don Gonzalo, padre de doña Inés, que es una novicia. Él se había comprometido a dar la mano de su hija a don Juan, pero, tras escuchar el diálogo entre los dos libertinos, deshace el acuerdo.
Don Juan envía una carta a doña Inés, en la que le expresa su amor. Ella se siente confundida. A sus diecisiete años, desconoce absolutamente la vida fuera del convento. Más tarde, don Juan y su criado, Ciutti, secuestran a don Luis. Mientras Mejía se encuentra atrapado, don Juan saca a doña Inés del convento y luego se dirige a la casa de doña Ana, donde, haciéndose pasar por su rival, se acuesta con ella.
Ciutti traslada a doña Inés a la quinta de don Juan. Allí el libertino y la novicia se confiesan su amor mutuo. Poco después, don Luis y don Gonzalo llegan al lugar, por separado, con la intensión de matar a don Juan. Este le explica al comendador que ama a su hija y que está dispuesto a cambiar sus conductas por ella. Entonces le ofrece ponerse a su disposición hasta que él le otorgue a su hija en matrimonio. Don Gonzalo no cree en sus palabras y se niega a perdonarlo. Él y don Luis se baten a duelo con don Juan, y este asesina a ambos. Luego Tenorio escapa rumbo a Italia.
Cinco años después, don Juan regresa a Sevilla. Se dirige al sitio donde se hallaba el palacio de su padre, pero, en su lugar, encuentra un panteón. Allí Tenorio recibe la noticia de que su padre ha fallecido y de que había ordenado construir ese monumento y poner en él las estatuas de muchas de las víctimas de su hijo. Entre las esculturas, se encuentra la de doña Inés, quien murió al regresar al convento, tras la partida de don Juan. Mientras él contempla el panteón, la estatua de doña Inés desaparece repentinamente y aparece su sombra. Esta le comunica que ofreció su alma a Dios para la salvación de la suya, y que él deberá arrepentirse o Dios condenará las almas de los dos. Además, le advierte que morirá esa misma noche.
Don Juan cree estar alucinando y siente temor. En el panteón, lo encuentran dos antiguos amigos, el capitán Centellas y Avellaneda, y se burlan de él por su semblante atemorizado. Don Juan, los invita a cenar y, para demostrarles su valentía, invita también a la estatua del comendador. Durante la reunión, se presenta la estatua y le dice a don Juan que Dios le concede este último día para limpiar su conciencia. Además, le devuelve la invitación, citándolo al panteón. El capitán Centellas y Avellaneda, que se habían desmayado ante la aparición de la estatua, se reaniman en el momento en que esta desaparece, por lo que desconfían del relato de don Juan acerca de los hechos. Por este motivo, se baten a duelo y Tenorio los mata.
Don Juan asiste al panteón y allí ve pasar un cortejo fúnebre. La estatua de don Gonzalo le informa que se trata de su propio funeral, y le revela su muerte a manos del capitán Centellas. El comendador intenta arrastrarlo al infierno. Don Juan se siente arrepentido por las maldades que cometió y le ruega a Dios que tenga piedad de él. Entonces aparece la sombra de doña Inés y toma su mano. Sus almas se salvan. Finalmente, ella cae en un lecho de flores y don Juan cae a sus pies.