El Conde Lucanor se encuentra entre los pocos textos medievales que no recurren al anonimato, o que nos han llegado con firma de autor. Pero no es solamente el nombre de Don Juan Manuel lo que nos permite establecer un nexo entre el texto y el influyente actor del mundo social y político del siglo XIV castellano. Es posible detectar diferentes marcas autorales que se inscriben en el texto y que manifiestan la conexión singular entre obra y autor presente en este libro.
Una primera referencia autobiográfica es la que hemos analizado en torno al tema de los vicios de la corte en El Conde Lucanor. Sabemos que Don Juan Manuel escribe desde el lugar que ocupa dentro de la nobleza, por lo que muchas de sus enseñanzas tienen que ver con la transmisión de los valores y la ética de su estamento. Pero también están los cuestionamientos a la ambición política y el manejo de las riquezas y el poder, lo que se evidencia en los comportamientos de algunos personajes, como el deán de Santiago del Ejemplo XI o el Rey Abenabet del Ejemplo XXX. Estas críticas se pueden relacionar con la relación conflictiva que tuvo Don Juan Manuel con Alfonso XI y la familia real, por su condición relegada dentro de la dinastía.
Otro aspecto que tiene la marca de la autoría de Don Juan Manuel es la preocupación que este manifiesta por cómo serán comprendidos los sentidos de su texto. Esto se manifiesta particularmente en el anteprólogo, cuando Don Juan repara en el peligro de que se cometan errores en la copia de sus libros que desvíen el mensaje original. Por eso, el autor
ruega a aquellos que leyeren cualquier libro copiado del que él compuso o de los libros que él escribió, que si encontraran alguna palabra mal puesta, que no lo culpen a él hasta que vean el original que Don Juan escribió, el cual está corregido en muchas partes de su puño y letra (p.11).
El temor a que se tergiverse lo que quiso decir lo lleva a hacer esta aclaración y a dejar ejemplares de sus libros “en el monasterio de los dominicos que él construyó en Peñafiel” (ibid.).
Por otra parte, aunque en el prólogo Don Juan aclara que ha decidido dar sus enseñanzas a través de ejemplos porque cree que la lectura agradable facilita la comprensión, también le preocupa que el placer del texto distraiga a los lectores del sentido último de sus relatos. Esta sería la razón por la que la figura autoral aparece en el final de cada ejemplo, aclarando cuál es el mensaje último de la historia contada por Patronio por medio de unos versos rimados. La enseñanza de lo que Don Juan Manuel considera provechoso “para la salvación [del] alma y para beneficio [del] cuerpo” (p.15) justifica su labor literaria, mal vista por quienes no creían que fuera ocupación propia de alguien de su posición.
Por último, si bien todos los cuentos narrados por Patronio provienen de relatos anteriores conocidos por el lector contemporáneo, Don Juan realiza una reelaboración de esas fuentes para darles una intencionalidad propia, que a veces difiere de la original. El hecho de que, en general, no declare explícitamente el origen de las historias puede ser interpretado como una marca autoral de apropiación. Si bien a veces la fuente no es una sola, como tampoco queda del todo claro cuál es el relato de origen –porque pertenece a una tradición oral que se transmite de generación en generación– sí es posible discernir la intención del autor por la manera en que los ejemplos son siempre acompañados por la interpretación del narrador interno (Patronio) y por las mencionadas intromisiones de Don Juan en el relato. Así, podemos tomar el Ejemplo III, en el que el consejero toma la leyenda del ermitaño y el Rey de Inglaterra para elaborar una tesis en contra de la renuncia al mundo como vía de salvación del alma. Don Juan considera que los nobles deben realizar lo que les compete en vida por cumplimiento de sus deberes estamentales, y que por ese medio es que obtendrán el descanso eterno. De esta forma, introduce en la historia lo que elaboró en su Libro de los estados, donde plantea una reconciliación entre los asuntos mundanos y los espirituales.
Estas maneras de inscribir lo autobiográfico, las preocupaciones personales y las ideas propias en el texto pone de manifiesto la voluntad de Don Juan Manuel de plasmar su conciencia autoral en El Conde Lucanor.