Resumen
El Conde Lucanor consulta a Patronio sobre un pariente suyo que vive en una tierra donde no tiene tanto poder y donde no puede evitar que quienes sí lo tienen lo amenacen, esperando que realice alguna acción para ponerse en contra de él. Como esto le causa mucho pesar, el Conde quiere saber cómo aconsejarlo de la mejor manera posible. Patronio le responde con la historia de lo que le sucedió a un zorro que se hizo el muerto.
El zorro entró una noche en un corral de gallinas, donde anduvo entretenido hasta hacerse de día. Al ver que las gentes ya andaban por la calle y que no se podía esconder, el zorro resolvió hacerse el muerto para que lo ignorasen. Al principio no dieron cuenta de él, pero pasado un rato un hombre lo observó y dijo que los pelos de la frente del zorro eran buenos para que a los niños no le echen mal de ojo. Entonces le cortó los pelos al zorro, sin que este se moviera.
A continuación, otros hombres siguieron cortando pelos del zorro hasta trasquilarlo del todo. El zorro no se movió, porque no veía en perder el pelo un gran daño. Después vino otro que le quiso sacar la uña del pulgar porque era buena para curar los panadizos y otro que quería el colmillo porque era bueno para el dolor de muelas. El zorro se dejó quitar pulgar y colmillo continuando con su papel de muerto. Pero cuando vino otro hombre que quería su corazón para curar el dolor de este órgano, el zorro entendió que no podría vivir sin esta parte de su cuerpo, por lo que se animó a moverse y logró escapar.
Patronio así concluye que el pariente del Conde debe saber que, mientras no pueda evitar el agravio que le hacen, si aquello no es grave, debe dar a entender a los demás que no se tiene por malherido. Pero si el daño que recibe es grave y él da cuenta de que es así, muy mal quedaría ante los otros si no hiciese nada para evitarlo. En ese caso, es mejor arriesgarse a morir defendiendo el derecho, la honra y el estado, que dejar que estas cosas ocurran y vivir sin honra. El Conde tuvo por bueno el consejo y Don Juan mandó a escribirlo en su libro junto con estos versos: “Sufre las cosas en cuanto debieres, / Aleja las otras en cuanto pudieres” (p.55).
Análisis
El Conde Lucanor acude en este caso a Patronio para ejercer él el rol de consejero de un pariente suyo. Al pedir la recomendación de quien es su consejero, el Conde muestra un carácter poco vanidoso, porque antes quiere la opinión del que posee el saber sobre las cosas de este mundo.
El ejemplo que da Patronio en este caso apunta a tener en cuenta dos riesgos: el de poner la vida y la hacienda en peligro o el de perder la honra por el qué dirán. El pariente, en este sentido, no solo lidia con el agravio que le puedan hacer, sino con el hecho de que, si no hace nada para evitar ese agravio, podrá pasar vergüenza por no defenderse con dignidad. Es de esta manera que el ejemplo pone en juego los temas de la honra, la hacienda y el estado como cosas que deben preservarse de forma integral, sin que una ponga el riesgo a la otra.
Como en el Ejemplo V, el zorro aparece aquí como un animal astuto que sabe cuál es la mejor manera de actuar para salir mejor parado. En esta historia, utiliza el engaño para resguardar su vida, fingiendo que está muerto mientras le quitan partes de su cuerpo que no necesita para vivir. El zorro sufre estos agravios porque, en las circunstancias en que se encuentra, es menos arriesgado hacerse el muerto que intentar esconderse o escapar. El límite, claro está, es que le quiten aquello sin lo cual no sobreviviría, el corazón.
En este sentido, el consejo que ofrece Patronio es un consejo práctico: dado que el pariente no puede evitar que lo agravien porque no tiene suficiente poder, lo mejor que puede hacer es fingir que no le hacen daño, como finge el zorro mientras se hace el muerto. Es así como Patronio propone que se utilice el engaño para un bien, que es preservar la honra. Si el pariente del Conde no puede evitar mostrarse agraviado, o si el daño que le hacen es realmente grave, entonces debe intentar defenderse, porque es mejor morir con dignidad que vivir padeciendo una afronta. Los versos que coloca Don Juan Manuel en el final son un poco más moderados: no invitan al sacrificio para la preservación del honor, sino que sugieren soportar lo que se debe soportar, y evitar todo lo que se pueda evitar.