Resumen
Un hombre acude al Conde Lucanor para comunicarle algo que lo puede beneficiar, pero le pide que guarde secreto sobre el asunto. Le dice que no puede contarle a nadie lo que le cuenta, ni siquiera a la persona en la que más confía. Si se lo revela a alguien, pondría en peligro su hacienda y su vida. Por eso el Conde le pregunta a Patronio si el hombre está obrando para su bien o por engaño. El consejero le responde contándole lo que le ocurrió a un Rey con tres hombres burladores.
Tres hombres llegaron ante el Rey y le dijeron que ellos tenían la habilidad de tejer un paño que fuera invisible para quienes no fueran hijos del padre que decían tener. El Rey quiso tener este paño que lo ayudaría a enderezar sus asuntos, porque los moros no pueden heredar si no son realmente hijos de sus padres. Entonces encargó el tejido del paño, que los tres hombres harían encerrados en una habitación del palacio. Cuando obtuvieron mucho oro, plata y seda para emprender el tejido, comenzaron a hacer el paño.
Al cabo de unos días, uno de los hombres llamó al Rey para que vaya a ver el paño. Este primero envió a varios de sus súbditos a que lo viesen antes que él. Ninguno se atrevió a decir que no veía el paño y le comunicaron al Rey que pudieron verlo. El Rey fue entonces a ver el paño. Halló a los hombres haciendo el tejido y describiendo sus detalles, pero no veía ningún paño. Juzgó que él no era hijo de quien tenía por padre, pero no quiso revelarlo porque perdería su reino. Entonces alabó el tejido y aprendió la descripción del paño para que no se percatasen de que no lo veía.
Tiempo después mandó a un alguacil a que viera el paño. Este también temió confesar que no veía el paño corriendo el riesgo de perder su honra, así que hizo lo mismo que el Rey y, cuando volvió junto a él, le dijo que era el paño más noble y bello que había visto. El Rey se sentía desdichado, porque ahora no tenía duda de que él no era hijo de Rey. Siguió mandando otros hombres de su tierra, y ninguno osaba decir que no veía el paño.
Un día hubo una gran fiesta, y los hombres le dijeron al Rey que usara el paño para la celebración. Le pidieron que indique cómo quería utilizar el paño y dieron a entender que cortaban el tejido y medían el talle para la vestidura. Le colocaron el traje al Rey sin que este se atreviera a decir que no veía su atuendo, y de esta manera montó su caballo para andar por la ciudad. Cuando la gente lo vio llegar sabiendo lo del paño, ninguno se atrevió a decir nada. Excepto un negro, al que no le molestaba que no lo tuvieran por hijo de aquel que él decía, y le dijo al Rey que andaba desnudo.
El Rey maltrató al negro diciéndole que él no veía sus ropas por no ser el hijo de quien él creía, pero en cuanto el negro dijo esto, otros empezaron a confesar lo mismo, hasta que todos perdieron el recelo de reconocer la verdad y se percataron del engaño de los burladores. Cuando fueron a buscarlos, no los hallaron, se habían ido con las riquezas que les había dado el Rey.
Al terminar el relato, Patronio le dice al Conde Lucanor que no debe dudar de que aquel hombre que lo obliga a no decir nada lo quiere engañar. No tiene más razones para querer su provecho que las que tienen aquellos en los que el Conde sí confía, que tienen más obligaciones para con él y desean más su bien que aquel hombre. El Conde decide hacer lo que Patronio le indica y Don Juan lo pone en su libro con estos versos: “Quien te aconseja esconderte de tus amigos, / Mucho quiere engañarte, y sin testigos” (p.67).
Análisis
El Ejemplo XXXII es una versión de un cuento folclórico de posible origen árabe. Como en el Ejemplo XXX, se introduce el motivo oriental, pero de una manera más discreta. No sabemos el nombre del Rey, ni de los hombres burladores, pero sí se nos cuenta que “los moros no heredan nada de su padre si no son verdaderamente hijos suyos” (p.61). Esta sería la tradición morisca con la que se enlazan los temas de la honra y de la hacienda. En el cuento de Patronio, nadie se anima a decir la verdad porque temen el agravio de perder su relación de ascendencia y lo que heredan gracias a este vínculo de sangre.
Otro motivo central del relato es el de la prueba y el engaño. Los hombres burladores tienden una trampa al Rey, al que atraen con un falso componente mágico. Logran convencer al monarca de que si no ve el paño es porque no es legítimamente el Rey. Allí radica la eficacia de su artimaña: el paño que nadie ve –porque no existe– se convierte así en el símbolo de una carencia que pondría en peligro el poder del soberano. De esta manera, el ejemplo trae a colación la crítica a los vicios de la corte, en donde el engaño puede impresionar fácilmente al que detenta el poder.
Para que el engaño sea eficaz tiene que haber una incorrecta interpretación de la situación. En este ejemplo, el equívoco se eleva a gran escala, porque todo el pueblo se convence de que el pañuelo invisible sí existe. El único que se anima a cuestionar este consenso colectivo es el personaje marginado, el que no es interpelado por el temor a perder la honra: el negro. Su cuestionamiento de lo que aparenta ser verdad, pero que en realidad es falso, podría ser visto como un gesto subversivo, porque expondría al Rey de una realidad ignominiosa: que está paseando por su pueblo desnudo. En efecto, así lo considera el Rey que no duda en maltratarlo. Pero con que una persona que esté por fuera de lo que se establece como convención social cuestione esta convención es suficiente para revelar el engaño y desenmascarar a los burladores.
Al igual que en el Ejemplo III, se produce una suerte de corrimiento entre lo que el Conde Lucanor le pregunta a Patronio, lo que este le cuenta y lo que Don Juan sintetiza como enseñanza del ejemplo en sus versos finales. Aquí incluso la distancia entre la consulta y el ejemplo es aún mayor: mientras que el problema del Conde es que una persona le ha prometido algo bueno a cambio de mantenerlo en secreto, en la historia que cuenta Patronio la cuestión es qué ocurre cuando no se quiere reconocer una realidad, porque ese reconocimiento podría traer repercusiones negativas. Si bien podríamos conectar ambas situaciones en cuanto implican engaños, el ejemplo manifiesta la diferencia entre el relato-marco y el relato enmarcado, cuya conexión no queda explicitada del todo. En este caso, la falta de conexión puede relacionarse con la necesidad medieval de interpretar los sentidos ocultos del mundo, necesidad que puede quedar insatisfecha o que debe aceptar lo que revelan quienes mejor saben interpretar esos sentidos: los consejeros como Patronio.