Resumen
El narrador describe sus dudas respecto el amor de su novia, Elsa. Siente que su frialdad y la autoridad que ella ejerce sobre él lo oprimen. La sola presencia de Elsa lo hace sentir ridículo e inferior. Esta inseguridad es tan profunda que nunca se ha atrevido a besarla, temiendo que ella podría considerar su caricia como un ultraje. Le resulta más fácil imaginarla entregada a las caricias de otro hombre que a las propias.
Este sufrimiento amoroso del narrador por Elsa crece junto a su odio hacia la señora X, la madre de su novia. Según el narrador, la señora X es la culpable de la absurda situación en la que se encuentra: un noviazgo sin amor y bajo presión. Afirma que es una manipuladora que lo ha arrastrado a la intimidad familiar con falsas promesas, y ahora lo presiona para casarse. Ha fingido interés por su salud y lo ha tratado con una amabilidad excesiva, tejiendo así una red de obligaciones morales a su alrededor. El narrador describe a la señora X como una monstruosa araña que lo fue atrapando en su tela. La hipocresía de la señora X, una mujer profundamente conservadora, llega a su punto máximo cuando finge interesarse por las ideas políticas del narrador, quien siente afinidad por el comunismo. Esta falsa aprobación, en lugar de halagarlo, lo humilla y lo hace sentir denigrado.
El narrador es consciente de que, en este contexto, el matrimonio con Elsa lo arrastraría a una vida gris y mezquina. Se imagina a sí mismo convertido en un autómata, esclavo de las obligaciones económicas y sometido a los reproches constantes de su esposa y de su suegra. Él anhela una vida libre de las ataduras sociales y económicas, una vida que lo acerque a la naturaleza, incluso si eso significa dormir junto a las vías del tren en medio del campo.
En medio de esta angustia y desesperación, el narrador tiene la idea de llevar al jorobadito a casa de Elsa. El objetivo del narrador es utilizar a Rigoletto para provocar un escándalo que rompa definitivamente el compromiso con su novia. ¿Qué hará? Le pedirá a Elsa que le pruebe su amor besando al jorobado.
Con este plan en mente, el narrador busca a Rigoletto en el café. Le expone su idea, pero el jorobado se resiste, argumentando que no quiere ser parte de una farsa, y cuestionando el derecho del narrador a aprovecharse de su condición física. La conversación se vuelve tensa: el narrador insulta a Rigoletto y le ofrece dinero a cambio. Rigoletto está preocupado por la posibilidad de ser humillado por Elsa. Finalmente, ante la insistencia del narrador y un ofrecimiento económico más interesante, acepta. Acuerdan llevar a cabo el plan al día siguiente.
Análisis
Detengámonos ahora en la señora X y Elsa. Como todos los personajes femeninos de Arlt, la suegra y la novia del narrador están totalmente determinadas por el sistema patriarcal de la época. En Buenos Aires (como en gran parte del mundo, si no en todo el mundo), en las décadas de 1920 y 1930, la mujer aún distaba mucho de ser independiente. Las mujeres que trabajaban eran de clase baja y lo hacían por salarios mínimos, que a duras costas les permitían subsistir. Las mujeres de clase media, en general, no trabajaban, e incluso estaba mal visto que lo hicieran. Esto, por supuesto, las colocaba en una posición de absoluta dependencia en relación con los hombres. Su respeto y su sustentabilidad dependían de lo que los hombres de la casa hicieran allá afuera, en el mundo.
En la obra de Arlt esta dependencia se exacerba. Sus personajes femeninos son novias, esposas, madres, o suegras de alguien. Tal como sucede en “El jorobadito”, las mujeres en Arlt no existen por sí solas, sino en dependencia y correlación con algún hombre. Ahora bien, esta posición no genera necesariamente que sean sumisas y leales a los hombres. Por el contrario, las mujeres de Arlt son manipuladoras e infieles; observan la decadencia de los hombres que las rodean mientras especulan cómo hacer para que el fracaso o la inconsistencia masculina no las arrastre en la caída.
El personaje femenino más icónico de toda su obra es Elsa (otra Elsa), la esposa de Erdosain, el protagonista de Los siete locos. Elsa abandona a Erdosain porque lo ve hundido y derrotado. Ahora bien, Elsa no es (como ciertas lecturas erróneas pueden sugerir) una mujer independiente y moderna. Abandona a su marido para depender de otro hombre, el capitán (a quien luego también dejará para internarse en un convento). Es decir, Elsa no sale al mundo para emanciparse como una mujer libre, sino que parece jugar y manipularen el rol que le es asignado socialmente, o sea, se presenta como un ser despreciable más del universo arltiano, que traiciona a uno para someterse a otro.
La señora X y su hija son mujeres típicamente arltianas. La suegra y la novia del narrador tienen un objetivo claro: seguir garantizando su pertenencia a la clase media burguesa y asegurarse así la subsistencia. Para eso necesitan un hombre funcional, que encaje en la maquinaria. El padre de Elsa apenas es nombrado. Ya es un hombre grande, y alguien debe reemplazarlo en su función de proveedor. Aquí entra en escena el narrador: “Fui atraído, insensiblemente, a la intimidad de esa familia por una hábil conducta de la señora X, que procedió con un determinado exquisito tacto y que consiste en negarnos un vaso de agua para poner a nuestro alcance, y como quien no quiere, un frasco de alcohol. Imagínense ustedes lo que ocurriría con un sediento. Oponiéndose en palabras a mis deseos” (14).
En “El jorobadito”, las mujeres son presentadas como las culpables de todo mal. Si el narrador termina cometiendo una locura (o un par de locuras) es como consecuencia de la manipulación de la señora X y de la frialdad de Elsa. La suegra ha sido la encargada de atrapar al narrador en el compromiso con su hija. Elsa, por su parte, con su carácter distante, es la culpable de que el narrador no encuentre ni una pizca de amor que le otorgue algo de fe en dicho compromiso. El protagonista del cuento avizora un futuro totalmente gris, en el que se hallará sumido en las entrañas de la maquinaria burguesa, con una esposa que no le dará ningún tipo de placer y lo cargará de obligaciones. Se imagina criando hijos a los que no querrá. Entonces, el narrador sueña con escaparse de todo y dormir al lado del tren. Sueña con convertirse en un marginal, como Rigoletto.
Ahora bien, toda esta acusación contra las mujeres llega a los lectores a través de la voz del narrador. Y el narrador, como queda demostrado por las cosas que piensa y hace, no es para nada fiable. Es un inmoral, es un loco. ¿Debemos creer en que realmente la señora X y Elsa lo han manipulado, tal como él dice? ¿No será esa angustia existencial de hombre disfuncional la que lleva al narrador a acusar a las mujeres?
He aquí, nuevamente, la complejidad de Arlt y otra de las complejidades de “El jorobadito”. Una vez más, somos los lectores quienes tenemos que tomar una decisión. ¿Creemos en el narrador? ¿Son esas mujeres manipuladoras y viles, o toda la perorata en contra de ellas es el artificio de un loco que no se hace cargo de nada? ¿Acaso hay un poco de lo uno y de lo otro?