El jorobadito

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El orden burgués

En "El jorobadito", el orden burgués es presentado como un sistema opresivo y superficial que prioriza las apariencias por sobre la autenticidad y la individualidad. El narrador se siente atrapado dentro de una sociedad hipócrita, que le exige ser alguien que no es, y le impide vivir en libertad y plenitud. Su compromiso con Elsa, su novia, con la que no tiene ningún tipo de afinidad amorosa, es lo que garantiza que él también formará parte de ese sistema burgués definitivamente. Sus sueños de libertad, una vez que se case, quedarán obsoletos por siempre. Romper el compromiso, sea como sea, se le presenta al protagonista, entonces, como la única manera de escapar del orden burgués. Pero esto no es tan fácil: la burguesía es persuasiva y, como una enfermedad, ya vive en su sangre.

La marginalidad

Desde la perspectiva del narrador, la marginalidad es un ideal puro. El protagonista del cuento tiene la certeza de que sería más feliz durmiendo al lado de las vías del tren que viviendo en una casa, con una mujer e hijos. La marginalidad, para él, es un sinónimo de libertad, y se opone al encarcelamiento que implica la vida dentro del orden burgués.

Esta idealización, sin embargo, poco tiene que ver con la realidad. De hecho, el narrador desprecia profundamente a Rigoletto por su marginalidad. Su mala vestimenta, sus modales rudos y su pobreza le generan tanta irritación que, al final, termina estrangulándolo. Entonces, el ideal desaparece y el narrador, lejos de volverse un marginal, demuestra su devoción inquebrantable por el orden burgués.

El amor

En "El jorobadito", el amor es cómplice de la farsa burguesa. El narrador no siente nada por su novia (excepto miedo y rencor), ni su novia demuestra sentimiento alguno por él (excepto desdén). Sin embargo, están juntos porque en el futuro habrán de casarse. La señora x ha entregado el corazón de su hija a cambio de encontrarle un marido y dejar a salvo el buen nombre de la familia a ojos de la sociedad. Su amor maternal también es débil. ¿Y qué decir del pobre Rigoletto, que no tiene absolutamente a nadie que lo quiera, ni tampoco quiere a nadie? Vive con una cerda a la que desprecia y castiga gratuitamente con su látigo. El narrador, por su parte, tampoco tiene ningún amigo, pariente, ni conocido, salvo por Elsa y su suegra.

En resumen, en "El jorobadito", tal como sucede en casi toda la obra de Arlt, el amor puro y la pasión están ausentes. En su lugar, reinan la crueldad, la obsesión por las apariencias y la hipocresía.

La justicia

El narrador siente que la sociedad ha sido sumamente injusta con él. Se pregunta por qué lo han castigado encerrándolo en la prisión en lugar de agradecerle por haber librado a la sociedad de un mal. Desde la perspectiva del narrador, la justicia es un engranaje más de la farsa burguesa, dado que las leyes poco tienen que ver con lo que la sociedad pregona. Si todos desprecian a Rigoletto y si, a su vez, Rigoletto es un ser cruel que no respeta la moral burguesa, entonces, ¿qué mal ha hecho él en librar a la sociedad del jorobado?

La hipocresía

La hipocresía es la característica más sobresaliente del orden burgués. La señora x y Elsa le rinden culto a la falsedad y el engaño. Esconden sus pensamientos políticos y morales, e incluso supeditan sus sentimientos en pos de conseguir que el narrador se case con Elsa. Lograr que este casamiento se lleve a cabo es fundamental para que puedan mantener el buen nombre de la familia y, por ende, su prestigio dentro del orden burgués.

La hipocresía se presenta, entonces, como una necesidad fundamental de todo burgués. El narrador, que desprecia la hipocresía de su suegra y su novia, y se jacta de ser diferente a ellas, también se comporta de manera hipócrita. Es incapaz de manifestar su desprecio y romper el compromiso con Elsa porque teme quedar mal ante los ojos de la sociedad. Para separarse, entonces, decide utilizar a Rigoletto e intentar exponer el desamor de Elsa. Solo de esa manera podrá salir indemne del compromiso. Por supuesto, las cosas no suceden de la manera prevista, y el hombre termina en prisión.

El único personaje que se salva de la hipocresía es, justamente, Rigoletto, un marginado del orden social. El jorobado dice siempre lo que le viene a la cabeza, sin importar sus consecuencias. Su final es, inevitablemente, trágico.

La familia

Desde el punto de vista del narrador, la familia es la institución burguesa por antonomasia. De hecho, el protagonista del cuento considera que, para salir del orden burgués, debe romper su compromiso con Elsa. Es decir, debe desprenderse de su compromiso con la familia. En ningún momento el narrador se encona contra el trabajo, el Estado o la iglesia. La hipocresía, la superficialidad y la obsesión por las apariencias viven en el seno familiar. Por otro lado, el protagonista no encuentra beneficio alguno en formar parte de una familia, dado que no hay en ella amor, solidaridad ni reciprocidad. La familia, a sus ojos, es una prisión.

La locura

En "El jorobadito", la línea entre cordura y locura es muy delgada. Podría considerarse que la narración llevada a cabo por el protagonista del cuento tiene como uno de sus objetivos principales demostrar que él no es un demente, tal como lo han catalogado en los periódicos. Desde su punto de vista, lo que ha hecho es totalmente lógico, e incluso necesario: matar a Rigoletto, un sujeto despreciable, ha sido un favor a la sociedad.

¿Y qué decir de Rigoletto? ¿Es el jorobado un loco? El narrador, por un lado, da a entender que sí. Sus respuestas desatinadas y su crueldad lo presentan como un demente. Sin embargo, el transcurso de los hechos le permite al protagonista del cuento sospechar que Rigoletto es, en realidad, un hombre que sufre la marginación y que, por eso, actúa como un loco. La pregunta, en este caso, es qué vino primero: ¿la locura o el desprecio social?

En resumen, la locura en el cuento se presenta de manera ambigua, tanto en las acciones y justificaciones del narrador como en el comportamiento del jorobado. La línea entre la cordura y la locura se difumina, y los lectores somos, en último caso, quienes debemos decidir si los personajes están locos o son meras víctimas de una sociedad enloquecida.