Resumen
A las nueve de la noche, el narrador sale con Rigoletto rumbo a la casa de Elsa. El jorobado estrena una corbata nueva y está perfumado para la ocasión. El narrador está malhumorado y triste. Siente remordimiento por el ultraje que está a punto de cometer. La noche es sombría y ventosa, lo que lo hace sentir aún peor. Para colmo, Rigoletto camina muy despacio.
Llegan a la casa de Elsa. El narrador presenta al jorobado como Rigoletto. El jorobado se queja y le pide al narrador que deje de llamarlo así, pero este lo ignora. Elsa, al ver a Rigoletto, se detiene, asombrada. El narrador le explica que duda de su amor y le pide que le pruebe que realmente lo quiere besando al jorobado. Le asegura que, si ella hace eso, él será su esclavo por siempre.
Elsa, asustada, comienza a alejarse lentamente. Mientras tanto, Rigoletto empieza a tocar una marcha militar golpeando con los nudillos la copa de su sombrero. El narrador vuelve a pedirle a Elsa que bese al jorobado. Ella le exige que se vaya inmediatamente de su casa.
Para sorpresa del narrador, Rigoletto toma la palabra y acusa a Elsa de no tener corazón y ser una novia indigna. El narrador sufre entonces un ataque de risa. El jorobado se envalentona y comienza a exigirle a Elsa que lo bese. Ella huye, a los gritos. Enseguida aparecen en la sala la señora X y el padre de Elsa. Rigoletto, entonces, saca un revólver y les apunta. Afirma que él fue allí en una misión filantrópica, y que es necesario que Elsa le dé un beso para que él perdone a la humanidad su joroba. Además, les pide un té con coñac.
Rigoletto continúa su discurso hasta que el narrador lo estrangula. Luego, entra la policía y el narrador se desmaya. El relato termina con una reflexión del narrador acerca de la locura de Rigoletto y el favor que él le ha hecho a la sociedad al estrangularlo.
Análisis
Llegamos a la parte final del cuento. Cuando el narrador sale junto a Rigoletto rumbo a casa de Elsa, la angustia existencial arltiana vuelve a ocupar el centro del relato. Mientras camina por las calles oscuras, el narrador se vuelve sumamente consciente de que lo que está por hacer es una canallada. Sabe que es un miserable. Siente culpa por Elsa, e incluso siente culpa por Rigoletto. Pero eso no lo detiene en su marcha.
He aquí otra característica recurrente de los personajes de Arlt: la elección deliberada de convertirse en canallas. En El juguete rabioso, Silvio Astier delata ante la policía a Irzueta y el Rengo, sus compañeros de robo. Sabe que no ganará nada con su delación, que solo se convertirá en un traidor, y aun así los delata. En “Ester Primavera”, otro de los cuentos que componen el volumen El jorobadito, el narrador confiesa haber deshonrado a Ester Primavera sin motivo alguno. De hecho, es la mujer que siempre quiso, y aún la quiere. En “Una noche terrible”, del mismo libro de cuentos, el narrador abandona a su novia en el altar a sabiendas de que esto le arruinará la vida.
¿Qué los hace actuar así? No hay una respuesta concreta. Arlt construye personajes complejos, dostoievskianos, que actúan de una manera que ni ellos mismos comprenden del todo. En el caso del narrador de “El jorobadito”, la angustia existencial, el miedo a formar parte de la maquinaria burguesa y el deseo de hacer el mal son algunas de las razones que pueden esbozarse para comprender su accionar. Sin embargo, hay algo que no termina de definirse, una oscuridad inasible que escapa a todo dictamen.
¿Y qué decir, entonces, de lo que sucede en la última escena del cuento? El final de “El jorobadito” es sumamente intrincado. Los lectores sabemos desde el principio que el narrador mató a Rigoletto en la casa de Elsa. Nos queda descubrir por qué lo hizo. Conocemos también su plan demencial. ¿Qué habrá salido mal?
En uno de sus cuadernos de notas, Chejov escribió: “Un hombre, en Montecarlo, va al Casino, gana un millón, vuelve a su casa, se suicida” (2000: 11). Dice Ricardo Piglia al respecto: “Contra lo previsible y convencional (jugar-perder-suicidarse) la intriga se plantea como una paradoja (…). Un cuento cuenta siempre dos historias” (2000: 11). Esta reflexión teórica es sumamente útil para comprender el sorpresivo final de “El jorobadito”. ¿Por qué mata el narrador a Rigoletto? El narrador quería que el jorobado generara un escándalo que le permitiera cortar sus lazos con Elsa y la familia. Ese escándalo se da. ¿Qué es lo que hace, entonces, que el narrador se vuelva contra el jorobado?
Un modo de interpretar este final es pensando en esa otra historia de la que habla Piglia. “El jorobadito” cuenta, en su superficie, la historia de un hombre que pretende separarse de su novia a través de un ardid retorcido. “El jorobadito” cuenta, subrepticiamente, la historia de un hombre que quiere cortar lazos con la burguesía que lo somete a tener una vida gris, pero no lo consigue. Si el narrador mata a Rigoletto es porque los excesos del jorobado le exaltan su pertenencia a la burguesía. El narrador pretendía que Rigoletto fuera únicamente su instrumento, su servidor, su esclavo. Bajo esa forma, no tendría problema alguno en tolerar un escándalo. Elsa se negaría a besar al jorobado, el jorobado se sentiría humillado, el narrador conseguiría separarse. Y fin de la historia. Como ir al casino, ganar un millón y celebrar. Pero Rigoletto no es un pobre marginal que se somete a los designios del narrador. Es un ser complejo, que carga con su propia angustia existencial y su rencor hacia una sociedad que lo denigra desde siempre. Entonces, en la sala de la casa de Elsa, arbitrariamente, el jorobado toca una marcha militar en el sombrero, da órdenes, arroja verdades. Insulta los valores burgueses, y con eso no se bromea.
Tras estrangular a Rigoletto, el narrador es marginado por la sociedad. Sin embargo, incluso detrás de las rejas, sigue siendo un burgués. Desde la prisión, nos cuenta su historia intentando hermanarse con nosotros, los lectores burgueses, convencernos de que le hizo un favor a nuestra clase y que, por lo tanto, merece nuestro respeto y perdón.