Genero
Novela (novela lírica y novela de formación o iniciación).
Configuración y Contexto
Alemania, primera mitad del siglo XX. Periodo de entre guerras.
Narrador y Punto de Vista
Encontramos tres narradores en esta novela. La mayor parte se encuentra narrada por su protagonista, Harry Haller. En cuanto al resto, la “Introducción” está narrada por el sobrino de la mujer que le alquila la habitación a Harry, y el “Tractat del lobo estepario” es un narrador desconocido. En todos los casos, la novela hace foco en la figura de Harry.
Tono y Estado de Ánimo
La novela tiene un tono angustioso y melancólico que nos llega, no solo a través de los acontecimientos, sino también mediante la transferencia de los estados anímicos del protagonista, plasmada en sus reflexiones y pensamientos.
Protagonista y Antagonista
Harry Haller es el protagonista de la novela. Es difícil encontrar un antagonista puntual en esta obra. Aunque es cierto que el propio Harry señala en varias oportunidades que es el lobo estepario, una parte de él mismo, quien no le permite ser feliz.
Conflicto Principal
La novela presenta dos conflictos principales y relacionados entre sí: en un principio, el problema de un individuo, Harry, que siente su alma dividida en dos seres que se encuentran en una batalla continua, el lobo estepario y el hombre. En segunda instancia, Harry es infeliz porque no consigue encontrarle un sentido a su existencia, lo cual lo lleva a una absoluta tristeza y sensación de soledad e incomprensión con el mundo.
Climax
El clímax de la novela se produce cuando Harry mata a Armanda en el Teatro Mágico y es condenado, tras ello, a la muerte. Tanto la ejecución de Harry como el asesinato de Armanda se tratan, en realidad, de ilusiones, y toda la experiencia dentro del Teatro tiene como objetivo que Harry aprenda a jugar el juego que propone la vida y recupere el humorismo necesario para sobrellevarla.
Presagio
Cuando Harry acude a la cita con el profesor y su esposa, aguarda a que lleguen los anfitriones en una sala de estar. Allí, repara en un grabado Goethe que le desagrada y le hace prever lo mal que saldrá la velada: “Esta reproducción vanidosa y complacida de sí mismo del viejo Goethe (…) me hizo ver que no me hallaba en el lugar apropiado. Aquí estaban en su elemento maestros antiguos bellamente estilizados y grandezas nacionales, pero no lobos esteparios” (74).
Atenuación
N/A
Alusiones
La novela está plagada de referencias al arte y la cultura de los siglos XVIII y XIX, como Mozart, Goethe y Nietzsche.
Imágenes
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Paradoja
La construcción de Harry y Armanda resulta paradójica en la medida en que la novela establece que son tan opuestos como iguales. Harry es un hombre extremadamente culto, pero no tiene habilidades sociales ni sabe de los placeres corporales. Armanda se comporta al revés, sabe bailar y se permite todo tipo de placeres, tiene amistades y vínculos, pero no tiene los conocimientos sobre la alta cultura que caracterizan a Harry. Así y todo, la novela establece que ambos personajes tienen la misma vida en cuanto a su soledad y a la sensación de que la existencia no tiene sentido.
Paralelismo
La novela traza un paralelismo entre Harry Haller y el propio Hermann Hesse, algo que se evidencia en las iniciales de sus nombres. Además, el personaje tiene la misma edad que su autor al momento de escribir la novela y ambos atraviesan la misma crisis existencial y psicológica que los lleva a considerar la idea del suicidio.
Metonimia y Sinecdoque
Durante el baile de máscaras, se transmite la percepción de Harry mediante este pasaje, en que abundan sinécdoques de la parte por el todo para referir a los distintos bailarines: “Yo flotaba disuelto en el embriagado torbellino del baile, alcanzado por notas, suspiros, perfumes, saludado por ojos extraños, inflamado, rodeado de rostros, mejillas, labios, rodillas, pechos y brazos desconocidos” (184).
Personificación
Harry suele detenerse en una tapia de piedra en sus paseos solitarios y es allí donde, una noche, aparece por primera vez la puerta con la inscripción que lo invita al Teatro Mágico. En esa ocasión, la pared se presenta con la siguiente personificación: “Tranquila me miraba la oscura pared de piedra” (52).