Haller pertenece a aquellos que se han enzarzado entre dos épocas, que se han salido de toda seguridad e inocencia, a aquellos cuyo sino es vivir todos los enigmas de la vida humana sublimados como infierno y tormento en su propia persona.
Esta cita pertenece a la “Introducción” de la novela, momento en que el narrador, que es el sobrino de la arrendataria de Harry Haller, transmite la opinión que tiene acerca de él. El narrador tiene la idea de que la personalidad perturbada y misteriosa de Harry responde al hecho de que está atrapado entre dos épocas. Recordemos, en este punto, que Hesse escribe esta obra en el periodo de entreguerras que va desde la Primera a la Segunda Guerra Mundial, situación histórica en la cual se vuelve evidente el carácter destructivo y terrible del progreso humano. A partir de estos hitos históricos, la mirada de la humanidad sobre sí misma cambia radicalmente: la personalidad desesperanzada de Harry responde esta crisis histórica.
¡Ah, es difícil encontrar esa huella de Dios en medio de esta vida que llevamos, en medio de este siglo tan contentadizo, tan burgués, tan falto de espiritualidad, a la vista de estas arquitecturas, de estos negocios, de esta política, de estos hombres! ¿Cómo no había yo de ser un lobo estepario y pobre anacoreta en medio de un mundo, ninguno de cuyos fines comparto, ninguno de cuyos placeres me llama la atención?
Irene Martínez Sahuquillo sostiene que “Harry Haller, como otros protagonistas de Hesse, es, ante todo, un buscador de sentido” (92). Ese sentido -que no es más que el por qué de nuestra existencia- se traduce en la lengua de Harry como ‘la huella de Dios’. En este pasaje, Harry explica que el motivo por el cual la vida ha perdido sentido para él y es que se encuentra en un momento de la historia falto de espiritualidad, en el que la sociedad se contenta con satisfacerse a través del consumo. Al igual que en el pasaje anterior, es importante que tengamos en cuenta que Hesse escribe esta novela luego de la Primera Guerra Mundial, momento en que se vuelve evidente la cara destructiva del progreso. A su vez, el desarrollo tecnológico también transforma de un modo radical el modo en que se produce y consume arte durante los siglos XIX y XX, algo que Harry Haller padece sin consuelo.
Pero en medio de la libertad lograda se dio bien pronto cuenta Harry de que esa independencia era una muerte, de que estaba solo, que el mundo lo abandonaba de un modo siniestro, que los hombres no le importaban nada; es más, que él mismo a sí tampoco, que lentamente iba ahogándose en una atmósfera cada vez más tenue de falta de trato y de aislamiento. Porque ya resultaba que la soledad y la independencia no eran su afán y su objetivo, eran su destino y su condenación, que su mágico deseo se había cumplido y ya no era posible retirarlo (…); ahora lo dejaban solo.
Al igual que gran parte de los protagonistas de Hermann Hesse, Harry encarna la figura literaria del outsider. Se trata de un personaje solitario, marginal y ajeno a las diversiones y los modos de socialización más aceptados de su época. En parte, esto se debe a que Hesse se encontraba muy influenciado por distintas tradiciones religiosas orientales, algunas de las cuales consideraban que el camino a la iluminación no podía enseñarse directamente, sino que debía experimentarse mediante distintas prácticas en forma individual. De este modo, Harry busca una independencia y libertad que lo llevan a sentirse cada vez más solo y aislado del resto de la sociedad, haciendo de su soledad uno de los temas centrales de esta historia.
Harry no está compuesto de dos seres, sino de cientos, de millares. Su vida oscila (como la vida de todos los hombres) no ya entre dos polos, por ejemplo el instinto y el alma, o el santo y el libertino, sino que oscila entre millares, entre incontables pares de polos.
Este pasaje ilustra la importancia del tema de la identidad en El lobo estepario. Harry cree que su alma está dividida en dos, un hombre y lobo estepario, que se encuentran en una batalla permanente dentro de su alma. Sin embargo, el misterioso tratado que recibe de un desconocido en la calle sostiene su interioridad no está dividida en dos, sino en una infinidad de partes. La crisis de identidad en la que se encuentra inmerso Harry es, en realidad, una crisis propia de fin de siglo XIX, cuando el psicoanálisis postula la posibilidad de que no seamos individuos únicos e idénticos a nosotros mismos, sino, por el contrario, seres contradictorios, múltiples y fragmentarios.
Aunque el suicidio fuese estúpido, cobarde y ordinario, aunque fuese una salida vulgar y vergonzante para huir de este torbellino de los sentimientos, cualquiera salida, hasta la más ignominiosa, era deseable; aquí no había ya comedia de nobleza y heroísmo, aquí estaba yo colocado ante la sencilla elección entre un pequeño dolor pasajero y un sufrimiento infinito que quema lo indecible.
Harry es un hombre que padece terriblemente la sensación de haber sido arrojado a un mundo en el que no puede establecer vínculos profundos con nadie, ni vivir y gozar de los placeres sencillos que experimentan el resto de las personas. Por eso, la posibilidad del suicidio es una constante en su mente. De hecho, Harry llega a hacer explícito que la posibilidad de suicidarse es lo único que le permite sobrellevar su día a día con algo de dignidad, ya que es una puerta que siempre se encuentra disponible. Así y todo, cuando llega el momento en que cree que no puede seguir viviendo, no consigue quitarse la vida y se dirige a un bar donde, afortunadamente, conoce a Armanda. Todo cambia para él a partir de entonces.
Ella me dio a beber un vaso de vino. Me trataba, en efecto, como una verdadera madre. Pero entretanto iba viendo yo por instantes qué hermosa y joven era.
Este episodio se produce cuando Harry huye a un bar luego de casi quitarse la vida con una navaja de afeitar. Allí conoce a Armanda, quien lo consuela y reprende después de que él le explica el acontecimiento que lo llevó al borde del suicidio. Armanda se comporta con él de un modo ambiguo, sensual y maternal en forma simultánea. Harry queda rápidamente cautivado por su belleza, pero al mismo tiempo le promete, sin siquiera conocerla, obedecerle en todo lo que ella ordene. De este modo, Hermann Hesse convierte esta historia, en la que su protagonista tiene alrededor de cincuenta años, en una auténtica novela de formación, pese a que estas suelen retratar el paso de un adolescente a una persona adulta. La relación amorosa entre Armanda y Harry tiene, en efecto, un carácter incestuoso, y Harry es tanto el amante como el hijo/estudiante de ella.
Porque soy como tú. Porque estoy precisamente tan sola como tú y como tú no puedo amar ni tomar en serio la vida ni a las personas ni a mí misma.
Aunque resulte paradójico, Harry y Armanda son, al mismo tiempo, iguales y opuestos. Esto se explica en el hecho de que presentan saberes y conocimientos completamente distintos, pero atraviesan una vida bastante similar en cuanto a su soledad y a la sensación de que la existencia no tiene sentido. Este pasaje se produce luego de que Harry asista a su primer baile con Armanda y descubra que, a pesar de lo que siempre ha pensado, es capaz de sacar una mujer a bailar y disfrutar con ello. Agradecido con Armanda, le pregunta si no se cansa de él y lo considera aburrido. En este punto, Armanda le hace entender que, del mismo modo en que a él le fascina el hecho de que ella sepa bailar y se desenvuelva tan bien en el mundo, ella siente admiración por el modo en que él se halle en su elemento “precisamente en las cosas más bellas y profundas, en el espíritu, en el arte, en el pensamiento” (129).
Se trata de hacer música, señor Haller, de hacer música tan bien, tanta y tan intensiva, como sea posible. Si yo tengo en la cabeza todas las obras de Bach y de Haydn y sé decir sobre ellas las cosas más juiciosas, con ello no se hace un servicio a nadie. Pero si yo cojo mi tubo y toco un shimmy de moda, lo mismo da que sea bueno o malo, ha de alegrar sin duda a la gente, se les entra en las piernas y en la sangre. De esto se trata nada más. Observe usted en un salón de baile las caras en el momento en que se desata la música después de un largo descanso; ¡cómo brillan entonces los ojos, se ponen a temblar las piernas, empiezan a reír los rostros! Para esto se toca la música.
Harry conoce a Pablo, el saxofonista, a través de Armanda, quien es una amiga muy cercana a él. Inmediatamente, siente cierto recelo por Pablo, a quien considera un hombre atractivo, pero con pocos conocimientos musicales. Pese a ello, eventualmente Pablo y Harry comienzan a frecuentarse y terminan haciéndose amigos. Sin embargo, Harry no para de sacar a luz el tema de la música e intenta menospreciar los géneros que toca Pablo por considerarlos de menor nivel que la música culta que él escucha. Un día, Harry se cansa de que Pablo no se interese por esa conversación, y este le responde con el pasaje aquí citado. Para Pablo, la música no es algo con lo que alardear ni para poseer intelectualmente, sino un arte que debe regalársele a los otros para que conecten con su cuerpo y con la alegría del baile. Hacia el final de la novela, el propio Harry coincidirá con esta postura.
Cualesquiera que sean los nombres que haya dado a sus anhelos, no representan otra cosa que el deseo de desprenderse de su llamada personalidad. Esta es la cárcel que lo aprisiona. (…) Por eso se le invita a que se desprenda de sus gafas y a que tenga la bondad de dejar esa muy honorable personalidad en el guardarropa.
Al final de la novela, cuando la fiesta de máscaras termina y Pablo invita a Harry a su teatro, el primero expresa mediante este pasaje la necesidad de que el protagonista se desprenda de su personalidad antes de ingresar. Resulta interesante que la idea de la personalidad se introduzca bajo las figuras de las gafas y el traje: las gafas son aquello que ponemos entre nuestra visión y el mundo y, por eso, lo que modifica nuestra percepción; la ropa, por su parte, es lo que usamos para cubrir nuestro cuerpo y para mostrarnos ante el mundo. El hecho de que la identidad se presente en esta novela mediante estos elementos ilustra el carácter opresivo que la misma tiene para Hesse. Al convencernos de que tenemos una identidad fija, inmutable y única, nos perdemos de la posibilidad de ver y mostrarnos ante el mundo, abiertos a sus múltiples posibilidades.
Ya ha escuchado usted su sentencia. No tendrá más remedio que acostumbrarse a seguir oyendo la música de radio de la vida. Le sentará bien. (…) Ha de hacerse cargo del humorismo de la vida, del humor patibulario de esta vida.
En el tema del sentido de la existencia, analizamos el modo en que la obra de Hesse se nutre de la filosofía existencialista. Esto se comprueba en la angustia que domina a Harry, quien padece el no poder comprender cuál es el sentido de la vida. En el final de la novela, Mozart utiliza la figura de ‘la radio de la vida’ para explicarle a Harry que, del mismo modo que uno escucha a través de la radio la reproducción defectuosa de la música verdadera, uno experimenta en la vida una reflejo imperfecto de la existencia trascendente, a la cual es imposible acceder. Según Mozart, ante la falta de un sentido que hace de la existencia un absurdo, solo nos queda adoptar una actitud humorística que nos permita disfrutar de lo que hay en esta vida.