Resumen
El manuscrito de Harry Haller comienza con el epígrafe: “Sólo para locos” (35).
Harry tiene un día tranquilo y sin grandes sobresaltos, ni buenos ni malos. Ha leído libros y correspondencia, ha trabajado, ha tenido los típicos dolores de su edad y los ha calmado con medicación. Si bien no es un día encantador, sabe que todo el que ha sufrido días malos es capaz de disfrutar los buenos, y ese día no padeció la gota, ni migrañas, ni los terribles dolores de espíritu que a veces lo aquejan. Tampoco “se ha declarado ninguna nueva guerra ni se ha erigido en ninguna parte ninguna nueva dictadura” (36).
Se encuentra en un estado de “semisatisfacción” (37); algo con lo que cualquiera puede contentarse. Sin embargo, él no tolera este término medio por mucho tiempo y pronto lo ataca en su interior un “fiero afán de sensaciones, de impresiones fuertes, (…) un frenético deseo de hacer polvo alguna cosa” (37). Si hay algo que Harry detesta es ese “optimismo del burgués, está bien alimentada y próspera disciplina de todo lo mediocre, normal y corriente” (28).
Un poco asqueado de sí mismo, decide salir. Mientras baja las escaleras y sale del edificio, reflexiona acerca del extraño hecho de que, a pesar de que él desprecie profundamente la vida burguesa, siempre elige espacios burgueses donde vivir. Con estos pensamientos en mente, pasa por la casa de una vecina que ha decorado el pequeño vestíbulo de su vivienda de un modo exquisito, con un mueble de madera y dos plantas. La prolijidad y el esmero con el que mantiene en condiciones ese espacio le hace sentir a Harry que se encuentra ante un templo al orden. Ello lo conmueve profundamente porque le permite intuir la vida de decencia, salud, responsabilidad y familiaridad que se vive dentro de la casa.
Una vez afuera, camina por la calle cubierta de neblina, pensando en que el tiempo transcurre en su vida solitaria sin que sucedan “dones agradables ni conmociones profundas” (40). Sin embargo, la vida todavía le regala, a veces, pequeños momentos en los que consigue “abrir de repente la puerta del más allá” (41) y encontrar divinidad en el mundo. La última vez pasó durante un breve lapso en un concierto, cuando sonaba “una antigua música magnífica” (41). Otras veces ha sucedido mientras leía filosofía o creaba nuevos versos, incluso en compañía de una mujer amada.
Sin embargo, solo se siente ante la visión de esta “huella de oro” (41) de vez en cuando, ya que este mundo tan burgués, tan satisfecho de los placeres más vacíos y atravesado por el progreso acaba con toda espiritualidad: “Si el mundo tiene razón, si esta música de los cafés, estas diversiones en masa, estos hombres americanos contentos con tan poco tienen razón, entonces soy yo el que no la tiene, entonces es verdad que estoy loco” (42).
Con estos pensamientos en mente, Harry llega hasta una vieja tapia de piedras que siempre disfruta mirar en sus paseos. Esta vez, sin embargo, encuentra algo nuevo en ella: “Una pequeña y linda puerta en medio de la tapia con un arco ojival” (44). Tras acercarse, observa que la puerta tiene un letrero iluminado en el que se muestra sucesivamente la inscripción “Teatro Mágico. Entrada no para cualquiera. No para cualquiera” (44). Intenta ingresar, pero la puerta no cede y renuncia a ello. En ese momento el cartel cambia de mensaje: “¡Sólo… para… lo… cos!” (45). Inmediatamente, Harry piensa en esa ‘huella de oro’ que cada tanto llena a su existencia de sentido, pero, sin más que hacer, sigue su camino.
Harry llega a una taberna, donde se dedica a beber, cenar y leer el periódico, mientras reflexiona acerca del sentido de su existencia y se lamenta de no tener un amigo con quien juntarse a conversar. Después de un rato sale, sin rumbo fijo ni ganas de volver a casa, pero con la conciencia de que no puede pasarse toda una noche lluviosa en la calle. Eventualmente, pasa por un salón de baile donde se escucha jazz y reflexiona acerca de la decadencia en la que se ha sumido la música, en comparación a lo que considera más elevado, como Bach y Mozart. También piensa que su soledad es fría, pero es también lo que le proporciona tranquilidad e independencia.
El camino vuelve a llevarlo a la tapia de piedra donde se había encontrado con la puerta y su extraño letrero, pero ahora no los encuentra allí. Sin sorprenderse demasiado, continúa con su andar hasta que la presencia de un desconocido lo asusta al salir de entre las sombras. El hombre viste en forma extravagante, lleva un cajón abierto atado a la cintura y un estandarte con el siguiente anuncio: “Velada anarquista. Teatro Mágico. Entrada no para cualquiera” (53). Entusiasmado, Harry le pide que le muestre dónde es el evento, pero el hombre responde, sin prestarle mucha atención: “No es para cualquiera” (53). Ante ello, Harry le pregunta si puede comprarle algo de lo que lleva en el cajón. El hombre le ofrece un librillo y se esfuma.
De nuevo solo, Harry advierte que se siente cansado y vuelve a su habitación. Allí saca el “librillo mal impreso” (54) y al leer la portada siente con asombro que se le “abre de par en par la puerta del destino” (55). El título dice: “Tractat del lobo estepario. No para cualquiera” (55).
Análisis
“Sólo para locos” (35), leemos en el epígrafe del manuscrito de Harry Haller, el lobo estepario. Esta frase se presta como una clave de análisis fructífera para toda la novela y trae a colación la centralidad que tiene el tema de la locura en esta obra. La importancia de esta expresión se refuerza aún más cuando advertimos que vuelve a repetirse en el cartel luminoso que Harry observa mientras admira la “pequeña y linda puerta en medio de la tapia con un arco ojival” (44). Muchos análisis ha recibido esta obra desde las disciplinas psicológicas debido a los rasgos anímicos que presenta su protagonista; rasgos que suelen compartir todos los héroes de las novelas de Hermann Hesse. Sobre ello, la crítica Irene Martínez Sahuquillo explica:
Lo primero que conviene señalar es que la obra no supone una ruptura con las anteriores, pese a que formalmente sea más innovadora. Sigue siendo básicamente la misma Bildungsroman [es decir, novela de formación] que, una vez más, relata el difícil y doloroso desarrollo espiritual de un personaje masculino con los mismos rasgos psicológicos que sus predecesores: introvertido, neurótico, inadaptado, nostálgico, hipocondríaco, melancólico y atormentado, aparte de ser caracterizado sociológicamente como un burgués renegado y crítico de su clase social, pero incapaz de abandonar del todo sus hábitos burgueses. (2011: 88)
Nos encontramos, siguiendo a Sahuquillo, con una tematización de la locura que no puede desentenderse del carácter de outsider del personaje; del hecho de que no consiga integrarse al entorno social en el que vive. Más aún, la locura de Harry se presenta como una consecuencia de su carácter de outsider, de hombre incapaz de adaptarse a las normas, preceptos y al sentido común de su época. En este sentido, si aquello que justifica su locura es el hecho de que no pueda sentirse parte del entorno burgués que lo rodea y, por otro lado, si consideramos que ese entorno burgués ya ha sido codificado en la novela como vacío, desprovisto de valores y decadente, es posible asumir que la locura adopta, en la novela, la forma de una virtud más que la de un defecto. El “No para cualquiera” (53) que acompaña al “Sólo para locos” (35) del cartel y del librillo se asemeja, de este modo, a una marca de distinción que tiene como objetivo señalar el carácter de hombre sobresaliente del propio Harry.
El hecho de que la locura se convierta en virtud no tiene por qué extrañarnos, sino que puede comprenderse fácilmente como una consecuencia de la importante influencia que recibe la obra de Hermann Hesse de la tradición romántica alemana. El Romanticismo es un movimiento cultural y de gran impronta literaria que surge en Europa a fines del siglo XVIII como reacción, de carácter vanguardista, a la Ilustración y el Neoclasicismo, corrientes intelectuales y culturales que concebían al conocimiento y la razón como las principales vías para el progreso y la evolución de la humanidad. El Romanticismo se distancia del espíritu racional y universalista de estos movimientos y le confiere, por ende, una importancia central a los sentimientos y a la libertad expresiva del individuo.
En la literatura, el Romanticismo se opone al interés ilustrado por lo verdadero, lo bello y las formas perfectas, con la idea de que otros conceptos como el miedo, la locura y el mal también son dignos de valor estético. Es por ello que el típico héroe romántico tiende a estar invadido por la melancolía, la locura, tendencias suicidas y otras pasiones exacerbadas; en suma, por todo aquello que lo aleje de una racionalidad excesiva entendida como valor supremo. Como vemos, Harry Haller encarna casi a la perfección al tipo de héroe romántico según estas características. Cabe aclarar que Hermann Hesse comienza a escribir para cuando el Romanticismo como movimiento ya se había extinguido. Es por eso que su biógrafo Hugo Ball lo define como el “último caballero andante del Romanticismo” (2008: 63), a pesar de que en su obra coexisten elementos propios de otras tradiciones como, por ejemplo, del existencialismo.
En el tema “El sentido de la existencia” analizamos el modo en que Harry encarna la figura del filósofo sumido en la más completa crisis existencial. Harry es un hombre que anhela profundamente encontrarle un sentido de la vida; sentido que parece irremediablemente perdido en un mundo signado por el consumo, la falta de espiritualidad y la guerra:
¡Ah, es difícil encontrar esa huella de Dios en medio de esta vida que llevamos, en medio de este siglo tan contentadizo, tan burgués, tan falto de espiritualidad, a la vista de estas arquitecturas, de estos negocios, de esta política, de estos hombres! ¿Cómo no había yo de ser un lobo estepario y pobre anacoreta en medio de un mundo, ninguno de cuyos fines comparto, ninguno de cuyos placeres me llama la atención? (41)
La falta de ese sentido, que Harry suele llamar ‘la huella de Dios’, lo arroja a un estado de angustia y profunda desconexión con el mundo. Un estado que lo prepara para la profunda transformación que deberá atravesar en los próximos capítulos.