El sentido de la existencia
Hermann Hesse tiende a ser considerado como uno de los máximos exponentes del existencialismo literario. Esta tradición filosófica se pregunta por la condición existencial del ser humano, lo que implica interrogarse por el significado de la vida y la responsabilidad del individuo en el mundo. Aunque tiene diferentes expresiones a lo largo de los siglos XIX y XX, en esta novela cobra protagonismo el pensamiento de Søren Kierkegaard, considerado el padre del existencialismo.
En la obra de Kierkegaard se plantea que la base de todo pensamiento filosófico debe ser el individuo y sus experiencias subjetivas, por lo que el existencialismo se opone a cualquier formulación filosófica basada en los absolutos, normas o criterios universales y objetivos. De este modo, el individuo está obligado a explicar su existencia en un mundo que carece de un sentido superior: un mundo que se le presenta absurdo. Ello le provoca la angustia de saberse libre de ataduras, pero arrojado a una existencia en la que es completamente responsable de sus propios actos.
En El lobo estepario, Harry Haller ejemplifica por completo la figura del filósofo existencialista. Se trata es un personaje solitario que intenta buscar en su propio interior el sentido que ya no encuentra en el afuera: ni en Dios, ni en el Estado, ni en las ciencias. Sin embargo, tampoco consigue encontrar una respuesta en sí mismo y la aparente absurdidad del mundo lo arroja a una angustia existencial tal que llega a considerar la posibilidad del suicidio.
La identidad
Históricamente, la identidad ha sido definida como el conjunto de rasgos, características y acciones que definen a un individuo, que lo vuelven consciente de sí mismo y, por ende, de su singularidad ante el resto. El lobo estepario, sin embargo, refleja la crisis que atraviesa dicha concepción en el pensamiento occidental a partir del siglo XIX.
Tal como se expresa en el “Tractat del lobo estepario”, la novela gira en torno al problema de que no exista “Ningún yo, ni siquiera (…) una unidad, sino un mundo altamente multiforme, un pequeño cielo de estrellas” (XXIX). En otras palabras, problematiza al hecho de que no exista una identidad unívoca con la cual cada uno pueda sentirse completamente representado; una única máscara con la cual presentarse ante la sociedad.
A lo largo de toda la novela, el recorrido psicológico del protagonista tiene como objetivo, justamente, comprender que todos aquellos supuestos que tiene sobre sí mismo no son más que una cárcel que limita su percepción sobre el mundo; una cárcel que le impide disfrutar de la vida. En este sentido, el aprendizaje que atraviesa Harry consiste en liberarse de las ataduras con las que él mismo se ha atrapado: “Por eso se le invita a que se desprenda de sus gafas y a que tenga la bondad de dejar esa muy honorable personalidad en el guardarropa” (191).
El despertar espiritual
Hermann Hesse es uno de los escritores que más ha incursionado dentro del género literario de la novela de formación o bildungsroman alemana. Este género literario se consolida durante el Romanticismo alemán, un movimiento cultural que surge en Europa a fines del siglo XVIII y que le confiere una importancia central a los sentimientos y a la libertad expresiva del individuo. La novela de formación es un género ligado al individualismo, a un autocultivo y desarrollo del sujeto que tiene como objeto alcanzar la perfección y la armonía. Como su nombre lo indica, tematiza la formación moral, psicológica y social de un personaje, generalmente desde su infancia hasta la madurez.
En el caso de El lobo estepario -y a diferencia de otras novelas del autor, como Demian y Siddhartha-, la formación del protagonista no se enmarca en el periodo de su niñez, sino, por el contrario, cuando se encuentra atravesando el último estadio de la adultez. Sin embargo, la lógica de la formación se mantiene fiel al género, y ello se explica, sobre todo, por el hecho de que el tipo de formación que debe recibir se orienta hacia un desarrollo que es fundamentalmente espiritual. Harry Haller es un hombre cuya vida lo ha dejado al borde del suicidio; ahora, no le queda más que atravesar un aprendizaje y despertar o perecer. Como bien menciona el crítico Ramón Alcalde:
Es ciertamente un despertar, pero el último, el definitivo. En los otros ha entrado en crisis algo parcial y sobreañadido, hábitos, concepciones, relaciones. Aquí aterra algo mucho más medular: el sentido mismo de la vida. La situación a la que llegan es comparable a la del náufrago que ha puesto en juego todos sus recursos y cuando cree que llega a la costa descubre que ha sido burlado por un espejismo. Más, pese a todo, recién después de haber sido sofocados así, están maduros para el fruto. (1952: 15-16)
La locura
“Sólo para locos” (35): así comienza el manuscrito de Harry Haller, con una frase que se presta como una clave de lectura transversal a toda la novela. Muchos análisis ha recibido esta obra desde las distintas disciplinas psicológicas debido al tipo de psiquis que desarrolla su protagonista y esto resulta una prueba más de la centralidad que tiene el tópico de la locura en El lobo estepario.
Harry asegura tener dos seres coexistiendo en su interior: un hombre y un lobo estepario. Estas dos personalidades viven en una batalla continua, boicoteándose mutuamente y llevando a Harry al más absoluto abatimiento. Muchos críticos han señalado que la animosidad interna que presenta este personaje se corresponde con un padecimiento disociativo llamado trastorno de personalidad múltiple, en el que dos o más personalidades coexisten en una persona, con grados de jerarquía variables y teniendo cada una su propia capacidad de percibir e interactuar con el ambiente. Más tarde, la novela defiende la idea de que en Harry -y en toda persona-, no solo hay dos, sino muchas personalidades:
El hombre consta de una multiplicidad de almas, de muchísimos yos. Descomponer en estas numerosas figuras la aparente unidad de la persona se tiene por locura, la ciencia ha inventado para ello el nombre de esquizofrenia. (211)
En este punto, el pasaje confunde el trastorno de personalidad múltiple con la esquizofrenia, debido a que la distinción entre ambos tipos de padecimientos no estaba realizada en el momento en que se escribió la novela.
El comportamiento de Harry también ha sido conceptualizado como un tipo de trastorno bipolar, padecimiento en el que la persona intercala momentos de alegría y euforia excesivas, con otros de una profunda tristeza y melancolía:
Las pocas veces en que por entonces lo encontré, parecía sorprendentemente animado y rejuvenecido, algunas veces verdaderamente alegre. Claro que inmediatamente después seguía una nueva y grave depresión. (30)
Cabe aclarar, dado el carácter autobiográfico de la novela, que muchos de los padecimientos que atraviesa Harry posiblemente tengan su origen en las experiencias vividas por el propio Herman Hesse. Recordemos en este punto que, para el año 1916, Hesse atraviesa una profunda crisis psicológica en la que llega a contemplar, al igual que Harry, la posibilidad del suicidio. De todas maneras, es importante tener en cuenta que la novela presenta una perspectiva no patologizante sobre la locura, en la medida en que esta aparece como un diagnóstico que realiza la ciencia sobre las personas que no consiguen adaptarse al sinsentido del mundo moderno.
El suicidio
El lobo estepario es la historia de un hombre que intenta incesante escaparle a la tentación del suicidio tras hundirse en una crisis existencial que lo arroja a la soledad, el aislamiento, el dolor y la incomprensión del mundo:
Aunque el suicidio fuese estúpido, cobarde y ordinario, aunque fuese una salida vulgar y vergonzante para huir de este torbellino de los sentimientos, cualquiera salida, hasta la más ignominiosa, era deseable; aquí no había ya comedia de nobleza y heroísmo, aquí estaba yo colocado ante la sencilla elección entre un pequeño dolor pasajero y un sufrimiento infinito que quema lo indecible. (61)
Sin embargo, la novela ofrece una perspectiva esperanzadora respecto a las posibles formas de superar esta pulsión de muerte. En un principio, plantea la importancia de establecer vínculos y de dejarse guiar y acompañar en los momentos de mayor fragilidad. Pero además, inculca la idea de que es posible adoptar una posición humorística frente al mal y el absurdo de la vida.
Hacia el final de la historia, Harry comprende que puede que la vida no tenga sentido, puede que las guerras y el sufrimiento sean algo inevitable, pero ello no implica que uno deba negarse el placer, la alegría y la comunión con las personas: se puede permitir el optimismo sin dejar por ello de tener posiciones éticas e ideológicas firmes. Las palabras de Armanda son significativas en este sentido:
—Tu vida no ha de ser superficial y tonta, porque sepas que tu lucha va a ser estéril. Es mucho más superficial, Harry, que luches por algo bueno e ideal y creas que has de conseguirlo. ¿Es que los ideales están ahí para que los alcancemos? (120-121).
La soledad
Harry Haller es un personaje que responde a la figura literaria del outsider: es un marginal, un inadaptado, un hombre que vive aislado del resto de la sociedad. Eso lo transforma en un personaje individualista y solitario, lo cual se sugiere, en la novela, como una consecuencia de su deseo de independencia y libertad. Sin embargo, Harry no es feliz en este estado, sino que anhela, sin conseguirlo, relaciones que lo hagan sentir vivo y querido:
Pero en medio de la libertad lograda se dio bien pronto cuenta Harry de que esa independencia era una muerte, de que estaba solo, que el mundo lo abandonaba de un modo siniestro, que los hombres no le importaban nada; es más, que él mismo a sí tampoco, que lentamente iba ahogándose en una atmósfera cada vez más tenue de falta de trato y de aislamiento. Porque ya resultaba que la soledad y la independencia no eran su afán y su objetivo, eran su destino y su condenación, que su mágico deseo se había cumplido y ya no era posible retirarlo (…); ahora lo dejaban solo. (X)
A lo largo de la historia, se vuelve evidente que Harry solo conseguirá escapar de la profunda crisis existencial que lo enferma gracias a la ayuda de las demás personas. Pero no de cualquiera, sino de aquellos a quienes más desdeña por sus costumbres y consumos culturales, como Armanda, Pablo y María.
La amenaza del progreso
El tema del progreso, entendido como el desarrollo gradual de una sociedad en lo económico, tecnológico, político, social y cultural, posee una importancia fundamental en El lobo estepario, sobre todo en la medida en que Harry Haller presenta los trastornos -según la propia novela- de un individuo desgarrado por el cambio histórico. Esto se anuncia desde la “Introducción”, cuando el narrador explica que la publicación del manuscrito de Harry se ha visto motivada por el hecho de que opera como:
un documento de la época, pues la enfermedad síquica de Haller es, no la quimera de un sólo individuo, sino la enfermedad de un siglo mismo, la neurosis de aquella generación a la que Haller pertenece, enfermedad de la cual no son sólo atacadas las personas débiles e inferiores, sino precisamente las fuertes, las espirituales, la demás talento. (31)
El progreso, entonces, se presenta en la novela como una amenaza que atenta contra la sociedad y el individuo en varios niveles, aunque son dos los más evidentes en la lectura: en principio, Harry desprecia los avances tecnológicos que hicieron posible a la guerra. Recordemos, en este punto, que Hermann Hesse escribe esta historia luego de la Primera Guerra Mundial, en la que los avances tecnológicos demostraron ser funcionales a un tipo de exterminación humana sin precedentes. En segunda instancia, el progreso atenta, para Harry, contra las manifestaciones más altas del arte y de la cultura. Sobre todo, esto sucede en relación con la música, con la aparición de la radio, el gramófono y los nuevos géneros musicales, como el jazz. Esta segunda crítica se termina suavizando hacia el final de la novela, cuando Harry comprende el valor de estas nuevas manifestaciones artísticas.