"La había sacado de la caja aquella misma tarde, le había quitado las bolas de naftalina, la había cepillado bien y había devuelto la vida a los pálidos ojitos, frotándolos ("La señorita Brill", p.468) (Metáfora)
Como personaje, la señorita Brill habita dos universos. En el de la realidad, ella es una solitaria profesora de escuela que pasa su tiempo entre trabajos voluntarios y visitando los Jardins Publiques cada domingo. Su vida interior, sin embargo, es bastante distinta: ella imagina que es una gran actriz, y se viste con una piel de zorro, que más que un abrigo parece una bufanda con cabeza de zorro enrollada rodeándole el cuello.
El narrador del relato utiliza una metáfora que adquiere valor en relación con la trama. La señorita Brill les “devuelve la vida” a los ojos del zorro, lo que en la situación es más bien un modo poético de describir que ella, mediante sus cuidados, aumenta el brillo de sus pupilas. Sin embargo, por el transcurso que hace la protagonista en el cuento, se establece una relación entre la “vida” del zorro con la “vida” de la fantasía de la protagonista: en el desenlace, el fin de la fantasía de la señorita Brill se completa con su acción de volver a guardar al zorro en su caja.
"El empleado se inclinaba y apartaba las lilas como si aquello fuese, por desgracia, la verdad, como si realmente las lilas no tuviesen forma alguna” ("Una taza de té", p.544) (Símil)
Rosemary, la protagonista de "Una taza de té", pertenece a la clase alta. La modernidad y la elegancia se manifiestan indesligables para una protagonista que se mueve dentro de las costumbres de las clases privilegiadas. En este cuento, como en otros relatos de Mansfield, las imágenes que representan a la clase alta son el francés, las flores. Rosemary compra ropa en París y flores en las mejores tiendas. Cuando entra, se dirige con la naturalidad que es propia a su clase, con el carácter de quien vive en la abundancia y tiene el poder de influir en las personas. Rosemary pide: "Quiero estas, estas y aquellas. Deme cuatro pomos de esto y las rosas de aquel jarrón… No, no quiero lilas: no tienen forma alguna" (p.544), y el empleado se conduce como indica el narrador en la línea citada. Mediante el símil, el narrador expresa con cierta ironía el grado de respeto y reverencia extrema que se tiene ante las personas de clase alta, como es el caso de este empleado de la florería, que actúa como si lo que saliera de la boca de Rosemary fuera la más pura verdad, a la cual se debe obedecer de inmediato.
"Aquel gusano molesto y persistente volvió a roerle el pecho” ("Marriage à la mode", p.447) (Metáfora)
El narrador se interioriza en William para hacer ver el universo nostálgico del protagonista, el modo en que se entremezclan las imágenes de la niñez con las de Isabel al principio de su matrimonio. A lo largo del viaje en tren de William hacia la casa de campo, la narración evidencia en el personaje una tendencia a arraigarse al pasado, que colabora a definir el carácter más bien tradicional de William, para el cual el presente no trae consigo más que angustia. Esa angustia aparece metafóricamente en la imagen del gusano: es algo pequeño, como los sutiles gestos “nuevos” de Isabel, pero que amenazan con devorar y destruir el interior de William, así como también parece sentenciar el inminente fin del matrimonio.
"Quemaban débilmente, como si echaran algo de menos” ("Una taza de té", p.546) (Símil)
Como en otros cuentos de la autora, la imagen de la luz y la oscuridad en la descripción aparece para ilustrar sentimientos del personaje. Rosemary queda inmóvil en la calle, mirando las luces al interior de las casas. Cierta tristeza o angustia aparece asociada a la debilidad de la luz, a su baja intensidad. El símil que culmina la frase deja traslucir perfectamente el estado de ánimo de Rosemary: es ella la que echa algo de menos -una falta sustancial entre tanta abundancia material-, pero proyecta esa emoción fuera de sí y la adjudica a las lámparas de las casas, volcando en la debilidad de sus llamas su propia fragilidad.
"Le parecía que era la niña rica que en su cuarto de jugar puede abrir muchos armarios y destapar muchas cajas” ("Una taza de té", p.548) (Símil)
Si en la vida cotidiana de Rosemary, los lujos no logran apaciguar la inminente tristeza que habita al interior de toda persona, desde que decide llevar a su casa a la muchacha todo cobra una perspectiva que la favorece: a través de los ojos de la mendiga, la vida de la protagonista parece perfecta. El calor del hogar, la iluminación, el perfume, todo parece súbitamente fabuloso. El símil citado evidencia en la protagonista un resquicio de sensibilidad infantil, según la cual el dinero es algo que se mide en la posibilidad de abrir muchas cajitas en el cuarto de juegos. Sin embargo, también funciona como un mínimo indicio de inminente competencia, por el cual Rosemary tiene muy presente que, en la comparación con la otra muchacha, ella es la "favorecida". Son dos mujeres de la misma edad, pero ella es rica. Estos pequeños indicios de competencia son importantes para entender el carácter de Rosemary, su tendencia especulativa y, por lo tanto, su decisión final más adelante en el relato.