Resumen
Llegada a Himmelstrasse
La novela comienza en enero de 1939. Liesel Meminger tiene nueve años. En una noche nevada, la ladrona de libros, Liesel Meminger, y su hermano Werner, de seis años, viajan con su madre en tren a Múnich, donde los niños serán entregados a padres adoptivos. Liesel sueña que acude a un mitin de Adolf Hitler, este le sonríe y ella –que es analfabeta– le habla en un alemán deficiente. Mientras la madre de Liesel duerme, la niña comprende que su hermano Werner ha muerto. La Muerte se lleva el espíritu de Werner, pero se queda para ver lo que sucede después. El tren se detiene por desperfectos en las vías; la madre y Liesel bajan del tren, llenas de desesperación, junto a dos guardias que discuten sobre qué hacer con el cadáver.
Dos días después, el hermano de Liesel es enterrado por dos sepultureros. Cuando estos se van, a uno de ellos se le cae un libro negro del bolsillo. Por su parte, Liesel, en shock, comienza a cavar en la nieve, sobre la tumba de su hermano, hasta que su madre se la lleva. Antes de partir en otro tren, y en secreto, Liesel recoge el libro caído y se lo guarda.
En Múnich, Liesel es entregada a las autoridades del hogar de acogida y se despide de su madre bañada en llanto. Luego es conducida hasta la calle Himmel ("Cielo"), en la pequeña ciudad de Molching, rumbo a la casa de sus padres de acogida. Allí se encuentra la casa de Rosa Hubermann, una mujer retacona, con expresión de fastidio, y de su marido, Hans Hubermann, un hombre alto y tranquilo. Al principio, Liesel está asustada y se niega a salir del coche, y el único capaz de convencerla de que salga es Hans. La niña solo lleva consigo una pequeña valija con ropa y el libro robado: el Manual del Sepulturero. La Muerte anticipa que, con ese libro, se da inicio a una larga carrera en la vida de Liesel.
Convertirse en una ‘Saumensch’
La Muerte anticipa que Liesel tendrá varios libros; la mayoría fueron robados y dos libros los escribió para ella un judío escondido.
Liesel está muy desnutrida a su llegada a la calle Himmel. Nos enteramos de que su padre era comunista, pero ella, si bien sabe que es una palabra complicada, aún no sabe lo que eso significa. Liesel se siente abandonada por su madre, pero comprende vagamente que la están salvando de la pobreza y la persecución. Rosa Hubermann es descrita como una mujer ruda y furiosa, que grita constantemente malas palabras y llama a Liesel “Saumensch”, una expresión despectiva que significa “cochina marrana”, cuando ella se rehúsa a bañarse. Sin embargo, la narradora aclara que Rosa quiere a Liesel, pero tiene una manera extraña de demostrarlo. Por su parte, Hans es pintor de casas y toca el acordeón; actúa con más amabilidad que su mujer y le enseña a Liesel a liar cigarrillos. Al cabo de unos meses, Liesel comienza a llamar a sus padres adoptivos "mamá" y "papá".
La mujer del puño de hierro
Durante los primeros meses, Liesel tiene cada noche una pesadilla con su hermano y moja la cama. Hans acude todas las noches a contenerla y tranquilizarla, y Liesel comprende que él siempre estará a su lado. En secreto, Liesel guarda el Manual del Sepulturero bajo su colchón; si bien no sabe leer, el libro para ella tiene un significado simbólico: le recuerda la última vez que vio a su hermano y la última que vio a su madre.
La narradora relata algunas actividades habituales de Liesel en su nuevo hogar. Ella empieza a ir al colegio y vive una situación humillante, pues se ve obligada a ir a una clase de alumnos pequeños que apenas están aprendiendo el alfabeto. En febrero, Liesel cumple diez años y es inscrita en las Juventudes Hitlerianas, específicamente en la Liga de Jóvenes Alemanas. Allí se procuraba que las niñas aprendieran a dominar el “heil Hitler”, a desfilar erguidas, a aplicar vendajes y a zurcir.
Entretanto, Hans va a un bar algunas tardes donde toca el acordeón por dinero. Rosa se dedica a lavar y planchar ropa de la gente más pudiente de la ciudad. Liesel la acompaña a recoger y entregar ropa y ve cómo Rosa critica a sus clientes a sus espaldas. En una oportunidad, Rosa obliga a Liesel a entregar una bolsa de ropa en la casa del alcalde; la recibe la esposa de aquel, que toma el paquete en silencio y cierra la puerta. Por otro lado, Frau Holtzapfel, una vecina enemistada con Rosa, escupe todas las noches en la puerta de los Hubermann, y Liesel es obligada a limpiarla todas la noches.
El beso (un momento decisivo de la infancia)
Himmel es una calle relativamente pobre. Algunos de los vecinos son la familia Steiner, entre los que se destaca Rudy Steiner, que pronto será el mejor amigo de Liesel; Frau Diller, dueña aria del comercio de la esquina; Tommy Muller, un niño inquieto que sufre de otitis crónica; y Pfiffikus, un hombre vulgar. Los niños del vecindario juegan al fútbol usando cubos de basura para delimitar los arcos. Liesel, por ser la nueva, es relegada a los botes de basura; Rudy dispara con confianza, pero ella lo bloquea; en respuesta, Rudy golpea a Liesel con una bola de nieve.
Enterada de esa afrenta, la madre de Rudy lo obliga a acompañar a Liesel todos los días a la escuela, y así es como Rudy se encariña con ella. De camino a la escuela, Rudy aprovecha para enseñarle a Liesel los lugares importantes de la ciudad. Uno de ellos es la tienda de la esquina, atendida por frau Diller, una mujer que está tan comprometida con el Partido Nazi que se niega a atender a todo aquel que no diga "heil Hitler" al entrar en su negocio. También pasan por la sastrería del padre de Rudy y, luego, por una calle en la que nadie quiere detenerse a mirar, aunque casi todos lo hacen: está llena de casas y tiendas abandonadas, marcadas con estrellas de David amarillas y comentarios antisemitas.
En la escuela, Rudy busca siempre a Liesel, a pesar de que los demás se burlan de la supuesta estupidez de la niña; la narradora da a entender que Rudy está enamorado de ella. Un día, Rudy la conduce hacia una pista de cien metros y la reta a competir, apostando que, si él gana, podrá darle un beso. Sin embargo, ambos resbalan antes de la meta y, aunque no logra darle el beso, Rudy le asegura que un día ella se morirá por besarlo.
El incidente de Jesse Owens
La Muerte hace un salto en su relato para contar el incidente de Jesse Owens, acontecido en 1936 (es decir, antes de la llegada de Liesel a la calle Himmel), durante los Juegos Olímpicos, en la Alemania de Hitler. Jesse Owens era un corredor afrodescendiente que acababa de ganar su cuarta medalla de oro, avergonzando a Hitler y a los nazis racistas, quienes lo discriminaban por ser negro y, por lo tanto, desde su perspectiva, un ser infrahumano. Rudy, obsesionado con Owens, se pintó el rostro con carbón y se dirigió a la pista de cien metros, donde echó a correr imaginando ser Owens. Su padre, Alex Steiner, lo fue a buscar y lo arrastró hasta su casa, dándole un sermón acerca de la situación política alemana.
La Muerte explica que Alex Steiner es miembro del Partido Nazi, pero no es racista ni odia a los judíos; su apoyo al partido se funda en que busca hacer todo lo necesario para mantener a salvo a su familia. En esa oportunidad, Alex advirtió a Rudy sobre el peligro de hacerse pasar por negro o judío: podían llevárselo si se hacía pasar por alguien que no fuera como ellos. Según su padre, Rudy podía salvarse gracias a ser rubio de ojos claros. El niño no entendió entonces a qué hacía referencia su padre.
El reverso del papel de lija
El relato retoma los acontecimientos de 1939. Es mayo y los miembros extremistas de camisa parda del NSDAP (o Partido Nazi) desfilan por la ciudad, gritando orgullosamente que Alemania está por encima de todo. La Muerte revela que Hans es uno de los pocos alemanes que no apoya a Hitler.
Una noche, tras una de las pesadillas de Liesel, Hans encuentra el libro escondido y no solo accede a leérselo, sino que le propone enseñarle a leer, a escondidas de Rosa. Hans, que admite no ser un gran lector, se siente desconcertado por la dificultad y oscuridad del libro, pero Liesel insiste para que se lo lea. Pronto, Hans se da cuenta de que Liesel no es capaz de leer ninguna palabra, así que opta por enseñarle el alfabeto valiéndose de un papel de lija y un lápiz de pintor.
El aroma de la amistad
Hans sigue leyéndole y enseñándole a Liesel todas las noches después de sus pesadillas. Un día, Hans se ofrece a acompañarla a hacer una entrega de ropa, confesándole a su mujer que luego la llevará al río Amper a continuar con las clases de lectura. Pronto, Hans y Liesel comienzan a trabajar en el sótano, donde empiezan a utilizar pintura en la pared de cemento para sus lecciones.
La campeona de los pesos pesados del patio del colegio
En septiembre de 1939, Alemania invade Polonia y comienza la Segunda Guerra Mundial. Comienza el racionamiento, y Gran Bretaña y Francia declaran la guerra contra Alemania. Liesel pasa a la misma clase que Rudy y Tommy, el nivel adecuado para su edad, si bien aún tiene muchas dificultades para leer. A comienzos de noviembre, los alumnos son examinados en lectura, y Rudy le señala a la profesora, la hermana María, que se ha salteado a Liesel. La hermana María dice que Liesel no puede leer, pero la niña insiste para hacerlo. Como no logra leer el texto que le toca, comienza a recitar de memoria un fragmento del Manual del Sepulturero. Furiosa, la hermana María lleva a Liesel al pasillo y le da una pequeña paliza, mientras la clase se ríe.
Más tarde, un compañero de clase, Ludwig Schmeikl, se burla de Liesel. Rudy la insta a ignorarlo, pero ella lo patea salvajemente. Todavía enfurecida, también golpea a Tommy unas cuantas veces, y grita a la atónita multitud de estudiantes: "No soy estúpida" (80). De vuelta en la clase, la hermana María castiga a Liesel con una severa paliza esta vez. De camino a casa, Liesel repasa las desgracias que la aquejaron: piensa en la muerte de su hermano, la disolución de su familia, las pesadillas y en el humillante día que vivió. Rudy la consuela.
Análisis
La muerte del hermano de Liesel inspira muchos de los acontecimientos importantes que ponen en marcha la trama de la novela. La obsesión de Liesel por el sentido de las palabras y por aprender a leer –tema central de La ladrona de libros– se desencadena cuando ella roba el Manual del Sepulturero, luego del entierro de su hermano. Para ella, el libro primero representa solo un recuerdo, pero pronto será la puerta para el aprendizaje y el placer de la lectura. Asimismo, el trauma de esa muerte prematura y las pesadillas recurrentes con su hermano hacen que Liesel se acerque y confíe especialmente en su padre adoptivo, Hans, un hombre gentil que tiene una presencia extremadamente tranquilizadora, y que será fundamental para el aprendizaje de Liesel en la novela.
La pequeña ciudad de Molching y su elenco de personajes es el telón de fondo de la novela, y la aparente tranquilidad y estabilidad del pueblo se va consumiendo por los acontecimientos políticos que rodean a los nazis, el Holocausto y la Segunda Guerra Mundial. La inestabilidad ya se hace evidente en esta primera parte: las tiendas rotas y las pintadas antijudías son signos del Holocausto, y los judíos ya han sido aterrorizados y conducidos a campos de concentración. Al igual que los judíos, el padre biológico de Liesel fue perseguido y presumiblemente asesinado o internado en un campo por ser comunista, y su madre entregó en adopción a Liesel, en parte, para que ella pudiera evitar el mismo destino. Incluso la Muerte, en los constantes anticipos que introduce, señala en varias ocasiones que, a la paz que se vive en Molching, la reemplazará pronto la violencia de la guerra: “Cuando comenzaron los bombardeos aéreos, siempre tenían que salir corriendo en busca de un refugio más seguro” (35).
Mientras que algunos personajes, como frau Diller, son nazis acérrimos, otros, como Hans y Alex Steiner, están preocupados por Hitler y por la guerra, aunque no se manifiestan en contra de la constante intromisión y destrucción de su modo de vida anterior, porque saben que contradecir a Hitler pondría en riesgo sus vidas.
La brutalización sin sentido de Ludwig y Tommy por parte de Liesel puede leerse en paralelo con la cruel invasión de Polonia por parte de Hitler. En su ascenso al poder, Hitler prometía restaurar la grandeza de Alemania, luego de la humillante derrota que había sufrido en la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, Hitler excede ese propósito y lleva adelante un plan sistemático de violencia y terror. No obstante, más tarde Liesel se arrepiente de su accionar violento y acaba dándose cuenta del poder superior que tienen las palabras sobre la violencia, lo cual también será un tema importante en la novela. Para Liesel, el aprendizaje que efectúa durante la novela va de la mano con el aprendizaje de las palabras y de su valor en las relaciones humanas.
Resulta muy significativo que, mientras el hermano de Liesel muere, la niña sueña con estar escuchando con satisfacción el torrente de palabras brillantes que salen de la boca de Hitler. Sin embargo, Liesel no sabe hablar bien entonces –mucho menos leer– y no entendía el significado maligno de esas palabras. Como la mayoría del pueblo alemán durante el nazismo, Liesel se siente atraída de forma infantil, superficial, por la oratoria de Hitler. Pero a medida que Liesel aprende a leer, llega a comprender el verdadero horror de aquello que el Führer proclama. La experiencia misma irá también demostrándole ese horror: Hitler ataca violentamente a los judíos en sus discursos y predica el odio a sus seguidores, lo cual se hará evidente en el barrio de Molching, donde ella vivirá con los Hubermann. Pronto, la niña descubrirá, en esa misma línea, que Hitler también tuvo mucho que ver con la destrucción de su propia familia biológica.