Resumen
El libro flotante (parte I)
Esta sección presagia acontecimientos que ocurren más adelante en el libro. Rudy se ha sumergido en el agua helada para salvar un libro y le pide a Liesel un beso. La Muerte admite que Rudy no morirá de hipotermia, pero lo hará injustamente dos años después. También agrega que al chico le hubiese encantado poder ver entonces a Liesel besando su cadáver diezmado por las bombas.
Los jugadores (un dado de siete caras)
Se describe una serie de acontecimientos a lo largo de 1941, y cada uno de ellos es comparado con una tirada de dados. En abril, Max le pide a Liesel que le corte el pelo. A principios de mayo, Liesel sigue leyendo El hombre que silbaba en casa de Ilsa, y se imagina confiándole a Ilsa que guarda un judío en su casa. Cuando Liesel se prepara para irse, Ilsa le ofrece el libro, pero ella lo rechaza. De camino a casa, Liesel encuentra un periódico para Max. Max y Liesel pasan tiempo leyendo juntos en el sótano. A mediados de mayo, el equipo de fútbol de Liesel le gana al de Rudy y ella se lo cuenta a Max. Max le pide a Liesel que le describa el cielo y, a la par, él reproduce esa descripción en la pared: dibuja un sol amarillo chorreante y agrega dos figuras, una niña y un judío, caminando sobre una nube.
A finales de mayo, Max comienza a hacer ejercicio de nuevo mediante una serie de flexiones. Fantasea con luchar contra Hitler en un ring de boxeo: el público –millones de alemanes– aclama a Hitler e insulta a Max, que llega solo. Incluso el árbitro se inclina por Hitler. Solo hay un asalto, y Hitler golpea a Max durante horas. Max cae, pero se levanta lentamente antes de la cuenta, y por fin dirige una serie de golpes directo al bigote de Hitler. Hitler cae, luego vuelve a ponerse en pie, se quita los guantes y se dirige al público. Pronuncia un discurso en el que asegura que Max es un peligroso enemigo, pues está conspirando para someterlos y esclavizarlos. Hitler pide a la multitud que suba al ring para derrotar juntos a ese enemigo, y millones de alemanes suben a golpear a Max. Al final, ve trepar al ring a una niña con un periódico en la mano, y le dice a Max que el crucigrama está vacío, y así la fantasía se acaba. Unas noches más tarde, Max le cuenta a Liesel su sueño recurrente de luchar contra Hitler y admite que se está entrenando para ello. A principios de junio, Max, Liesel, Hans y Rosa quitan y pintan las páginas de Mein Kampf y las vuelven a colocar para preparar un nuevo libro, titulado El árbol de las palabras.
Alemania invade la Unión Soviética a finales de junio, y Rosa pierde a su último cliente: el alcalde y su esposa, Ilsa, quienes tienen que recortar gastos mientras aconsejan a los alemanes, a través de una nota en el diario, que se preparen para tiempos más difíciles. En la última visita de Liesel, Ilsa le ruega que se lleve El hombre que silbaba. Al comienzo, la niña se lo lleva pero está tan enojada que vuelve y le grita a Ilsa: la ataca por ser rica y arrogante, y le dice que ya es hora de que afronte el hecho de que su hijo ha muerto, pues resulta patético que se quede encerrada en su casa creyendo que es la única persona que sufre en ese contexto. Liesel tira el libro al suelo y ve que Ilsa ha quedado golpeada por sus palabras. De vuelta a casa, Liesel le dice a Rosa que insultó a la mujer del alcalde, y que por eso Ilsa las despidió. Rosa no cree que Liesel sea capaz de atacar a Ilsa por la obsesión por su hijo muerto, y acepta tranquilamente la noticia de haber sido despedida.
Las juventudes de Rudy
Rudy tiene problemas con el líder de las Juventudes Hitlerianas, Franz Deutscher. Tommy Müller, su compañero, ha desarrollado problemas de audición y un tic nervioso, y presenta dificultades para oír las órdenes cuando marcha en formación. Deutscher pierde la paciencia y lo enfrenta. Cuando Rudy lo defiende, Deutscher los obliga violentamente a realizar una serie de ejercicios en el barro. Rudy le cuenta a Liesel lo sucedido y trata de obligarla a besarlo, pero ella no lo hace.
Los perdedores
Rudy y Liesel vuelven al grupo de jóvenes ladrones y conocen a su nuevo líder: Viktor Chemmel, un chico rico que roba por placer. Liesel considera al nuevo líder un tirano cruel, en contraste con el anterior, Arthur Berg. Después de robar, Viktor les da a Rudy y Liesel solo una manzana. Cuando Rudy se queja, Viktor le pega. Rudy escupe en los pies de Viktor, y este promete hacérselo pagar más adelante.
Bocetos
Max comienza a dibujar bocetos en las nuevas páginas en blanco de Mein Kampf, y la Muerte nuevamente se encarga de recrearlos: una caricatura muestra a Hitler cantando ante una multitud que lo saluda; otra muestra a una pareja feliz, parada en lo alto de una montaña de cadáveres, mientras el sol que los ilumina es una enorme esvástica. Curiosa, Liesel ve estas dos páginas y se asusta profundamente por ellas.
El hombre que silbaba y los zapatos
Rudy sale de una reunión de las Juventudes Hitlerianas cubierto de estiércol, y culpa de ello a Franz Deutscher. Rudy y Liesel se ponen de acuerdo para robar algo, como una manera de dar una victoria a Rudy. Liesel lleva a Rudy a la casa del alcalde con la intención de robar El hombre que silbaba, a pesar de que Rudy, muerto de hambre, cree que están tratando de conseguir comida. Liesel trepa por una ventana abierta y consigue el libro; al principio salen corriendo, pero Rudy pierde sus zapatos y tiene que volver a recuperarlos. Cuando llegan a su casa, Rudy llama a Liesel, por primera vez, "ladrona de libros".
Tres estupideces de Rudy Steiner
La Muerte, con ironía, reconstruye tres episodios en que Rudy actúa de manera estúpida. Una tarde, Rudy roba tontamente una patata grande de la tienda de Thomas Mamer a la vista de mucha gente. Mamer está a punto de llamar a la policía cuando Rudy ve a uno de sus profesores y le ruega que le explique lo pobre que es. El profesor lo hace de forma convincente y Rudy es liberado.
Luego, en una reunión de las Juventudes Hitlerianas, su líder, Franz Deutscher, le pregunta cuándo es el cumpleaños de Hitler; Rudy responde con el cumpleaños de Jesús y es castigado. Tiempo después, Rudy ve a Deutscher en la calle y le lanza una piedra, por lo que este lo golpea salvajemente delante de Tommy, Liesel y Kristina, la hermana pequeña de Tommy. Cuando Rudy está en el suelo, Deutscher saca un cuchillo y vuelve a preguntar por el cumpleaños de Hitler. Desafiante, Rudy responde que fue un lunes de Pascua, y Deutscher le corta el pelo al muchacho.
Unas semanas después, Rudy y Tommy comienzan a faltar a las reuniones de las Juventudes Hitlerianas, a pesar de las advertencias y la preocupación de sus familias. Finalmente, se unen a la División Flieger, un grupo juvenil de aviación que se dedica principalmente a la construcción de maquetas de aviones, lo cual los salva de recibir una multa por ausentarse de aquellas reuniones.
El libro flotante (parte II)
Rudy y Liesel ven a Franz Deutscher en la calle y lo evitan, pero se encuentran con Viktor Chemmel, que ve que Liesel lleva El hombre que silbaba y se lo saca de las manos. Rudy intenta disuadirlo, pero finalmente Viktor arroja el libro al río Amper. Rudy salta al río para recuperarlo, y desde el agua fría le pide a Liesel, por última vez, que le dé un beso.
Análisis
Esta quinta parte intensifica la tensión narrativa de varias maneras, siendo la más notable aquella por la cual la Muerte anticipa la muerte próxima de Rudy. Al principio de la sección, la Muerte introduce uno de sus clásicos anticipos, revelando que a Rudy le quedan menos de dos años de vida: “Pequeño avance sobre Rudy Steiner: No merecía morir como murió” (243). Y enseguida se disculpa por ese anticipo, si bien dice que ella detesta el misterio y, de todas maneras, “Todos sabemos ya qué va a ocurrir” (245). Por un lado, se trata de una afirmación irónica, ya que uno de los mayores misterios de la vida es cómo y cuándo morirá una persona. Es evidente que solo la Muerte conoce esos detalles. Sin embargo, en otro nivel, la Muerte está en lo cierto: la muerte es algo inevitable y común a todos los seres vivos. Sin embargo, al anticipar el trágico fin de Rudy, la novela genera una tensión que signará las escenas posteriores en las que aparezca Rudy.
La tensión también aumenta en relación con Max en esta sección. Si bien desarrolla actividades ordinarias, como hacer crucigramas o ejercicio físico, el hombre está en estado de alerta constante, y duerme completamente vestido, listo para huir en cualquier momento. El drama del personaje queda condensado en las fantasías que tiene en esta parte, como aquella en que imagina que lucha contra Hitler. La caricatura de Max en la que se representa a Hitler como un director de orquesta ilustra el control total de Hitler sobre el pueblo alemán, que obedece ciegamente sus órdenes, por más violentas e ilógicas que sean. Max se ve enfrentado a toda una nación con el cerebro lavado, pero mantiene su fortaleza mientras se ejercita.
En esta parte también se explora el poder de las palabras para impulsar la violencia. La diatriba de Liesel contra Ilsa es quizás su momento más cruel desde que golpeó a Ludwig Schmeikl. Liesel está enojada y frustrada por el hecho de que Ilsa haya despedido a Rosa, e impulsada por esa sensación, le dice a Ilsa –quien ha sufrido durante años por la muerte de su hijo– que debe superarlo, burlándose de su dificultad para ello: “Está muerto y es patético que se quede ahí sentada, temblando dentro de casa para sufrir por ello” (263). En esa escena, Liesel parece aprender el fuerte poder que las palabras pueden tener, y la enorme responsabilidad que significa utilizarlas. La Muerte señala ese aprendizaje describiendo la imagen que se le representa a Liesel, al ver cómo sus palabras han herido a Ilsa: “Liesel lo adivinó en su expresión. La sangre le goteaba por la nariz y le lamía los labios. Los ojos se le amorataban. Por toda la piel se abrían cortes y aparecían heridas. Todo a causa de las palabras. De las palabras de Liesel” (264). Además, a la par que pronuncia esas palabras crueles, Liesel se acuerda de su hermano muerto, lo cual de alguna manera representa la culpa de Liesel y su noción de que el sufrimiento de Ilsa es similar al suyo propio. Sin embargo, la niña no parece arrepentirse de lo que ha dicho, aunque más tarde le dice a Hans que va a ir al infierno.
Por último, esta parte es importante en la medida en que retrata varias transformaciones que sufre Rudy, que luego serán definitorias para su destino. Rudy actúa de manera insensata y rebelde, y desafía tanto al líder de las Juventudes Hitlerianas como al de los ladrones. En estas escenas, Rudy está estableciendo su propio código ético, dispuesto a a arriesgar su integridad física con tal de defender lo que cree que es correcto y liberarse del sometimiento de los demás. A su manera, Rudy es tan valiente como Liesel. El gesto de burlarse de Franz Deutscher, diciendo mal el cumpleaños de Hitler, resulta una afrenta y una rebelión respecto del culto al Führer que el nazismo proclama. Ese desafío le significa un castigo físico despiadado; tal es el precio, una vez más, de las palabras desafiantes. Lo mismo ocurre cuando enfrenta los abusos de Chemmel y se lanza al agua para salvar el libro de Liesel. Al usar esa hazaña como una estrategia para pedirle un beso a Liesel, Rudy convierte una situación dramática en un acto combativo, en cierta medida revolucionario: ante la violencia y los abusos, acciona reivindicando la lealtad y el amor. De esta manera, ante los embates de estos dos personajes que, como Hitler, someten y abusan de su poder, Rudy opone valiente resistencia.