Resumen
Escena Décima
Max y Don Latino caminan por un jardín público. Hay prostitutas y se oyen patrullas de caballería. Algunas personas duermen en el lugar.
Una prostituta, “La Vieja Pintada” llama a Max y a Don Latino. Este último la desprecia por su aspecto. La Vieja Pintada llama a “La Lunares”, una prostituta más joven. Max les obsequia un habano. La vieja pintada coquetea con Don Latino y La Lunares con Max. Este le dice que es un poeta sin dinero. Ella contesta que se conforma con que pague la cama, y que, si se queda contento, puede invitarla a tomar un café con churros. Max toca su rostro y le pregunta por su aspecto físico. Luego Don Latino y Max continúan su camino.
Escena Undécima
En la calle encuentran un grupo de vecinas consternadas. Max nota que pisa cristales rotos, consecuencia de la pelea entre los manifestantes y la policía. Max le dice a Don Latino: “¡Canallas!... ¡Todos!... ¡Y los primeros nosotros, los poetas!” (p.289). Las personas están reunidas en torno a una mujer, la verdulera, quien llora y grita con su hijo muerto en brazos. Recibió una bala de la policía durante el enfrentamiento ocurrido en las calles.
Max se conmueve con el grito de la mujer y se siente consternado. Un empeñista se queja porque no hizo a tiempo de cerrar su negocio y los manifestantes rompieron la vidriera. Una portera le pregunta por qué no cerró las persianas. Por otro lado, un guardia culpa a las autoridades por lo sucedido, un tabernero opina que las personas que roban los establecimientos donde se abastecen carecen de ideales patrios, y un albañil sostiene que el pueblo tiene hambre.
La madre del niño continúa gritando y acusando de asesinos a las fuerzas policiales. “Una Vieja” intenta calmarla y “La Trapera” señala que la víctima es un inocente. “El Retirado” afirma que escuchó los toques de Ordenanza, señal que los civiles deberían escuchar y entrar a sus casas o negocios. La madre del niño dice no haberlos escuchado. Max le pide a Don Latino que lo saque de ese “círculo infernal” (p.290).
“El Sereno” llega al lugar corriendo y afirma que un preso ha intentado fugarse. Max sabe que han matado al preso catalán y se siente furioso. Acusa a Don Latino de ser como las personas que hace un momento defendían a la autoridad, y le sugiere la idea de que se suicide.
Escena Duodécima
Está amaneciendo. Max y Don Latino conversan sentados en la vereda, en la puerta de la casa del primero. Max le dice a Don Latino que va a inmortalizarlo en una novela. Al pedido de esta que sea una tragedia, Max afirma: “la tragedia nuestra no es tragedia” (p.292), y aclara que es “el esperpento” (p.292). Dice que al esperpento lo inventó Goya. Max le pide que golpee la puerta de la casa y Don Latino así lo hace. Max afirma que está muriéndose. Vuelve a tener alucinaciones y a creer que recobra la vista. Piensa que está en un entierro. Don Latino no cree que esté muriéndose, pero al ver a Max tendido en el umbral de la puerta toma su cartera, por temor a que se la roben, y se va del lugar por un callejón.
A causa de los ruidos, se despierta una vecina y la portera. Cuando las mujeres abren la puerta encuentran a Max en el suelo. Lo reconocen y advierten que está muerto. La portera sube la escalera para avisarle a Madama Collet.
Análisis
En estas escenas encontramos nuevamente referencias a Cristo. La Lunares reconoce a Máximo Estrella por la “peluca de Nazareno” (p.285), es decir, por el cabello largo de Max, al que compara con el de Cristo (Nazareno por antonomasia; por haber vivido en Nazaret, Galilea.). Luego, en la Escena Duodécima, Max compara a Don Latino con un buey “del pesebre belenita” (p.292), es decir, una especie de establo en Belén, lugar del nacimiento de Cristo.
La Escena Undécima tiene relaciones estrechas con la Sexta. Estas escenas, como la Segunda, han sido añadidas a la edición definitiva de 1924. En ambas, el horror por la situación social del país toma el lugar protagónico. En la Escena Undécima la crítica se centra en la violencia y la brutalidad de las fuerzas policiales. La escena es trágica y rompe con el tono satírico que predomina en la obra. Una mujer grita, consternada, con su hijo muerto en brazos. Él ha sido una víctima fatal de los enfrentamientos entre la policía y los manifestantes.
Los gritos estremecedores se entrelazan con los diálogos de otros personajes que discuten. Allí podemos notar las distintas posiciones que toman respecto de la violencia institucional: la crítica se manifiesta en las voces de La Madre del niño, La Trapera, El Albañil y Max, mientras que los otros personajes defienden a las fuerzas policiales y al orden establecido.
Max se siente enfurecido no solo con las fuerzas policiales, sino también con el grupo de literatos del que forma parte, por su falta de compromiso con la realidad social. Como vimos, por ejemplo, en la Escena Segunda, muchos de los que pertenecían a la bohemia se mantenían al margen de las protestas del proletariado. Por eso Max exclama: “¡Canallas!… ¡Todos!… ¡Y los primeros nosotros, los poetas!” (p.289).
Además, en esta escena se alude a la muerte del preso catalán, quien conversó con Max en la Escena Sexta. Allí, él mismo había anticipado su muerte: “Por siete pesetas, al cruzar un lugar solitario, me sacarán la vida, los que tienen a su cargo la defensa del pueblo” (p.266). En efecto, así sucede en la Escena Undécima, tal como allí se sugiere. La acotación indica que se escuchan ruidos de disparos: “Llega un tableteo de fusilada”, “ruido de las descargas” (p.290), y luego el sereno explica que se trata de “Un preso que ha intentado fugarse” (p.290). Esto alude a la “La Ley de Fugas” que estuvo vigente en España entre 1915 y 1922. Esta ley permitía ejecutar a los detenidos que intentaran fugarse. Sin embargo, en la práctica, se trató de una forma brutal de asesinato: “La ley de fugas era un tipo de ejecución extrajudicial o paralegal que consistía en simular la evasión de un detenido para asesinarle por la espalda y dar más credibilidad a la fuga” (Caudet, 2017, p.346). Max entiende que han fusilado al preso catalán, por eso dice que “Ese muerto sabía su fin (…)” (p.290).
Por otro lado, Max alude en dos oportunidades a la Divina Comedia, poema compuesto entre 1304 y 1321 por Dante Alighieri. En la primera ocasión, dice: “Latino, sácame de este círculo infernal” (p.290), y más tarde: “Nuestra vida es un círculo dantesco" (p.290). Tanto el “círculo infernal” como el “circulo dantesco” hacen alusión a la situación social de España, a la que se compara con un infierno. En el poema dantesco, el infierno es el primer sitio que recorre su protagonista, acompañado por el poeta latino Virgilio, y este está compuesto por nueve círculos por los descienden. Max, por su parte, recorre una Madrid infernal, y también tiene un acompañante: Don Latino.
La Escena Duodécima posee una gran relevancia, porque en ella se define el “Esperpento”, el género creado por Valle-Inclán y que se inaugura con esta obra. Max dice que Don Latino es un “grotesco personaje” (p.292), y que lo inmortalizará en una novela. Pero cuando su amigo le pide que sea una tragedia, él responde: “La tragedia nuestra no es tragedia” (ídem.), y afirma que es “El esperpento” (ídem.). Acá podemos ver una de las principales características del esperpento: el estilo grotesco con el que se representa la realidad. Sus personajes, en general, presentan características grotescas. Sus vidas se representan con muchos rasgos de miserabilismo, pero no son trágicas, como Max advierte. Las tragedias, en cambio, son la del niño y la del preso catalán asesinados. Por eso, justamente, estos personajes no están representados de manera grotesca, y la Escena Undécima tiene por momentos un tono trágico.
Más adelante Max explica la teoría en la que se basa el Esperpento: “Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos, dan el Esperpento” (p.292); “Mi estética actual es transformar con matemática de espejo cóncavo, las normas clásicas” (Ídem.). Estos pasajes muestran que el Esperpento busca representar la realidad de manera deformada, como la imagen que se refleja a través de un espejo cóncavo.
La idea del arte como espejo de la realidad es una metáfora propia del arte realista, que consiste en comparar la representación artística con un espejo a través del cual se puede ver la realidad tal cual es. Lo vemos así, por ejemplo, en este pasaje de la novela Rojo y negro (1831), de Stendhal: “Caballero, una novela es un espejo que se pasea a lo largo de un camino. Tan pronto refleja a nuestros ojos el azul del cielo como el fango de los cenagales del camino” (Stendhal, 2015, p.467). En la definición del Esperpento subyace esta misma idea, pero la metáfora del espejo está modificada. La realidad se muestra a través de él, pero como el reflejo de un espejo cóncavo, lo que produce una imagen deforme. Así lo explica Max: “Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo, son absurdas” (p.292). Por otro lado, según sostiene, esta es la única manera de representar la realidad española de su tiempo: “El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada”, porque “España es una deformación grotesca de la civilización europea” (Ídem.).
Por otro lado, esta deformación, según dice Max, debe seguir las reglas de una “matemática perfecta” (p.292). Esto quiere decir que la deformación no es arbitraria ni azarosa. La composición artística deforma la realidad, pero siguiendo reglas y dentro de una estructura organizada.
Max también dice: “El esperpentismo lo ha inventado Goya” (p.292). Con esto se refiere a que el estilo con que el Esperpento se propone representar la realidad recibe su influencia del pintor y grabador español Francisco de Goya (1746-1828). Muchas de sus obras se caracterizan por mostrar una crítica al poder establecido. Además, en muchas de ellas encontramos imágenes grotescas y un predominio de escenarios oscuros, igual que en Luces de bohemia. Por otra parte, en algunos de sus dibujos encontramos personajes mirándose al espejo, en cuyo reflejo se ven sus imágenes transformadas. En uno de ellos, “Alguacil / gato”, de la serie “Espejo mágico”, hay, por ejemplo, un alguacil frente a un espejo que refleja la imagen de un gato.
Finalmente, en la Escena Undécima muere el protagonista de la obra, Max. Su trayectoria durante el recorrido nocturno traza un círculo, puesto que concluye en el punto donde había comenzado en la Escena Primera, en la casa de Max. Esto se relaciona también con la Divina comedia de Dante, en donde, como vimos antes, el personaje recorre el infierno conformado por los círculos. También en esta escena, como en la Primera, el protagonista cree recuperar la vista momentáneamente y, de nuevo, evoca la ciudad París: “¡Esa apoteosis es de París!” (p.293). No obstante, esta vez cree estar en un entierro, el del famoso escritor francés Victor Hugo (1802-1885), y con esto anticipa su propia muerte: “¡Estoy muerto!” (Ídem.), afirma, y por eso le pide a Don Latino que entone el “gori-gori” (Ídem.), que es un canto funerario.