Madame Bovary

Madame Bovary Resumen y Análisis Parte 2, Capítulos VII-XII

Resumen

Capítulo VII

León se ha marchado a París, y Emma vuelve a estar muy deprimida y frustrada con su vida, como en los viejos días en Tostes. En su estado depresivo, fantasea muy a menudo con León y sueña con cómo habría sido su vida si hubiera sucumbido a su deseo de iniciar un romance con él. Pronto Emma comienza a presentar padecimientos físicos y cuando Carlos la ve toser sangre, se preocupa muchísimo. Llama entonces a su madre, la señora Bovary, para que acuda en su ayuda, y la mujer le sugiere a su hijo que le dé a Emma ocupaciones verdaderas y que la aleje de las lecturas peligrosas de novelas.

Mientras se encuentra en este estado de desesperación, Emma conoce a Rodolfo Boulanger, un hombre rico, dueño de un castillo en una ciudad cercana a Yonville. Boulanger lleva consigo a un lugareño para que sea tratado por Carlos. Justino, el ayudante de Homais, se encuentra en la habitación y presencia la intervención médica que Carlos efectúa. Al ver la sangre del lugareño, Justino se desmaya de la impresión. Entonces Emma acude a los gritos de Carlos, dispuesta a reanimar a Justino y, mientras lo atiende, Rodolfo repara en su belleza. En seguida, Boulanger comienza a planear cómo seducir a Emma, viéndola como un objeto puramente sexual: se pregunta cómo hacer para conquistarla y luego deshacerse de ella.

Capítulo VIII

Los comicios agrícolas anuales se celebran en Yonville, y todos los residentes están muy emocionados. La feria es un gran evento en el que los granjeros locales exponen animales, dan discursos sobre temas de agricultura y reciben premios. Por ejemplo, Catalina Leroux, una mujer muy mayor, recibe uno de los premios por haber trabajado en la misma granja durante cincuenta y cuatro años.

En medio de la emoción y el tumulto, Rodolfo anima a Emma a entrar en el Ayuntamiento, con la excusa de que allí podrán observar la ceremonia de entrega de premios con más comodidad. Mientras están solos dentro del salón vacío, Rodolfo aprovecha la oportunidad y le dice a Emma que la ama. Al principio, ella no responde y sigue escuchando el discurso sobre la moral pública que, en paralelo, pronuncia el consejero. Pero Rodolfo es persistente e insta a Emma a admitir que se siente igualmente atraída por él. Emma se siente desgarrada, y al principio intenta comportarse como cree que debe hacerlo una mujer casada, pero pronto sucumbe: Rodolfo la toma de la mano y ella, en vez de retirarla, desliza sus dedos en señal positiva. Rodolfo toma este gesto como señal de aceptación por parte de Emma y ambos se quedan mirándose, anticipando así el futuro romance.

Capítulo IX

Después de confesar su amor en los comicios agrícolas, Rodolfo evita a Emma durante seis semanas, con el fin de despertar en ella un fuerte deseo. Finalmente, la visita, y al principio ella se comporta con frialdad, pero él insiste y le vuelve a hablar de su amor y de sus intenciones románticas. Emma, finalmente, se muestra sensible a la conquista de Rodolfo, aunque aún no decide entregarse del todo a él.

En ese punto, llega sorpresivamente Carlos a la casa, y Rodolfo se ofrece a llevar a Emma a montar a caballo, con la excusa de que eso podría contribuir a mejorar la salud de la mujer. Temerosa de lo que pueda ocurrir, Emma se niega y le dice a su marido que eso podría ser mal visto, pero Carlos, irónicamente, le dice que para él es más importante su salud y la convence de que acepte la oferta de Rodolfo.

Al día siguiente, Emma y Rodolfo cabalgan juntos a través del campo y el bosque. En un momento, se detienen a descansar. Emma se muestra nerviosa, pero Rodolfo la observa con deseo y vuelve a profesar su amor por ella. Ella intenta resistirse a la tentación, culpándose por escuchar las palabras del hombre, pero finalmente termina sometiéndose a él y hacen el amor en medio del bosque.

Al volver a casa, Carlos encuentra a Emma muy recompuesta y se alegra. Más tarde, en la intimidad de su habitación, Emma se alegra de tener un amante y siente que, por fin, el romanticismo que añoraba ha ingresado a su vida. Identificada con las heroínas enamoradas de las novelas que leyó, se decide entonces a dejarse llevar por esa vida de pasión y éxtasis y se lanza de lleno a una vida de adulterio.

Emma y Rodolfo continúan su amorío y mantienen un intercambio epistolar continuo. En una oportunidad, Emma experimenta el capricho de visitar a Rodolfo y se escapa de su casa, aprovechando que Carlos no está, para visitar a su amante. Estas visitas furtivas se vuelven costumbre, y Emma se vuelve cada vez más dependiente de Rodolfo y se obsesiona con él y su estilo opulento de vida. Hasta que una de esas veces, Rodolfo se muestra preocupado y le dice que esos encuentros son imprudentes.

Capítulo X

Emma empieza a contagiarse de los miedos de Rodolfo, y al verse tan dependiente y enamorada de él, comienza a temer perderlo, lo cual la pone alerta y paranoica. Pronto, Emma y Rodolfo empiezan a reunirse a escondidas, por las noches, en la glorieta del jardín de los Bovary, y ya no en la casa de aquel, pues temen levantar sospechas. En una oportunidad, Emma cree escuchar que alguien se acerca y le pide a Rodolfo que saque su pistola para defenderse. El hombre piensa que la mujer es ridícula e incluso odiosa si concibe la posibilidad de que él lastime a un patético hombre como Carlos.

Pronto Rodolfo comienza a sentir que Emma se pone demasiado sentimental y demandante. En la medida en que esa obsesión de Emma por Rodolfo crece, él empieza a cansarse de ella y de su idealismo romántico, y piensa, desde su perspectiva burguesa, que esa exaltación de la mujer es vulgar. Sin embargo, él continúa con el romance debido a la extrema belleza de Emma, al tiempo que insiste en que deben ser cuidadosos para evitar que su relación sea descubierta. Emma, por su parte, se da cuenta de que Rodolfo parece alejarse de ella y le exige repetidamente que le declare su amor.

A continuación, Emma recibe una carta de su padre, que le hace recordar con nostalgia y alegría su infancia, y empieza a sentirse culpable de estar engañando a un hombre bueno como Carlos. Como ya hizo una vez, Emma se compromete a sacrificar su felicidad. Intenta obligarse a amar a su marido, exagera sus muestras de amor a Berta y trata a Rodolfo con frialdad, tratando de poner fin a la aventura. Rodolfo piensa que debe tratarse de un mero capricho, mientras que ella desea, sin éxito, enamorarse por fin de su marido.

Capítulo XI

Después de leer un periódico que elogia un nuevo procedimiento quirúrgico que cura los pies contrahechos, Homais habla con Emma y Carlos sobre el tema, y sugiere que Carlos opere a Hipólito, un empleado de la posada que tiene una deformación llamada “pie equino”. Viendo una oportunidad para que Carlos mejore su carrera, Emma le insiste fuertemente para que realice la operación. A pesar de su deformidad, Hipólito tiene bastante movilidad y se ha adaptado muy bien a su desafortunada dolencia. Sin embargo, los habitantes del pueblo, deseosos de que se realice la operación y de que su médico se haga famoso, lo convencen para que se someta a la operación.

Carlos está bastante nervioso, pero la confianza de Emma le da ánimos y lleva a cabo la operación. Al principio, parece que ha sido un éxito y, brevemente, Carlos se convierte en una celebridad local: en el periódico, sale una nota elogiando su destreza. Pero al poco tiempo queda claro que algo ha salido muy mal. A Hipólito se le gangrena la pierna y, finalmente, la dueña de la posada, la señora Lefrançois, sugiere llamar al señor Canivet, un médico de renombre de otra ciudad.

Canivet, para salvar a Hipólito de la muerte, debe amputarle la pierna. Carlos se siente públicamente avergonzado, y cuando su incompetencia se pone de manifiesto, Emma vuelve a sentir desprecio y asco por él, y humillación por haberse casado con un hombre tan inútil, sin reconocer en absoluto su propio papel en el desastre. Emma siente entonces que sus intentos por amar a Carlos son inútiles y descubre que siente tanto desprecio por él como deseos de volver a entregarse a las aventuras del adulterio. Carlos intenta acercarse a ella en búsqueda de consuelo, pero Emma lo evade violentamente. Por la noche, vuelve a encontrarse con Rodolfo, con pasión renovada.

Capítulo XII

Emma ha perdido toda esperanza en su matrimonio y retoma su aventura con Rodolfo. Hastiada de Carlos, comienza a fantasear con la idea de escapar con él. Con el tiempo, estas fantasías se vuelven cada vez más realistas para ella, y comienza a hablar con Rodolfo de su deseo de dejar a Carlos. Pero Rodolfo se muestra poco receptivo, porque no quiere alentarla en tales pensamientos.

Mientras tanto, el comerciante y prestamista Lheureux ha empezado a aprovecharse de la debilidad de Emma por el lujo, animándola a hacer compras que ella no puede pagar. A través de Lheureux, Emma compra muchos regalos caros para Rodolfo, incluso mientras él comienza a desencantarse de ella y de su exagerado romanticismo.

A medida que aumenta su obsesión, el comportamiento de Emma se vuelve más descuidado, hasta que todo Yonville, excepto su marido, confirma las sospechas de romance. Incluso la madre de Carlos sospecha cuando la visita, lo que lleva a una pelea con Emma. Tratando de arreglar las cosas entre las dos mujeres de su vida, Carlos insta a Emma a disculparse con su madre, y ella accede. Enfadada y humillada, Emma pone en marcha planes formales para huir con Rodolfo y se los manifiesta: propone llevar con ella a su hija Berta y reunirse con Rodolfo en Ruán. Rodolfo alimenta la fantasía de Emma, haciéndole creer que está de acuerdo con ella, pero cuando abandona el jardín de ella por última vez, el lector ve que Rodolfo se espanta del disparate de Emma y se asegura a sí mismo que de ningún modo lo llevará adelante.

Análisis

Emma ha vuelto a su estado de tormento, luego de la partida de León. Sus padecimientos emocionales vuelven a dar lugar a padecimientos físicos, y el aspecto de Emma desmejora mucho. Su suegra, la madre de Carlos, la encuentra muy descuidada y le da a Carlos el consejo de darle una ocupación y alejarla de las lecturas peligrosas. En este punto, la novela vuelve a tratar uno de sus temas principales: el papel de la lectura en la vida de Emma y los alcances peligrosos que tiene sobre ella. Emma está insatisfecha con su vida en gran medida por estar atada a las fantasías y los ideales que leyó en los libros. Esas lecturas condicionan su manera de ver la realidad y la abandonan a la desilusión de no poder concretar la vida divertida y pasional que esos libros deparaban.

Los comicios agrícolas son un acontecimiento muy importante para los habitantes de Yonville. Flaubert retrata la felicidad de los campesinos con su estilo de vida, y destaca su dedicación al trabajo práctico. Catalina Leroux, por ejemplo, es todo lo contrario a Emma. Leroux ha trabajado en la misma granja durante más de cincuenta años y es una mujer tímida, tranquila y humilde. Por el contrario, Emma está muy disgustada con la vida en el campo y anhela algo más grande, más emocionante y más lujoso en la vida y en el amor.

La introducción de Rodolfo presagia el eventual desastre que ocurrirá más adelante en la novela. Rodolfo es muy diferente a León. Mientras León veía a Emma como un ejemplo inalcanzable e intimidante de perfección, Rodolfo la ve como una mujer más con quien entretenerse. León siente verdadero amor y un fuerte deseo por Emma, mientras que Rodolfo la ve como un objeto puramente sexual. Incluso, al principio, el romanticismo de Emma lo divierte y le genera curiosidad. León, por su parte, se niega a declarar su amor a Emma porque está casada, mientras que para Rodolfo el estado civil de Emma es un estímulo más a la hora de cortejarla, porque sabe que hay poco peligro de que pueda convertirse en un compromiso permanente. Rodolfo percibe la infelicidad de Emma y su afán por tener una aventura, por lo que calcula cuidadosamente y la manipula para conquistarla: “Con unas cuantas galanterías - estoy seguro de ello - se la conquista. Ello sería enternecedor y encantador… Sí; pero ¿cómo desembarazarse de ella después?” (167). En este punto, el lector conoce las verdaderas intenciones de Rodolfo con Emma, mientras que esta vive la ilusión de un verdadero amor.

La escena del primer intento de seducción de Rodolfo a Emma es muy irónica. Mientras él profesa su amor a Emma en el interior del Ayuntamiento vacío, un funcionario pronuncia un discurso sobre la moral pública. Para subrayar este contraste, la narración yuxtapone ambos discursos: pasa de describir la escena dentro del Ayuntamiento a describir el discurso que se pronuncia fuera. Todo el pueblo escucha atentamente al orador, mientras Emma y Rodolfo dan inicio a una relación fundamentalmente inmoral. Ese modo tan particular que adopta aquí la narración sirve para dejar en evidencia la falta de sinceridad de Rodolfo y burlar sus palabras de amor. Por ejemplo, cuando él le dice a Emma que la ama, en paralelo el funcionario le entrega a un granjero local un premio al mejor estiércol. A medida que avanza la escena, los parlamentos de Rodolfo y del funcionario comienzan a alternarse cada vez más vertiginosamente, al punto de que llegan a intercalarse frases sueltas, que dificultan al lector comprender quién está hablando.

La ironía sigue desempeñando un papel importante en el desarrollo de la relación entre Rodolfo y Emma. Carlos es quien insta a Emma a aceptar la invitación de Rodolfo para ir a montar a caballo, lo que sería una imprudencia si realmente entendiera las intenciones de aquel y el interés de su esposa. Carlos cree que la equitación ayudará a la salud de Emma, al obligarla a pasar más tiempo al aire libre y haciendo ejercicio. En efecto, es Carlos quien escribe a Rodolfo para pedirle que acompañe a Emma en la excursión a caballo. Emma, con miedo de caer en la tentación, intenta disuadir a Carlos diciéndole que la gente de Yonville verá críticamente ese paseo de Emma con otro hombre, pero Carlos dice que a él le importa más su salud. Aquí se presenta entonces un momento de gran ironía dramática, en la medida en que el lector sabe que Carlos está entregando a su mujer a un depredador sexual y, al hacerlo, está contribuyendo al adulterio de su mujer, que tanto lo humillará a él.

Mientras Emma cabalga junto a Rodolfo, Flaubert escribe con un lirismo extremo, que ayuda al lector a simpatizar con la situación. Emma está enamorada, pero sentimos simpatía por ella al saber irónicamente que simplemente está siendo manipulada. Aunque ella parece sentir verdadera pasión, sabemos que Rodolfo no es de fiar. Es fácil percibir que Emma está simplemente atrapada en su patrón de cortos y apasionados interludios románticos, y sabemos por sus anteriores intentos de amor religioso y maternal que rara vez es seria por mucho tiempo. Incluso si Rodolfo se enamorara de ella, ¿se quedaría realmente con él a largo plazo? Este problema ilustra la última falla en la relación de Emma y Rodolfo, y promete el trágico final de su romance de una manera u otra. En cualquier caso, sentimos simpatía por una mujer atrapada en una falsa sensación de amor y romance. El sufrimiento emocional de Emma simplemente se oculta por el momento.

A medida que avanza el romance de Emma con Rodolfo, el lector ya puede anticipar el inminente y trágico final de esa relación. A través de las interacciones de la pareja, observamos dramáticamente la ceguera y la ingenuidad de Emma, que se deja llevar por sus sentimientos, mientras Rodolfo sigue claramente interesado solamente en el placer sexual con ella. En esta sección, Emma vuelve a demostrar su incapacidad para conservar la alegría durante un periodo prolongado de tiempo. Una vez que la culpa por la aventura con Rodolfo se apodera de ella, se lanza nuevamente al sacrificio doloroso de renunciar a sus sentimientos por su amante y esforzarse por amar a su familia. Pero una vez más, sus intentos de amar a su marido y apoyarlo en su carrera son superficiales, y se quiebran fácilmente.

Como era de esperar, Carlos fracasa en la operación que le hace a Hipólito. Pero además, vuelve a mostrar su debilidad al dejarse convencer por Emma para realizar la operación, aun cuando él no confía en hacerlo. Emma deposita grandes esperanzas en el éxito de la operación, pues espera que de ese éxito se derivará la fama de Carlos y así ella podrá estar satisfecha de estar con un gran hombre. Sin embargo, la realidad a la que se enfrenta es muy distinta. Cuando Carlos debe ser reemplazado por Crivet, un médico “de renombre”, Emma, una vez más instalada en su perspectiva egoísta, es totalmente incapaz de sentir empatía por la humillación que siente su marido. En cambio, la humillación de él acrecienta la suya; está muy decepcionada y desilusionada con la prueba de mediocridad de Carlos y se reprocha “haberse imaginado que un tal hombre pudiera servir para alguna cosa, como si veinte veces no se hubiese ya percatado lo bastante de su ineptitud” (230). Emma, centrada en su propio orgullo, se preocupa por que “el ridículo por él alcanzado recaería también en lo sucesivo sobre ella” (230).

Se produce entonces en Emma un nuevo cambio de actitud, y así, todo el esfuerzo que venía haciendo por amar a su marido y olvidar a su amante, se convierten en todo lo contrario: “Todo lo de él sacábala de quicio en aquel momento: su rostro, su traje, lo que no decía, toda su persona, su existencia en fin. Arrepentíase, como de un crimen, de su pasada virtud, y lo que aún quedaba de ella deshacíase bajo furiosos golpes de su orgullo. Deleitábase con todas las perversas ironías del adulterio triunfante, y el recuerdo de su amante volvía a ella otra vez con atracciones de vértigo…” (231). Emma regresa así a su aventura con Rodolfo, esta vez de manera más impune.

El fracaso de la operación de Hipólito demuestra cómo el orgullo excesivo puede llevar a la destrucción. Homais, el clásico burgués sabelotodo de la literatura de Flaubert, proporciona la inspiración inicial para la operación, y luego Emma y el resto del pueblo alientan con orgullo el éxito de Carlos, avivados por el deseo de dar a Yonville una celebridad. Por supuesto, es ingenuo creer que un simple artículo periodístico puede proporcionar la formación suficiente para emprender con éxito una operación tan compleja. Como resultado, el mediocre médico y el excesivamente orgulloso Homais son responsables de la pérdida de la pierna de Hipólito. En lugar de ayudarlo, le provocan una intensa agonía. La intensa fama que Carlos y Homais logran, dura muy poco y su fracaso les causa mucha vergüenza. Por su parte, Hipólito nunca quiso ser operado y era feliz en su humildad, conformándose con su pierna imperfecta. Pero el orgullo de los demás lo convencen de que su felicidad solo puede alcanzarse si se deshace de esa deformidad.

Emma, por su parte, avanza de manera imprudente en su infidelidad con Rodolfo. Aunque vive una vida relativamente cómoda, no es capaz de reconocer lo lindo que hay en ella y, en cambio, se esfuerza por alcanzar la perfección. A medida que su vida transcurre, la infelicidad de Emma y su consiguiente comportamiento adúltero y deshonesto la envenenan. Al igual que Hipólito y el desenlace trágico al que lo lleva su deseo de tener piernas perfectas, Emma llevará a extremos imprudentes, hasta desastrosos, su afán de una vida perfecta.

Conforme su vida se entrelaza cada vez más con la de Rodolfo, Emma empieza a perder todo sentido de la moral. También desarrolla una obsesión aún mayor por las cosas superficiales. Se vuelve excesivamente vanidosa y cada vez más atrevida en su comportamiento, casi retando a Carlos a que la sorprenda con su amante. Atrapada en sus satisfacciones personales, Emma pone en peligro a su familia, sus finanzas y su vida mientras se sumerge en su aventura. La mamá de Carlos, al ver los estragos que la mujer está haciendo, vuelve a culpar a las lecturas de desviar la moral de Emma.

A medida que la audacia de Emma crece, también lo hace su adicción al lujo; de esta forma, compra muchos artículos finos y excesivamente caros a Lheureux. Ella no puede permitirse estas compras, las cuales tampoco son apropiadas para su casa ni para su estilo de vida. La novela desarrolla así la progresiva degeneración moral de Emma y su creciente endeudamiento.