Destrucción del ramo de novia (Símbolo)
Luego del baile en Vaubyessard, Emma entra en una profunda depresión porque esa experiencia le ha mostrado un mundo de riquezas del que ella querría formar parte, y que contrasta notablemente con su realidad. En este sentido, Emma siente que su vida es miserable y comienza a culpar a Carlos de ello, sintiendo arrepentimiento por haberse casado con un hombre tan inútil y humilde. En ese contexto, Emma se entera de que está embarazada, con lo cual siente que esa vida que añora se aleja aún más.
Una tarde, Emma se encuentra en un cajón su ramo de novia, aquel que lució durante su boda con Carlos. Ese ramo representa su unión con Carlos y, por lo tanto, simboliza el inicio de esa vida que, según ella, es tan miserable. Por eso es que decide prender fuego el ramo y observa con placer cómo se destruye: "Echó el ramo al fuego, donde prendió como la paja seca. A poco era como inflamado matorral sobre las cenizas y se consumía lentamente. Emma mirábalo arder" (92). La destrucción del símbolo de su amor por Carlos simboliza, a su vez, la destrucción de ese amor y compromiso hacia él. Será esta la antesala a los romances que Emma desplegará por fuera de su matrimonio.
Petaca verde del vizconde (Símbolo)
Al regresar del baile en el castillo, Emma se cruza con el coche del vizconde, del cual cae una petaca verde de seda, que Carlos se encarga de recoger. Más adelante, mientras Carlos no la ve, ella se guarda la petaca en un armario. En adelante, cuando Carlos no está en la casa, Emma saca de su escondite esa petaca para contemplarla y oler el perfume en ella. La petaca simboliza para Emma la vida de riqueza que ella añoraría vivir. Por eso la usa de motor para dar lugar a sus ensoñaciones y fantasías.
París (Símbolo)
Luego del baile en Vaubyessard, Emma fantasea con el vizconde, imaginándose a ella misma viviendo ese estilo de vida de riquezas y grandeza. En esas ensoñaciones, se pasa el día imaginando al vizconde caminando por las calles de París. Obsesionada con esa fantasía, se compra un mapa de París y se imagina recorridos por la ciudad y cómo sería su existencia si llevara ese estilo de vida sofisticado y grandioso. Así, París se vuelve para Emma un símbolo de la vida que desearía tener pero que, lamentablemente, resulta inalcanzable para ella.
Carta hecha pedazos (Símbolo)
Durante su primera estadía en Ruán, Emma escribe una carta a León en la que le anuncia que ella no puede tener un romance con él porque es una mujer casada. En su encuentro con él en la catedral, Emma le entrega esa carta, pero León no la lee en el momento. Enseguida, él la convence de subirse juntos a un carruaje. Allí, finalmente, Emma y León consuman su amor. El narrador no lo dice explícitamente, pero el modo en que construye la escena sugiere al lector que ese encuentro íntimo, a puertas cerradas, de la pareja, da lugar a que se produzca el encuentro sexual entre ellos.
En ese contexto, el narrador describe cómo una mano asoma por una ventanilla del carruaje y deja que el viento disperse los restos rotos de una carta. El lector comprende que se trata de la carta en que Emma rechazaba a León. Así, la ruptura de la carta y el descarte de esos restos por la ventana del carruaje simbolizan la unión entre Emma y León: se ha quebrado la resistencia de ella y su voluntad de preservar su matrimonio quedó hecha pedazos.
Mendigo ciego (Símbolo)
En sus viajes para visitar a León, a expensas de Carlos, Emma se encuentra siempre con el mismo mendigo ciego que intercepta su auto, pidiéndole una limosna y cantando una canción. Emma siente un terror irracional por ese hombre e intenta evitar cruzarse con él. Ese terror de Emma se debe a que el ciego simboliza para ella la pobreza y un estilo de vida miserable que se diferencia enormemente del destino de grandeza que ella quiere alcanzar. Así, el ciego aparece como un recordatorio de que la vida de Emma al lado de Carlos está más cerca de la humildad que de la riqueza.
Pero también el ciego representa algo más, que explica el horror que siente por él Emma. El ciego, interceptando cada viaje de Emma al adulterio, simboliza la ceguera de Emma, su incapacidad de ver la gravedad de los actos que ella está llevando a cabo y que la llevarán a ella y a su familia a la desgracia y la pobreza.
En efecto, el ciego será presagio del desenlace trágico de Emma, y eso se confirma cuando, en su lecho de muerte, Emma escucha al ciego cantar desde la calle, y comprende que su fin está próximo.