"El coche dio la vuelta a la plaza de la Universidad y recuerdo que el bello edificio me conmovió como un grave saludo de bienvenida" (14). (Símil)
La protagonista de la historia llega a la ciudad de Barcelona y se dirige hasta la casa en un coche que toma en la puerta de la estación de trenes. Está expectante por todo lo que cree que le espera vivir en esta nueva etapa de su vida que comienza y maravillada por la ciudad que ve a su alrededor, por eso, cuando ve frente a sí el edificio de la casa de estudios donde comenzará a cursar, se conmueve profundamente y compara esa vista con la sensación que le causaría un grave saludo de bienvenida. Esta sensación de saludo es más fuerte y significativa porque, justamente, como su tren ha llegado en un horario diferente del pautado, nadie le ha dado aún la bienvenida ni la ha saludado. En la visión de ese edificio se pueden percibir los sueños latentes y la emoción de la joven estudiante recién llegada.
"En el centro, como un túmulo funerario rodeado por dolientes seres -aquella doble fila de sillones destripados-, una cama turca cubierta por una manta negra, donde yo debía dormir" (17-18). (Símil y Metáfora)
La primera noche en la casa de Aribau, Andrea se siente profundamente angustiada y desgraciada. Está asustada y no le gusta lo que ve en el lugar, por lo que el léxico y sus impresiones se cargan de significados negativos vinculados con la muerte. Cuando la joven se está por acostar, mira a su alrededor, y en esa habitación que le han asignado, atestada de cosas por doquier, todo lo que ve le parece espantoso. En el centro del cuarto, se encuentra la cama turca en la que debe dormir; a su alrededor, sillones rotos. Entonces, describe a través de un símil: compara la cama con un túmulo funerario y a los sillones con dolientes seres que la rodean, es decir, la cama se le aparece como un sepulcro levantado sobre la tierra y los sillones como seres que lamentan la pérdida de aquel que está allí enterrado. Además, para intensificar lo horrible de la visión, personifica a los sillones y les asigna la metáfora de que tienen las tripas hacia afuera, con la que quiere decir que están rotos y desvencijados y que, de su interior, se escapan por la superficie los resortes.
"Fue su puerto de refugio la ciudad que a mí se me antojaba como palanca de mi vida" (20). (Metáfora y Símil)
La narradora se refiere aquí a la ciudad de Barcelona y qué significó antes para sus abuelos y qué significa ahora para ella. Está mirando una antigua foto en la que se ve a sus abuelos jóvenes, recién llegados y emplea la metáfora del puerto de refugio para referirse al significado que tuvo para ellos mudarse hace años a esa casa de la calle Aribau: encontraron una casa amplia, limpia y nueva en un lugar donde tendrían un trabajo seguro y metódico. En cambio, llegar a Barcelona ahora para ella lo compara con una palanca para su vida: su ilusión es la de poder proyectarse a partir de su estadía allí.
"No pude menos de pensar que tenía un singular aire de familia con los demás personajes de la casa; como ellos, presentaba un aspecto excéntrico y resultaba espiritualizado, como consumido por ayunos largos, por la falta de luz y quizá por las cavilaciones" (21). (Símil)
La narradora se refiere aquí al ruinoso gato de la casa de la calle Aribau. Compara su figura "despeluzada" con los habitantes de ese lugar, que, así, además, son animalizados por la narradora. Todo en aquella casa, tanto objetos como animales y personas, se encuentran en una situación decrépita.
"La ciudad, hija mía, es un infierno" (22). (Metáfora)
Esta frase la pronuncia Angustias en uno de los tantos discursos sobre moralidad que le da a su sobrina. Quiere alejarla del peligro que ve en la ciudad y la falta de moralidad que, según ella, impera en el ambiente de Barcelona. Por eso, ella, que es tan católica, apela a una imagen que tiene su contrapartida bíblica en el paraíso. Si la ciudad es un infierno, las tentaciones se presentan de diversas maneras y es imperante alejar a su sobrina de aquello. Cuando le da esta advertencia a Andrea, agrega, además, que "Toda prudencia en la conducta es poca, pues el diablo reviste formas tentadoras" (22-23).
"Tengo un asunto entre manos" (110). (Metáfora)
Cuando Ena le pide a Andrea que por un tiempo no la visite, le dice que no podrá atenderla por "tener un asunto entre manos". Esta es una metáfora que crea una imagen mental de alguien que entre sus manos tiene algo sobre lo que está trabajando de forma artesanal, como si se estuviera ocupando, con sus propias manos de hacer lo que ese asunto requiere. Ena se refiere, y todavía no lo sabemos cuando lo dice, al plan de venganza contra Román.
"Tener un asunto entre manos" tiene una acepción negativa, que se vincula también con el significado de lo que Ena quiere decir, porque se suele utilizar para mencionar que se está operando sobre alguna cuestión que es ilícita, indebida o sucia.