La serpiente (Símbolo)
Al interior de la tradición cristiana, la serpiente es el símbolo del pecado, y esta es la simbología que utiliza el Padre Arnall en su predicación durante el retiro de San Xavier. En el colegio de Clongowes, los jóvenes se encuentran reunidos para reflexionar y meditar en torno a sus acciones. Y en medio de esta predicación, el superior les presenta la imagen de Adán y Eva en el Paraíso, de donde fueron expulsados por caer en la tentación de realizar el único acto que Dios les había prohibido. En esta escena, se recupera el episodio bíblico en el que la serpiente le sugiere maliciosamente a Eva que tome la manzana del árbol, el fruto prohibido, y luego de probarlo se lo dé de probar también a Adán.
De este modo, la serpiente oficia de símbolo de la tentación. Es más, el religioso insiste en que se esconde al interior de cada uno de los estudiantes, como una voz que los lleva a obrar mal, desde el pecado, y que deben estar atentos a no dejarse arrastrar por ella. Stephen da cuenta de esto último cuando, luego del discurso del padre Arnall, se atormenta preguntándose por la naturaleza del pecado:
Los ojos ven la cosa, sin haber querido verla al principio. Luego, todo en un instante ocurre. Pero ¿esa parte del cuerpo entiende o qué? La serpiente, la más astuta de todas las bestias del campo. Tiene que entender cuando desea en un instante y luego prolonga su deseo instante tras instante, pecaminosamente (...) ¿Quién la hizo ser así, una parte bestial del cuerpo capaz de entender bestialmente y desear bestialmente? (p.168).
Las revelaciones (Motivo)
En ningún momento de toda la novela se menciona explícitamente el término “epifanía”. Sin embargo, es uno de los motivos centrales, no solo de este libro, sino de la obra completa de Joyce. En “El escritor argentino y la tradición”, Borges dice lo siguiente: “En el libro árabe por excelencia, en el Alcorán, no hay camellos; yo creo que si hubiera alguna duda sobre la autenticidad del Alcorán, bastaría esta ausencia de camellos para probar que es árabe” (2006: p.285). Algo similar ocurre con el motivo de la manifestación cuasi metafísica de la cualidad artística en la narrativa de Joyce: su presencia es tal que no hay necesidad de nombrarla, sino más bien de rodearla.
Si la literatura es, como dice Stephen en la novela, la capacidad de recrear la vida a través del arte, de lo que se ocupa en relación con la epifanía es de mostrarla en lugar de llamarla por su nombre. Stephen tiene, capítulo a capítulo, diversos asaltos de la percepción y la sensibilidad. Momentos en los que se revela una verdad, estética sobre todo, ante él. Su labor, como va descubriendo poco a poco, es la de registrar esos eventos y cómo lo atraviesan a él en particular, en tanto artista, para generar obra. La epifanía es ese momento fugaz de lucidez avasallante que el escritor debe atrapar y sublimar, en el caso de Stephen, en el poema. Esto puede suceder durante un episodio febril, como en el primer capítulo; ante el discurso de un sacerdote que impone terror, como en el tercero; o ante la presencia de una bella joven frente al mar, como es el caso del final del cuarto capítulo.
El infierno (Motivo)
El motivo del infierno es recurrente en Retrato del artista adolescente. En la primera parte, el infierno se asocia con la educación religiosa de Stephen. En el colegio aprende que el infierno es un lugar de castigo eterno para los que pecan. Este miedo al infierno se transforma en una fuerza poderosa en su vida y se convierte, entre otras cosas, en un obstáculo para explorar su sexualidad y sus ambiciones artísticas.
A medida que Stephen crece, comienza a cuestionar sus creencias religiosas. Llega a ver que el infierno no es un espacio literal, sino un estado mental. Se trata del sitio donde las personas están atrapadas por sus propios miedos y limitaciones y, de alguna manera, no pueden vivir una vida más genuina o verdadera.
En la última parte, Stephen rechaza su fe religiosa y elige convertirse en artista. Así, se da cuenta de que debe seguir su propio rumbo, incluso si este rumbo tiene tintes infernales.
La cena familiar (Motivo)
La “cena familiar" es un motivo narrativo bastante común, explotado tanto en la literatura como en el cine y el teatro. A menudo, la cena familiar se presenta como un escenario en el que se despliegan tensiones, conflictos y revelaciones latentes entre los parientes que afectan a los personajes y a la trama. En Retrato del artista adolescente, se utiliza como un recurso para desarrollar la trama y los personajes, sí, pero también para explorar temas como la familia, la identidad, la tradición y la cultura. La familia de Stephen en la cena navideña representa, en cierta manera y en versión reducida, a la comunidad irlandesa de la época, sus tensiones sociales y políticas del momento.
Generalmente, la cena familiar involucra discusiones, ya que en la pelea se revelan posiciones políticas o viejos rencores que traen información a la mesa. En el caso de la familia de Stephen, se presentan los roles de la tía Dante, que se doblega ante el poder eclesiástico cristiano, al punto de poner en duda si es más importante Irlanda o la sumisión al poder central eclesiástico británico, y, por otra parte, el padre de Stephen, el tío Charles y el Sr. Casey. Ellos, por su parte, opinan que la Iglesia está siendo servil a los intereses de los británicos. Estas dos posturas, condensadas en la cena familiar, representan dos opiniones contrapuestas populares en aquel tiempo en Irlanda.
El artista solitario (Motivo)
El arquetipo romántico del artista solitario es un motivo recurrente en la literatura en general, sobre todo a partir del siglo XVIII. Esta novela, en particular, se organiza en función de esta figura. A menudo, el arquetipo se asocia con una serie de características que incluyen una gran sensibilidad a la belleza y la naturaleza, amor por el conocimiento de las cosas, un fuerte sentido de individualidad y cierta necesidad de soledad a la hora de crear. Stephen encarna muchas de estas características y tiene, él mismo, una visión romántica del poeta aislado, introspectivo y quizá algo incomprendido por su entorno.
En la época moderna, el concepto del artista solitario adquirió una dimensión más individualista y romántica, y se alejó del misticismo en que estaba envuelto el artista en la Edad Media y el Renacimiento. Los poetas y escritores del siglo XIX se veían a sí mismos como seres dotados de una sensibilidad especial, capaces de captar la esencia del mundo y de expresarla en sus obras. Los escritores románticos que tanto gustan a Stephen, como Byron o Shelley, se presentan como seres rebeldes y marginados, que se apartan de la sociedad para buscar la verdad y la belleza. Es en esta dirección en la que se dirige el joven Dedalus: su aislamiento tiene que ver con una construcción de la figura del artista por la cual se encuentra completamente atravesado.
Stephen es un joven sensible e inteligente al que le gusta mucho la lectura y el aprendizaje, no solo de aquello que se imparte en la institución escolar o en casa, sino del funcionamiento del mundo en general. También es un niño profundamente religioso que, en un momento de su vida, cree que el arte puede emplearse para alabar a Dios.
Stephen siente que es diferente de los otros niños y que no puede expresarse libremente. Su soledad se profundiza cuando deja Irlanda para estudiar en París. Entonces cuestiona su fe y lucha por encontrar su lugar en el mundo, hasta que finalmente comprende que debe aceptar el aislamiento como parte de su vida. Así, el factor de que es un artista resulta indisociable, para él, del hecho de asumir un futuro de distancia con el resto de las personas. Solo así conseguirá desarrollar su capacidad de expresarse y contemplar bajo su propio lente el mundo.