El paso a la adultez
En muchos aspectos, Retrato del artista adolescente puede considerarse como una novela de iniciación o formación, género literario que retrata la transición de la niñez a la vida adulta. Este género tiene una larga tradición y se remonta a la Bildungsroman alemana, un tipo de novela que surge en Europa a comienzos del siglo XIX. El contenido de estas de obras suele girar en torno al desarrollo moral, psicológico y social de un adolescente que se encuentra en la dolorosa tarea de tener que descubrir su propia identidad en un mundo adulto en el que, muchas veces, no ve reflejados sus propios valores y sentimientos. En este sentido, y como bien sugiere el título de la obra, Retrato del artista adolescente pertenece completamente al género.
Al igual que la infancia, la adolescencia es una construcción cultural que tiene una base biológica evidente, pero que no es una etapa evolutiva natural, ni una fase fija y común en todas las sociedades y períodos históricos. El concepto moderno de adolescencia fue acuñado en 1904 por Stanley Hall, pero son las sociedades las que establecen los valores para esta etapa de la vida humana. El término se popularizó después de la Segunda Guerra Mundial y se refiere al periodo que conecta la niñez con la adultez. La adolescencia representa una fase de la vida donde se comienzan a explorar las posibilidades de quiénes podríamos ser en la edad adulta y cómo damos sentido a lo que nos rodea.
Stephen no solo va descubriendo, de forma desprejuiciada, en esta etapa, cómo es que funcionan las cosas a su alrededor, sino que, además, descubre que mucho de este funcionamiento no le agrada o no se ajusta a sus necesidades. Entra en conflicto entonces con su familia, especialmente con la figura de su padre, con su educación religiosa, con su masculinidad y con sus compañeros de clase y profesores. A su vez, su impulso por descubrir el mundo lo llevan a, entre otras cosas, cometer “el pecado de la carne” y sumirse en un tormento intenso. Vuelve al seno de su educación religiosa con redoblado fervor luego de confesarse. Esta tensión continúa a lo largo de su adolescencia hasta entrar en la juventud propiamente dicha.
Si bien Stephen es evidentemente un artista, por su sensibilidad y su creatividad, también está claro que se encuentra atravesando una etapa particular de la vida, en la cual malentiende los diálogos adultos, siente y se emociona de manera sobredimensionada, fantasea largas historias con las escenas más sutiles de la vida y se atormenta aún como un niño. Así, el narrador logra plasmar lo que implica esta etapa de crecimiento y formación de la personalidad a la vez que no deja de lado las particularidades de Stephen como artista.
La moral religiosa
La moral religiosa es uno de los temas centrales del texto. La idea de sacrificio y obediencia que subyace al tipo de educación cristiana que recibe Stephen en casa, en Clongowes y en Belvedere, es constantemente puesta en evidencia como un condicionante negativo de la creatividad artística de Stephen. A los tumbos entre la devoción extrema o la caída en el pecado carnal de forma compulsiva, Stephen irá formando su personalidad y desarrollando ideas sobre cómo vivir en el mundo siendo un artista y, a la vez, sintiendo una fe profunda. Si bien, por un lado, siente una conexión espiritual con aquello que lo rodea, por el otro, la rigidez de la moral religiosa encorseta su necesidad de experimentar el mundo.
Ya desde el primer capítulo, el narrador nos enfrenta a una cena navideña de la familia de Stephen. En ella, se encuentra la tía Dante, que funciona como un arquetipo reconocible de la penetración absoluta de la moral religiosa en las personas. La Iglesia irlandesa ha dado la espalda a sus revolucionarios nacionalistas y, sin embargo, a pesar de lamentarlo, la tía Dante profesa una confianza ciega en los popes de la Iglesia y condena a los gritos los comentarios críticos de Dedalus y el Sr. Casey hacia ellos: “¡Dios y la religión antes que nada! (...). Dios y la religión antes que el mundo” (p.57).
Como el fanatismo de la tía Dante, también es extremo el temor a la ira de Dios que siente Stephen. Así, el discurso detallado e hiperrealista del padre Arnall sobre el infierno es tan aterrador que doblega completamente de un día para el otro el comportamiento pecaminoso de Stephen. De este modo, podemos desprender del texto algo que no le es privativo: la moral religiosa se cimienta sobre una buena base de temor divino. Quizá sobre este punto es sobre el que más se hace hincapié en la novela para explicar el alejamiento de un joven artista de estos parámetros morales, vivenciados como una prisión para los sentidos y la percepción.
El descubrimiento de la vocación
En línea con el tema del paso a la adultez, el desarrollo de la conciencia de Stephen es especialmente interesante porque su evolución permite comprender la adquisición y el desarrollo de su vocación literaria, otro tema central en la obra. Las experiencias de Stephen muchas veces tienen que ver con lo que más adelante tomará la forma de su genio artístico: su obsesión con el lenguaje, su relación sensible, tensa y crítica con todo aquello que lo rodea (la religión, la familia, los compañeros de escuela o la cultura en general), y, en las últimas partes, el trabajo y sacrificio que debe hacer para llevar una vida volcada al arte.
En primer lugar, lo que encuentra el adolescente es una inquietud constante con respecto a su lugar en torno a los otros. Así, encuentra en su sensibilidad un diferencial, al igual que en su imaginación. La sensibilidad y la imaginación son dos aspectos de la conformación de la vocación artística en la edad temprana que el libro resalta por sobre otras características de la personalidad de Stephen. Ya desde su primera infancia, nos encontramos con asociaciones libres de ideas en el niño que resultan poéticas. La obra hace despliegue de su creatividad al componer una canción con una frase de su madre: “Los ojos arrancar, / Se va a disculpar” (p.22). Más entrada la pubertad, Stephen se encuentra intentando asimilar sus primeros sentimientos hacia una chica colocándose a sí mismo frente a la hoja en blanco con el objetivo de escribir un poema al respecto.
Pero no es solo en estos gestos que el narrador pone de relieve cómo se gesta una vocación artística, sino, como bien dijimos, enfocándose en su sensibilidad y su imaginación: el libre fluir de la conciencia o corriente de conciencia, como se llama al recurso narrativo de hilar los pensamientos de un personaje tal cual parecen presentarse en su mente, es muy utilizado por el narrador para mostrarnos lo especial que es la mente de Stephen. Así, lo que convierta a Stephen, finalmente, en un artista, será el vínculo entre todo aquello que lo hace un joven muy particular con el hecho de efectivamente tomar la decisión de entregarse a la escritura y trabajar en pos de su deseo. Este será un camino, sin dudas, repleto de obstáculos y adversidades.
La literatura
Retrato del artista adolescente les otorga un protagonismo supremo a la literatura y el lenguaje poético. Para Stephen, desde muy pequeño, la poesía es de gran importancia. De hecho, si bien suele dejar que lo maltraten compañeros y profesores, y siente una gran distancia con respecto a ellos, una fría indiferencia, no sucede esto cuando se meten con la poesía. Por la poesía, es capaz de enfrentarse a sus compañeros a los puños. Inclusive, en Belvedere recibe el maltrato físico de todo un grupo de compañeros, quienes lo amenazan con molerlo a palos si no admite que Byron es un mal poeta. En esa ocasión, Stephen logra zafarse sin tener que decir palabra alguna contra su ídolo.
La poesía ocupa ese lugar para Stephen porque lo sana en momentos de angustia y desesperación: es un espacio de resguardo y reparación. Ante la distancia que siente con su padre al verlo beber con sus “amigotes” (p.118), recita y repite para sí los versos de un fragmento de “A la luna” de Percy Shelley. La compañía de las palabras de este poeta lo hacen olvidar “su propio dolor humano e infructuoso” (p.119).
A lo largo de estos cinco capítulos, el lector se encuentra ante la representación, no solo de la formación de un artista en el nivel de las ideas, sino también en el nivel del lenguaje: la prosa poética del narrador, focalizado en Stephen, da cuenta de cómo hay una sofisticación progresiva de la palabra literaria. La materialidad del lenguaje está explicitada desde el principio, cuando el narrador reproduce los sonidos y primeras palabras de Stephen de bebé. A su vez, el relato culmina con el diario de Stephen, un joven que, finalmente, toma la voz.
Cabe mencionar que la centralidad del lenguaje poético se produce en la obra, no solo en cuento al contenido, sino también en la forma: mediante los recursos narrativos del fluir de la conciencia y el monólogo interior, el lector accede a los pensamientos del protagonista mediante una prosa que acompaña el fervor literario que domina al joven.
La soledad y el aislamiento
Con esta novela, Joyce se hace eco de una figura muy repetida a lo largo de la historia del arte, sobre todo a partir del siglo XVIII: la figura del artista incomprendido, alienado de su entorno social. Así, parte de lo que alimenta el aislamiento del artista, idealizado por momentos en el texto, es la carencia y la búsqueda constante de la pertenencia. Sobre todo, ello se revela en la primera juventud que es la adolescencia.
Así, a lo largo de la obra veremos el modo en que Stephen se siente aislado de su entorno. Nunca comparte con su familia la misma mirada sobre el mundo que los rodea, por lo cual se siente constantemente forzado a cumplir un papel en lugar de ser él mismo. Ello lo lleva, en suma, a sentirse solo en sus deseos, intereses y sentimientos.
En la escuela sucede algo similar. Stephen es rechazado, empujado a una zanja, vapuleado por los compañeros y golpeado por los profesores de manera injusta. Tanto en Clongowes como en el colegio Belvedere, el artista joven se encuentra distanciado de sus pares: “A veces se congregaba una fiebre dentro de él (...). Él no quería jugar. Él quería toparse en el mundo real con la imagen insustancial que su alma contemplaba tan constantemente” (p.85).
Sin embargo, esta incomprensión se revaloriza desde un primer momento, cuando se nos presenta a Stephen como un joven que abraza esa distancia y reconoce en ella un valor. Él no guarda rencor contra quienes lo hostigan, sino que más bien se encuentra siempre viendo más allá de los eventos inmediatos. La sensibilidad y la imaginación de Stephen se conjugan con esta distancia con el entorno. El texto parece decir que el aislamiento y el retiro son aquellas condiciones que hacen posible el trabajo del artista.
Así, el concepto de torre de marfil, históricamente asociado a la idea del poeta encerrado, lejos de la vida mundana, aparece revalorizado desde las primeras páginas de la novela. En principio, surge atado a los epítetos de la Virgen María, pero inmediatamente lo asocia a las manos frías y suaves de Eileen. Con el correr de los capítulos, Stephen va descubriendo, poco a poco, su gusto por la soledad, a pesar de sufrir por momentos la falta de un sentimiento de pertenencia con el entorno. Para él, el retiro, sea físico, mental o espiritual, es una de las condiciones básicas para la creación artística.
La política irlandesa
La política irlandesa es un tema fundamental en Retrato del artista adolescente. La obra se inscribe en el contexto del Renacimiento irlandés, un periodo de intensa agitación política y social. En esta novela, el narrador retrata la influencia de la política en la joven vida y desarrollo del protagonista, Stephen Dedalus, un artista adolescente que se siente algo ajeno tanto a su familia como a su patria.
Stephen es consciente de las tensiones políticas en su país y se siente atraído por el nacionalismo irlandés aunque, con el correr de los años y su mayor comprensión del asunto, cuestiona la efectividad del movimiento en su lucha por la independencia del dominio británico. El narrador presenta desde las primeras páginas a personajes políticos de gran relevancia en la época, tales como Charles Stewart Parnell, líder del movimiento autonomista, y los padres y tíos de Stephen, quienes representan posturas divergentes respecto a la política y el nacionalismo.
En una escena del segundo capítulo, el padre de Stephen le advierte que el banco, al que van a cobrar la beca y su premio por ensayo, solía ser el edificio del parlamento irlandés. El parlamento se había disuelto en 1801 y, según su padre, ya no había líderes irlandeses como los de aquellos tiempos. Tras ello, comienza a enumerar sus nombres uno por uno hasta aburrir a Stephen. A pesar de su deseo de mantenerse alejado de la política y de escenas como la anterior, en la que las palabras de su padre le resultan indiferentes, Stephen reflexiona constantemente sobre el lugar de Irlanda en el mundo. Llega a la conclusión de que los irlandeses siempre han sido un pueblo servil, que ha permitido que los de fuera los controlen.
La percepción que Stephen tiene del lugar subalterno que ocupa Irlanda tiene dos efectos en su desarrollo artístico. En primera instancia, parece decidido a escapar de los límites con los que han aceptado vivir sus antepasados irlandeses. Como vemos en su conversación con Davin, Stephen siente la necesidad urgente de salir de su herencia irlandesa y liberarse de la opresión que tradicionalmente ha asolado a su país. Pero, por otra parte, no todo es evasión: Stephen está decidido también a utilizar el arte para abogar por la autonomía de Irlanda.
El coraje
El coraje es un tema central que se vincula con la adolescencia como etapa de formación. En el caso de Retrato del artista adolescente, el coraje parece ser uno de los aprendizajes fundamentales y necesarios para entregarse al camino del arte.
En la novela, el padre Dolan representa la autoridad represiva en la escuela de Stephen, Conglowes. Cuando el padre Dolan lo castiga injustamente, Stephen decide tomar acción y enfrentar las injusticias que ha experimentado. Al denunciar al padre Dolan con el director, por primera vez se niega a aceptar conscientemente el abuso de poder y se atreve a enfrentar las represalias.
Lo mismo sucede ante los abusos físicos recibidos en Conglowes y, también, en su segunda escuela, Belvedere. A pesar de ser un adolescente vulnerable y estar en un entorno conservador y restrictivo, Stephen se anima a desafiar las normas establecidas y luchar por su propia visión de las cosas. Incluso sostiene esa lucha aunque se trate simplemente de salvar el honor del poeta Lord Byron ante los insultos de su compañero Heron, que solamente busca pelea.
El único momento en que Stephen parece temer es ante los discursos atemorizantes del padre Arnall, compuestos y seleccionados especialmente para aterrorizar a los jóvenes. Es solo en esa etapa de su crecimiento que abandona la literatura y la idea de ser un artista, por temor a perder su alma. Sin embargo, después de años de penitencia, cuando está a punto de dar el primer paso para convertirse en sacerdote, se da cuenta de que su camino es diametralmente opuesto a ese. Tras ello, y con mucho coraje, vira el curso de su vida en otra dirección, para entregarse de lleno a “las asechanzas del mundo” (p.192).