Resumen
El primer capítulo de la novela da cuenta, mediante la superposición de varias escenas aisladas, del crecimiento del protagonista desde su primera infancia. En la primera escena, Simon Dedalus le cuenta a su hijo pequeño, Stephen, nuestro protagonista, un cuento infantil sobre un “chiquito llamado bebé caramelo” (p.21) y una “vaca-muuu” (Ibid.). Luego, la narración plasma algunas de las impresiones auditivas y sensoriales de la primera infancia de Stephen: el frío de las sábanas, el olor de su madre, los aplausos de la tía Dante.
Más adelante, Stephen expresa su intención de casarse, cuando sea grande, con su vecina, la niña Eileen Vance, que es hija de protestantes. Su madre lo obliga a retractarse debido a esto último y Dante agrega que dice que si no se disculpa “van a venir las águilas y los ojos le van a arrancar” (p.22). Con esta frase, Stephen forma una canción en su imaginación.
La tía Dante tiene un cepillo verde y uno marrón, el verde es por Michael Davitt y el marrón por Charles Parnell, ambos nacionalistas irlandeses que fundaron la Liga Agraria y eran considerados líderes populares.
Luego, la historia se traslada a la experiencia escolar de Stephen en el Clongowes Wood College. Stephen observa a otros chicos jugar a la pelota, pero no participa. Algunos compañeros preguntan por su clase social y quieren saber si su padre es magistrado. En clase, Stephen se ve obligado a competir en un concurso académico en el que los equipos contrarios llevan insignias con rosas rojas o blancas —emblemas de las nobles familias York y Lancaster de la historia inglesa—. Stephen no obtiene buenos resultados para su equipo, pero no le importa. “Rosas blancas y rosas rojas: eran bellos colores en qué pensar” (p.28) se dice a sí mismo, y comienza a divagar sobre las flores y la posibilidad de que existan en algún lugar del mundo rosas verdes.
Stephen intenta estudiar, pero medita sobre sí mismo, Dios y el cosmos. Examina su propia dirección escrita en su libro de geografía, enumera escuela, ciudad, condado y país, en orden ascendente, hasta dar con “El Universo” (p.31). Se pregunta si los diferentes nombres de Dios en las distintas lenguas se refieren al mismo ser y concluye que, de hecho, todos los nombres son el mismo ser. Cuando suena la campana para las oraciones nocturnas, se dirige directamente a Dios. La oración del monitor de la capilla, escuchada anteriormente, contrasta con la plegaria que Stephen murmura en voz baja su familia. En una visión propia de un delirio febril, imagina un gran perro negro de ojos brillantes y un castillo muy antiguo.
Por la mañana, Fleming, compañero y amigo de Stephen, le pregunta si está bien, porque lo ve enfermo. Lo ayuda a volver a la cama. Entre delirios, escucha a sus compañeros deliberar: “Fue una maldad hacer eso, empujarlo a la zanja de la letrina” (p.37), dicen. Así nos enteramos de que Wells, un niño acosador de la escuela, ha empujado a Stephen, más temprano, al foso de la letrina. Luego, el mismo Well se acerca a él y le pregunta si va a delatarlo. Eso no sucederá, porque a Stephen su padre “le había dicho que, hiciera lo que hiciese, nunca soplara a un compañero” (Ibid.).
La fiebre le permite faltar a clase mientras se recupera en la enfermería, bajo los cuidados del amable y chistoso hermano Michael. Preocupado, se pregunta si morirá a causa de su enfermedad e imagina su propio funeral. Otro estudiante que está en la enfermería, Athy, le plantea a Stephen acertijos que no puede resolver. Stephen sueña y delira con volver a casa para recuperarse. Imagina que las olas del mar dialogan entre sí. También imagina un barco y al Hermano Michel que, en la proa, dice con la mano alzada: “¡Parnell! ¡Parnell! ¡Está muerto!” (p.44).
Análisis
Para comenzar este análisis, cabe mencionar algunas cuestiones con respecto a la traducción del título. En el original en inglés, A portrait of the artist as a young man, se deja constancia mediante el artículo a ("un", en inglés) de que esta es una versión posible del retrato de un artista adolescente. Además, cabe aclarar que la edad de un young man (“hombre joven”) no se circunscribe a lo que en español conocemos por adolescente, sino más bien el inicio de la madurez. Dicho esto, cabe señalar que en el libro se retrata, sobre todo, la pubertad y la adolescencia de Stephen, que culmina en sus primeros tiempos en la universidad. No se trata de un “artista adolescente”, para hablar con propiedad, sino de un artista que se descubre vocacionalmente cuando es adolescente; cuando todavía su vocación, su inclinación al arte, está en proceso de florecimiento y no es él aún plenamente consciente de ello.
El epígrafe que Joyce elige para el texto proviene de la Metamorfosis de Ovidio, “Et ignotas dimitti in artes” (“y a ignotas artes aplica su mente”, p.20). El verso siguiente, ausente en la cita, dice: “E innova la naturaleza”. En suma, el pasaje remite al mito griego de Dédalo, cuando este se dispone a fabricar un par de alas para poder escapar, con su hijo Ícaro, del Laberinto de Creta, donde los había encerrado el rey Minos. Dédalo fue, en la mitología griega, un arquitecto, escultor e inventor que encarnó el prototipo de artista multifacético, un hombre con una sensibilidad particular y un gran genio creativo. En línea con ello, el nombre de nuestro protagonista, Stephen Dedalus, es lo que comúnmente denominamos un “nombre significativo”. El nombre de pila, Stephen (“Esteban” en inglés) remite al primer mártir cristiano, San Esteban, quien murió lapidado por blasfemo al hablar del Hijo de Dios. Como veremos con el correr de las páginas, la rebeldía característica de ambos personajes vinculados al nombre del joven Stephen Dedalus funcionará como una especie de conjuro en su adolescencia.
Retrato del artista adolescente es calificada comúnmente como una novela de formación o de aprendizaje. Se trata de un tipo de relato que tomó forma definida en la literatura alemana del siglo XVIII, donde fue bautizada como Bildungsroman. El término deriva de las palabras alemanas bildung, que significa “educación” o “formación”, y roman, que significa “novela”. Se caracteriza, como el término sugiere, por relatar el desarrollo personal del protagonista, desde su juventud hasta su madurez.
Una de las primeras novelas que se considera una Bildungsroman es Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister de Johann Wolfgang von Goethe. La novela sigue la vida del joven Wilhelm Meister mientras aprende varias profesiones y se involucra en diferentes relaciones románticas, lo que lo lleva a una comprensión más profunda de sí mismo y del mundo que lo rodea. Otros ejemplos destacados de novelas de aprendizaje célebres son David Copperfield de Charles Dickens, Las aventuras de Huckleberry Finn de Mark Twain o Demian de Herman Hesse. En el caso de Retrato del artista adolescente, sucede que la escuela es una parte protagonista de la formación del joven, pero no la única. Como tantos otros relatos de iniciación, la formación académica o educación formal del protagonista, y todo lo que acontece en la institución escolar, es tan solo una parte del entramado del aprendizaje y transformación moral del protagonista.
Podemos encontrar en Retrato del artista adolescente algunos de los arquetipos de la bildungsroman. Un ejemplo clásico es la presencia del típico bully o “matón” adolescente, que en esta primera parte se encarna en la figura de Wells, quien empuja injustamente a Stephen a una zanja de agua. Cuando Stephen enferma por haber pasado largo tiempo mojado y con frío, Wells se amedrenta y le pide con un gesto no ser delatado; así se gana una pequeña simpatía por parte del lector. El arquetipo del compañero acosador, muchas veces mayor de edad, pero, sobre todo, de mayor tamaño que el protagonista, es una constante en este tipo de narraciones. Sin embargo, en el caso de Wells —y como veremos más adelante con el Padre Dolan, en principio también un arquetipo de profesor abusivo y autoritario— nos encontramos con que no todo es tan contrastivo y absoluto. Joyce no solo no compone a los villanos como tales y a los protagonistas como héroes. Además, las escenas de abuso y acoso no son más protagonistas en su formación que los viajes con su padre, las cenas familiares y su encuentro con la poesía o las prostitutas. Volveremos en otro momento sobre el motivo reiterado del infierno, pero estos pequeños “infiernos cotidianos” de su formación, como el acoso de Wells, son asimilados por Stephen al final del texto y asumidos como parte del mundo por explorar con aceptación.
Por otro lado, cabe mencionar que el narrador de Retrato del artista adolescente es un narrador en tercera persona omnisciente que se focaliza en la figura de Stephen. Esta focalización es profundamente introspectiva, para nada superficial o engañosa: mediante el discurso indirecto libre, el narrador representa los procesos mentales de Stephen, su asociación de ideas y el flujo de su conciencia. El discurso indirecto libre se identifica mediante marcas que no son propias del narrador. Esto resulta más que evidente en la primera parte, donde se retratan pensamientos e ideas del pequeño Stephen en su primera infancia:
Él era bebé caramelo. La vaca-muuu venía por el caminito donde vivía Betty Byrne: ella vendía trenzas de limón (...). Cuando uno moja la cama al principio está calentita después se pone fría. La madre ponía la sábana de hule. Tenía un olor raro (p.21).
Mediante este tipo de focalización, casi performativa, el narrador, si bien omnisciente, coloca al lector en el seno interior de Stephen, al punto de reproducir los pensamientos del bebé tal cual surgen en su mente. Cabe resaltar, en relación con este recurso, que es clave no confundir el discurso indirecto libre de este narrador omnisciente con técnicas como el monólogo interior (también llamado "flujo de conciencia", como se cultivaba en tiempos de Joyce). En este recurso particular, el narrador parafrasea el fluir de la conciencia del personaje en el cual se focaliza. Veremos a lo largo de toda la novela que, si el narrador es omnisciente y, por ende, se encuentra por fuera de la acción directa, la organización del relato está dada por el fluir de la mente de Stephen. Las escenas se interrumpen y atraviesan por sus recuerdos, de forma tal que el resultado no es en absoluto un relato lineal, tal como sucede en esta primera escena de Stephen bebé.
En este pasaje también podemos dar cuenta de algo que se mantendrá a lo largo del texto, pero que en estos años de la primera infancia de Stephen resulta evidente. Se trata de un trabajo minucioso con el lenguaje, pero que tiene en cuenta su materialidad, los sonidos que evoca y su forma. Por ejemplo, el nombre Dante, de la tía, es una deformación infantil del vocablo auntie, que no es otra cosa que “tía” o más bien, “tiíta”, en inglés. O también, la “vaca-muuu” (p.21) o la expresión “bebé-caramelo” (Ibid.) dan cuenta de lo apegado que está el narrador a los juegos del bebé con las palabras en esta etapa de incorporación de la lengua.
Por último, cabe recordar que esta primera parte del primer capítulo termina con la mención a la muerte de Parnell, uno de los más célebres revolucionarios nacionalistas irlandeses, si no el más célebre. En el apartado siguiente trabajaremos el vínculo entre el contexto político histórico de Joyce y de la novela y el relato que contiene.