Resumen
Capítulo 11: Om
Siddhartha sigue sufriendo por el abandono de su hijo. Los deseos, las pasiones y los caprichos de los "hombres niños" ya no le resultan absurdos. Por el contrario, le parecen comprensibles y dignos de estimación y respeto. Son actos y sentimientos llenos de vida. En ellos descubre a Brahma. Se da cuenta de que la única diferencia entre un sabio y los "hombres niños" es la conciencia del primero de la unidad de todo lo viviente. Se pregunta si este conocimiento es verdaderamente valioso o no.
Siddhartha tiene una nueva forma de entender la sabiduría, que es el objetivo final de su búsqueda. La sabiduría es “una disponibilidad del alma, un arte secreto que le permitía concebir en cualquier momento, en medio de la vida, la idea de la unidad, que le permitía sentir la unidad y respirarla” (pp.183-184).
Siddhartha piensa en ir a buscar a su hijo. Sin embargo, cuando atraviesa el río, nota que este se ríe de él. Al observarlo, ve reflejado su rostro y descubre el parecido con su padre. Entonces toma conciencia de que también su padre sufrió su partida y, ahora, la situación se repite. Más tarde, Siddhartha regresa a la cabaña y habla con Vasudeva acerca de su dolor.
Vasudeva lo escucha con mucha serenidad y Siddhartha percibe que el barquero ya no parece Vasudeva ni ningún ser humano, sino que es semejante a un Dios. Cuando termina de hablar, ambos se dirigen a escuchar el río. Siddhartha observa allí imágenes de toda su vida y escucha miles de voces, de alegría y de tristeza. Todas las voces se entremezclan y el protagonista advierte que, de la misma manera, se entremezclan el bien y el mal, y las metas, los deseos, los sufrimientos y los placeres de todas las personas. Entonces intuye que el mundo es similar a ese conjunto de voces.
Así logra percibir la Unidad, mientras escucha todas las voces simultáneas del río reducidas a una sola palabra, el Om, la Perfección. En ese momento deja de luchar contra el destino y de sufrir, y en su rostro se refleja la serenidad de quienes alcanzaron la iluminación. A partir de entonces, se entrega al flujo de la vida. Vasudeva nota que Siddhartha alcanzó la perfección, le dice que ha estado esperando ese momento por mucho tiempo y se retira en dirección a los bosques, irradiando luz.
Capítulo 12: Govinda
Govinda, quien aún conserva el afán de búsqueda de la iluminación, se dirige a visitar a un barquero que posee fama de sabio, sin saber que se trata de Siddhartha, y le pide consejos. Siddhartha le dice que quizás su búsqueda incesante es lo que le impide, precisamente, encontrar lo que busca, puesto que quien solo piensa en su objetivo se encuentra poseído por él y ya no es receptivo ni está abierto a ver otras cosas.
Más tarde Siddhartha le revela su identidad a Govinda y lo invita a dormir en su cabaña. Cuando su amigo le pregunta si desarrolló una doctrina, Siddhartha le recuerda que no cree en ellas, aunque sí tuvo varios maestros: Kamala, Kamaswami, los jugadores de dados, Gotama, el propio Govinda y, en especial, Vasudeva, a quien considera un ser perfecto, y el río.
Govinda insiste en que Siddhartha le transmita algunas ideas que lo ayuden a vivir mejor y él le explica, en primer lugar, que considera que la sabiduría no es comunicable. En segundo lugar, Siddhartha afirma que todo lo que se puede expresar en palabras es unilateral, es decir, que atañe solamente a un aspecto de las cosas. Por eso, lo que se expresa en palabras siempre es parcial. Explica, por ejemplo, que una acción nunca es del todo sansara o nirvana, y que un hombre nunca es del todo santo o pecador. Sin embargo, quienes intentan expresar ideas con palabras se ven obligados a usar términos que dividen al mundo.
Siddhartha también considera que todo lo que existe es bueno, es perfecto y es Brahma. Opina que el tiempo no existe y que cada persona contiene en sí toda la existencia: “cada pecado lleva en sí la gracia, en cada niño alienta ya el anciano, todo recién nacido contiene en sí la muerte, todo moribundo, la vida eterna” (pp.199-200). Para él, todas las cosas coexisten en simultáneo, y por eso ama todo lo que existe, incluso una piedra.
Por último, Siddhartha repite que las palabras y las ideas carecen de importancia para él, lo mismo que la diferencia entre verdad y apariencia, y concluye que el amor es lo más importante que existe. Govinda objeta la idea de amor de Siddhartha, y recuerda las palabras de Gotama, quien había prohibido atar el corazón “con el amor hacia las cosas terrenales” (p.205). Encuentra extrañas las ideas de Siddhartha. Sin embargo, en su forma de andar, en su respiración, en sus ojos y en su frente, observa una similitud con Gotama, y le parece estar ante la presencia de un santo.
Al despedirse, Siddhartha le dice a su amigo que bese su frente. Al hacerlo, Govinda percibe simultáneamente la multiplicidad de fenómenos de la existencia. Entonces logra apreciar “la unidad sobre el fluir de las formas” (p.210) y alcanza la iluminación. Antes de partir, se inclina hacia Siddhartha con un profundo sentimiento de amor y veneración.
Análisis
En el capítulo 11 (“Om”), Siddhartha finalmente alcanza el nirvana. Previamente, descubre que no es tan diferente al resto de las personas, como había creído, y observa a sus semejantes con menos altivez: “ya no los sentía tan lejanos como antes: los comprendía, comprendía y compartía su existencia no guiada por ideas u opiniones, sino exclusivamente por instintos y deseos, y se sentía uno de ellos” (p.182). Él sufre principalmente por el distanciamiento de su hijo, y aprende a identificarse con las otras personas al empatizar con su sufrimiento.
Por otro lado, Siddhartha comprende que la sabiduría, el objetivo final de su búsqueda, es “una disponibilidad del alma, una capacidad, un arte secreto que le permitía concebir en cualquier momento, en medio de la vida, la idea de la unidad, que le permitía sentir la unidad y respirarla” (pp.183-184). La sabiduría, según él, es una forma de vivir, de aceptar y de valorar todos los aspectos de la existencia como válidos e importantes.
También podemos observar que el protagonista no puede acceder a esa sabiduría por medio del pensamiento abstracto ni de las palabras; necesita, en cambio, el entorno natural, la realidad palpable del río, para poder percibir la unidad de todo lo que existe. En primer lugar, al observar el río, Siddhartha se da cuenta de que debe aceptar el sufrimiento como parte de la unidad de la vida. Los ecos de ansiedad y sufrimiento se escuchan por todas partes en el río, pero unidos a ellos también hay “voces de alegría y pesadumbre, voces buenas y malas, que reían y lloraban, cientos de voces, miles de voces” (p.189). Entonces advierte que una perspectiva centrada exclusivamente en el dolor o en la alegría ignora la totalidad, “la gran canción de las mil voces” (p.190), que es la unidad del ser, lo divino.
Esta comprensión lleva finalmente al protagonista a alcanzar el nirvana: "su Yo se había fundido en la Unidad" (p.191). Es interesante notar que la transformación se manifiesta en su aspecto físico. Su semblante da cuenta de ella más que cualquier palabra. En el mismo sentido, también los rasgos físicos de Gotama eran más elocuentes que sus palabras (ver Capítulo 3). En este caso, Vasudeva reconoce la iluminación de su amigo “cuando miró los ojos de Siddhartha y vio que brillaban con la serenidad de la sabiduría” (p.191).
El capítulo final (“Govinda”) funciona como una recapitulación de las lecciones que el protagonista aprendió. Govinda, como señalamos anteriormente, se presenta al final de cada período de la vida de Siddhartha. En esta oportunidad, le pide a su amigo que le explique su doctrina. Además, el regreso de Govinda al final de la novela ayuda a enfatizar el cambio que ha experimentado Siddhartha desde que dejó a su amigo al final de la primera parte y contrastar el progreso espiritual de ambos, lo que valida el camino por el que optó el protagonista.
Siddhartha, a pesar de que desconfía de la posibilidad de transmitir sabiduría con palabras, le ofrece a su amigo cinco lecciones. La primera es que, paradójicamente, buscar una meta puede ser un obstáculo para alcanzarla. Como dice Siddhartha, “quizá (…) a fuerza de buscar ya no encuentras” (p.194). Siddhartha explica esta paradoja: "Cuando alguien busca (…) suele ocurrir que sus ojos solo ven aquello que anda buscando, y ya no logra encontrar nada ni se vuelve receptivo a nada porque solo piensa en lo que busca (…). Al perseguir tu objetivo no ves muchas cosas que tienes a la vista" (p.195). En efecto, el hecho de que Govinda no reconozca a Siddhartha en dos ocasiones en esta novela confirma que es poco receptivo y que no puede ver las cosas que tiene a la vista. La receptividad es entonces una condición necesaria para alcanzar la sabiduría.
La segunda lección de Siddhartha es que, mientras que el saber es comunicable, la sabiduría no lo es. Nadie puede transmitirla. Eso es lo que Siddhartha intuye desde joven, y esa es la razón que lo aleja de los maestros. Así, si bien afirma que hubo maestros que lo ayudaron (Kamala, Kamaswami, algunos jugadores de dados, incluso Govinda, y, sobre todo, el río y Vasudeva, pp.196-197), el hecho de que haya alcanzado la iluminación por su propio camino confirma su teoría.
La tercera lección de Siddhartha es que las palabras son engañosas. Él lo expresa con esta paradoja: “lo contrario de toda verdad es también verdadero” (p.198). Esto quiere decir es que las palabras dividen, señalan las cosas diciendo: esto es esto y no otra cosa. A eso se refiere cuando señala que lo que puede expresarse con palabras “es todo unilateral” (p.198), o sea, las palabras atañen solamente a una parte o a un aspecto de las cosas, pero no a su totalidad. El ejemplo que da a continuación sirve para aclarar su idea: "Cuando el sublime Gotama hablaba del mundo en sus prédicas, tenía que dividirlo en sansara y en nirvana, en ilusión y en verdad, en sufrimiento y en liberación (…). Pero el mundo en sí mismo, lo que existe a nuestro alrededor y dentro de nosotros mismos, nunca es unilateral. Nunca un hombre o una acción cualquiera es del todo sansara o del todo nirvana" (p.198). El problema, entonces, para comunicar ideas radica en el lenguaje mismo, en su ineficacia para expresar ideas y conceptos que no sean parciales.
La cuarta lección de Siddhartha es que el tiempo es una ilusión. De igual modo, la distancia que parece mediar entre el estado actual de todo lo que existe y lo que llegará a ser o lo que fue también es una ilusión. En el presente están contenidos todos los momentos: "cada pecado lleva en sí la gracia, en cada niño alienta el anciano, todo recién nacido contiene en sí la muerte, todo moribundo, la vida eterna" (pp.199-200).
Él explica que la meditación profunda le dio la posibilidad de “ver simultáneamente toda la vida pasada, presente y venidera (...)" (p.200). De esto concluye que "todo es bueno, todo es perfecto, todo es Brahma” (p.200). Además, Siddhartha puede comprobar por su propia experiencia que, para alcanzar la perfección, fue necesario previamente quebrantar sus principios morales: “He experimentado en cuerpo y alma que me hacían falta el pecado, la concupiscencia, el afán de lucro, la vanidad y la más ignominiosa de las vanidades para aprender a vencer mi resistencia, para aprender a amar al mundo (…)” (p.200).
La quinta lección de Siddhartha es ética y se deriva de su creencia de que todo lo que existe es bueno: amar y respetar todo. Siddhartha toma como ejemplo una piedra: “es una piedra, dentro de un tiempo quizás sea tierra, y esa tierra se convierta en planta, animal o ser humano” (p.201). Sin embargo, él no la ama por lo que llegará a ser: “la amo y la respeto no porque algún día pueda llegar a ser esto o lo otro, sino porque es y ha sido siempre todo” (p.201). Más tarde agrega: “El amor, Govinda, me parece la cosa más importante que existe” (p.204).
Govinda piensa que esta última lección de Siddhartha contradice la enseñanza de Gotama, quien "prohibió atar nuestro corazón con el amor hacia las cosas terrenales" (p.205). Sin embargo, Siddhartha le demuestra que el mismo Gotama amó a los seres humanos, como puede deducirse de sus actos: “amó tanto a los hombres que dedicó toda una vida larga y fatigosa a la tarea exclusiva de ayudarlos e instruirlos” (p.205). Consecuentemente con sus ideas, Siddhartha elige los actos y no las palabras de Gotama: "También en él, en tu gran maestro, prefiero las cosas a las palabras; su vida y sus hechos me parecen más importantes que sus discursos; los gestos de su mano, más importante que sus opiniones. No en su palabra ni en su pensamiento veo su grandeza, sino en sus obras, en su vida" (p.205). Además, así como la mirada de Siddhartha revela su sabiduría, en la mirada de Govinda se “lee” el sufrimiento: “El sufrimiento y eterna búsqueda se leían en su mirada, el sufrimiento del que nunca encuentra” (p.207).
La imposibilidad de enseñar con palabras se hace evidente en la experiencia de Govinda, a quien le resultan confusas las palabras de su amigo y no puede encontrar en ellas el camino hacia la iluminación. Cuando, al final de la novela, Govinda besa la frente de Siddhartha y experimenta el nirvana, no hay en efecto una transferencia del conocimiento de manera ortodoxa, sino que se trata más bien de una revelación o una epifanía. De la misma manera, esta novela, constituida como está por palabras, puede ser un medio para transmitir enseñanzas, conceptos de iluminación y sabiduría, pero no puede dar acceso a ellos. El final de la novela invita al lector a seguir su propio camino en la búsqueda de autorrealización.