Siddhartha

Siddhartha Resumen y Análisis Segunda parte, Capítulos 9-10

Resumen

Capítulo 9: El barquero

Siddhartha escucha su voz interior, que le indica que aprenda de las aguas del río. Él intuye que quien logre comprenderlas también entenderá todos los misterios. En ese momento, observa que el agua del río fluye sin cesar y, a la vez, está siempre en el mismo lugar. No entiende qué secreto oculta ese hecho, pero siente inquietud por saberlo.

Siddhartha le pide al barquero que lo cruce al otro lado del río. Es el mismo barquero que lo cruzó años atrás. Su nombre es Vasudeva. Siddhartha le dice que no tiene dinero para pagarle, igual que la vez anterior, pero le ofrece su vestimenta en forma de pago. Además, le pide quedarse con él y ser su aprendiz. Vasudeva lo acepta. En la cabaña de Vasudeva, Siddhartha le cuenta su historia y el barquero lo escucha como pocas personas saben hacerlo, con mucha atención, sin elogiarlo ni censurarlo. Vasudeva aprendió esta habilidad del río. Él se da cuenta de que Siddhartha también escuchó al río, y le anticipa que aprenderá muchas cosas de él.

Siddhartha se convierte en barquero. Al observar el río, que está al mismo tiempo en su origen y en su desembocadura, concluye que, para este, no existe más que el tiempo presente. Entonces piensa que su propia vida también es como el río, y sus vivencias de niño y de adulto, e incluso sus encarnaciones anteriores, son parte de la misma esencia. Además, sostiene que el río contiene todas las voces de la creación y que, cuando pronuncia todas juntas, se oye el sagrado Om.

La sonrisa de Siddhartha comienza a parecerse cada vez más a la de Vasudeva, radiante e inundada de alegría, parecida igualmente a la sonrisa de un niño y a la de un anciano. Muchas veces, por la noche, los ancianos se sientan a escuchar el río, que para ellos es “la voz de la vida” (p.153). Muchos viajeros se sienten atraídos al contemplar el rostro de alguno de los barqueros y, en ocasiones, le cuentan a alguno de ellos su historia personal y le piden consejos. Algunas de las personas del pueblo creen que Siddhartha y Vasudeva son sabios, brujos o santos.

Siddhartha permanece muchos años junto a Vasudeva. Un día, numerosos monjes y peregrinos atraviesan el río para ir a ver a Gotama, quien está próximo a morir. Entre ellos se encuentra Kamala y su pequeño hijo, Siddhartha. Ellos se detienen a descansar y a Kamala la muerde una serpiente. Entonces, ambos corren en busca de ayuda y se encuentran con Vasudeva, quien los lleva a su cabaña. Siddhartha los reconoce y cuida de Kamala en sus últimas horas. Aunque había deseado contemplar a Gotama, en el instante previo a morir ella siente que ver a Siddhartha es una experiencia igualmente satisfactoria.

Capítulo 10: El hijo

El hijo de Siddhartha está acostumbrado a los lujos y a la abundancia que poseía en la ciudad y no logra adaptarse a la vida humilde que lleva su padre. A veces, el joven los maltrata a él y a Vasudeva y se muestra hosco y sombrío. Siddhartha se da cuenta de que su hijo no le trae paz ni felicidad, sino preocupaciones, pero igualmente prefiere estar a su lado.

Vasudeva le aconseja a Siddhartha que lleve al niño de vuelta a la ciudad, donde los sirvientes que viven en la casa de Kamala podrían criarlo. Además, le sugiere que debería liberarlo, para que inicie su propio camino. Siddhartha teme que, de esta manera, su hijo se pierda entre los placeres mundanos, como le ocurrió a él.

También Siddhartha advierte que ama a otro ser humano de una manera en que antes no podía hacerlo. Esta era la diferencia que lo separaba de los "hombres niños", y ahora se siente uno más de ellos. Es capaz de cometer locuras por amor y esta pasión, aunque sufre a causa de ella, lo hace sentir dichoso y renovado. Se da cuenta, además, de que este es un sentimiento muy humano que pertenece al sansara. Lo considera valioso y cree que vale la pena experimentarlo.

Un día, el hijo de Siddhartha se enfurece con él, le dice que lo odia y que no lo considera su padre. Al día siguiente, muy temprano, se escapa de la cabaña. Cuando Siddhartha y Vasudeva se despiertan, notan que el niño no está y que les robó su dinero.

Siddhartha atraviesa el bosque para buscarlo y llega hasta la ciudad. Ya no quiere retener a su hijo, pero desea verlo una vez más. Como no lo consigue, permanece afligido mucho tiempo en la puerta de la ciudad. Allí pronuncia mentalmente el sonido Om, hasta que Vasudeva lo despierta del letargo en el que estaba sumido. Ambos regresan a su cabaña, sin hablar acerca de lo sucedido.

Análisis

En el capítulo 9 (“El barquero”) se presenta el nuevo escenario donde transcurrirá gran parte del final de la novela: el río. Curiosamente, aunque Siddhartha se opone a las enseñanzas que provienen de maestros, siente un gran interés por aprender del río. Este proceso de aprendizaje se pone de manifiesto al comienzo del capítulo: “Quien lograra comprender aquellas aguas y sus misterios -así le pareció- entendería también muchas otras cosas, muchos misterios, todos los misterios” (p.144). Las enseñanzas del río se harán más explícitas a medida que avanza el capítulo.

El encuentro entre Siddhartha y Vasudeva le permite al protagonista recapitular la historia de su vida. Vasudeva es el mismo barquero que cruzó a Siddhartha a la otra orilla cuando este se separó de Govinda y de Gotama y emprendió su camino a la ciudad. Este nuevo encuentro muestra la circularidad de la obra.

Vasudeva se expresa poco a través de palabras. Esto contrasta con la multitud de “voces” del río: “¿Verdad, amigo, que el río tiene muchas, muchísimas voces?” (p.152). Además, en este capítulo se pone en contraste la incapacidad de las palabras y las personas para enseñar a través de ellas, por un lado, y la capacidad que posee el río de transmitir enseñanzas. Cuando Siddhartha pregunta sobre las “otras cosas” que aprenderá del río, Vasudeva explica su incapacidad para transmitirle ciertos conocimientos: “Mira, yo no soy ningún sabio, no sé hablar ni tampoco pensar. Solo sé escuchar y ser piadoso: es todo lo que he aprendido. Si pudiera decir y enseñar esas «otras cosas», tal vez sería un sabio; pero no soy más que un barquero (…)” (p.149). Vasudeva no puede transmitir lo que el río enseña porque ese conocimiento es imposible de transmitir con palabras.

Finalmente, Siddhartha identifica al río con Brahma, porque su sonido representa las voces de todo el universo. Como afirma Vasudeva, “Todas las voces de la creación se hallan contenidas en la suya” (p.152). Además, como explica Vasudeva, para el río no existe el tiempo; existe solamente en el presente, por eso es intemporal, como Brahma: "El río está a la vez en todas partes, en su origen y en su desembocadura, en la cascada, alrededor de la barca, en los rápidos, en el mar, en la montaña, en todas partes simultáneamente, y para él no existe más que el presente, sin la menor sombra del pasado o del futuro" (p.151).

Siddhartha concluye que, a semejanza del río, “Las encarnaciones anteriores de Siddhartha tampoco eran un pasado, como su muerte y su retorno a Brahma no serán ningún futuro. Nada ha sido ni será; todo es, todo tiene una esencia y un presente” (p.151).

Además, Siddhartha y Vasudeva pueden escuchar en el conjunto de los sonidos del río el mantra "Om", que se identifica con el universo en su totalidad. Por eso Siddhartha, cuando medita junto al río, comienza a apreciar la unidad de todas las cosas como nunca antes lo había conseguido. Esta unidad ya no es el pensamiento abstracto de un brahmán o un samana; es una realidad palpable, la del río. Desde entonces, la paz de lo intemporal, de Brahma, la paz de la que disfruta Vasudeva, comienza a envolver también a Siddhartha.

En consecuencia, algunas personas del pueblo comienzan a comparar a estos barqueros con sabios o con santos. Esto permite establecer una nueva comparación con Buda. Además, en el momento en que Siddhartha empieza a experimentar la paz que tanto anhelaba, llegan noticias de aquel ser iluminado, quien está próximo a morir. La yuxtaposición de estos eventos enfatiza la semejanza entre Siddhartha y Buda. Además, esta semejanza se acentúa cuando Kamala, mirando los ojos de Siddhartha, recuerda “que su intención había sido peregrinar hasta donde Gotama para contemplar el rostro de un Ser perfecto y respirar su paz, pero en lugar de Buda se había encontrado con Siddhartha, lo cual estaba bien, tan bien como si hubiera visto a Gotama” (pp.160-161).

En el Capítulo 10 (“El hijo”), la aparición de su hijo representa el encuentro de Siddhartha con una versión más joven y tempestuosa de sí mismo. Esta semejanza se ve reforzada por el hecho de que al joven se lo denomina, ya desde el capítulo precedente, "pequeño Siddhartha" (p.156). Siddhartha observa en su hijo la misma fuerza juvenil que él poseía, la que lo condujo a vivir una vida mundana y, finalmente, casi al suicidio. Por eso él quiere compartir su sabiduría y evitar que su hijo experimente su mismo sufrimiento. Sin embargo, su incapacidad para conseguirlo corrobora la convicción que él ha alcanzado previamente: todos deben seguir su propio camino, y es valorable que así sea, incluso, si eso conlleva serias dificultades. Además, también a Siddhartha, cuando era joven, le habían enseñado la futilidad de una vida materialista y, sin embargo, fue necesario que la experimentara para que apreciara la enseñanza.

La aparición del hijo de Siddhartha es importante, además, porque le permite al protagonista experimentar el único aspecto de la vida mundana que le había resultado inaccesible: amar a otras personas. Él solo puede experimentar este sentimiento después de renunciar a todas los otros aspectos de la vida mundana. Esto es un indicio de la singularidad del amor entre los demás sentimientos.

Siddhartha reconoce que el amor que siente es "sansara" y, en última instancia, lo distraerá y entristecerá, como lo hicieron antes los juegos de azar y las comidas. A pesar de esto, aprecia la importancia que posee este sentimiento. Y como este sentimiento parece brotar de lo más profundo de su ser, Siddhartha considera que debe escucharlo y guiarse por él: "Se daba perfecta cuenta de que este amor, este ciego amor por su hijo era una auténtica pasión, algo muy humano que pertenecía al sansara (…). Sin embargo, a la vez era consciente de que dicho amor no carecía de valor: era algo necesario, provenía de su propio ser" (pp.172-173).

Este descubrimiento representa el último obstáculo que supera Siddhartha en el camino hacia el nirvana. Finalmente, la huida de su hijo a través del río y hacia la ciudad muestra la similitud entre ambos, ya que Siddhartha también hizo ese mismo viaje previamente. Además, los flashbacks del protagonista en su acercamiento a la ciudad enfatizan esta semejanza, que se completará, en el próximo capítulo, cuando recuerde que también él abandonó a su padre mucho tiempo atrás.