Trafalgar

Trafalgar Metáforas y Símiles

“Yo me figuraba que las escuadras se batían unas con otras [...] como dos guapos que se citan fuera de puertas para darse de navajazos” (12) (Símil)

Esta frase se vincula con la ingenuidad del niño Gabriel y su carencia de conocimientos sobre las cuestiones políticas del momento. En 1796, España y Francia firman el Tratado de San Ildefonso, en el que acuerdan mantener una política militar de forma conjunta en contra de Reino Unido. Debido a esto, se enfrentan las tropas en varias oportunidades frente a las costas de Cádiz, lugar natal del protagonista y el escenario de estos conflictos marítimos. Gabriel, que es un niño, desconoce todo esto y sostiene que, en aquel momento, cree que no existen motivos políticos que ocasionen las batallas, sino que se trata de conflictos comparables con los duelos entre dos hombres tras las puertas de un bar; es decir, “pura y simplemente porque les daba la gana o con objeto de probar su valor” (12).

“Como se comunica el fuego de una mecha a otra que está cercana, así el entusiasmo que irradió el ojo de Marcial encendió los dos, ya por la edad amortiguados, de mi buen amo” (27) (Símil)

El narrador da cuenta, mediante la utilización de un símil que compara el modo en que el fuego de una vela enciende otras, con la forma en la que se contagia el entusiasmo entre Marcial y don Alonso, dos ancianos retirados que quieren participar del combate. El único ojo de Marcial y los dos ya cansados de Alonso brillan y comunican su alegría al pensar en la posibilidad de estar nuevamente embarcados.

Este símil se vuelve recurrente a lo largo de la novela, ya que lo vuelve a emplear el narrador en el capítulo 11, para referirse a la forma en la que comienza la batalla: “Como si unos navíos se lo comunicaran a los otros, cual piezas pirotécnicas enlazadas por una mecha común, el fuego se corrió desde el Santa Ana hasta los dos extremos de la línea” (92).

“Don Alonso, que en presencia de su digna esposa era manso como un cordero, buscaba pretextos y alegaba toda clase de razones para convencerla” (36) (Símil)

Doña Francisca se niega rotundamente a que su esposo, reservista de la Armada, participe en el combate que se está planificando. A pesar de que don Alonso es presentado por el narrador como un hombre con mucha experiencia y carácter, se evidencia también que es sumiso ante las recriminaciones de su esposa. En este pasaje, para dar cuenta de su carácter frente a ella, el narrador utiliza un símil que lo compara con un cordero dócil que intenta convencerla dando rodeos y argumentos, sin lograr imponer su voluntad.

“Ella se llegó a mí furiosa, y sin previo aviso me descargó en la popa la andanada de su mano derecha con tan buena puntería, que me hizo ver las estrellas” (39-40) (Metáforas)

Aquí, el narrador cuenta qué le sucede cuando su ama llega de la iglesia y lo encuentra jugando a la guerra. Como vemos, no abandona el lenguaje naval y utiliza una serie de metáforas para describir la forma en la que doña Francisca lo castiga físicamente: dice que le pegó (“descargó”) en el trasero (“en la popa”) una cantidad de golpes (“andanadas”) certeros (“con buena puntería”). Para manifestar la sensación posterior que siente, emplea otra metáfora y sostiene que, con los golpes, “ve las estrellas”; es decir, queda mareado y confundido.

“El capullo se convertía en rosa” (43) (Metáforas)

En este pasaje, el narrador está dando cuenta de la evolución que advierte en la corporalidad y en las actitudes de Rosita, la hija de don Alonso y doña Francisca, de quien está enamorado. Cuando termina la enumeración de los cambios de la muchacha, enuncia esta frase, que constituye una metáfora para referirse al crecimiento y la maduración de la joven. De niña, es como un capullo: lindo, pero joven, aún cerrado y sin experiencia; de grande, como una rosa: hermosa, en todo su esplendor. Es significativo, además, que el nombre de la joven sea, justamente, Rosa.

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