Resumen
Capítulo 16
Cuando Gabriel recupera la conciencia, perdida después de haber quedado solo junto a Marcial en el Rayo, nota que está a salvo, en la playa, rodeado de hombres que lo miran. Lo llevan a una casa cercana, donde una anciana lo cuida y le da bebida y calor junto al fuego. Se entera entonces de que Marcial está muerto y a él lo ha salvado la tripulación de otra balandra. También descubre de que no hay noticias de los Malespina y que el Santa Ana ha llegado a Cádiz satisfactoriamente, por lo que decide ponerse en camino para reunirse con su amo.
Después de dos días empleados en recobrar fuerzas, el 27 de octubre emprende el camino hacia Cádiz acompañando por un marinero. Este le dice que ya no participará en más batallas, porque están mal pagas y el riesgo es mucho. Además, le cuenta sobre lo ocurrido en el Bahama, buque comandado por Alcalá Galiano, a quien el hombre admira profundamente por su valentía, su rigor y su inteligencia. Le dice que Alcalá sabía, desde el primer movimiento de Villeneuve, que el combate se perdería, y le da noticias sobre la forma en la que muere. Por último, le da una noticia que entristece al muchacho: le dice que el joven Malespina está muerto; no así su padre, que logra llegar con vida y del que escucha una historia con las exageraciones acostumbradas del señor José María sobre su heroísmo.
Al llegar a Cádiz, el panorama es desolador. Una multitud se congrega en el muelle para reconocer a los heridos y enterarse de la suerte corrida por sus seres queridos. Las escenas de alegría, al enterarse de la presencia con vida de un familiar, se mezclan con las de la mayoría, de la más profunda tristeza. Todos son muy solidarios y atienden a los heridos, tanto a los propios como a los enemigos. Esta generosidad luego es consignada luego por Collingwood en sus memorias.
Allí, Gabriel toma noticia del destino de las otras embarcaciones y se entera de que los franceses cuentan con tantas bajas como los españoles y que Villeneuve fue llevado prisionero a Gibraltar. La mancha que cargan ellos está relacionada con la deshonrosa actuación de los cuatro navíos que se retiraron sin entrar en fuego. Las consecuencias de la guerra son más devastadoras para España que para Francia: Napoleón triunfa en Europa central y manda a los periódicos franceses a no hablar del asunto de Trafalgar.
Capítulo 17
Gabriel llega a la casa de doña Flora, quien al verlo lo abraza con alegría. También está su amo allí, que agradece a Dios el volver a tener noticias del muchacho. Francisca, su esposa, se adelanta para preguntarle por Rafael Malespina. Gabriel se queda sin voz, pero al ver a Rosita con ademán angustiado, rompe en llanto. Rosita comprende y cae desmayada.
La familia de Malespina está allí también, así que toda la casa se llena de sollozos. Hasta que, quince minutos más tarde, ingresa a la casa vociferando alegremente don José María Malespina. Les cuenta a todos que Rafael está vivo y fuera de peligro, en Sanlúcar, recuperándose en casa de unos conocidos, por lo que todo se colma de alegría. Los amos de Gabriel lo regañan por el susto ocasionado, y José María lo reta y acusa de embustero. Sin embargo, el joven luego se entera, al llegar a Sanlúcar, que José María había inventado una historia que lo ponía en un lugar heroico a costa de mentir que su hijo estaba muerto. Al llegar a Cádiz, relata la historia a todos los que están allí. Si bien pronto se conoce la verdad, todavía no lo sabía el muchacho que se le cuenta a Gabriel de buena fe.
Pasado esto, don Alonso cae en un estado de fuerte melancolía por la pérdida de su amigo Marcial y por la derrota. A pesar de verlo abatido, su esposa no cede en las reprimendas por haberse escapado del hogar para participar de la contienda. Ella reprocha las conductas de Villeneuve y Gravina, por su egoísmo, imprudencia y por no haber hecho caso a las objeciones de Churruca y Alcalá Galiano. En aquel momento, a Gabriel esas opiniones le parecen un desacato a la honra nacional. Sin embargo, con el tiempo él también opinará lo mismo: “Gravian no debió haber cedido a la exigencia de Villeneuve” (156). Tras escuchar las palabras de la esposa, don Alonso comienza a rezar. El narrador dice que no hace más que eso hasta el día de su muerte, un largo tiempo después.
Dos meses después de la derrota, Rosita contrae matrimonio con Rafael Malespina, en Véjer de la Frontera, y se muda con él a Medina-Sidonia. Francisca ordena a Gabriel, quien se encuentra muy triste por el casamiento de quien está enamorado, que viaje al día siguiente de la boda Medina-Sidonia para ponerse al servicio de los desposados. Gabriel lo hace, pero, al llegar, parado en el patio del nuevo hogar, recuerda los antiguos días de juego con Rosita y la felicidad de los nuevos esposos le parece un insulto a su soledad. La voz de Rosita lo saca de sus ensoñaciones y siente el impulso de salir corriendo de allí.
Decide irse a Cádiz para trasladarse desde allí a Madrid. Así lo hace, a pesar de los intentos de doña Flora por que se quede con ella. La novela termina aquí, con el narrador prometiendo el relato de nuevas aventuras.
Análisis
Después de las experiencias traumáticas y reveladoras, Gabriel regresa al hogar. Como los personajes de las bildungsroman o novelas de aprendizaje tradicionales, el joven regresa cuando las experiencias de vida lo han nutrido y da muestras de progreso y desarrollo personal. Su vida ha comenzado como la de un pícaro, pero, luego, su voluntad reflexiva y curiosa, y sus ganas de aprender lo han convertido en un ser con ideas propias.
El camino de regreso lo hace acompañado por un marinero, alguien que ha atravesado los mismos horrores de la guerra. Como en otros momentos de la novela, el narrador se puede enterar, gracias al diálogo, de sucesos que pasan a formar parte de sus memorias.
En este caso, se entera de un hecho que no le resulta grato: la muerte de Malespina hijo. Sin embargo, esto termina resultando una mentira inventada por el padre que, por cierto, compromete la integridad del protagonista ante sus amos. El personaje de José María Malespina conserva así los rasgos caricaturescos hasta el final de la obra, al mostrarse como un ser tan ruin como para inventar la muerte del propio hijo, y así conseguir loas por su grandeza. Esto nos habla de aquello ya criticado por el narrador en otro capítulo: la búsqueda del beneficio propio y no del colectivo, una de las falencias que ve el protagonista en la sociedad y que es uno de los motivos por los que las naciones perpetúan los horrores de la guerra.
Estos horrores no terminan cuando las batallas finalizan. De esto se hace eco el protagonista al ingresar en la ciudad de Cádiz y constatar que allí las escenas terribles se prolongan en la búsqueda de los seres queridos. Sin embargo, también rescata una conducta que califica como honrosa del pueblo: “Jamás vecindario alguno ha tomado con tanto empeño el auxilio de los heridos, no distinguiendo entre nacionales y enemigos, antes bien, equiparando a todos bajo el amplio pabellón de la caridad” (150). Esta conducta del pueblo de Cádiz, mencionada también en los libros de historia, es cercana a la utopía que Gabriel tiene al pronunciar su alegato antibelicista: la de la hermandad de los pueblos y la ausencia de conflicto. Esos gaditanos no levantan la bandera de una nación, sino que, de acuerdo con lo que postula el narrador, se colocan todos bajo la bandera de la caridad, símbolo de la fraternidad.
En Cádiz, el narrador tiene la oportunidad de conocer el destino de los otros barcos y esta ocasión le sirve para reiterar el desagrado general hacia la conducta de Villeneuve y de Napoleón. Al mismo tiempo, le sirve para fijar una posición en contra de la alianza con Francia que tanto le cuesta en vidas humanas y en lo económico a la nación española. El narrador da cuenta de que la aliada, “la orgullosa Francia, no pagó tan caro como España las consecuencias de aquella guerra. Si perdía lo más florido de su marina, en tierra alcanzaba en aquellos mismos días ruidosos triunfos” (151). Napoleón resulta como los gobernantes a los que Gabriel critica: interesados siempre solo en su propio beneficio y usando al pueblo para lograrlo.
Tras perder la batalla y a su amigo y compañero de aventuras, Alonso queda sumido en la soledad, la angustia y el consuelo religioso para sobrepasar la melancolía por tiempos mejores que ya no lo acompañarán. La crítica ha coincidido en enfatizar la profunda influencia que la obra cervantina tiene en esta obra. Aquí, una vez más, el personaje de Alonso se parece al Quijote, dado que comparten el mismo triste fin: ambos, deprimidos y ya sin aventuras en las que embarcarse, se recluyen en el interior del hogar y en la misericordia cristiana hasta que les llega la hora final. A diferencia del Quijote, sin embargo, Alonso pasa largo tiempo en ese estado.
Por otro lado, tanto Alonso como Marcial, los entusiastas de la guerra, representan una España decrépita, que ya no existe cuando el texto se publica. Gabriel, en cambio, representa, con su juventud, su entusiasmo y su reflexión profunda de los hechos, la posibilidad de futuro de esa España. La batalla de Trafalgar es el episodio que abre la primera serie de los Episodios nacionales porque le permite presentar a Benito Pérez Galdós el fin de una época. Como el narrador, que para contar un hecho debe remontarse al principio para que el lector entienda sus motivos, así, quizás, sucede con esta obra: el autor empieza por este episodio para, luego, poder explicar la situación en la que se encuentran al comienzo de la guerra de la Independencia Española.
El final de esta novela histórica devuelve al lector de lleno al ámbito ficcional. Inesperadamente, una novela que tiene un argumento que, se sabe desde el comienzo, termina mal para los protagonistas, retoma el hilo folletinesco y sentimental para cerrarse con el final feliz que supone una boda por amor. Si bien para Gabriel esta situación representa algo doloroso, se sobrepone rápidamente y decide tomar el timón de su propia vida, e irse a Madrid.
Al final, el narrador se despide de una manera que también recupera su carácter folletinesco porque promete una continuación de sus aventuras y sus aprendizajes. Gabriel, sabemos, ha progresado, ha madurado y se ha transformado, primero en un hombre y luego en un anciano. Esto lo comprobamos porque a los ochenta y dos años se presenta como un experto contador de historias.