Resumen
Capítulo 1
La novela se abre con un narrador en primera persona que se dispone a relatar una terrible catástrofe de la marina nacional: la derrota de la armada española en la batalla de Trafalgar de 1805, en las costas de Cádiz. El narrador es un hombre de ochenta y dos años llamado Gabriel que participó de joven en la mencionada batalla.
Gabriel nace en el barrio de La Viña, en Cádiz, España, en 1791. Sus primeros recuerdos, a la edad de seis años, están ya asociados al mar y a una derrota naval muy comentada en la época de su infancia: el combate del cabo de San Vicente, ocurrido en 1797. De niño pasa sus días jugando a la guerra con naves de juguete y nadando en la Caleta, una ensenada pequeña, con otros chiquillos tan pobres como él. Se avergüenza de algunas de acciones viles que realizó para conseguir dinero y comida en aquella época, en la que llega a robar fruta en el mercado.
Huérfano de padre, Gabriel es criado por su madre, una mujer afectuosa, religiosa y muy trabajadora, que vive de lavar y coser ropa de marineros. En una ocasión, el niño enferma de fiebre amarilla y su madre ofrenda un exvoto en la catedral, lugar al que asiste para orar por la salud de su pequeño. La mujer tiene un hermano que es marinero, rudo y de muy mal carácter. El hombre insulta a su hermana y golpea a su sobrino cada vez que regresa borracho. Lamentablemente, la madre de Gabriel enferma y fallece joven, por lo que el niño queda bajo el cuidado tutelar de su odioso tío. Como los maltratos del hombre hacia el niño se multiplican, escapa del hogar.
El joven termina en Medina-Sidonia, donde, tras huir de una taberna para no ser reclutado en una leva por unos soldados, conoce, entre sollozos y súplicas, a quienes serán sus amos: don Alonso Gutiérrez de Cisniega, un capitán de navío retirado, y su esposa, doña Francisca, quienes se apiadan de él y lo llevan a vivir con ellos a Vejer de la Frontera, un pueblo situado a cincuenta y seis kilómetros de Cádiz. Esta pareja de ancianos es muy buena con el muchacho y le da el puesto de paje de don Alonso para que lo acompañe en sus paseos diarios, puesto que el hombre tiene inválido el brazo derecho y dificultades en una de sus piernas.
La batalla de Trafalgar se produce en el año 1805: Gabriel, que ya tiene catorce años, lleva cuatro viviendo con esta buena gente. El narrador anuncia que ahora, ya anciano, tiene planeado dedicar sus últimos años a narrar su juventud y sus participaciones en diversos hitos de la guerra de la Independencia.
Capítulo 2
Uno de los primeros días de octubre de 1805, don Alonso le pregunta a Gabriel si es un hombre de valor. El joven, lleno de orgullo a pesar de no haber participado nunca en una situación valerosa, contesta firmemente que sí. Entonces, cuando su amo le está por realizar una proposición importante, irrumpe en el despacho su esposa y le niega rotundamente la posibilidad de que se una a la escuadra para participar en la próxima batalla naval. El hombre ha sido convocado mediante carta por Churruca, un renombrado marino español, para asistir a la escuadra combinada que debe embarcar en Cádiz con el objetivo de provocar el combate con los ingleses o repeler su ataque desde la bahía.
Doña Francisca le dice que ya no está para ello: tiene setenta años, se encuentra retirado del servicio y tiene problemas físicos, fruto de la participación en otro conflicto armado. Irónicamente, nombra a los ‘destacados’ marinos que estarán allí; no necesitan a su viejo marido. Ella culpa a Marcial, un marinero amigo del esposo, por influir en sus desatinadas decisiones, pero, por otro lado, a los intereses estratégicos de Napoleón Bonaparte, de quien se mofa. Además, en medio de un encendido discurso antibélico, le recuerda a su esposo las malas experiencias pasadas en diferentes batallas e incursiones en tierras lejanas, así como lo mal recompensado que este ha sido por el rey. Él insiste y alega que quiere cobrarles una deuda pendiente a los ingleses: la invalidez de su pierna y su brazo heridos en el combate del cabo de San Vicente.
Don Alonso le dice que llevará a Gabriel con él, quien asiente conforme, aunque con miedo de que Francisca vea su entusiasmo. Fuera del cuarto, Marcial, un viejo mareante, aguarda para ingresar. Al parecer, ha oído parte de la conversación, por lo que, deseoso de participar en ella, ingresa.
Capítulo 3
Antes de continuar con el relato de los hechos, el narrador se dispone a dar cuenta de la historia de los tres adultos que lo rodean.
En primer lugar, se detiene en su amo, don Alonso, perteneciente a una antigua familia de Vejer de la Frontera. El hombre, tras cursar la carrera naval, realiza una larga trayectoria en la marina. Además de participar en la expedición al estrecho de Magallanes, se distingue honrosamente en conflictos armados en La Habana, en 1748; en Argel, en 1775; en Gibraltar, en 1782; en Tolón, 1793. Su gloriosa carrera concluye, sin embargo, con un fracaso, cuando lleva el mando del navío Mejicano, uno de los que debe rendirse en el combate del cabo de San Vicente, en 1797. Después de aquello, deprimido y herido, se retira del servicio. Un pensamiento lo acompaña y obsesiona desde entonces: qué habría sucedido si el comandante de aquel trágico combate hubiera ordenado otra maniobra. Después de ocho años de lamentos por lo sucedido, su ánimo se levanta al recibir la convocatoria para formar parte de la escuadra combinada que va a luchar contra los ingleses.
Doña Francisca, esposa de don Alonso durante cincuenta años, es una mujer de origen noble, religiosa, caritativa y discreta. El narrador sostiene que es una persona excelente que, sin embargo, tiene muy mal temperamento. Asigna esto a los disgustos ocasionados por la profesión de su esposo: ella se manifiesta explícitamente en contra de los conflictos armados. Ambos tienen una hija llamada Rosita.
Por último, Marcial, el marinero, es un íntimo amigo y compañero de don Alonso y un ser odiado por doña Francisca. Marcial, contramaestre en barcos de guerra durante cuarenta años, recibe el apodo de “Medio-hombre”, dado que le falta una pierna, un brazo y un ojo. De acuerdo con el narrador, es un hombre que por su aspecto impone risa o respeto, una de dos. Se trata de un hombre muy propenso a charlar, viejo, alto, con múltiples cicatrices en el rostro, voz ronca y tez morena y curtida. Su historial como marinero lo coloca en la navegación de muchísimas e históricas naves. Además de participar en las campañas con don Alonso, participa en la expedición a la Martinica, la acción de Finisterre, el combate en el estrecho de Gibraltar, en 1801, y el del cabo de Santa María, en 1805: todos eventos desgraciados para la armada española. A los sesenta y seis años se retira del servicio debido a la cantidad de sus heridas de guerra. Tiene una hija, casada con un antiguo criado de la casa de don Alonso, que le da un nieto, al que el hombre cuida con esmero, siendo un buen abuelo. Como sucede con su amigo, la llegada de la carta hace que renazca su entusiasmo.
Análisis
Trafalgar (1873) es la cuarta novela publicada por Benito Pérez Galdós y la primera de la monumental colección de obras conocida como Episodios nacionales. En esta colección, compuesta por cuarenta y seis obras divididas en cinco series, el autor se propone contar la historia del siglo XIX español a través de la literatura. Trafalgar es la que inicia la primera serie de los Episodios y también la obra más conocida y leída de esta colección. Esta primera serie tiene como personaje y narrador recurrente a Gabriel de Araceli, cuyo apellido el lector no conoce hasta Napoleón en Chamartín (1874), el quinto episodio. La primera serie tiene como objeto narrar los eventos vinculados con la guerra de la Independencia española, también conocida como la ‘guerra de los Seis Años’, ocurrida entre 1808 y 1814. Esta guerra se establece entre españoles y franceses. Los españoles, con la ayuda de las fuerzas aliadas de Reino Unido y Portugal, buscan terminar con la ocupación francesa liderada por el francés Napoleón Bonaparte y la intención de este de instalar en el trono español a José Bonaparte, su hermano. Al concluir la guerra, tras la derrota de Francia, España restablece su monarquía.
Sin embargo, Trafalgar se sitúa temporalmente unos años antes, en 1805, y el evento histórico en el que focaliza la acción es, en efecto, la batalla de Trafalgar. En esta contienda, España y Francia son todavía fuerzas aliadas y combaten contra las fuerzas británicas. Como la guerra de la Independencia, los hechos acaecidos en Trafalgar se enmarcan en el contexto de las guerras napoleónicas: una serie de conflictos bélicos en los que el emperador francés intenta imponer su dominio sobre Europa, y las diferentes naciones realizan alianzas estratégicas para terminar con él. En este caso, se da en el marco de la tercera coalición, en la que las potencias aliadas opositoras a Napoleón son las de Reino Unido, Austria, Rusia, Nápoles y Suecia. Aquí, España se encuentra en alianza con Francia después de haber firmado una serie de tratados, como el de San Ildefonso (1796) y Aranjuez (1800). Con su firma, se compromete a mantener una política militar conjunta, poner a disposición su armada y contribuir económicamente a las guerras libradas por Napoleón contra el Reino Unido. Por ello, el 21 de octubre de 1805, y a pesar de las controversias que genera esta batalla entre los oficiales españoles, las marinas de aliados y británicos se enfrentan. El resultado es la victoria británica, que asegura su dominio marino. Esta novela constituye el punto de partida de la serie sobre la guerra de la Independencia, quizás, porque el autor ve en los resultados de esa batalla, trágicos para España, el inicio de ciertos males que influyen en la subsiguiente debilitación naval y económica de su nación, así como también el hartazgo de ciertos españoles con las decisiones impuestas desde Francia. Por otra parte, el hecho focalizado se distancia del momento de publicación por tan solo siete décadas, por lo que resulta cercano aún para los españoles de 1873 y, por tanto, verosímil el hecho de que sea recordado por quienes protagonizaron los hechos y aún se encuentran con vida en aquel momento.
Se trata, entonces, de una novela histórica. Este género, que tiene sus raíces en el Romanticismo, se caracteriza por narrar hechos ficcionales ubicados en un contexto histórico real que tiene importancia en el desarrollo de la acción. Es decir, pertenecen a este género las novelas que reflejan situaciones históricas pasadas y las entrelazan con las intrigas y el desarrollo propuesto por la ficción. No se trata, de ninguna manera, de textos de historia, sino de textos literarios que se nutren de la historia y que la comunican de otra manera: hay dos planos narrativos, el de la ficción y el de la historia, que funcionan a la par y producen algo nuevo en el ámbito de la literatura. Incluso, los hechos históricos, por momentos, pasan a un segundo plano, porque ya son conocidos por los lectores, que se intrigan por la trama ficcional. Para lograr ser fiel a los hechos históricos elegidos, dado que las novelas de esta colección tienen también como objetivo un propósito didáctico y una representación de la vida española, el autor se prepara con ahínco y estudia, viaja por el país y, además, conoce en Santander a un tal Galán, un hombre octogenario que participa en la batalla como grumete a bordo del Santísima Trinidad y le cuenta su impresión de los hechos. En él se inspira para la creación de esta novela.
La novela se nutre, además, de otros géneros narrativos. Tiene una impronta folletinesca, debido a que, si bien cada novela de los Episodios es independiente, cada una de ellas funciona en una serie de diez obras con personajes y motivos recurrentes; además, se publican a un ritmo bastante acelerado y hay ciertos pasajes en los que se exacerba el sentimiento. Tiene, también, ciertos rasgos que la relacionan con la épica, dado que hay un fuerte sentido y búsqueda de heroísmo en los personajes que forman parte de las tropas. A partir de la parodia implícita de situaciones que protagonizan ciertos personajes centrales, se puede vincular, como veremos más adelante, con El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (1605), de Miguel de Cervantes Saavedra, novela ejemplar en el uso de este procedimiento literario. Son patentes, desde el inicio de la obra, las alusiones a la picaresca y a obras emblema del género, como la anónima La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades (1554), o la Historia de la vida del Buscón, llamado don Pablos; ejemplo de vagamundos y espejo de tacaños (1626), de Francisco de Quevedo. La picaresca es un género literario que surge a mediados del siglo XVI en España. Experimenta su momento de auge, justamente, durante el Siglo de Oro español, en los siglos XVI y XVII. En las obras de este tipo, el protagonista es un pícaro, un muchacho de clase baja que narra en primera persona las travesuras y engaños que realiza y aprende a lo largo de su vida para lograr su supervivencia en un medio hostil. Con este género se satirizan las instituciones españolas de la época, como la iglesia y las vinculadas con la justicia, dado que se muestra su decadencia a través de la corrupción de sus integrantes. Además, Trafalgar presenta un acercamiento a la novela de aprendizaje, dado que el protagonista, pícaro al principio, no se comporta como tal durante toda la novela, sino que adquiere conocimientos que hacen que evolucione su pensamiento y, realmente, mejore su condición social y progrese como persona.
Al mismo tiempo, Trafalgar adopta la forma de las memorias, dado que el narrador y protagonista, Gabriel, se dispone a contar hechos atravesados durante su vida pasada en primera persona. En ningún momento de esta novela el narrador da su apellido, pero sabemos que su nombre completo es Gabriel de Araceli porque, como personaje recurrente, esto se constata en otra de las novelas de los Episodios. Resulta llamativa la responsabilidad narrativa de este personaje porque, en este tipo de novelas históricas, el narrador suele ser una persona de una clase social acomodada, que no es el caso de Gabriel, como él mismo se encarga de aclarar desde el inicio de su relato: “Yo nací en Cádiz, y en el famoso barrio de La Viña que no es hoy, ni menos era entonces, academia de buenas costumbres” (9).
Los cruces con la picaresca comienzan desde la primera línea del texto, en la que anuncia que, antes de contar los terribles hechos acontecidos, deberá remontarse a su infancia para que el lector entienda cómo es que él logra estar en ese escenario histórico. Este inicio se asemeja al de El Lazarillo de Tormes, quien debe relatar un caso según le ha sido solicitado, pero, en lugar de ir directamente a la narración y explicación de ese hecho, justifica que comienza por su nacimiento para que el lector comprenda mejor su historia. En la primera página, además, hay una alusión directa al Buscón, de Quevedo, aunque, inmediatamente intenta no quedar anclado a esa imagen pícara y anticipa su evolución: “Doy principio, pues, a mi historia como Pablos, el buscón de Segovia: afortunadamente Dios ha querido que en esto sólo nos parezcamos” (9). Gabriel se parece a un personaje pícaro en varios aspectos de su vida: es un adulto que realiza una narración autobiográfica sobre su difícil pasar en la infancia, cuando termina siendo un niño huérfano que pasa necesidades económicas, aprende a robar, recibe golpes de quien debe cuidarlo y termina huyendo de la tutela de la persona que lo maltrata. Hay, además, en esta primera página, una mención a la ausencia de un linaje noble y, en esa frase se cifra, tal vez, una alusión al Quijote, como si se fuera anunciando algo que se desarrollará en los capítulos siguientes.
La vida de Gabriel parece destinada, desde su infancia, al mundo naval. Y esto no se debe solo a los juegos que lo entretienen de pequeño, los cuales consisten en simular la guerra con naves de juguete. Sus primeros recuerdos están relacionados con el combate del cabo de San Vicente, batalla que prefigura la que más adelante experimentará en carne propia. Cabe mencionar que en la novela no se exponen los datos históricos, sino solo el nombre del combate. Esto puede deberse a que el autor espera que los lectores puedan hacer la conexión o que quiere sugerir la conexión entre hechos sin mencionarla de manera directa. Aquí reponemos el contexto: en el marco del Tratado de San Ildefonso, un acuerdo firmado en 1796 entre Francia y España para llevar adelante una política militar conjunta en contra del Reino Unido, se produce este combate en el que participa el buque Santísima Trinidad, que tendrá un lugar crucial en la vida de Gabriel. En ese combate, la escuadra española es derrotada, como sucede en la batalla de Trafalgar, y quien está al mando de las tropas inglesas es el almirante Nelson, algo que también ocurre en Trafalgar.
A pesar de ser años de grandes combates navales y de vivir en Cádiz, un lugar privilegiado para presenciar la historia de la época en sus costas, el niño da cuenta de no conocer sobre historia. No entiende por qué se producen las guerras que, sin embargo, son motivo para él de emocionante juego; tampoco conoce de geografía y confunde países con ciudades y continentes. Sin embargo, sí sabe los nombres de varios sitios, debido a que pasa tiempo en el puerto, de donde llegan y parten barcos hacia todos los destinos.
En el primer capítulo se mencionan dos cuestiones que, tal vez, pasen algo desapercibidas para muchos lectores, pero se vinculan con uno de los motivos por los que las escuadras españolas están en inferioridad de condiciones: la fiebre amarilla y la leva, el procedimiento por el que son reclutados marineros a la fuerza. De la fiebre amarilla, solo se menciona que él la padece y que su madre se preocupa mucho por ello, al punto de realizar una ofrenda en la catedral para pedir por su salvación; luego se da a entender que su madre muere por una grave enfermedad, pero no se dice cuál es. En lo relativo a la leva, solo se menciona que, estando en Medina-Sidonia, Gabriel se escapa para que no se lo lleven los soldados que acuden a la taberna. La epidemia de fiebre amarilla se desata en España entre 1802 y 1804, causando gran cantidad de muertos. Este es uno de los motivos por los que la flota española pierde gran cantidad de tripulación. Esto hace que la leva se realice con mayor ahínco y, por tanto, que los nuevos marineros no sean de vocación ni estén formados para ello.
La picaresca se cierra en el final del primer capítulo, cuando Gabriel logra virar el rumbo de su vida y se abre camino la novela de aprendizaje o de formación. En este género se relata la transición de la vida infantil a la vida adulta y se muestra el recorrido que hace el personaje para crecer intelectualmente. El protagonista o héroe de estas historias realiza un viaje iniciático y, a su regreso, su vida resulta profundamente modificada. Asistimos aquí a la partida del hogar natal. En el transcurso de la novela, como veremos, irá recorriendo otras etapas.
Tanto el segundo como el tercer capítulo de la novela se encargan de contextualizar la nueva situación en la que se halla el protagonista ahora que es paje de Alonso, anunciar la convocatoria a la batalla de Trafalgar, presentar a los nuevos personajes, y mostrar sus intenciones frente al conflicto armado. Los tres hombres, Alonso, Marcial y Gabriel se muestran interesados en participar en la guerra; en cambio, Francisca se opone terminantemente al asunto. Para ellos, es una forma de poder vengar el pasado y, para el niño, implica participar del mundo adulto sin dejar por ello de hacer algo parecido a sus juegos de infancia; para ella, una mujer pacifista, la guerra es el peor plan, y así lo demuestra en el encendido alegato que pronuncia en contra de la guerra en el segundo capítulo; un alegato compuesto de ironías, sarcasmo y preguntas retóricas:
¿Pero qué es eso de estarse arrojando balas y más balas, sin más ni más, puestos sobre cuatro tablas, que si se quiebran, arrojan al mar a centenares de infelices? ¿No es esto tentar a Dios? ¡Y estos hombres se vuelven locos, cuando oyen un cañonazo! ¡Bonita gracia! A mí se me estremecen las carnes cuando los oigo, y si todos pensaran como yo, no habría más guerras en el mar... y todos los cañones se convertirían en campanas (20).
Como veremos a lo largo de la obra, este sentimiento antibélico será adoptado, lentamente, por el narrador.
La presentación de los personajes responde, en el caso de Alonso y Francisca, al verosímil realista. Se presentan como dos opuestos: de él se destaca su idealismo; de ella, su materialismo. En el caso de Marcial, en cambio, la descripción se vincula con el recurso de la caricaturización. Se trata de un procedimiento por el que, como en las caricaturas visuales, se exageran ciertos rasgos que pueden ser relativos al físico, al carácter o al habla. Físicamente, Marcial responde a ese apodo de “Medio-hombre”, que no hace más que señalar, grotescamente, sus carencias: la falta de una pierna, de un ojo y de un brazo. Verbalmente, es un derroche, aunque aquí todavía esta característica no queda expuesta del todo, más que en la mención que de él hace el narrador cuando anuncia su presencia: “El mareante viejo” (22). La palabra mareante, cuyo sentido alude al hombre relacionado con las técnicas de navegación, pero también a lo que produce mareos y malestares, se anticipa el vínculo indisoluble de este personaje con el mar y los navíos, pero también se señala su forma particular de hablar.