Resumen
Capítulo I
En este capítulo se narran ocho presagios que atestiguan los mexicas y su emperador Motecuhzoma durante los diez años previos a la llegada de los españoles.
Los presagios son los siguientes: el primero refiere la aparición de una llama de fuego en el cielo. El segundo es el espontáneo incendio de la casa de Huitzilopochtli. El tercero narra el impacto de un rayo que destruye el templo de Xiuhtecuhtli. El cuarto es una lluvia de fuego que cae del sol. El quinto presagio sucede cuando el agua del lago Texcoco, sobre el que está construida Tenochtitlan, hierve misteriosamente y sus aguas inundan la ciudad. El sexto presenta los gritos y llantos de una mujer que por las noches clama por sus hijos. El séptimo refiere que unos pescadores atrapan con sus redes un pájaro muerto con un extraño orificio en la cabeza en el que Motecuhzoma observa visiones de guerra. El octavo y último presagio narra las apariciones de personas deformadas y monstruosas que son llevadas ante Motecuhzoma, pero luego desaparecen sin dejar rastros.
Estos ocho presagios se narran, en primer lugar, desde los textos de los Informantes de Sahagún, del libro XII del Códice Florentino, y luego, desde la Historia de Tlaxcala de Diego Muñoz Camargo.
Análisis
Al momento de la llegada de los españoles al Golfo de México, en 1519, los mexicas —un pueblo foráneo que pocos siglos antes se instala en el Valle de México y adopta la cultura tolteca —se han convertido en un poderoso imperio y dominan a la mayor parte de los pueblos aledaños. Desde el Pacífico hasta el Golfo y desde la región central de México hasta la actual república de Guatemala, los mexicas ejercen su dominio sobre varios millones de personas, pertenecientes a diversos grupos culturales y lingüísticos.
En sus orígenes, los mexicas son una tribu nómada. En el siglo XIII, al establecer contacto con pueblos descendientes de los toltecas y con su enorme riqueza cultural, sienten una gran admiración y el deseo de vincularse a ese mundo. Para ello, su primer rey —o tlahtoani, en nahua —es elegido entre los nobles de origen tolteca y, tras su unión con numerosas mujeres aztecas, sus descendientes conforman el pueblo mexica. Así, muchas de las prácticas religiosas y culturales practicadas por este pueblo hacia inicios del siglo XVI representan un sincretismo, una fusión entre las creencias y las tradiciones de origen tolteca y aquellas propias de los aztecas.
El capítulo I de Visión de los vencidos está dedicado a los presagios con que el pueblo mexica augura la llegada de los españoles. León-Portilla incluye la versión presente en los textos de los Informantes de Sahagún (contenidos en el llamado Códice Florentino) y otra extraída de la Historia de Tlaxcala, de Diego Muñoz de Camargo, que refleja la opinión de los tlaxcaltecas, aliados de Cortés. Ambos textos presentan versiones semejantes y narran los prodigios que el rey Motecuhzoma comienza a interpretar como augurios unos diez años antes de la llegada de los españoles.
Antes de abordar cada prodigio en particular, es necesario realizar una serie de observaciones sobre la cosmovisión del pueblo mexica, es decir, sobre sus formas de interpretar la realidad y de integrarla a sus tradiciones y prácticas culturales. En este sentido, cabe destacar que, como veremos más adelante, la sociedad mexica está altamente organizada en función de sus creencias religiosas y de sus prácticas rituales.
Para el pueblo mexica, la supervivencia del mundo depende de los rituales y las ofrendas que se hacen a los dioses y, especialmente, de las ofrendas de sangre con que los sacerdotes alimentan a Huitzilopochtli, el Dios Sol. En este sentido, la función del rito es volver a hacer presentes los gestos paradigmáticos realizados por los dioses en la creación del mundo. Así, una ceremonia no se limita a presentar una ofrenda o alzar una plegaria para recordar un hecho del pasado, sino que tienen la fuerza de hacer presente dicho tiempo mítico. De esta manera, el pueblo convive con las fuerzas generadoras de la naturaleza y se inscribe dentro de la potencia vital del mundo. Cada hacer ritual es un volver a hacer para instaurar el tiempo divino sobre el humano. Desde esta perspectiva, el paso entre el día y la noche que se venera en el Templo Mayor no recuerda la batalla entre el Dios Sol, Huitzilopochtli, y la Luna, sino que dicha batalla vuelve a desarrollarse cada día. De la misma forma, así como el dios Quetzalcóatl crea a la humanidad en un tiempo mítico, cada día repite el gesto y la re-crea al enviar el alma a los recién nacidos.
Es desde este marco de interpretación que deben analizarse los prodigios, puesto que todos ellos revelan el complejo ensamble de símbolos con que los mexicas piensan y comprenden el mundo. Aunque lamentablemente no existe modo alguno de verificarlo, muchos teóricos comprenden a los presagios como una interpretación posterior a la Conquista de una serie de profecías que los pueblos de México central habían sumado a lo largo de los años a su acervo cultural. Desde esta perspectiva, el presagio es una forma de confirmar la profecía desde una lectura posterior: tras la caída del imperio mexica, aquellos eventos profetizados se observan como señales de lo que acaeció luego y se integran a la narrativa de la Conquista. Así, por la estructura esquemática con que se plantean en los códices, se comprende que los presagios son una reelaboración que realiza Sahagún sobre versiones indígenas primitivas extraídas de su contexto originario. Según el fraile (y también desde los códices tlaxcaltecas) los presagios son ocho:
El primero de ellos es el cometa que se observa durante días en el cielo. Según Sahagún, para los aztecas los cometas pronostican la muerte de un rey, o una guerra, o hambruna para el pueblo, o incluso una rebelión contra el gobernante. Además, aparece por el este, lo que significa que la amenaza que se cierne sobre Tenochtitlán viene de dicho punto cardinal y hace referencia al recorrido de los españoles hasta la capital del imperio mexica. Por otra parte, el cometa aparece en el año “1 Caña” del calendario azteca (el 1519), que se asocia al este. Con ello, el cometa anuncia el fin de todo un ciclo temporal, el del pueblo mexica. Cabe destacar también que, al igual que otros presagios (como el del espejo), el cometa está asociado al dios Tezcatlipoca, la deidad mayor de los aztecas, de carácter omnipotente y señor de los chamanes y de las ciencias de la adivinación. El nombre del dios puede traducirse al español como “Espejo negro que humea”, y es por dicho nombre que se lo asocia al cometa, que deja una estela de humo tras de sí.
El segundo de los presagios es el incendio del templo de Huitzilopochtli, el Dios Sol. Las llamas que consumen el templo se intentan apagar con agua, pero esta solo reaviva el fuego. En esta representación simbólica, a la consistencia material del agua se le suma el color del fuego, con lo que se consigue un líquido rojo que representa la sangre. Con ello, el incendio del templo que augura la caída del imperio se asocia, por medio de la sangre, a la guerra y al sacrificio. Algunos teóricos indican que mediante este presagio se expresa que es el momento de que el pueblo de Huitzilopochtli pague tributo al dios con su propia sangre.
El tercer presagio es parecido al anterior: una enorme llama consume el templo de Xiuhtecuhtli, el Dios del Fuego, del centro y del año. En este caso, el presagio indica no solo la caída del imperio mexica, sino la destrucción de los ciclos temporales y la propia concepción del tiempo en que habitan los mexicas.
El cuarto presagio guarda relación con el primero: se trata de un fuego que cae y se divide en tres partes en medio de una lluvia de chispas. El dios asociado a él es Tezcatlipoca.
En el quinto presagio, las aguas del lago sobre el que se yergue Tenochtitlan comienzan a hervir y se elevan hasta inundar la ciudad y destruir muchas de sus casas. El lago representa a la Luna, Coyolxauhqui, hermana de Huitzilopochtli, derrotada en su constante batalla contra el Sol. La ciudad del Sol, fundada en el centro del lago de la Luna, representa de forma ritual el momento de la creación y la primera batalla entre la luz y la oscuridad. Con base en ello, el presagio del lago revuelto es una forma de anunciar la revancha de Coyolxauhqui contra Huitzilopochtli, la Luna contra el Sol. Ello implica, en suma, la derrota del orden natural y divino de las cosas, y la subversión de todas las estructuras conocidas por el pueblo mexica.
El sexto presagio menciona a una mujer que grita por la noche, lamentándose por la pérdida de sus hijos. Según Sahagún, se trata de Cihuacóatl, la Mujer Serpiente, la diosa que protege a las embarazadas y a las parturientas. Esta diosa representa la dimensión femenina de la dualidad que crea el mundo. Sobre su anuncio no se ha dicho mucho, puesto que su significado está claro: la diosa llora por la inminente pérdida de todos sus hijos, que son el pueblo mexica. Cabe destacar que algunos teóricos toman este presagio y los lamentos de la diosa como la base de la leyenda mexicana de la Llorona.
El séptimo de los presagios refiere la aparición de un extraño pájaro, cuyas formas cambian según las fuentes, que es atrapado por pescadores y que lleva un espejo: “Había uno como espejo en la cabeza del pájaro como rodaja de huso, en espiral y en rejuego” (p. 8). Las representaciones iconográficas y textuales del pájaro dan como resultado una mezcla de grulla con águila, de color gris claro. Sin embargo, más allá de cada forma particular con que se refieren a él, cabe destacar su proximidad a un pájaro que el pueblo mexica liga directamente a las prácticas adivinatorias: el quatézcal (en nahua, “cabeza de espejo”). En un pasaje de los Informantes de Sahagún, se destaca que la aparición de dicho pájaro es un mal agüero que vaticina la proximidad de una guerra. Quien caza al ave, es capaz de mirarse en el espejo y conocer así qué le depara el destino. Ese espejo que se encuentra en la cabeza del pájaro de la profecía remite directamente al espejo de obsidiana que los chamanes y sacerdotes de las culturas mesoamericanas suelen utilizar para leer el futuro.
Finalmente, el octavo presagio indica la aparición de una serie de personas deformes, como hombres de dos cabezas y un solo cuerpo, que luego de ser presentadas ante Motecuhzoma desaparecen sin dejar rastros. Para las culturas mesoamericanas, la persona de dos cabezas representa tanto la dualidad como la deformidad, dos elementos que el pensamiento azteca toma como marcas sagradas, como manifestaciones de una potencia que se desvía de la norma humana. Este presagio parece indicar que la llegada de los españoles equivale a una violación o subversión del orden de las leyes naturales. Además, algunos teóricos, como Michel Graulich, señalan que los monstruos aluden al regreso del dios Quetzalcóatl, ya que, en nahua, coátl no significa solo “serpiente”, sino también “gemelo”. Así, el nombre del dios, además de “Serpiente Emplumada”, significa “Gemelo Precioso”. Por eso, es posible afirmar que este presagio es un complejo juego de referencias que alude tanto a la destrucción del orden universal como al regreso del dios creador de la humanidad.
Como puede observarse a partir del análisis de los ocho presagios, la mayoría de los símbolos que vehiculizan son de carácter escatológico, es decir, apuntan al fin del mundo conocido y de la era de dominio mexica sobre los pueblos del Valle de México. A su vez, cabe destacar que este complejo entramado de presagios repite muchos símbolos que habían sido usados con anterioridad para referir la caída de Tula, la antigua capital del imperio tolteca que durante mucho tiempo había sido el centro cultural y religioso de Centroamérica.