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La superioridad humana

La superioridad humana es uno de los temas que Asimov aborda, no solo en estos cuentos, sino en toda su obra.

Lógicamente, lo primero que se viene a la mente son todas aquellas escenas que ponen en crisis esta supuesta superioridad. Sin ir más lejos, en el primer relato, es el robot quien, gracias a su capacidad de reacción y velocidad, rescata a la pequeña Gloria y no los supervisores, que "no eran más que seres humanos y necesitaron tiempo para actuar" (p.35). Los robots tienen una capacidad de cálculo, reacción y resistencia más elevada que los humanos. El robot Cutie le dice a Powell, su supervisor humano, en el relato “Razón”: “El material del que estás hecho es blando y flojo, carece de resistencia, y su energía depende de la oxidación ineficiente del material orgánico (...). Entráis periódicamente en coma, y la menor variación de temperatura, la presión atmosférica, la humedad o la intensidad de radiación afecta vuestra eficiencia” (p.68). Más adelante sentencia: “Ningún ser puede crear un ser más perfecto que él” (p.68).

La superioridad en estos aspectos de los robots es contundente en Yo, Robot. Pero, además, Asimov establece otras características de los robots que ponen en jaque la supuesta superioridad humana. Las Tres Leyes de la Robótica le dan un marco moral estricto a los cerebros robóticos: ellos no dudan a la hora de hacer prevalecer la vida humana por sobre todas las cosas. Su lealtad es implacable, y solo entra en contradicción en los relatos cuando aparecen situaciones en las que las Leyes de la Robótica pueden ser contradictorias. Pero no está en ellos, en absoluto, hacer el mal o hacer el daño, como sí lo hace, por ejemplo, el candidato a alcalde Francis Quinn en "La evidencia". En este relato, la obsesión de un hombre por demostrar que su contrincante es un robot lo lleva a tomar actitudes completamente faltas de ética que lo ponen claramente en una situación de inferioridad.

La irracionalidad, la insensatez, la locura

A pesar de que los robots parecen estar en una primera instancia en las antípodas de la insensatez, la locura o la irracionalidad, al ser extremado su pensamiento racional, se acercan mucho más a la locura de lo esperable. Por ejemplo, en el caso de Cutie en “Razón”, el “encadenamiento de razonamientos válidos [que] sólo puede llevar a la determinación de la verdad” (p.63) termina finalmente en un delirio idólatra hacia el Transformador de energía y una desobediencia hacia las órdenes de los humanos.

Los robots más complejos, como es el caso del Cerebro en “Evasión”, alcanzan niveles de análisis y procesamiento de datos que superan con creces la capacidad humana. Por esto mismo, las decisiones que el Cerebro toma resultan para los científicos completamente alocadas e irracionales. Puede pensarse, entonces, que la insensatez proviene de la falta de reconocimiento de los razonamientos del insensato como válidos. Más allá de que el Cerebro puede tener motivos estructurados y científicos para mandar sin motivo aparente a dos humanos sin su consentimiento al espacio en una nave que no saben manejar, si los humanos no comprenden estas decisiones, las mismas son entonces tomadas como irracionales o alocadas.

La moral y la ética

La moral y la ética impresas en los robots a través de las tres Leyes de la Robótica es lo que pone en jaque la superioridad humana, tema que acabamos de explorar. Los creadores de los cerebros positrónicos establecen reglas que tienen que ver con impregnar de una moralidad estructurada a los robots. Sin embargo, las contradicciones entre las reglas que los cuentos van relatando dan cuenta de que tanto la moralidad como la ética individual de cada robot puede ser cuestionada y revisada.

Este tema, evidentemente, no se circunscribe al ámbito de los robots. Lo que estos cuentos exploran es la necesidad de reconocer el dinamismo y el obligado análisis constante de las decisiones éticas y morales de las personas en cada situación límite. Podemos tener un marco de acción ético en nuestras vidas que nos haga conducirnos de cierto modo a través de las situaciones que se van sucediendo en el tiempo. Pero hay ciertos escenarios que pueden poner en jaque ese marco ético al hacer entrar en contradicción las ideas que se tienen sobre determinado asunto y el modo de abordarlo. En esas situaciones, en estos relatos, no es claro que sea siempre la moral estructurada impresa en los robots lo que lleve al mejor puerto para atender a las necesidades humanas, sino la interpretación de estas reglas.

Es por esto que, por más que, a priori, las tres Leyes de la Robótica parecen poner en jaque la superioridad humana a nivel ético y moral, a fin de cuentas, son muchas veces los humanos los que toman determinaciones que tienen en cuenta la posibilidad de la contradicción sin entrar en “cortocircuito”.

La inteligencia y la conciencia

La inteligencia y la conciencia son temas privilegiados en estos relatos. Asimov explora, a través de las historias que despliega, diferentes ideas sobre qué pueden ser la conciencia o la inteligencia. Como vimos en el tema “La moral y la ética”, evidentemente hay cierta inteligencia que excede a los robots, y es la de poder habitar contradicciones del modo en que lo hacen fácilmente algunos humanos.

Al mismo tiempo, la conciencia absoluta de los robots también es puesta en cuestión. Al saber que en un futuro lejano puede haber tal o cual peligro para los humanos, las Máquinas en “El conflicto evitable” toman decisiones que las personas consideran nocivas para la humanidad. Es decir, los robots muchas veces pueden, con facilidad, tomar decisiones en detrimento de las personas, ponderando que estos males son menores en relación con un futuro peor. La incapacidad de los humanos de tomar estas determinaciones con la misma liviandad no necesariamente es un rasgo negativo, ya que tiene que ver con emociones y sentimientos que son también parte de lo que los constituye como tales.

La inteligencia y la conciencia, de este modo, son mucho más que la capacidad de procesar grandes cantidades de datos y tomar las decisiones que más se acerquen al cuidado de la vida fisiológica de los humanos. En este sentido, los robots parecen ser limitados.

El lenguaje y la comunicación

Uno de los temas primordiales, sobre todo en los primeros cuentos, es el lenguaje. Robbie, el robot protagonista del cuento homónimo, es vendido como niñera. Se trata de un robot sin capacidad de vocalización que, sin embargo, desarrolla con la niña a la que cuida un lenguaje no verbal complejo. Su rostro hace muecas; su cuerpo metálico expresa disgusto, alegría, tristeza.

Los relatos en Yo, Robot se suceden cronológicamente. Con el paso del tiempo, los robots van adquiriendo mayor complejidad en el lenguaje que despliegan. Los primeros robots parlantes se comportan como siervos casi mudos, como es el caso de los que montan Powell y Donovan en “Sentido Giratorio”. Pero, en el caso de “La evidencia”, Stephen Byerley ya es un robot tan complejo en su comunicación que resulta imposible para la sociedad determinar si se trata de una creación artificial o un ser humano.

Si bien en un principio podría decirse que el lenguaje es lo que diferencia a los robots de los seres humanos, esta distancia no solo se achica a medida que la robótica avanza, sino que directamente desaparece: como bien dijimos, en el último relato, las conversaciones entre Stephen Byerley, finalmente confirmado robot, y Susan Calvin no se diferencian en lo más mínimo de una conversación entre dos personas.

El miedo

El miedo es uno de los temas ineludibles, no solo de Yo, Robot, sino también del género en su conjunto. La ciencia ficción trabaja muchas veces con el miedo a las posibilidades de la ciencia. A pesar de que, a primera vista, los cuentos parecen elevar la figura de los robots, en realidad juegan con la tecnofobia y el miedo a las posibilidades que se despliegan al crear seres en algún aspecto (fuerza física, capacidad de procesar datos) superiores al humano.

Este miedo no es privativo del común de la gente, que, en su ignorancia, teme a lo desconocido. Los mismos científicos e ingenieros temen a los robots en muchos de los relatos. Esto se debe a que la relación con ellos es una relación de poder. Los robots se encuentran sometidos a la fuerza por los ingenieros, que les imprimen reglas que ponen por encima de su propio bienestar el de los humanos. Los robots son conscientes del hecho de que deben escoger siempre los caminos que protejan a las personas, inclusive en su propio detrimento. Es por esto que el miedo latente en varios de los relatos es el miedo a la rebelión de los robots sometidos.

El amor y la amistad

El amor y la amistad son temas secundarios en el texto, pero presentes en muchos de los cuentos. Estas relaciones, que a primera vista diríamos que son privativas de los humanos, no lo son en algunos relatos. En el primero, “Robbie”, el robot entabla una amistad muy profunda con la niña a la que cuida. Podría decirse que esto sucede porque Gloria es una niña que desmerece el hecho de que Robbie fue creado y lo reconoce como un par. Sin embargo, la amistad de Susan Calvin con Stephen Byerley corre por el mismo carril. Susan es una mujer adulta y, además, es una reconocida empleada de la U.S. Robots que, por ende, sabe que Stephen Byerley no es humano. A pesar de esto, Stephen es el vínculo más cercano de Susan, con quien tiene las conversaciones más íntimas de todos los relatos.

El amor y la amistad son entonces construcciones culturales que nada le deben a la fisiología humana, sino que más bien se desarrollan en el ámbito de la conciencia (de la cual no carecen los robots) y de las emociones. Es claro y no se cuestiona, en estos cuentos, que las emociones no les son ajenas a los robots tampoco. Robbie entristece, Cutie se irrita, en la voz de Dave hay dolor, y Herbie se angustia cuando se da cuenta de que no puede complacer a muchas personas a la vez, y debe causarle dolor a algunas.

Lógicamente, en relación con el miedo, algunas personas rechazan con horror que puedan establecerse vínculos afectivos entre las personas y los robots. Tal es el caso de la madre de Gloria en “Robbie”; ella le teme a la relación de su hija con su niñero mecánico: “No quiero ver a mi hija confiada a una máquina, por muy inteligente que sea. No tiene alma y nadie sabe lo que es capaz de pensar” (p.20).

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