Carta desde la cárcel de Birmingham

Carta desde la cárcel de Birmingham Resumen y Análisis Parte 3

Resumen

El Dr. King luego aborda otra de las críticas de los clérigos: que la acción de la SCLC es “extemporánea”. Reconoce aquí la preocupación porque la SCLC no esperó hasta que el nuevo alcalde, Albert Boutwell, tuviera tiempo de mostrar sus intenciones con respecto a la segregación, pero señala que, a pesar de ser más "amable" que "Bull" Connor, Boutwell es, como aquel, un segregacionista.

Por otro lado, insiste en que, a lo largo de la historia, los “grupos privilegiados” rara vez han renunciado a sus privilegios de manera voluntaria, y que ellos mismos no han conseguido ni un avance en materia de derechos civiles sin ejercer presión. Agrega que los grupos tienden a ser más inmorales que los individuos.

Luego vuelve a insistir: “el opresor no concede nunca voluntariamente la libertad, sino que esa libertad debe ser demandada por el oprimido”. Mientras quienes no sufren la discriminación afirman que hay que esperar, los negros reconocen que “¡Espera!” ha significado casi siempre “¡Nunca!”.

El Dr. King recuerda que los negros ya han esperado "más de 340 años" por "los derechos que nos conceden nuestra Constitución y nuestro Creador”. Asia y África avanzan hacia la independencia mientras los negros en los Estados Unidos siguen esperando que “que nos sirvan una simple taza de café en un simple bar”.

El autor de la carta describe una larga lista de abusos y experiencias degradantes sufridos cotidianamente por la comunidad negra en Estados Unidos, como ver policías insultar, golpear e incluso matar personas de color, tener que explicarle a una hija pequeña que no puede ir a un parque de diversiones por su color de piel. Estas ofensas, argumenta King, conducen al miedo y al resentimiento, a “la degeneradora sensación de no ser nadie”: Así, el autor manifiesta su esperanza de que los clérigos entiendan que los negros se encuentran “sumergidos en los abismos de la desesperación”, y tienen una “legítima e inevitable impaciencia”.

Análisis

Esta sección de la carta funciona principalmente, según el análisis del profesor Jonathan Rieder, como una transición entre la primera parte del texto, en la que King se pronuncia como “diplomático”, y la segunda, en la que habla como “profeta”. Si bien mantiene el argumento lógico y en gran medida desafectado, Martin Luther King Jr. revela aquí mucho más la pasión que se esconde detrás de su misión. Su moderación empieza a combinarse con un tono mucho más emotivo.

En términos de diplomacia, el Dr. King utiliza aquí muchos de los enfoques que caracterizan la primera parte de la carta: continúa poniéndose en el lugar de los clérigos, articulando posibles cuestionamientos y argumentos por ellos, como si sugiriera sentir empatía por sus preocupaciones. Uno de los ejemplos más claros de esto se da cuando se refiere al argumento de que la SCLC debería haber esperado hasta que Albert Boutwell asumiera el poder y tuviera la oportunidad de abordar la segregación. Por supuesto, como lo ha hecho desde el principio, el autor de la carta solo presenta estos argumentos para poder desarmarlos con paciencia, pero el enfoque empático continúa aportando una sensación de serenidad que mejora su eficacia.

Por otro lado, en esta sección de la carta se observa un uso más pronunciado del patetismo. Como se mencionó anteriormente, en esta sección de la misiva el Dr. King hace una transición de un enfoque más lógico y desapasionado a un discurso más emotivo. Este pasaje acompaña otro que tiene que ver con el contenido: se pasa de un abordaje más bien legalista del asunto a otro que se enfoca en la cuestión moral.

Si bien el primer argumento del Dr. King aquí se refiere a la oposición entre la moderación (las voces que gritan "¡Espera!") y la acción inmediata, primero se desvía para llamar la atención sobre la distinción entre individuos y grupos. Martin Luther King Jr. tiene una gran fe en la capacidad del individuo para trascender sus odios y prejuicios. Toda su misión se basa en esa creencia, y el tono lógico de la carta responde a ella: el hombre confía en la capacidad de los individuos de escuchar sus razones y cambiar de opinión. Su desconfianza se dirige, en cambio, a los grupos. Y aquí puede vislumbrarse un ataque a la sociedad blanca: les dice a estos clérigos que son ingenuos al pensar que su buena voluntad personal, que él se esfuerza mucho en concederles, puede tener algún efecto en la sociedad en general. La misión y las filosofías del Dr. King tienen un trasfondo marxista bien documentado, y aunque fue lo suficientemente prudente durante la mayor parte de su carrera para evitar explicitarlo, aquí hay una sugerencia marxista de que el privilegio protege el privilegio.

Así, el argumento implícito del Dr. King es que las personas deben estar dispuestas no solo a trabajar contra las ideologías injustas predominantes, sino también a tomar medidas directas para contrarrestar las injusticias provocadas en su seno. Su alusión a la Alemania de Hitler (que vendrá en la siguiente sección) fortalece el argumento. Como él sugiere, no sería suficiente sentir simpatía por los judíos oprimidos; un hombre justo los ayudaría y consolaría. De este modo, King está argumentando que, a pesar de su simpatía por los negros en Estados Unidos, los clérigos se niegan a cumplir con su deber cristiano al no actuar en apoyo de esa clase oprimida. Uno debe oponerse al grupo si es injusto, no abrazarlo en silencio.

Su discusión sobre la diferencia entre Boutwell y “Bull” Connor confronta aún más a los clérigos con una distinción que han pasado por alto. King admite que Boutwell parece más amable, pero rápidamente insiste en que la diferencia es superficial. Argumentar que la comunidad negra debería haber permitido pacientemente que un segregacionista operara con libertad en el ámbito político solo porque es amable es dejarse engañar por una fachada. El Dr. King sugiere que la moderación de Boutwell es en sí misma un disfraz de injusticia, implicando así que otros, como los clérigos, podrían de hecho estar escondiéndose detrás de la moderación, usándola como una excusa para no enfrentar la injusticia actual.

Podría decirse que en esta parte se encuentra el corazón de "Carta desde la cárcel de Birmingham". Sin mencionar por ahora la palabra “extremismo”, que provocaría miedo y ansiedad entre su audiencia blanca, el Dr. King establece la base lógica para justificar el extremismo. Para hacerlo, empieza por distinguirla de la moderación.

La moderación se expresa principalmente aquí como un tipo de gradualismo, y se simboliza en la persona que grita "¡Espera!". Esta postura alienta a la población negra a dejar que la historia siga su curso, evitando la acción directa con fe en que vendrán días mejores. King desestima este argumento como ingenuo: ya han esperado 340 años, y la experiencia les ha enseñado que “ese ‘¡Espera!’ ha significado casi siempre ‘¡Nunca!’”. Pero este argumento lógico, que se basa en una comprensión histórica, no es suficiente. El Dr. King se siente obligado a articular el aspecto moral de esta pregunta, y lo hace con su letanía de abusos que los negros han sufrido.

Podemos asociar el poderoso efecto de este segmento de la carta con varios factores. Uno es el modo en que el autor apela en ellos primero al logos y luego al pathos, yendo de la generalización ( “ves a la inmensa mayoría de tus veinte millones de hermanos negros asfixiándose en una hermética caja de pobreza en medio de una sociedad rica”) al mundo íntimo (“las palabras te faltan al tratar de explicar a tu hija de seis años por qué no puede ir al parque de atracciones que acaba de anunciarse en televisión, y ves lágrimas en sus ojos…”).

De hecho, toda la letanía tiene un toque personal que falta no solo en la mayor parte de la carta, sino también en el estilo general del Dr. King. Considerando su muy venerada habilidad para conectarse con la gente, Martin Luther King Jr. era una persona reservada, que no invitaba a menudo a su congregación o a sus seguidores a su vida privada ni a la intimidad de sus pensamientos. Esta larga letanía de abusos, que apelan a escenas de la vida privada que podrían ser la suya propia, es una fuerte excepción.

Y, sin embargo, hay que recordar la astucia de King. La letanía debe entenderse como un ejemplo magistral de utilización del patetismo como estrategia discursiva antes que como un estallido descontrolado de emoción. El Dr. King está escribiendo para el efecto. Quiere confrontar a estos hombres generalmente buenos (los clérigos y, por extensión, los moderados blancos) con la verdad, para demostrar que le piden a los negros que esperen mientras estos sufren terribles indignidades.

El tema central del argumento es la impaciencia, que tiene ramificaciones tanto legales como morales. La impaciencia fue crucial para la misión del Dr. King y, de hecho, muchos de sus partidarios, y también de sus críticos, a menudo se preocuparon de que no fuera lo suficientemente impaciente. Como ilustra en la carta, el privilegio predica el gradualismo para su propia protección, incluso si muchas personas dentro de ese grupo privilegiado simpatizan con la causa de los derechos civiles. En el momento de su encarcelamiento en Birmingham, el Dr. King era criticado por su impaciencia con los Kennedy (el presidente, John F., y el fiscal general, Robert), con publicaciones nacionales como el New York Times y, ciertamente, con las autoridades de las ciudades del sur en las que él había liderado manifestaciones. Cuando explica que busca, con la acción directa, “dramatizar el problema de tal modo que ya no pueda ser ignorado”, muestra una asombrosa comprensión de lo que necesitan los moderados para empatizar con la causa. Deben mostrarles imágenes de terribles atrocidades (como las que habían tenido lugar en Montgomery y como las que aparecerían luego en Birmingham), o seguirán insistiendo en la paciencia y la moderación, ignorando el aspecto moral de la cuestión de la ley y el orden.

El argumento del Dr. King es que los aspectos morales y legales están interrelacionados. La ley tiene el poder de poner fin a la segregación, pero eso solo sucederá cuando su necesidad moral se acepte como evidente.

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