Resumen
El Dr. King aborda la ansiedad que los clérigos manifiestan por “nuestra disposición a violar las leyes”. Admite la legitimidad de su preocupación, así como la aparente contradicción de instar a obedecer la resolución de la Corte Suprema de 1954, que prohíbe la segregación en escuelas públicas, y llamar, al mismo tiempo, al incumplimiento de otras leyes. King replica que hay dos tipos de leyes: las justas y las injustas. Todos tendríamos la responsabilidad no solo legal, sino también moral de cumplir las justas, pero también la responsabilidad moral de desobedecer las leyes injustas. Cita a San Agustín: “una ley injusta no es ley”.
Luego proporciona criterios para distinguir leyes justas e injustas. Una ley justa se ajusta a las leyes morales o la Ley de Dios, mientras una ley injusta no está en armonía con las mismas. Agrega que cualquier ley que engrandezca la personalidad es justa, mientras que aquellas que degradan a las personas son injustas. “Y así, todas las leyes de segregación racial son injustas, porque la segregación distorsiona el alma y daña la personalidad”. Y lo son no solo para los segregados, sino también para los segregadores, a quienes otorga una falsa sensación de superioridad. Cita al filósofo judío Martin Buber para señalar que las leyes injustas cosifican a las personas y, por tanto, son moralmente inaceptables. También cita al filósofo cristiano Paul Tillich para afirmar que “el pecado es separación”, de lo que deduce que la segregación racional, que expresa “la trágica separación del hombre”, es pecaminosa. De este modo, Martin Luther King Jr. justifica la coherencia de su llamado a obedecer la decisión de la Corte Suprema de 1954 y a desobedecer, al mismo tiempo, las normas de segregación racial.
El Dr. King agrega que una ley injusta es una norma que un grupo mayoritario (en términos numéricos o de poder) impone a una minoría, sin estar obligados ellos mismos a cumplirla. Una ley justa, por su parte, se impone también de una mayoría a una minoría, pero en este caso la mayoría está dispuesta a cumplirla de igual forma.
Para ser aún más específico, el autor denuncia que las leyes de segregación racial de Alabama difícilmente puedan considerarse democráticas, en tanto han sido votadas por un Congreso votado, a su vez, en elecciones de las que los negros difícilmente podían participar, pues se les ha impedido registrarse para hacerlo a través de métodos tortuosos.
A continuación, King aclara que también hay leyes justas en apariencia que resultan injustas al momento de aplicarlas, y pone su caso de ejemplo: él ha sido arrestado por manifestarse sin permiso y, si bien la ordenanza que exige un permiso para manifestarse no tiene nada de malo, es injusta cuando se la utiliza para preservar la segregación y para denegar a los ciudadanos el derecho de manifestarse pacíficamente.
El Dr. King insiste en que no defiende evadirse de la Ley, “como haría un fanático segregacionista”, pues eso llevaría a la anarquía. Quien desobedece una ley injusta, dice, debe hacerlo abiertamente, aceptando la pena correspondiente. Quien infringe una ley que considera injusta para que la comunidad tome conciencia de esa injusticia, dice el reverendo, está expresando “el máximo de los respetos por la Ley”.
Por último, el Dr. King recuerda que este tipo de desobediencia civil no es nuevo. Un ejemplo de ella es la negativa de Sadrac, Mesac y Abednego a obedecer las leyes de Nabucodonosor, y otro es el accionar de los primeros cristianos, que preferían morir antes que someterse a ciertas leyes del Imperio Romano. También Sócrates practicó la desobediencia civil en defensa de la libertad académica, y, en los Estados Unidos, el Tea Party supuso un acto masivo de desobediencia.
Para concluir esta sección, Martin Luther King Jr. recuerda que el programa nazi en Alemania fue “legal”, mientras que la resistencia y la ayuda a los judíos era ilegal.
Análisis
Con esta introducción de la cuestión legal, el Dr. King se lanza a una de las partes filosóficas más ricas de su carta: su discusión sobre las leyes justas e injustas. Lo que implica en esta discusión es la conexión entre el individuo y el grupo. Su definición de lo que distingue las leyes justas de las injustas es bastante clara: la primera defiende la dignidad de las personas y se aplica a todos, mientras que la segunda degrada a los individuos y se aplica solo a un grupo.
Pero lo más interesante de su insistencia en que las leyes injustas deben romperse es que le da a cada individuo la responsabilidad de seguir su conciencia. En otras palabras, a pesar de su tono mesurado y legalista en esta sección, el Dr. King manifiesta su acuerdo con que cada individuo no esté meramente subordinado a la ley, sino en diálogo con ella. Debe considerar la ley como una expresión del grupo al que pertenece, y estar dispuesto a confrontarla si la considera injusta. Así, el individuo se posiciona por encima de la ley, ya que es aquel el que le otorga legitimidad y poder a la misma.
En la parte anterior, el Dr. King introdujo la idea de que las leyes deben reflejar preocupaciones morales. Aquí, esta idea se desarrolla en más detalle. La introducción de las nociones de "igualdad" y "diferencia" sugiere inequívocamente que la ley es una expresión de la moralidad. Si la “separación” es un pecado y la ley la alienta, entonces esa ley no solo es injusta, sino también pecaminosa.
Por otro lado, King no solo distingue leyes justas de leyes injustas; hila más fino al distinguir también entre una democracia real y un sistema que le impide votar a la población negra, así como entre el texto de una ley y su aplicación.
El ataque aquí a los clérigos no podría ser más claro: se consideran a sí mismos líderes morales de su comunidad y, sin embargo, no parecen capaces de diferenciar entre justicia e injusticia. Al criticar al Dr. King por violar la ley sin considerar esta distinción, están fallando no solo como líderes morales, sino como personas morales. En este sentido, su utilización del nazismo para ejemplificar este punto es muy astuta, pues hay un consenso general e indiscutible en su audiencia sobre el carácter atroz de este régimen. Y lo que muestra el ejemplo nazi es que la ley puede ser una base, no solo para proteger el privilegio de un grupo, sino también para sostener un genocidio. En otras palabras, argumentar, junto con los clérigos a los que King se dirige, que jamás se deben incumplir las leyes, sean estas cuales sean, implica, sin justificarlo, concederle al nazismo un carácter legal, y cuestionar las acciones de resistencia -ilegales durante el régimen- que salvaron las vidas de miles de judíos.
La desobediencia civil es central en la filosofía del Dr. King. Hacía mucho tiempo que él ya admiraba a Henry David Thoreau, autor del ensayo Desobediencia civil, así como de Mahatma Gandhi. En "Carta desde la cárcel de Birmingham", King proporciona una explicación paciente y una defensa mesurada de la filosofía de la desobediencia. Consciente de que apoyar el incumplimiento de las leyes podía asustar a su audiencia, el autor utiliza un tono legalista en esta sección.
El reverendo utiliza dos métodos principales para defender la desobediencia civil. Primero, distingue la desobediencia civil de la “anarquía”. Argumenta que él tiene “el máximo de los respetos por la Ley”, y está dispuesto a cumplir la pena correspondiente por violarla. Además, no infringe la ley por una deuda hacia sí mismo, sino por su deber hacia el prójimo. Si todos los hombres están conectados, y una injusticia en cualquier lugar perjudica a todos, entonces se siente obligado no solo a quebrantar una ley injusta, sino a sufrir el castigo de esa ley injusta para dramatizar e ilustrar su efecto pernicioso.
En segundo lugar, el Dr. King emplea una gran cantidad de ejemplos históricos para defender su adhesión a la desobediencia civil. Estos van desde lo secular hasta lo profundamente religioso. Sadrac, Mesac y Abednego son figuras mencionadas en el libro bíblico de Daniel; Sócrates es el arquetipo occidental de la sabiduría humana; los primeros cristianos son héroes indiscutibles para cualquiera que tenga esa fe, y el Boston Tea Party representa uno de los primeros intentos en Estados Unidos de independizarse de Gran Bretaña. Con semejantes ejemplos, King problematiza la postura de los clérigos, que lo atacan por practicar la desobediencia civil. Una vez más, este argumento también supone un ataque implícito a los clérigos por su aparente sencillez: no saben diferenciar entre desobediencia civil y anarquía.
Finalmente, vale la pena considerar cómo funcionan las muchas alusiones del Dr. King para subrayar su mensaje de unión. Ciertamente, uno podría criticarlo por ostentar su formación académica, pero la variedad de tradiciones a las que apela -Sócrates, de la Antigua Grecia; San Agustín y Santo Tomás de Aquino, de la filosofía cristiana; Martin Buber, de la teología judía; el Boston Tea Party, de la historia secular estadounidense- refuerza el argumento de que todos los hombres están conectados. Cuando se consideran en conjunto, esta variedad de tradiciones parecen dar cuenta de una verdad universal.