Carta desde la cárcel de Birmingham

Carta desde la cárcel de Birmingham Resumen y Análisis Parte 7

Resumen

El Dr. King señala que, antes de terminar, le gustaría mencionar otra afirmación de la declaración de los clérigos que le ha molestado: ellos celebran que la Policía de Birmingham haya impedido la violencia. King contrapone a esto “el trato detestable e inhumano” que reciben los negros de esa policía en la prisión en la que se encuentra. Además, aunque admite que la Policía se enfrentó con cierta disciplina a las manifestaciones, lo hizo con el objetivo de “preservar el funesto sistema de segregación racial”. Para él, es sumamente inmoral utilizar medios loables para alcanzar los fines equivocados.

A continuación, Martin Luther King Jr. confiesa que hubiese preferido que los clérigos celebraran el valor y la disciplina de los manifestantes pacíficos, y afirma que, un día, “el Sur reconocerá a sus verdaderos héroes”, como James Meredith, Rosa Parks y todas las personas que resisten cotidianamente la segregación. Se reconocerá, dice, que ellos están “defendiendo lo mejor del sueño americano y los más sagrados valores de nuestra herencia judeocristiana”.

El Dr. King se disculpa por la extensión de su carta: “¿qué otra cosa puede hacer uno cuando está solo en una estrecha celda de la cárcel, como no sea escribir largas cartas, desarrollar prolijos razonamientos y rezar interminables oraciones?”, se pregunta. También se disculpa en caso de que se lean en su carta exageraciones o indicios de impaciencia.

Por último, expresa sus deseos de reunirse pronto con los clérigos, no como defensor de los derechos civiles sino como “ministro del Señor”, y se despide con el deseo de que “los oscuros nubarrones del prejuicio racial se alejen pronto (...), y que en algún futuro no demasiado lejano las radiantes estrellas del amor y de la fraternidad iluminen nuestra gran nación con toda su deslumbrante belleza”.

Análisis

Terminar la "Carta desde la cárcel de Birmingham" con una celebración de la perseverancia del hombre negro y la inminencia de la igualdad podría haber sido un final más apropiado, pero el Dr. King agrega un elemento, que se inserta en el texto casi como una posdata: "otro punto... antes de cerrar" (184).

El tono de esta suerte de agregado es, sin embargo, consistente con el resto de la segunda parte de la carta: el reverendo confronta abiertamente a quienes celebran el comportamiento de la Policía de Birmingham. Más aún, su abordaje parece querer avergonzar a su audiencia blanca moderada. Y es que él mantiene la deferencia, sugiriendo al principio que los clérigos no aplaudirían el comportamiento de la Policía “si hubieran visto el trato detestable e inhumano” que reciben los negros. El condicional les concede, así, la oportunidad de asumirse inocentes por desconocimiento. No obstante, esta deferencia se ve contrarrestada por hechos que los clérigos no podían ignorar. El gobernador de Alabama en ese momento, George Wallace, era un racista y segregacionista pronunciado y despiadado, y su voluntad abierta de usar la violencia para promover su causa no era ningún secreto. Entonces, el Dr. King continúa concediéndoles en apariencia el beneficio de la duda, al mismo tiempo que deja en claro que ellos no han sido engañados ni desconocen los hechos, sino que están de hecho apoyando las injusticias de la segregación.

Por otro lado, aun asumiendo que el comportamiento de las fuerzas policiales durante las últimas manifestaciones haya sido relativamente civilizado, el Dr. King pone en evidencia la incoherencia de apoyar medios justos para alcanzar fines injustos, contrastando esta postura con la suya propia: él reconoce que sería inmoral justificar medios injustos para alcanzar sus objetivos, y por eso predica que “los medios que utilizamos sean tan puros como los fines que perseguimos”. Así, en esta didáctica distinción de medios y fines, Martin Luther King Jr. vuelve a poner en evidencia la debilidad moral de sus oponentes.

En su afirmación de que, en el futuro, serán reconocidos los verdaderos héroes de su tiempo, el Dr. King supone la distinción, ya planteada de forma explícita anteriormente, entre ley y justicia: en retrospectiva, asegura, se reconocerá a quienes lucharon por la justicia, y no a quienes acataron la ley. Así, en esta distinción los moderados vuelven a quedar mal parados, porque son ellos quienes están avalando las injusticias en nombre de la ley y el orden.

Por otra parte, el reverendo muestra una gran astucia al afirmar que el reconocimiento que estos individuos recibirán en el futuro no será meramente por haber defendido sus derechos o por aportar a mejorar la vida de la comunidad negra, sino por haber defendido el sueño americano y los valores judeocristianos, es decir, por aportar a un país más justo para todos, y no solo en favor de su propia comunidad.

En muchos sentidos, las disculpas finales del Dr. King (por la extensión de su carta, por eventuales exageraciones y por su posible impaciencia) se sienten extrañas: pareciera que repentinamente se retira de la confrontación de los párrafos anteriores. Y, sin embargo, al final de esa disgresión, el reverendo dirige sus disculpas hacia Dios. En este gesto, podemos asumir que, para Martin Luther King Jr., su audiencia no está capacitada para juzgarlo, pues ha perdido su derecho a hacerlo posicionándose del lado de las injusticias.

Finalmente, las últimas palabras de la carta evidencian tanto el optimismo de su autor como su gran capacidad para la oratoria: "Esperemos todos que los oscuros nubarrones del prejuicio racial se alejen pronto y que la espesa niebla de la incomprensión se disipe en nuestras comunidades presas del miedo, y que en algún futuro no demasiado lejano las radiantes estrellas del amor y de la fraternidad iluminen nuestra gran nación con toda su deslumbrante belleza". Esta elaborada alegoría, llena de metáforas e imágenes asociadas al cielo, vuelve a poner énfasis en la importancia de la acción individual: los nubarrones y la niebla no se disiparán solos; son necesarias las “radiantes estrellas del amor y la fraternidad” para iluminar la nación. No obstante, el reverendo no termina su misiva pidiéndoles nada a los clérigos -ni, por extensión, a los blancos moderados- excepto que compartan su esperanza. Deja en claro, así, que quienes defienden la causa de los derechos civiles no los necesitan. Él y sus hermanos ya están en el camino de una nación más justa, y lo que al clero y otros moderados les queda decidir es, en todo caso, de qué lado quieren estar en ese proceso.

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