Carta desde la cárcel de Birmingham

Carta desde la cárcel de Birmingham Resumen y Análisis Parte 6

Resumen

Martin Luther King Jr. comienza esta sección aceptando satisfecho el mote de “extremista”. Recuerda que Jesús fue “un extremista del amor”; Amós, un extremista de la Justicia; Pablo, un extremista del Evangelio. También fueron extremistas, arguye, John Bunyan, Abraham Lincoln, Thomas Jefferson. Es decir, asocia el extremismo a la devoción y la entrega a una causa, y plantea que lo importante es qué tipo de extremista es uno: si del amor o del odio. Asimismo, propone la hipótesis de que el país y el mundo necesitan “extremistas creativos”.

Nuevamente, el Dr. King confiesa que tenía la esperanza de que los moderados blancos reconocieran esta necesidad. “Supongo que debía haberme dado cuenta de que pocos miembros de la raza opresora son capaces de comprender los profundos gemidos y los apasionados deseos de la raza oprimida”, afirma. No obstante, reconoce algunos pocos aliados: “A diferencia de tantos de sus hermanos y hermanas moderados, ellos han comprendido la urgencia del momento y han sentido la necesidad de combatir la enfermedad de la segregación mediante el poderoso antídoto de la “acción”.

Luego, King describe su otra gran desilusión, en este caso con la Iglesia blanca y sus ministros. Tras señalar algunas excepciones (dando algo de crédito a algunos de los clérigos a quienes se dirige la carta), se queja de que, contradiciendo sus esperanzas iniciales, muchos ministros, sacerdotes y rabinos se han erigido como enemigos de la lucha por los derechos civiles. Otros, más cautos, se han mantenido en silencio.

King señala que ha oído a líderes religiosos del sur aconsejar a sus feligreses que cumplan con la integración porque es la Ley, pero que aún espera que estos llamen a hacerlo porque la integración racial es moralmente justa. También acusa a muchos hombres de Iglesia de desentenderse de la injusticia social y económica porque las cuestiones sociales “nada tienen que ver con el Evangelio”, dando cuenta, dice, de una extraña “y nada bíblica” distinción entre cuerpo y alma, entre lo sagrado y lo popular.

Como resultado, se pregunta dónde están las palabras de apoyo de los líderes religiosos blancos a la comunidad negra, despreciada y violentada, y los acusa de haber envilecido la Iglesia -que él ama- al olvidar los aspectos sociales por temor a ser inconformistas.

King recuerda un pasado en el que la Iglesia fue "muy poderosa", cuando “la Iglesia no era un mero termómetro que registraba las ideas y principios de la opinión pública; por el contrario, era un termostato que pretendía transformar las costumbres de la sociedad”. Los primeros cristianos, a quienes se acusó de “agitadores forasteros”, tenían grandes convicciones y un gran compromiso, y con ellos lograron progresos en la sociedad.

Las cosas, arguye el reverendo, son diferentes en la actualidad. La Iglesia a menudo es una acérrima defensora del statu quo, y King advierte que, si esto no cambia, perderá la lealtad de millones de personas y, así, su sentido. Pero entonces se pregunta si la religión institucional no está demasiado ligada al statu quo como para poder salvar la nación. Tal vez, dice, debería él mismo orientar su fe hacia “la Iglesia espiritual interior”. No obstante, vuelve a agradecer a aquellos miembros de la jerarquía eclesiástica que los han apoyado de forma activa. Ellos “Han logrado excavar un túnel de esperanza a través de la negra montaña de la decepción”.

Finalmente, el Dr. King afirma que no tiene “ningún temor acerca del resultado de nuestra lucha en Birmingham y en toda la nación”, porque el objetivo de los Estados Unidos es la libertad. “Si las inenarrables crueldades de la esclavitud no pudieron detenernos, es evidente que la oposición a la que ahora nos enfrentamos está condenada al fracaso”, afirma, seguro de que alcanzarán la libertad, pues ese reclamo coincide con el legado de la nación y con la voluntad de Dios.

Análisis

Esta es la parte más controvertida de la “Carta desde la cárcel de Birmingham” por varias razones. La más obvia es que el Dr. King admite que es un extremista, y que está orgulloso de considerarse así.

No obstante, este tono más extremo se equilibra en gran medida con los esfuerzos que ha hecho hasta ahora el reverendo para enmarcar la discusión en términos legales y morales. Su defensa del extremismo no se lee como una expresión de ira, sino más bien como el resultado lógico de los puntos ya desarrollados minuciosa y pacientemente. Al mismo tiempo, los ejemplos de “extremistas” con los que el autor se identifica incluyen a algunas de las figuras más importantes de la historia del cristianismo -Jesucristo y San Pablo- y de la de los Estados Unidos -Abraha, Lincoln y Thomas Jefferson-. De este modo, resulta difícil para la audiencia no detenerse a reconsiderar al menos el rechazo y el temor que la noción de extremismo les provoca.

Lo que hace en definitiva King es vincular el extremismo a la acción, luego de defender la acción, en la parte anterior de la carta, como el único curso adecuado del hombre moral frente a la injusticia. Lo que todos estos “extremistas” tienen en común es haber actuado contra un statu quo que consideraban injusto, y no clamar por paciencia o moderación.

Esta lista de “extremistas” representa la culminación de los argumentos del Dr. King. Se trata de hombres que se negaron a elegir la comodidad por sobre la justicia, y se dispusieron a cambiar la historia. Así, el camino más noble, en los argumentos del reverendo, se asocia a la acción individual.

Una vez más, los argumentos del Dr. King atacan a los clérigos de forma implícita: ha dejado en claro que estos son incapaces de distinguir entre el extremismo del amor y el de la inmoralidad. La última alusión en esta sección remite a tres hombres que fueron crucificados en Gólgota por el delito de ser extremistas. Recuerda que dos de ellos eran extremistas de la inmoralidad, y “cayeron más bajo que el mundo que les rodeaba”. El tercero era Jesucristo, “un extremista del amor, de la verdad y de la bondad”.

Lo que se deduce de esta distinción es que los clérigos deberían admirar al Dr. King y sus hermanos en lugar de asumir que son de la misma calaña que aquellos que predican la violencia y la destrucción. En todo caso, esta incomprensión ya parece no concernir a Martin Luther King Jr., que parece ahora listo para asumir ciertas verdades como evidentes.

Esta parte de la carta también se destaca por distinguir con más énfasis que en ninguna otra entre blancos y negros. King argumenta que “pocos miembros de la raza opresora son capaces de comprender los profundos gemidos y los apasionados deseos de la raza oprimida”. Esta afirmación se para en las antípodas de la insistencia previa del reverendo en la interconexión entre todas las personas, que nos iguala, y es única en señalar explícitamente la distinción entre razas y enfatizar que la opresión negra es mucho peor de lo que muchos blancos podrían entender.

No obstante, King no pierde la diplomacia que lo caracteriza: inmediatamente después de esta afirmación, da ejemplos de hombres blancos que han colaborado con la causa negra, así como también de acciones que hombres blancos del clero han llevado adelante para acompañar la lucha por los derechos civiles.

Por otro lado, el tema de la conformidad se vuelve primordial en estos párrafos finales. Su ataque sostenido a la Iglesia contemporánea se reduce a una advertencia acerca de abrazar el statu quo en beneficio de la comodidad. Considerando el énfasis que pone el Dr. King en la primera mitad de la carta en la diferencia entre el sentido moral del individuo y la influencia perniciosa del grupo, su sugerencia de que la Iglesia contemporánea sirve al statu quo -es decir, al grupo- implica una crítica contundente. En efecto, King concibe la Iglesia como una institución compuesta por mentes revolucionarias que abogan por construir un mundo mejor, más igualitario y más libre. En su ideal, esta lucha debe librarse contra instituciones sociales anquilosadas que desean proteger su propio poder. Así, la Iglesia no debe estar separada de la esfera política; en cambio, debe proporcionar un desafío directo al poder, creando una tensión necesaria para la acción. Es a través de esa tensión que la sociedad podría evolucionar. El ataque de King insiste en que la Iglesia contemporánea, lejos de luchar contra esas instituciones conservadoras del statu quo, se ha convertido en una de ellas. El reverendo advierte además que, tomando ese rol, la Iglesia corre peligro de perder toda relevancia social.

Así y todo, incluso en el marco de sus críticas más pesimistas, el Dr. King mantiene un tono radiante de esperanza y optimismo, lo que refleja una de sus habilidades retóricas más contundentes. Y es que ese optimismo es el reflejo de su firme creencia de que las personas pueden cambiar el mundo a través de la acción. Así como los primeros cristianos pusieron fin, según sus propias palabras, al infanticidio y las peleas de gladiadores, o como Abraham Lincoln ayudó a poner fin a la esclavitud, él y sus hermanos podrían poner fin a la discriminación que sufre la comunidad negra en los Estados Unidos.

El Dr. King sigue expresando este optimismo incluso cuando se refiere a los temas más oscuros de su carta. Un claro de ejemplo de esto aparece cuando se refiere a la esclavitud, a la que no hace alusión para reprender a los hombres blancos sino para celebrar el poder de la resistencia y la perseverancia. Así, las atrocidades de la esclavitud dan cuenta de que la clase oprimida continuará luchando.

Resulta revelador, en este sentido, que al referirse a esta lucha del pasado, King no aluda a muchas generalizaciones o grandes procesos, sino que se refiera a una serie de individuos como los “verdaderos héroes” del Sur: Rosa Parks, James Meredith o, incluso, personas que han permanecido anónimas para la Historia. Este gesto resulta coherente con la relevancia que le da Martin Luther King Jr. a las acciones individuales. Tampoco resulta inocente que las personas mencionadas sean negras. En última instancia, el optimismo del reverendo no se basa en el potencial del apoyo de los blancos, sino en el poder y la persistencia de los negros.

Es interesante, en este sentido, que King proclame la suficiencia negra en un texto no dirigido a una audiencia negra a la que quiere inspirar, sino a una audiencia blanca y moderada a la que desea informar. Su objetivo parece ser, aquí, que estas personas sepan que él y sus hermanos apreciarían su apoyo a la causa, pero que perseverarán en su lucha incluso sin ella.

Finalmente, es de gran relevancia que el Dr. King se refiera a la historia de la lucha de la comunidad negra, no como una tangencial a la de los Estados Unidos, sino, por el contrario, como una defensa de “lo mejor del sueño americano y los más sagrados valores de nuestra herencia judeocristiana”. Así, la lucha por la igualdad entre blancos y negros se erige como parte inherente del desarrollo de la nación norteamericana hacia una democracia justa.

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