El hombre más vicioso y vil, micer Ceparrello, se convierte en el santo Ciappelleto
Los cien relatos del Decamerón se inician con un cuento de fuertes contrastes entre la virtud y el vicio, a través del personaje de San Ciappelleto. La comicidad de la historia se concentra en la ironía de que quien es, probablemente, el personaje más vil de todo el libro engañe a un fraile muy venerado para hacerle creer a él y a toda la población de Borgoña de que es el hombre más santo que ha existido. Esta conversión del personaje de ruin a santo implica una crítica a la moral religiosa y al modo en que juzga la bondad o la maldad de las personas.
En el monasterio más famoso por su santidad se comete diariamente el pecado de la lujuria
En consonancia con la ironía del primer relato de la Primera Jornada, tenemos también a personajes que deberían ser muy castos y santos pero que, en realidad, son promiscuos y pecadores. Se trata de las monjas y de la abadesa del monasterio en el que entra a trabajar Masetto, un labrador que finge ser sordomudo para acostarse con ellas. Aquí, la crítica a la hipocresía de la iglesia se agrava por el hecho de que las monjas rompen su voto de castidad y se ponen de acuerdo para continuar pecando con otro engaño, haciéndole creer a la población que por su santidad han conseguido que el labrador recupere su voz.
Tancredo busca avergonzar y castigar a su hija, pero termina siendo él quien queda avergonzado y castigado
Cuando el príncipe de Salerno descubre que Ghismonda ha tenido relaciones extramaritales con un paje de su séquito, la acusa de haber cometido ese pecado con una persona de baja condición social. El discurso de Ghismonda pone en evidencia la hipocresía de su padre, quien le enseñó que las virtudes no se heredan por sangre, sino que provienen de los actos y los comportamientos honrosos de las personas. Asimismo, Tancredo quiere castigar a los enamorados asesinando a Guiscardo, pero su accionar lleva a que su hija se suicide, lo que significa un castigo terrible para sí mismo. El hecho de que la vergüenza y el castigo que el príncipe quiere infligir sobre su hija terminen recayendo sobre sí mismo constituye una gran ironía.
También podríamos decir que el modo casual en que Tancredo descubre a los amantes –por quedarse dormido en la alcoba de su hija y estar presente cuando estos se encuentran para tener relaciones sexuales– hace referencia a las ironías de la fortuna, que va en contra del amor.