“Este horrible comienzo os resultará como una montaña áspera y empinada para los caminantes, tras la cual se halla oculta una hermosísima y deleitable llanura que será tanto más grata cuanto mayor haya sido la dureza de la subida y del descenso” (Símil, p.111)
Boccaccio utiliza este símil para justificar su introducción, abocada a describir los estragos que produjo la peste negra como marco narrativo para los cien cuentos que componen el Decamerón. Compara así esta parte que debe leer el lector o la lectora con una montaña difícil de atravesar para un caminante, luego de lo cual vendría el momento de disfrute con la lectura de los cuentos narrados por los jóvenes, cuentos que se insertan en un locus amoenus semejante al de la llanura “hermosísima y deleitable” referida en el símil. Cabe destacar que aquí Boccaccio utiliza un símil opuesto a la simbología a la que acude Dante en la Divina Comedia. En el inicio de su poema, Dante describe una selva oscura que representa el infierno, a la que sigue una montaña que simboliza el purgatorio y, finalmente, su cima, que significa el alcance del paraíso. En cambio, aquí Boccaccio propone que lo malo y mortífero está en el ascenso de la montaña, y lo bueno y vital se ubica después del descenso.
“Y esta pestilencia fue más virulenta porque prendía de los enfermos en los sanos con los que se comunicaban no de otro modo a como lo hace el fuego sobre las cosas secas o grasientas cuando se le acercan mucho” (Metáfora, p.114)
En su descripción de la peste negra, Boccaccio utiliza la metáfora del fuego para dar una imagen de la manera en que la enfermedad se transmite de una persona a otra. Afirma así que la peste se propaga con la misma velocidad y pregnancia con la que el fuego hace encender las cosas inflamables. Este tipo de metáforas eran necesarias para tratar de explicar y entender una epidemia que no se comprendía del todo, y que producía un reguero de muerte a su alrededor.
“Y dicho así, del mismo modo que si hubiese tenido en la cabeza una fuente de agua, sin hacer ningún escándalo propio de las mujeres, inclinándose sobre la copa llorando, comenzó a derramar tantas lágrimas que fue asombroso verlas, besando infinitas veces el corazón muerto” (Símil, p.401)
En el cuento primero de la Cuarta Jornada, Ghismonda llora por la muerte de Guiscardo vertiendo sus lágrimas en la copa de oro que conserva el corazón de su amante. El narrador refuerza la imagen de ese llanto mediante un símil en el que compara la caída de las lágrimas con el fluir del agua de una fuente. El comentario que acompaña el símil, el de que la protagonista no hace “ningún escándalo propio de las mujeres”, da una idea de que el llanto de Ghismonda es una expresión silenciosa y noble de su amor.
“Yo creía que el impetuoso y ardiente viento de la envidia no azotase más que las altas torres o las más elevadas cimas de los árboles; pero veo que me engaño en mi opinión” (Metáfora, p.469)
En la Introducción a la Cuarta Jornada, Boccaccio cuestiona las críticas que recibió por su obra diciendo que son manifestaciones de la envidia. Esta envidia es representada metafóricamente como un viento que debería azotar zonas elevadas, es decir, que debería atacar obras solemnes, escritas en latín y en verso, y no libros como el Decamerón, “escrito en vulgar florentino y en prosa” (p.469). Luego continúa la metáfora diciendo que aquel “rabioso viento” ha arrasado con su ímpetu allí donde Boccaccio ubica sus “cuentecillos”: en los “llanos” y “los más profundos valles” (ibid.). De esta forma, plantea el propósito de que su obra no sea considerada una que deba ser cuestionada bajo los parámetros de obras morales o religiosas, cuando la intención del Decamerón es entretener utilizando “el estilo más humilde y sencillo posible” (p.470).
“Aunque estas palabras fuesen todas puñaladas para el corazón de Griselda, porque no había podido olvidar el amor que le tenía como había querido la buena fortuna, respondió: ‘Mi señor, estoy dispuesta y preparada’” (Metáfora, p.1131)
En el cuento décimo de la Décima Jornada, la metáfora de la puñalada al corazón es una de las pocas menciones específicas a los sentimientos de la pobre Griselda, que sufre las crueles pruebas a las que la somete su marido. La metáfora aparece aquí cuando Gualtieri le pide que prepare todo para recibir a la que, dice, será su nueva esposa, aunque es en realidad la hija de ambos. Que la narración refiera también que Griselda acata la orden de Gualtieri ocultando su dolor, insinúa que ella no dejó de amar a su marido a pesar de todo.