Resumen
En la tercera jornada, bajo el Gobierno de Neifile, es Filóstrato el encargado de dar comienzo a los relatos sobre personas que han conseguido industriosamente alguna cosa muy deseada o recuperado alguna pérdida. El narrador comienza diciendo que hay hombres necios que creen que las mujeres que se hacen monjas ya no sienten más los apetitos femeninos, así como también creen que las comidas toscas y los sinsabores privan a los labradores de apetecer lo conveniente, haciéndolos rudos de entendimiento y de astucia. El “breve cuentecillo” (p.360) va a demostrar que quienes creen esto se equivocan.
En un monasterio de monjas muy famoso por su santidad, trabajaba un hortelano de nombre Nuto que labraba un hermoso jardín y realizaba otros trabajos. Cansado del mal pago y de las órdenes de las monjas, Nuto decidió volverse a su pueblo. Allí le contó a Masetto, un joven labrador, cómo era aquel monasterio de ocho monjas y una abadesa, y a este le entró un deseo grande estar con aquellas mujeres. Como temía que lo fueran a rechazar por ser joven y buenmozo, decidió fingir que era mudo para que lo admitieran. En el monasterio fue recibido por el administrador, que lo puso a cortar leña y hacer otros trabajos. Luego la abadesa, viendo que, como era mudo, no podría hacer bromas con las monjas, lo tomó como labrador del huerto. Al principio, las monjas se aprovechaban de que era mudo para molestarlo y decirle palabras depravadas.
Un día, dos monjas se acercaron a Masetto cuando estaba dormido. Una de ellas le confesó a la otra que se había propuesto probar la dulzura de la unión entre el hombre y la mujer con el joven, que por ser mudo no podría contar lo que hicieran. La otra monja le dijo que le habían prometido su virginidad a Dios y mostró preocupación por si quedaban embarazadas. La primera le respondió que muchas veces se prometían cosas que no se cumplían, y que no debería pensar en el daño antes de que llegara, que de quedar embarazadas tendrían muchas maneras de ocultarlo para que nadie se enterase. Así estuvieron las dos de acuerdo y llevaron de la mano a Masetto, que había oído todo y se dejaba hacer, hasta una cabaña, donde mientras una hacía guardia, la otra probaba “cómo el mudo sabía cabalgar” (p.363).
Sucedieron varios días así, hasta que una de las otras monjas descubrió lo que aquellas hacían. Primero pensó en denunciarlo, pero después resolvió que quería probar ella también. Así se involucraron todas las monjas del monasterio, que en distintos momentos iban a hacerle compañía a Masetto. Por último, la abadesa, después de ver a Masetto durmiendo bajo el sol con el cuerpo descubierto, cayó en el mismo apetito, y se llevó al joven a su celda, donde lo tuvo varios días. Luego lo devolvió a su estancia, pero lo requería muy a menudo, al igual que las otras monjas.
Masetto estaba extenuado de satisfacer a todas las monjas, por lo que resolvió confesarle la verdad a la abadesa. Una noche, estando con ella, empezó a hablar, diciendo que ya no podía servir a nueve mujeres. La abadesa, sorprendida, le preguntó cómo podía hablar, y Masetto le dijo que se había curado de la enfermedad que lo hizo mudo. Así se enteró de que sus monjitas hacían lo mismo que ella. Como por ese tiempo había fallecido el administrador del monasterio, se puso de acuerdo con las otras monjas para que las gentes de alrededor creyeran que el joven había recuperado la voz por sus oraciones y por los méritos del santo al que estaba consagrado el convento. Luego lo hicieron administrador del convento y repartieron sus esfuerzos para que Masetto los pudiera sobrellevar sin penas. Pasó mucho tiempo, en el que Masetto engendró muchos frailecitos de forma muy discreta. Nada se supo hasta la muerte de la abadesa, cuando Masetto, ya viejo, regresó rico a su casa.
Análisis
En el primer cuento o novela de la Tercera Jornada aparece la celebración de la astucia o el ingenio a través de un personaje vulgar, el joven labrador Masetto, que logra conseguir lo que quiere, aunque lo que quiere y el modo en que lo consigue sean poco éticos. La reflexión del principio apunta al reconocimiento de una realidad, aunque esta infrinja las reglas del decoro y de los votos sagrados: que las mujeres, incluso las monjas, tienen apetitos sexuales, y que los hombres vulgares, como los labradores, no por ser pobres o desfavorecidos deben ser necios o poco astutos. El cuento da un ejemplo de esto, al mostrarnos a un joven que finge ser mudo para tener relaciones sexuales con las monjas, quienes, a su vez, también quieren tener relaciones con el joven labrador.
La carga erótica del relato se despliega en un juego de asociaciones entre el sexo y el trabajo que produce comicidad. Nuto, el hortelano, abandona el monasterio porque no obtenía un buen rédito económico de aquel trabajo, donde le daban “tan poco salario que apenas podía pagar[se] las calzas” (p.360). Pero Masetto percibe en esas monjas, de las que Nuto dice “que tienen el diablo en el cuerpo” (ibid.), la oportunidad de realizar otro tipo de negocios. Cuando llega al monasterio se presenta como “un pobre hombre mudo y sordo” (p.362) que pide limosna, y se ofrece a cortar leña a cambio de algo de comida. Esta condición pordiosera es una actuación del joven para que lo acepten dentro del monasterio como labrador. Cuando escucha que esto está por suceder, piensa para sus adentros: “Si me metéis ahí dentro, os labraré de tal manera el huerto como nunca os lo labraron” (p.362). La connotación sexual de “labrar el huerto”, así como también del “excesivo cabalgar” (p.365) al que el joven es sometido, es evidente y humorística para los lectores del Decamerón.
Masetto pretende ser más tonto e ingenuo de lo que es, y finge que se deja someter a los apetitos sexuales de las monjas como si esto no fuera lo que, en efecto, fue a buscar. El comportamiento de las monjas, y también el de la abadesa, la figura de autoridad del monasterio, es una crítica directa a la iglesia, crítica que se presenta en forma de ironía, ya que el narrador asegura que aquel convento es “muy famoso por su santidad” (p.360), aunque por dentro se rompen constantemente los votos de castidad. Finalmente, las monjas y la abadesa terminan explotando a este joven, que no da abasto para satisfacer el apetito sexual de nueve mujeres. Siguiendo con la asociación entre sexo y trabajo que propone el relato, así como las monjas se aprovecharon económicamente del hortelano, ahora hacen lo mismo con Masetto y sus “servicios”, sobre todo cuando la abadesa “pretendía […] de él más de una parte” (p.365), es decir, que no se conforma con la proporción que le toca entre todas las mujeres, sino que lo quiere todo para ella.
Es en este momento cuando Masetto decide revelar que no es sordomudo, aunque pretende que sí lo era por enfermedad, de la que de repente se curó. Esta nueva situación permite un nuevo convenio en el contrato laboral, y es que Masetto, a cambio de no difamar el monasterio, será su nuevo administrador, mientras que sus “esfuerzos” (p.366), es decir, sus labores sexuales, serán repartidos para que los pueda sobrellevar. También deciden aumentar la fama del monasterio haciendo que la gente crea “que por sus oraciones y por los méritos del santo al que estaba consagrado el convento, a Masetto, que había estado mucho tiempo mudo, le había sido devuelta el habla” (ibid.). Esto, junto con la referencia a los “frailecitos” (ibid.), es decir, a los hijos que salieron de estos actos pecaminosos, termina de reforzar la crítica irónica a la iglesia, que aumenta la comicidad del relato. El final del cuento termina con un “Masetto viejo, padre y rico” (p.367), que supo aprovechar su ingenio y su juventud para beneficio propio.