Decamerón

Decamerón Resumen y Análisis Décima Jornada, Novela décima

Resumen

En la última jornada, bajo el gobierno de Pánfilo, se narran cuentos sobre personas que liberalmente o con verdadera magnificencia hicieron algo en asuntos de amor u otros temas. El décimo y último cuento es narrado por Dioneo.

El marqués de Sanluzzo, un joven llamado Gualtieri, vivía dedicado a la caza y a la cetrería, sin deseo de tomar esposa o tener hijos. Sus súbditos le rogaron varias veces que se casara para asegurar heredero y señor. A pesar de no tener intención de hacerlo, Gualtieri resolvió complacerlos eligiendo por sí mismo una esposa, a cambio de que estos prometieran honrarla. Se propuso casarse con una joven muy bella y de buenos modales de una aldea, de nombre Griselda, y eso acordó con su padre, Giannucole, que era muy pobre.

Gualtieri mandó a preparar todo para la boda, y el día de la ceremonia fue con sus amigos a buscar a la novia. En casa del padre, le preguntó a Griselda si trataría siempre de complacerle sin enfadarse por nada de lo que él dijese, y si sería obediente, a lo que la novia respondió afirmativamente. Entonces la llevó fuera de la casa y, en presencia de todo su séquito, la desnudó e hizo vestir con los vestidos que preparó para la ocasión. A continuación, se aceptaron uno al otro como marido y mujer y fueron a tener la boda a la casa del marqués.

La joven esposa se volvió tan agradable y educada que no parecía hija de Giannucole, sino de algún noble señor. Tanto el marqués como los súbditos estaban felices con ella y rezaban por su bien y su felicidad. Al poco tiempo tuvieron una hija, lo que le dio gusto a Gualtieri, que, sin embargo, quiso poner a prueba la paciencia y la humildad de su esposa, mostrándose enfadado y diciendo que sus hombres estaban descontentos con ella por su baja condición y que murmuraban sobre su hija. Griselda respondió correctamente, diciéndole a su marido que él hiciera lo que creyera mejor para su honor y su dicha.

Entonces Gualtieri decidió extremar la prueba, y le pidió a su mujer por medio de un sirviente que entregara a la hija, a lo que Griselda entendió que había ordenado que se la matase. Resignada y dolorida la entregó, y Gualtieri la mandó a Bolonia con una parienta suya, mientras la madre creía que había muerto. Al poco tiempo tuvieron un hijo varón, de lo que Gualtieri estaba muy contento, pero otra vez le dijo a su esposa que sus hombres no estaban contentos con que un nieto de Giannucole lo sucediera en el título, y que por eso debía hacer lo que hizo con la primogénita.

Griselda respondió con paciente ánimo que no se opondría a satisfacer lo que complaciera a Gualtieri. Así aceptó que se llevaran al hijo, que se fue a Bolonia como la niña, mientras la madre creía que ambos habían muerto. Sus súbditos también creían esto y le recriminaban su crueldad al marqués, así como manifestaban compasión por la señora. Pasados unos años del nacimiento de la primera hija, Gualtieri quiso someter la paciencia de su mujer a la última prueba, y anunció que le pediría al papa que le dispensase para poder tomar otra esposa. Muchos hombres lo reprendieron, pero Griselda, aunque se lamentaba en su interior, soportó este ataque como había soportado los anteriores.

Habiendo falsificado unas cartas del papa, Gualtieri anunció que Griselda no sería más su esposa en frente de los demás. Griselda contuvo sus lágrimas y le dijo a Gualtieri que le devolvía el anillo y que se marcharía de regreso a la casa paterna desnuda, porque así él la había tomado, pero le pidió por la virginidad que le entregó que le diera al menos una camisa para llevarse. Gualtieri, que tenía ganas de llorar, se mantuvo firme y accedió a su pedido, haciendo que quien fuera su señora por más de trece años se marchara en camisa y descalza.

Gualtieri hizo creer a todos que eligió para casarse a la hija de un conde y mandó a llamar a Griselda para que preparase todo lo necesario para recibir a su nueva mujer en su casa y en la boda. Dolorida, Griselda obedeció y se puso a barrer, ordenar y organizar todo como si fuera “una pobre criadita de la casa” (p.1131). Gualtieri mandó entonces a traer a sus dos hijos de Bolonia con un gran séquito, haciendo que la hija, que tenía doce años y era muy bella, pasase por su nueva esposa. Griselda, que se sentó a la mesa con todos los invitados, los recibió a ambos alabándolos mucho.

Viendo que Griselda se mantenía firme en su paciencia, Gualtieri decidió sacarla de la amargura en que se encontraba. Le preguntó qué le parecía la prometida, a lo que Griselda respondió que la veía muy bien y discreta, pero le rogaba a Gualtieri que no le causase a ella las heridas que le hiciera a su anterior esposa. Entonces Galtuieri le confesó el fin premeditado de su accionar, el querer enseñarle a ser esposa y a que los demás la respeten, procurando su propia paz. Así le reveló que aquellos eran sus hijos y que él la amaba sobre todas las cosas. Griselda lloró de alegría y abrazó a sus hijos. Luego le pusieron un vestido noble y estuvieron de fiesta por varios días. A Gualtieri, a pesar de que se considerasen muy duras las pruebas a las que sometió a su esposa, lo juzgaron muy discreto, y a su mujer aún más.

Análisis

El narrador del último relato es Dioneo, que se diferencia de los demás jóvenes por ser el más lujurioso y de inclinación cómica, característica que no se atiene bien al asunto más serio de la décima y última jornada, que trata sobre acciones y asuntos que se realizan con gran magnificencia o benevolencia. Aunque Dioneo respeta el tema de la jornada, propone un relato en el que la acción que se lleva a cabo, antes de ser “una cosa magnífica”, es una “descabellada bestialidad” (p.1123). Refiere de este modo a la prueba cruel a la que Gualtieri somete a Griselda, su esposa, para asegurarse de su paciencia y obediencia.

Aquí, como en otros cuentos, la trama sucede en torno de un engaño, realizado por un personaje que no llega a ser del todo vil ni del todo bueno. Gualtieri es un hombre discreto que sabe hallar la virtud donde mejor se manifiesta, sin importarle la condición social de la mujer que aprende a amar, a pesar de no desear esposa ni hijos inicialmente. Pero el modo en que pone a prueba a Griselda roza lo inmoral, porque no solo la hace sufrir enormemente, sino que también la expone a la deshonra frente a la mirada de los otros. Por eso Dioneo, antes de empezar la historia, aclara que, aunque esta historia tiene un final feliz, no aconseja a nadie hacer lo que el marqués hizo.

Quien sí es un personaje de perfecta bondad es Griselda, expresión máxima de virtud. Si se compara este personaje del último relato del Decamerón con el personaje en extremo inmoral y vicioso del primer relato, Micer Ciappelleto, podemos observar la progresión vertical del Decamerón, que va de lo más bajo a lo más elevado. De esta forma, la obra de Boccaccio cierra las historias, que abarcan diversas facetas de la condición humana, con un relato dedicado a transmitir un modelo ejemplar de virtud para el retorno a la vida en sociedad de los jóvenes, después de los diez días de aislamiento. Este cuento es uno de los relatos que más circuló en Europa durante el Renacimiento, debido a que Petrarca hizo una versión libre en latín, de la que se realizaron traducciones al inglés, al francés, al catalán y al español.

El tema central de este relato es el de las virtudes que puede poseer una persona que provenga de una familia pobre, como es el caso de Griselda. La cuestión de la nobleza de espíritu en contraste con la pobreza de condición social se representa en el relato a través del motivo del vestido. En el momento en que Gualtieri toma por esposa a Griselda, decide exponerla frente a todos en el acto más censurable de esta historia: la desnuda frente a los demás antes de desposarla, dando a entender no solo el dominio que ejercerá sobre su mujer, sino también que la toma como esposa sin ningún otro atributo que la virtud que lleva consigo, y que él puede ver más allá de su atuendo de campesina: “nadie más que él habría podido jamás adivinar la elevada virtud que ella escondía bajo las pobres ropas y el vestido de campesina” (p.1127). En rigor, cuando el narrador dice que parecía “que la joven esposa con las vestiduras [nobles] cambiase a la vez su índole y sus costumbres” (p.1126), en realidad lo que ocurre es que la apariencia de Griselda ahora se corresponde con la esencia del personaje.

La impasibilidad con la que Griselda soporta las órdenes crueles de su marido, entregando la vida de sus propios hijos –según se lo hacen creer– no convierte al personaje en un ser insensible, sino en una mujer que sabe contener sus sentimientos, fortaleza que la distingue de la supuesta condición débil femenina. En este aspecto se parece al personaje de Ghismonda de la novela primera de la cuarta jornada, que contiene sus lágrimas cuando debe enfrentar a su padre y cuando planea su suicidio. Pero mientras Ghismonda resiste con su fortaleza la figura paterna, Griselda se muestra fuerte para probar su sumisión a las órdenes de su marido. Lo único que pide para preservar su honra es una camisa que cubra su desnudez, con la que es enviada de regreso a su aldea.

Griselda pasa de ser mujer campesina a gran marquesa, para luego volver a su condición de campesina y convertirse en la “criadita” (p.1131) de su marido, que la somete a una última prueba obligándola a preparar la casa para recibir a su supuesta nueva esposa. Cuando se revela el engaño y ocurre el desenlace feliz de la historia, Griselda vuelve a tener un cambio de vestuario, que representa su conversión final en digna señora de la nobleza: “Las señoras, contentísimas, levantándose de las mesas, se fueron con Griselda a su alcoba y quitándole sus ropillas con mejor presagio volvieron a vestirla con un noble vestido de los suyos; y como señora, aunque también lo parecía en los harapos, volvieron a llevarla a la sala” (p.1134).

De esta manera, se completa la transformación de este personaje, que logra corresponder las virtudes que son visibles incluso vistiendo harapos con la apariencia noble de una marquesa, coronación de su felicidad y la de su marido, quien, a pesar de su severidad, es respetado por haber conseguido semejante esposa. Dioneo termina así su relato con una reflexión sobre las virtudes y la condición social, diciendo que “también en las casas pobres llueven del cielo espíritus divinos” (p.1134). Sin embargo, no se guarda de concluir su relato con una opinión atrevidamente cómica y cargada de connotación sexual, puesto que reprueba a Gualtieri diciendo que “no le habría estado mal empleado haber tropezado con una [mujer] que, cuando la hubiese echado de su casa en camisa, hubiese hecho que otro se la cepillase de tal modo que se hubiese ganado un bonito vestido” (p.1135). De esta forma, utiliza el motivo del vestido para sugerir que otra mujer, que no fuera la virtuosa Griselda, podría haber hecho aceptado que le cepillen la camisa con la que Gualtieri la echó de su casa, en referencia a que podría haberse ido a tener relaciones sexuales con otro hombre que la tratara con más amabilidad.