El cuento de la criada

El cuento de la criada Resumen y Análisis IX: La noche - X: Los pergaminos espirituales

Resumen

IX: La noche

Arriba, en su habitación, Defred se sienta y piensa, tratando de "hacer el inventario" (p.205) de su situación. Ya no es solo una mujer con ovarios viables; ahora su posición ha cambiado. Si el Comandante tiene deseos, como ahora sabe que los tiene, esos deseos pueden manipularse. Recuerda haber visto un programa de televisión sobre la Segunda Guerra Mundial con su madre. Los realizadores habían entrevistado a la amante de Hitler y ella había dicho que no sabía nada sobre los hornos y que Hitler era un hombre dulce cuando estaba cerca de ella. Unos días después de la entrevista, se suicidó. Defred recuerda lo bien maquillada que estaba la mujer; cómo había intentado lucir lo mejor posible. Defred comienza a quitarse la ropa, pero de repente siente que la risa burbujea dentro de ella. Sabe que debe reprimirlo y esconde el rostro en la capa. Se acuesta en el suelo, tratando de ralentizar su respiración, y finalmente se queda dormida allí mismo.

X: Los pergaminos espirituales

A la mañana siguiente, la despierta el grito de Cora y el estruendo de la bandeja del desayuno que cae. Se incorpora y se da cuenta de que Cora pensó que estaba muerta. Defred le dice a Cora que debe haberse desmayado, pero luego se da cuenta de que ahora Cora cree que podría estar embarazada. Le asegura a Cora que no cree que se trate de eso, y las dos mujeres están de acuerdo en que debe haber sido la tensión del parto lo que la hizo quedarse dormida en el suelo. Cora se queja de la bandeja que se ha caído y Defred sugiere que finjan que ella ya se ha comido el desayuno. Se pone contenta, porque siente que esta mentira compartida ha creado un vínculo entre ellas. Varios días después, Defred ve a Serena Joy arrodillada sobre una almohada haciendo jardinería. Piensa distraídamente en la esposa del Comandante, imaginando que está haciendo penitencia por algún pecado, pero luego se da cuenta de que realmente está pensando en las tijeras. Los iris florecen, altos y hermosos, y Defred piensa para sí misma que hay algo subversivo en la primavera. El invierno, siente ella, es más fácil.

Defred comienza a visitar al Comandante dos o tres noches a la semana, yendo a su estudio cuando Nick usa su gorra ladeada para indicarle que el hombre desea su presencia. Se entiende que deben tener mucho cuidado de no dejar que Serena Joy se dé cuenta. Defred comienza a pensar que sus deseos no son claros para ella porque no lo son para él. Cuando lo visita por segunda vez vuelven a jugar al Scrabble, y Defred se da cuenta de que es él quien la está dejando ganar. Cuando terminan, él le da una revista Vogue para que la lea. Parece orgulloso de mostrársela, ya que se supone que las publicaciones de esta naturaleza han sido destruidas. Ella se da cuenta de que él está disfrutando de verla leer y le pregunta por qué no le muestra la revista a Serena Joy. Él le dice que su esposa no lo entendería. La tercera noche, le pide al Comandante un poco de loción para las manos, y él se la da en la siguiente visita.

La siguiente Ceremonia es tensa y difícil, y Defred se siente incómoda. En un momento, el Comandante se acerca como para tocarla, pero ella evita su mano. Sus sentimientos hacia Serena Joy también han cambiado. Todavía la odia, pero también se siente celosa y culpable. Intenta recordarse a sí misma que Serena Joy se desharía de ella en un segundo si pudiera. La próxima vez que esté en la habitación del Comandante, le dirá que tenga más cuidado en el futuro. Él le dice que encuentra impersonales las Ceremonias y ella responde con sarcasmo. Su relación, al parecer, ha cambiado. Tía Lydia dijo una vez a las Criadas que en el futuro todas las mujeres "vivirían juntas y en armonía, (...) cuando el nivel de la población se haya estabilizado otra vez no tendremos que trasladar [a las Criadas] de una casa a otra, (...) bajo tales condiciones podrán crearse lazos afectivos" (p.228). Defred reconoce que ya no es solo una Criada: ahora es la amante del Comandante, tanto como lo fue antes con Luke. A veces se pregunta si Serena Joy lo sabe. Cualquiera sea la verdad, ella sabe que ahora es más feliz, pues es más que un simple recipiente para el Comandante.

La siguiente escena comienza con Defred y Deglen caminando por la calle. Hace mucho calor y Defred se encuentra pensando en helado. Ella y Deglen se han acostumbrado la una a la otra. Llegan al Muro, aunque ese día no hay nadie colgado. A veces, Defred se imagina ver a Luke en la pared, aunque no hay razón para que esté allí. Intenta imaginárselo en una habitación de algún edificio. Pasan por una tienda conocida como "Pergaminos Espirituales" (aunque esta tienda, como las demás, no está identificada con un letrero escrito). En el interior hay "Rollos Sagrados", máquinas que imprimen plegarias ordenadas por Compufono.

Defred intenta recordar lo que solía vender esta tienda; cree que era lencería, que ahora es ilegal. Miran las máquinas a través de la ventana, pero de repente Defred se da cuenta de que Deglen está mirando directamente su reflejo. Siente que el aire a su alrededor ha cambiado. Deglen le pregunta si ella "cree que Dios oye estas máquinas" (p.235); Defred le responde que no con sinceridad. Se da cuenta de que Deglen no se parece en nada a lo que había pensado. Ahora le habla de una red clandestina y la invita a unirse. Empiezan a caminar de nuevo y Defred piensa en la posibilidad de que Deglen sea una espía. De repente, una camioneta se detiene junto a ellas. Dos Ojos saltan y agarran a un hombre que pasa. Los Ojos lo suben a la camioneta y se alejan rápidamente.

Esa tarde, después de su regreso a casa, Defred no puede dormir. Se sienta y mira por la ventana, pensando en lo que diría Moira sobre el Comandante. Recuerda cómo ella desaprobó su romance con Luke, argumentando que le estaba robando a otra mujer. Defred no entendía por qué a Moira, que era lesbiana, se le permitía robar mujeres a otras mujeres, pero Moira argumentaba que en su situación el "robo" era más equilibrado. Discutían sobre estas cosas, sobre si el deseo de Moira de una vida rodeada solo de mujeres era realista, pero sus peleas siempre terminaban en risas. Antes de que Luke dejara a su esposa, ella consiguió un trabajo mejor, trabajando en una biblioteca. Defred piensa en todos los trabajos que solían tener las mujeres. Recuerda el papel moneda, obsoleto desde el cambio a Compubancos. Recuerda cómo el nuevo régimen disparó contra el presidente y todos los miembros del Congreso; luego, el ejército declaró el estado de emergencia, culpando a los fundamentalistas musulmanes. Después del golpe, el nuevo régimen suspendió la Constitución.

Al principio, los cambios no parecían malos. Cerraron las tiendas de pornografía y los Buggies de los Bollos, medidas que atrajeron tanto a conservadores como a liberales. Entonces, un día, Defred fue a la tienda y le dijeron que su Compunúmero ya no funcionaba. Más tarde, en la oficina, le dijeron que la habían despedido, como a todas las demás mujeres, porque la nueva ley dictaba que ya no se permitiría a las mujeres ocupar esos cargos. Regresó a casa y esperó a Luke, sin tener idea de qué debía hacer. Finalmente llamó a su madre, y luego a Moira, que trabajaba para un colectivo de mujeres. Moira se acercó a su casa y le contó que habían cortado todas las Compucuentas de las mujeres porque ya no se les permitía tener bienes a su nombre. Moira, recuerda, no parecía particularmente sorprendida. Defred luego recuerda que Luke no parecía muy molesto por las nuevas leyes, y simplemente le aseguró que se haría cargo de ella. Hubo marchas, pero no muchas, porque el ejército abría fuego contra quienes protestaban.

Defred luego comienza a pensar en su madre cuando ella era pequeña. Recuerda su regreso a casa después de las marchas y lo avergonzada que estaba por los esfuerzos políticos de su madre. Ahora desearía poder recuperarlo todo.

Defred escucha a Nick salir de la casa y lo mira a través de la ventana. Se pregunta qué obtendrá por su rol en el arreglo. Recuerda que nunca le preguntó a Luke si realmente estaba contento con los cambios que estaban ocurriendo; ya era demasiado dependiente, estaba demasiado asustada.

En la oficina del Comandante, Defred se sienta mirando el tablero y él le pregunta qué quiere leer, porque esta es ahora su rutina. El Comandante siempre la observa mientras ella examina el material de lectura que le proporciona. Ella sugiere que mejor hablen y le hace preguntas sobre él. Él le responde vagamente. Le dice que solía estar en "investigación de mercado". Luego, ella le pregunta qué significa la frase en latín en su dormitorio, esperando que él no se dé cuenta dónde la vio. Aunque al principio se queda perplejo, finalmente explica que se trata de una broma: significa, esencialmente, "No dejes que los cabrones te hagan polvo". Le muestra uno de sus viejos libros de texto en latín, lleno de chistes como ese. Ahora comprende por qué lo escribió la mujer. Ella también estuvo en esta habitación con el Comandante. Defred le pregunta qué le pasó a la mujer que la precedió, y él le dice que ella se colgó de la lámpara porque Serena Joy se enteró de su relación con él. Defred insinúa que él quiere que ella lo visite porque "quiere hacer[le] la vida llevadera" (p.261), y él se lo concede. Ella le dice que quiere saber "todo lo que hay que saber" (p.262).

Análisis

En esta sección, Atwood subraya la idea de que el nuevo régimen ha intensificado la objetivación de las mujeres al demostrar que, cuando el Comandante comienza a tratar a Defred como un "objeto sexual", ella comienza a pensar en sí misma como algo más que una mera mujer con "ovarios viables". Este sutil cambio en el poder de Defred, gracias a su nuevo estatus, sugiere que el propósito del régimen de Gilead al crear el rol de las Criadas como algo distinto del rol de "concubinas" o "segundas esposas" tiene más que ver con el poder y el control que con las enseñanzas bíblicas o el deseo de honrarlas. En este punto, sería difícil para el lector no ver en El cuento de la criada una crítica a las creencias fundamentalistas, o incluso a la unificación de la Iglesia y el Estado. Aunque la comprensión de Defred de la verdadera naturaleza de su situación es limitada, la hipocresía y la degeneración subyacentes al régimen de Gilead son dolorosamente claras para el lector.

Lo que resulta menos claro para el lector es si el régimen de Gilead es el único responsable de socavar las relaciones entre hombres y mujeres, o si simplemente expone serias debilidades que ya estaban presentes en la sociedad. Uno de los momentos más dolorosos en esta sección de El cuento de la criada es la admisión de Defred de que Luke no parecía oponerse a las cosas que le estaban sucediendo y que incluso podría haber preferido el nuevo sistema. Defred explica que "nunca hablamos del tema" (p.254), porque cuando ella realmente entendió lo que estaba sucediendo, "no podía permitir[se] perder[lo]" (p.254). ¿Qué destruyó el equilibrio de poder entre hombres y mujeres? ¿Fueron las leyes, que despojaron a las mujeres de sus derechos, o fue el deseo de los hombres de ser dueños de sus esposas? Defred no se acerca a responder esta pregunta, pero al plantearla, Atwood anima al lector a examinar la idea de la igualdad de género tanto en la realidad como en la ficción. Como El cuento de la criada pertenece al género de la "ficción especulativa", suscita muchas ideas filosóficas y políticas con ramificaciones muy reales. Atwood destaca la idea de que incluso si se alteran los medios de intercambio y el valor de las cosas, no se pueden alterar los deseos humanos básicos. Entonces, si bien el régimen de Gilead parece extremo, los problemas de género en los que se basan son capaces de interpelar a los lectores, tanto hombres como mujeres, para que reflexionen sobre su rol en la sociedad en general y en sus relaciones interpersonales en particular.

Aunque la nueva relación de Defred con el Comandante es incuestionablemente extraña, Defred pronto se da cuenta de que esencialmente se ha convertido en su amante. Sus juegos de Scrabble y el acceso de Defred a revistas prohibidas son tan transgresores como los actos sexuales que una amante habría realizado en el pasado, sino más. Para el Comandante, su relación con Defred es la misma que la de cualquier hombre con su amante, en tanto le despierta la excitación por lo prohibido. La relación de Defred con él, sin embargo, es muy diferente a su relación anterior con Luke. El nuevo régimen y sus dictados han dificultado la situación de Defred al destruir su capacidad para disfrutar de una relación con un hombre.

Para el Comandante esto no es importante, porque la prioridad es la satisfacción masculina. Según él, el sistema de Gilead es efectivo, pues insiste en que antes del nuevo régimen, el sexo era tan fácil de adquirir que casi había dejado de importar. Omite mencionar que el único motivo por el cual el sexo es ahora escaso es el clima de miedo e impotencia a su alrededor. Las Tías parecen obviar también este importante detalle, al transmitirle a las Criadas que el sexo, al volver a ser escaso, sería más valioso, y ellas estarían más protegidas.

Al final, las relaciones sexuales ilícitas siempre existirán si los hombres tienen el poder de ocultarlas, y especialmente si esos hombres tienen poder sobre las mujeres vulnerables. Para mantener a las mujeres en desventaja, el nuevo régimen decide poner toda responsabilidad y culpa sobre las mujeres (por ejemplo, como sucedió con Janine cuando fue violada en grupo a los catorce años, o cuando una mujer no puede concebir). Entonces, ellas tienen más cuidado de seguir los dictados de su nueva posición social que los hombres, quienes se pueden permitir muchas más licencias. Una vez más, el libro invita al lector a preguntarse cuán diferente es el mundo de Gilead del nuestro.