El cuento de la criada

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El poder

Uno de los temas más importantes de El cuento de la criada es el uso y el abuso del poder en todas sus facetas. Por un lado, Gilead es una dictadura teocrática, por lo que el poder se impone por completo de forma vertical. No hay métodos legales para reclamar o protegerse del gobierno, y no hay esperanza de que intervenga un poder externo. Una de las características del tipo de poder que detenta la república de Gilead es que es extremadamente visible. La autoridad impuesta unilateralmente siempre debe exhibirse. A diferencia de una sociedad democrática, donde hay un pacto plurilateral entre los distintos actores y, por lo tanto, el pueblo tiene interés en mantener las estructuras de la sociedad, en Gilead el gobierno debe llenar las calles e incluso los hogares de guardias, armas y espías para disuadir a la población de rebelarse. La vigilancia debe ser constante. Reina la desconfianza mutua y el único lugar donde las personas son libres es en sus propias mentes, por lo que se genera un aislamiento significativo entre las personas.

Por otra parte, a pesar del éxito del régimen de Gilead en imponer el orden, los personajes de Atwood demuestran que, incluso si se le quita un poder sustancial a las personas, encontrarán maneras de mantener el control sobre sí mismas y sobre otras personas. Por ejemplo, Defred manipula su sexualidad de maneras muy sutiles, cada vez más consciente de cuánto poder tiene simplemente por ser mujer. Sabe que, aunque no tiene la posibilidad de llevar a cabo sus insinuaciones, puede avivar ciertas ideas en la cabeza de los hombres, y que se está comunicando con los Guardianes bajo las narices de los Ángeles. La narradora nos cuenta que muchas Criadas se suicidan para mantener un sentido final de poder sobre sus cuerpos y sus decisiones, y de hecho, la idea del suicidio siempre está rondando su mente. Cuando comienza a relacionarse con el Comandante de forma clandestina, Defred obtiene más poder, pero tiene miedo de probar sus límites. Sin embargo, termina descubriendo que su influencia sobre él es inútil, ya que este no hará nada para salvarla de la ira de su Esposa una vez que esta descubre su relación.

La sexualidad

El foco principal del régimen de Gilead está en el control del sexo y la sexualidad. Ejecutan a los homosexuales, destruyen la pornografía y la lencería erótica, matan a los médicos abortistas, proscriben el divorcio y los segundos matrimonios y transforman las relaciones sexuales en rituales extraños a partir de una retorcida interpretación de la Biblia. Al intentar separar el sexo de la sexualidad, el régimen demuestra tanto su miedo a la sexualidad como su subestimación.

Al parecer, el régimen tiene un buen punto al temer la sexualidad, en la medida en que las prácticas sexuales ilícitas socavan al régimen rápidamente. El Comandante revela no solo que tuvo amoríos con varias de sus Criadas, sino que hay un club más o menos secreto donde los superiores se juntan con mujeres únicamente con fines sexuales. Estas acciones demuestran que el gobierno no puede eliminar los actos sexuales ilícitos simplemente amenazando con castigos ominosos. De hecho, al destruir la privacidad incluso de los actos sexuales aprobados, el gobierno parece alentar a quienes están en el poder a actuar en contra de estas regulaciones. Defred también demuestra el poder de la sexualidad, al correr una serie de grandes riesgos para continuar su amorío con Nick. El régimen puede imponer tantos castigos como quiera, puede obligar a las mujeres a ver a otras mujeres ser colgadas, puede torturar y abusar pero, no importa lo que haga, las personas continuarán arriesgándolo todo por poder vivir plenamente su sexualidad y su capacidad de dar y recibir afecto.

El rol del individuo en la sociedad

Una de las preguntas formuladas por El cuento de la criada es si se debe permitir que las necesidades de la sociedad estén por encima de los derechos del individuo. Como subrayan las Notas Históricas, la sociedad de Gilead enfrenta presiones extremas. Su población se está reduciendo y va a desaparecer si no se toman medidas severas. El aislamiento y el reclutamiento de mujeres con ovarios viables intenta ser una solución eficiente, que haga el mejor uso de los recursos disponibles. Esencialmente, los gileadianos están actuando bajo la idea del utilitarismo, tratando de hacer lo que creen que es mejor para la mayor cantidad de personas. Esta filosofía queda representada claramente en las palabras del Comandante: "mejor nunca significa mejor para todos" (p.291).

Un enfoque utilitario podría verse justificado, dadas las circunstancias críticas en las que se encuentra la tasa de natalidad en la República de Gilead. No obstante, se aborda el problema no desde una perspectiva científica, sino desde una teocracia patriarcal. Siguiendo la Biblia, los gileadianos deciden, por ejemplo, que la fertilidad es siempre un problema en la mujer, nunca en el hombre. De este modo, los líderes de Gilead colocan sus creencias religiosas por sobre los derechos del individuo o la supervivencia del grupo. Como resultado, el régimen desperdicia muchas Criadas fértiles en Comandantes claramente infértiles. Este razonamiento lleva a las Criadas a violar las costumbres sexuales de la nueva sociedad y recurrir a métodos ilegales para poder quedar embarazadas y evitar el exilio.

Más aún, los líderes de Gilead usan la religión como una forma de justificar el sometimiento de la mujer. No es en verdad la religión lo que importa, sino mantener a los hombres en una posición de privilegio. Es cierto que ahora los hombres están “mejor”, y es posible que la tasa de natalidad haya efectivamente aumentado, pero es pertinente preguntarse si es realmente un precio justo el que están pagando los ciudadanos, especialmente las mujeres.

Nos encontramos, entonces, con un utilitarismo tiznado por el fanatismo religioso y el sistema patriarcal. La pregunta que resta hacerse es si realmente es posible un utilitarismo “puro”. Al fin y al cabo, quienes detentan el poder no dejarán de ser humanos con sus propios intereses, como queda claro en el pensamiento y accionar hipócrita del Comandante. El utilitarismo puede sonar bien en teoría, pero en la práctica puede ser una filosofía muy peligrosa.

El feminismo

Atwood es considerada una escritora feminista, y El cuento de la criada presenta una visión compleja del feminismo. En primer lugar, Atwood subraya en muchas entrevistas que la naturaleza extrema de Gilead es el resultado de los puntos de vista conservadores y feministas que se exponen simultáneamente durante el tiempo en que escribió la novela. Moira es la portavoz de la novela para muchas de estas ideas, y cuando Defred recuerda las discusiones que tenían, está reiterando muchas de las ideas que influyeron en la novela. La idea más importante es la creencia de Moira de que vivir únicamente con mujeres resolvería muchos de los problemas que estas enfrentaban en ese momento.

En cierto sentido, podría parecer que el nuevo orden social en Gilead proporciona una sociedad que favorece el afianzamiento de las relaciones entre mujeres: la mayoría tiene muy poco contacto con los hombres; se espera que estas se apoyen mutuamente en el momento del nacimiento, la muerte y la enfermedad; las mujeres enseñan a otras mujeres sobre el nuevo régimen; dentro de un hogar, las mujeres trabajan juntas para llevar a cabo las diferentes funciones. Por supuesto, el ideal utópico de esta comunidad está lejos de la realidad. Atwood parece estar sugiriendo que uno de los defectos de la comunidad feminista es la creencia de que las mujeres sienten automáticamente lealtad entre ellas solo por el hecho de ser mujeres.

Al mismo tiempo, esta falsa sensación de protección y comunidad entre mujeres no deja de ser una imposición del régimen patriarcal imperante. No dejan de ser los hombres quienes detentan el poder y dictan estas formas de organización social; bajo la excusa de proteger a las mujeres, se las infantiliza y no se les permite formar relaciones sociales bajo sus propios términos.

Por otro lado, la madre de Defred sirve como portavoz de un tipo diferente de feminismo. Ella marchaba por los derechos del aborto, la prohibición de la pornografía y muchos otros asuntos de mujeres antes de la institución del nuevo régimen. Cuando era joven, Defred recuerda estar avergonzada por las actividades de su madre. Ella la sermoneaba por ser desagradecida y dar sus derechos por sentado. No fue sino hasta que se impuso el nuevo régimen que Defred se dio cuenta de que su trabajo o su derecho a la propiedad podían serle quitados. Ahora comprende cómo la falta de derechos puede cambiar la perspectiva.

Una de las cualidades que hacen que Defred sea tan representativa de las mujeres en general es que antes de Gilead, ella era el tipo de mujer que no se consideraba feminista. Temía que el feminismo la alejara de los hombres. No le gustaba cuando su madre discutía con Luke, tratando de hacerle admitir que era gracias al feminismo que podía cocinar en casa sin ser discriminado. Ahora Defred entiende que el feminismo solo obliga a las mujeres a reconocer la alienación exacerbada por el sistema patriarcal. Esta distinción se vuelve clara cuando Defred pierde su trabajo y tiene miedo de preguntarle a Luke si prefiere el nuevo orden. Atwood explora el feminismo desde varias perspectivas y, aunque tiene en cuenta sus defectos, Defred finalmente parece darse cuenta de su importancia.

El poder del lenguaje

Uno de los temas más intrincados y mejor integrados es el del poder del lenguaje. La idea de la narración se entrelaza a lo largo de la historia de Defred como una especie de meta-narrativa. Defred explica que todo es una reinterpretación de otra cosa; nada es una descripción exacta de la verdad. Considera posibles temas para su historia y señala que ha intentado mejorar el tono de su narración “mostrando las cosas buenas, por ejemplo las flores” (p. 359). Se disculpa por la presencia de tanta violencia y dolor. Como señalan las notas históricas, la narrativa de Defred es bastante diferente de un relato histórico directo. Su relato no es lineal; habla sobre diferentes cosas, se plantea diferentes preguntas y ofrece más de una respuesta.

Otro uso interesante del lenguaje se encuentra en la manera en que Defred piensa en las palabras y las analiza, usándolas para distraerla de su realidad y ayudarla a sobrevivir. Por ejemplo, en un momento piensa en la palabra silla y sus muchos significados, desde un método de ejecución, su nombre en inglés y cómo esa traducción es también la palabra francesa para carne en su acepción sexual (como "la carne es débil"). Cuando ella y el Comandante juegan Scrabble, ella usa la búsqueda de palabras para distraerse de su miedo y confusión.

Por supuesto, uno de los principales cambios en el lenguaje promulgado por el régimen es que la lectura se ha vuelto ilícita para las mujeres. Incluso su habla se ve limitada a ciertos tópicos comunes y frases hechas. Por un lado, esto le da a las palabras y al lenguaje aún más poder; el poder de lo prohibido. Por otro lado, hace que el uso ilícito del lenguaje sea casi sexual. Defred puede pensar tan ferozmente en las palabras y sentir consuelo en la repetición de los recuerdos porque hacerlo le ayuda a retener su conocimiento del lenguaje. Cuando el Comandante le permite a Defred leer o jugar Scrabble con ella, se da cuenta de que están practicando una especie de acto sexual perverso según los parámetros del nuevo régimen.

Los roles de género

Si bien Atwood hace muchas preguntas sobre el conflicto que generan los roles de género, no parece proporcionar a los lectores ninguna respuesta concreta. Defred se da cuenta cada vez más de que, en tanto hombre, Luke está de un lado del nuevo régimen y ella del otro, a pesar de que se aman. El Comandante trata de explicarle a Defred por qué el nuevo régimen es mejor para los hombres, y esencialmente admite que para que sea mejor para los hombres, debe ser peor para las mujeres. Una de las preguntas que se derivan de esta situación es si estos sentimientos eran simplemente reprimidos en la vieja sociedad, o si fueron creados por la nueva. ¿Pensaría el Comandante que el nuevo régimen es mejor si su supervivencia no estuviera ligada a su apoyo del mismo? ¿Luke realmente prefiere la nueva forma de vida? Antes de que se promulgaran las nuevas leyes sobre el divorcio, ¿cómo se sentía acerca de las leyes que restringían las actividades de las mujeres? Defred nunca se lo pregunta, por lo que el lector nunca sabe las respuestas a estas preguntas importantes. En general, las relaciones entre hombres y mujeres no se muestran bajo una luz positiva. La excepción es la relación entre Defred y Nick: la fuerza de esa relación radica en el sacrificio de Nick de su propia seguridad para estar con Defred y ayudarla.

Por otro lado, aunque hay poca discusión sobre las relaciones entre hombres en El cuento de la criada, las relaciones entre mujeres no son necesariamente superiores a las de hombres y mujeres. Defred discute con su madre y Moira sobre esas mismas cosas. Las diferentes categorías de mujeres después del cambio de régimen solo sirven para ampliar las brechas entre ellas: algunas Esposas literalmente intentan matar a puñaladas a sus Criadas, enojadas por su propia existencia, y perfectamente conscientes de que no pueden hacer nada al respecto. Atwood puede estar sugiriendo que todas las relaciones, tanto entre géneros o dentro de un mismo género, son difíciles mientras haya disparidades de poder y categorías de por medio.

El relativismo moral

A través de las Notas históricas, Atwood plantea la cuestión general de si es posible juzgar una cultura desde fuera de sus límites. Si bien, durante su conferencia, el profesor Peixioto opina que "debemos ser prudentes en nuestros juicios morales sobre los gileadianos" porque "tales juicios están forzosamente condicionados por cada cultura específica" (p.400), parece claro que la autora cree que la respuesta es que sí se ha de ser crítico con todas culturas. Aunque la cultura de Gilead es sustancialmente diferente de la nuestra, parece poco probable que el lector evite juzgarla. Atwood parece justificar este juicio, ya que mientras ella descubre las diferencias de Gilead, la narración también revela que hay muchas similitudes con otras culturas, a pesar de las costumbres que las dividen.

Un ejemplo claro de este encuentro de culturas se describe en II: La compra, cuando Defred y Deglen se encuentran con unos turistas japoneses. Lo primero que ellas notan de las mujeres japonesas es cómo van vestidas y maquilladas, y se sienten tanto fascinadas como repugnadas por esa visión. No obstante, Defred concede: "yo solía vestirme así. Eso era la libertad" (p.58). Formaba parte de su cultura occidental usar tacos altos, dejar expuesta su cabellera y su piel, era libre de vestirse como quisiera. Ahora, gracias al adoctrinamiento del Centro de Reeducación, reconoce, por ejemplo, que los tacos altos son "como delicados instrumentos de tortura" (p.57).

Si bien es cierto que muchos elementos de la moda occidental no parecen tener otro propósito que el de someter el cuerpo de la mujer, la cultura de Gilead no deja de tener el mismo efecto, aunque su moda sea diametralmente opuesta. La vestimenta conservadora de las Criadas, que remite a la ropa tanto de monjas cristianas como de musulmanas y judías ortodoxas, es también una forma de opresión. Con la excusa de proteger a las mujeres de las miradas de los hombres, se las obliga a cubrir su cuerpo casi en su totalidad, sin tener en cuenta su bienestar: incluso con los vestidos diseñados para el verano "se suda mucho" (p.92). A fin de cuentas, cualquier regulación sobre cómo debe vestirse o actuar una mujer por el solo hecho de serlo no deja de ser una forma de opresión, un modo de dejar en claro que son los hombres quienes detentan el poder.

En otras palabras, los mismos tipos de relaciones y los mismos tipos de diferenciales de poder subyacen en todas las sociedades. Atwood parece sugerir que esos paralelismos son los que permiten emitir juicios sobre culturas ajenas. Desde un plano político, podemos decir que la autora, al aludir a culturas específicas, nos invita a hacernos preguntas y a emitir juicios tanto sobre otras culturas como sobre la propia.

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