Resumen
XV: La noche
Defred se sienta en su habitación y espera, sosteniendo en su regazo "un puñado de estrellas aplastadas" (p.389), en referencia al traje usado en el Jezabel. Debería sentirse muy mal por lo que pasó, pero no es así. Piensa en sus posibilidades: podría incendiar la casa, intentar romper la ventana y escapar, pedirle ayuda al Comandante, ahorcarse, ir a la habitación de Nick. Al final, sin embargo, decide que no va a hacer nada de eso.
La noche comienza a caer y Defred siente la presencia de su "antepasada" detrás de ella, colgando del candelabro. Se la imagina colgada allí con un disfraz de plumas y lentejuelas. Oye la camioneta negra y, mirando por la ventana, ve a dos hombres tocar el timbre. Nick abre la puerta y ella tiene miedo por un momento, pero él le susurra: "es Mayday" (p.392). No cree que los hombres, como ha insinuado Nick, estén aquí para salvarla, pero no importa, y piensa que bien podría ser cierto. Bajan las escaleras juntos, pasando junto a Serena Joy y, luego, junto al Comandante. Este pregunta a los hombres si tienen una orden judicial y ellos responden que no la necesitan, ya que es una "violación de secretos de Estado" (p.393). El Comandante, de repente, parece asustado. Cora está llorando. Los hombres conducen a Defred la furgoneta y ella se adentra en "la oscuridad del interior; o en la luz" (p.394). Con esto, la historia de Defred llega a su fin.
Notas históricas
La novela se cierra con una "transcripción parcial de las actas del Duodécimo Simposio de Estudios Gileadianos, celebrado como parte de la Convención de la Asociación Histórica Internacional, celebrada en la Universidad de Denay, Nunavit, el 25 de junio de 2195" (p.395). La presidenta, Maryann Crescent Moon, hace algunos anuncios sobre las actividades de la conferencia y luego presenta al orador principal: el profesor Pieixoto, que va a hablar sobre "Problemas de autenticación en referencia a El cuento de la criada".
Pieixoto describe cómo se desenterró el artículo en la ciudad de Bangor, que antes del régimen de Gilead estaba en el estado de Maine. Dentro de un baúl de metal, encontraron alrededor de treinta casetes de cinta. La mayoría comenzaba con algunas canciones, luego contenía grabaciones hechas por la misma persona que estaba cantando. Explica que las cintas no se almacenaron en ningún orden en particular, por lo que él y el profesor Wade tuvieron que hacer algunas conjeturas sobre la progresión de la historia. Analiza la posibilidad de que se trate de una falsificación, y comenta la insensatez de hacer juicios morales sobre los gileadianos. Sugiere que "ya hemos aprendido que tales juicios están forzosamente condicionados por cada cultura específica. Además, la sociedad gileadiana se encontraba bajo una fuerte presión, demográfica y de otro tipo" (p.400). Luego habla sobre la historia en sí y los métodos que podrían usarse para verificar si es una historia válida y veraz escrita por una Criada real.
Pieixoto luego describe cómo intentaron averiguar quién era el dueño de la casa, una táctica que falló casi de inmediato. Uno de los principales obstáculos fue la política de destruir cantidades masivas de documentos cada vez que el régimen atravesaba una de sus muchas purgas. Luego explica por qué resultó casi imposible rastrear a la narradora. Habla sobre cómo se crearon las Criadas y por qué, entrando en detalles sobre las posibles explicaciones de la disminución de la tasa de natalidad que afligió a los gileadianos. También cuenta que se utilizaron los precedentes bíblicos para justificar las decisiones tomadas por el nuevo gobierno. Señala, además, que los nombres utilizados en la narrativa de Defred eran muy probablemente seudónimos, lo que encaja con su creencia de que las cintas se grabaron dentro de los límites de Gilead porque, de ser así, continuaba siendo importante mantener el anonimato en caso de que los casetes cayeran en manos equivocadas.
A continuación, Pieixoto habla sobre sus intentos de rastrear la identidad del Comandante. Describe los dos posibles candidatos localizados, la evidencia que respalda cada teoría y sus razones para favorecer a un hombre llamado Waterford. También habla un poco sobre el Tren Metropolitano de las Mujeres y los operativos de Mayday. Por último, lamenta que Defred no haya aportado información contrastable sobre el régimen de Gilead, sugiere que "si hubiera tenido instinto de periodista, o de espía, nos habría explicado muchas cosas acerca del funcionamiento del imperio gileadiano" (p.410) y comenta lo extraordinariamente útil que habría sido tener aunque fuera una copia impresa de veinte páginas de la computadora del Comandante. Especula sobre lo que le sucedió a Defred y por qué no se llevó las cintas si escapó. También sugiere que Nick ayudó a Defred a escapar para salvarse a sí mismo, comentando que "por supuesto, él podría haberla asesinado, lo que habría sido el camino más inteligente" (p.411). Concluye su charla afirmando que no es posible interpretar plenamente los acontecimientos del pasado a la "luz del presente".
Análisis
El final de El cuento de la criada es abrupto y, en cierto modo, insatisfactorio. ¿Por qué el lector no puede saber el destino de Defred? ¿Por qué nunca se nos dice su nombre real? Al dejar la novela sin un final claro, esta produce un mayor impacto en el lector: al obligarnos a pensar en el final de la historia de Defred a través de la lente de las Notas históricas, Atwood insta al lector a pensar por qué se siente como se siente, incluso si esto es insatisfactorio y ambivalente, en lugar de permitirle experimentar una reacción simple y emotiva ante una historia poderosa. Esto se corresponde con la creencia de la autora de que la novela puede ser un vehículo para el cambio social y para promover la comprensión humana.
La presencia y el contenido de las Notas históricas obliga inmediatamente al lector a considerar el propósito de la Historia con respecto al de las historias. Los historiadores están frustrados porque la historia de Defred no puede ser verificada y validada por fuentes independientes. Están irritados porque Defred no pudo proveer información tangible del gobierno de Gilead, a pesar de que se le han presentado muchas oportunidades para hacerlo. Atwood está satirizando sutilmente un tipo de historiografía que considera los hechos más importantes que las narrativas; para estos historiadores, la información sobre el gobierno es mucho más interesante que la información sobre los individuos. Miran con desprecio el relato de Defred por ser la historia oral de un ciudadano promedio, porque asumen que tales relatos subjetivos son mucho menos útiles que la opinión escrita y verificable de un "experto" o "líder". Aunque esta sección plantea preguntas reales, afirmando, por ejemplo, que el lector obviamente no puede saber si Defred es una persona real o si la narrativa es "precisa", esta sección de la novela sirve para provocar antagonismo en el lector. La pregunta es, por supuesto: ¿con qué propósito?
Para empezar, El cuento de la criada presenta un caso ligeramente sesgado, aunque indudablemente inteligente, de la importancia de la narración en la creación de la comprensión humana. Incluso dentro de la ficción de Gilead, Defred enfatiza repetidamente que su relato es una historia. Ella no tiene necesariamente la intención de que sea una representación justa o exacta del mundo que describe; simplemente desea relatar sus experiencias con alguien a quien ama y quiere comprender lo que le ha sucedido. Los historiadores parecen dispuestos a escuchar el relato de Defred sin intentar comprender sus experiencias. El lector, sin embargo, que asimila la historia sin preocuparse por su validez fáctica, no puede evitar ver las cosas desde la perspectiva de Defred. Quizás los historiadores tengan una imagen más precisa de la vida bajo el régimen de Gilead, pero el lector parece tener una comprensión más completa de la verdad de la situación de Defred.
La distancia de los historiadores proviene de su creencia en la idea del relativismo cultural o moral. Pieixoto recuerda a su audiencia que deberían saber que no deben juzgar a Gilead según los estándares de su propia cultura. Señala que los giladeanos crearon sus reglas aparentemente bárbaras para adaptarse a presiones únicas que ya no existen, y que la sociedad "contemporánea" no puede, por tanto, apreciar plenamente sus propósitos o su razón de ser. Ya sea que el lector esté de acuerdo o no con este punto, abordar El cuento de la criada como un relato ficticio facilita que el lector se permita juzgar el gobierno de Gilead y se ponga del lado de Defred. Esta diferencia nos permite ver de primera mano el poder de la llamada "ficción especulativa": leer una historia inventada nos permite examinar nuestros juicios y suposiciones de una manera más pausada y menos peligrosa que cuando se ponen a prueba en eventos y problemas reales.
A partir de las Notas históricas, el lector es instado a considerar los problemas morales y filosóficos generales de la obra. Al mismo tiempo, se corre el riesgo de dejar a los lectores profundamente insatisfechos si no pueden o no quieren considerar los propósitos de tal final. A lo largo de la novela, el lector se ha visto atrapado en el punto de vista de Defred, y no se le ha concedido acceso a las conciencias de otros personajes. Defred le dice a su audiencia lo que piensan Luke, Moira y las otras personas que han desaparecido de su vida. Ella cree firmemente en la posibilidad de que ocurran múltiples "finales" al mismo tiempo, como se ve en los distintos destinos que imagina para Luke en la Parte VII. Al final de la novela, es Defred quien desaparece para sus lectores, abandonándolos efectivamente tanto como ella ha sido abandonada. Como señalan los historiadores, pudo haber sido asesinada, puede haber logrado escapar o puede haber sido recapturada más tarde. Como Defred, el lector ha aprendido a creer en múltiples posibilidades. Realmente no importa si Defred escapó o no. Sus palabras escaparon, por lo que sobrevivió. Aunque nadie sabe su nombre real, ella no es como Deglen; no ha sido borrada de la narrativa histórica. Ya sea que los historiadores comprendan o no la importancia del esfuerzo de Defred, el lector comprende que ella ha hecho que su historia permanezca y, en cierto modo, se ha dado a sí misma y a sus compañeras Criadas la inmortalidad.