Resumen
VII: La noche
En la cama, Defred yace temblando. Recuerda estar acostada en la cama con Luke cuando estaba embarazada. Recuerda el sexo y piensa que morirá si nunca vuelve a experimentar algo así. Entonces recuerda que no morirá por falta de sexo, sino por falta de amor. Sin Luke y sin su hija es como si ella tampoco estuviera allí. Revisa sus ideas: cree que Luke recibió un disparo y que su cuerpo yace en el bosque, en descomposición. También cree que Luke es un prisionero, y que lo están torturando para descubrir algo, y que escapó a Canadá y está viviendo bajo algún tipo de gobierno en el exilio. Cree que si esto es cierto, él la contactará y que algún día todos volverán a estar juntos. Cree en las tres posibilidades a la vez.
VIII: Día de nacimiento
Defred se duerme y sueña con su hija y luego con su madre. Cuando se despierta, se levanta y mira por la ventana. Se pregunta si hay almohadas "Esperanza" y "Caridad" que coincidan con su almohada que dice "Fe". Piensa en todos los diferentes significados de la palabra "silla" mientras toma su desayuno. Mira el huevo que está comiendo y piensa en todas las cosas que se le parecen. Ella sabe que aunque tiene muy poco, le saca provecho. De repente escucha una sirena y su corazón se acelera. Cora la llama para que se apresure, y ella casi corre escaleras abajo y sale por la puerta. Se mete en el rojo Nacimóvil, uniéndose a otras tres mujeres. Una de las mujeres le dice que es Dewarren (Janine) quien está dando a luz. Una mujer se ve muy feliz y otra reza. Se preguntan si será un bebé o un "No bebé". Solo hay una posibilidad en cuatro de que el bebé nazca sano.
Defred recuerda a Tía Lydia hablando sobre todas las cosas que causaron la disminución de la tasa de natalidad. Tía Lydia les dijo que iban a arreglarlo. Llegan a la casa de Dewarren. La furgoneta del Doctor ya está allí, pero no se le permite entrar a menos que sea absolutamente necesario. Defred recuerda a Tía Lydia hablando de lo terrible que solía ser cuando las mujeres tenían bebés en ambientes fríos, conectados a cables, con hombres a cargo. Llega el Nacimóvil azul para las Esposas. Ella sabe que Serena Joy probablemente haya estado aquí antes. La esposa del Comandante de Dewarren probablemente le mostró a su Criada con orgullo, como un premio. Defred sabe, sin embargo, que en cuanto Dewarren salga de la habitación, todas las esposas se quejarán de sus Criadas.
El comedor está lleno de comida para las Esposas. La esposa del Comandante Warren yace en el suelo en camisón como si estuviera a punto de dar a luz. Tía Elizabeth está parada sobre Dewarren. Las Criadas se sientan con las piernas cruzadas sobre la alfombra. Defred recuerda a Tía Lydia diciéndoles que ellas tienen la parte más difícil, porque son la "generación de transición". Recuerda cómo se les mostró películas: a veces pornografía antigua donde las mujeres eran violadas, golpeadas y asesinadas, y a veces los documentales de "No mujeres", como las llamaba la Tía Lydia, perdiendo el tiempo combatiendo el nuevo régimen. Una vez Defred vio a su propia madre protestando por el derecho al aborto. Estos videos tenían la intención de mostrarles cuánto había mejorado la situación.
Defred recuerda que su madre la tuvo cuando tenía treinta y siete años y estaba sola, solo porque la deseaba muchísimo. Ella no quería un marido ... solo quería un bebé. Su madre solía ir a su casa y discutir en broma con Luke, diciéndole que los hombres eran innecesarios y que pronto serían eliminados, y Luke se burlaba de ella de inmediato. Su madre se enojaba, diciéndole a Defred que daba por sentado todas las cosas por las que ella y otras mujeres de su generación lucharon. Ahora, Defred desea poder recuperar todos esos momentos.
En la sala de partos hace calor y hay ruido. Las mujeres cantan a coro, diciéndole a Janine que respire. Bajo el ruido, Defred intercambia algunas palabras con otra mujer; los días de nacimiento brindan una rara oportunidad de hablar en secreto entre ellas. Ella le pregunta por Moira, pero la mujer no la conoce. Janine comienza a pujar, y Defred puede sentir los dolores en su propio útero. Es hora, y alguien va a buscar a la Esposa. Levantan a Janine al asiento inferior de dos asientos en el taburete de parto. La Esposa del Comandante entra, y otras dos Esposas la ayudan a subir al asiento más alto. Tiene lugar el parto. Es una niña, lo cual es un poco triste, pero se regocijan ante su aparente salud. Defred recuerda el nacimiento de su hija. Ayudan a la esposa a meterse en la cama y le dan al bebé, lavado y limpio. La envidia irradia de las otras Esposas cuando la beba es llamada "Angela". Janine está llorando: se le permitirá amamantar al bebé durante unos meses y luego será transferida a otro hogar para intentarlo nuevamente. Sin embargo, ya nunca será enviada a las Colonias; se ha comprobado que es fértil y, por lo tanto, está segura. Vuelven al Nacimóvil, exhaustas. Defred piensa para sí misma que deberían estar agradecidas por las pequeñas misericordias: después de todo, esta es una cultura de mujeres.
De vuelta en la casa, Defred yace en la cama, exhausta. Piensa en Moira. Dedujo lo que le sucedió reuniendo piezas de información obtenidas de muchas fuentes, pero cree que está en lo cierto. Solo se enteró porque Tía Lydia se lo confió a Janine con la esperanza de obtener alguna información a cambio. Según cree, Moira se las había arreglado para atascar el inodoro, y cuando la Tía entró para intentar arreglarlo, Moira amenazó con lastimarla con un trozo de metal afilado que había arrancado. Tomó sus armas, la ató en el sótano, se vistió con su ropa y salió del Centro. Las demás mujeres ya estaban tan abatidas que encontraron aterradora la huida de Moira. Al mismo tiempo, ella era su "fantasía": les daba espacio para la esperanza. A partir de entonces, Defred nunca descubrió el paradero de Moira.
Defred piensa en cómo su historia es una reconstrucción, y cómo, si alguna vez es capaz de escribirla, será aún más una reconstrucción. Ninguna historia puede describir con precisión la verdad. Piensa de qué se trata realmente todo esto. Tal vez, piensa, se trate de poder, pero al mismo tiempo, podría ser de perdón.
Después de despertarse, Cora le lleva la bandeja de la cena y le habla felizmente sobre la beba, expresando la esperanza de que pronto puedan ellas mismas tener un niño para cuidar. Defred se siente indigna de esta esperanza. Recuerda lo que debe hacer esa noche y no se siente preparada. A las nueve se desliza escaleras abajo, sabiendo que Serena Joy no la puede descubrir. Está a su cargo, sujeta a su merced. Al mismo tiempo, sabe que no puede negarse a ver al Comandante. De hecho, quiere verlo, por la mínima posibilidad de que esto suponga para ella algo de poder. Ella llama a la puerta y él le dice que entre.
El estudio del Comandante "parece normal" (p.196). Hay libros por todas partes. Defred y él se sientan con el escritorio entre ellos, y él y le dice que quiere que juegue Scrabble con él. Ella quiere reír, pero también comprende por qué él podría querer tal cosa. No puede hacerlo con su esposa, ya que los juegos de este tipo están prohibidos. Juegan Scrabble por un tiempo y Defred siente que es un lujo. Defred gana el primer juego, pero deja que el Comandante gane el segundo. En un momento, él le dice que es hora de que se vaya, pero antes le dice que quiere que lo bese. Piensa en cómo podría sacar un trozo de metal del inodoro, y la próxima vez que él le pida que lo bese, podría apuñalarlo con él. Sin embargo, la verdad es que ella solo piensa eso en retrospectiva. En el momento mismo, lo besa. Él le pide, sonriendo "tímidamente", que lo bese "como si lo hiciera de verdad" (p.201).
Análisis
La palabra en la almohada de Defred es "Fe": la única palabra que se le permite leer a lo largo de la novela. Aunque el Comandante y Serena Joy podrían haber dejado la almohada en su habitación por descuido, esta palabra tiene connotaciones importantes para la situación de Defred y para la existencia de Gilead en su conjunto. Se supone que Gilead se creó como un país gobernado por la fe; la fe cristiana, para ser exactos. Se supone que sus ciudadanos deben aceptar las penurias y dificultades que se les imponen debido a su fe en Dios. Sin embargo, la estructura misma del gobierno sugiere la imposibilidad de someterse a este punto. Por el contrario, este gobierno depende de la vigilancia, el miedo, el castigo y el secreto para lograr sus objetivos y mantener a raya a sus ciudadanos, especialmente a las mujeres. Se pone en evidencia nuevamente la hipocresía imperante en la República de Gilead, en la que sus más fieles defensores son los primeros en violar las normas, pero quienes son más vigilados son también quienes menos posibilidades tienen de transgredir.
Al mismo tiempo, Defred confía completamente en la Fe. Por un lado, supera cada día confiando en su creencia de que las cosas no pueden permanecer así para siempre, y que en algún lugar "debe de haber una resistencia, un gobierno en el exilio" (p.154). Ella cree que el futuro será diferente, sobreviva o no lo suficiente para verlo. De manera similar, tiene tres creencias diferentes sobre el destino de su esposo, Luke; su capacidad para mantener estas tres creencias sugiere la resistencia de su fe en la posibilidad de que él haya sobrevivido.
Hasta ahora, Atwood ha parecido centrarse en la forma en que los elementos más conservadores y religiosos de la sociedad influyen en el nuevo gobierno. Ahora, sin embargo, Defred reconoce, con amargura, que hay ciertos elementos en la nueva sociedad de Gilead que mujeres como su madre y Moira (tipos más "liberales") no pueden negar haber deseado,. Mientras Defred experimenta el parto de Janine, reconoce secamente que, después de todo, existe una cultura de mujeres. Evocando a su madre, dice: "Querías una cultura de mujeres. Bien, aquí la tienes" (p.185). El parto de Janine está a cargo de una partera, y los médicos solo pueden ingresar si es absolutamente necesario. En otras palabras, el conocimiento instintivo de las mujeres sobre el parto tiene prioridad sobre el conocimiento científico. La participación de las otras Criadas y Esposas está destinada a apoyar a las mujeres en su momento de necesidad.
Por supuesto, Atwood aclara que, en estas circunstancias, la comunidad es una farsa. En primer lugar, porque la cultura sigue siendo patriarcal; son únicamente los hombres quienens detentan el poder mientras que las mujeres se someten al régimen que ellos han establecido. Además, a pesar de la insistencia de las Tías en que algún día las Esposas y las Criadas tendrán una relación cercana y amorosa, la división entre los dos grupos es clara e incluso violenta. La escena del parto consolida la lealtad de los lectores con las Criadas, aunque la propia Defred también reconoce el dolor y la dificultad que experimentan las Esposas. La pregunta en este punto es si Atwood está criticando la idea misma de una "comunidad de mujeres" o si, en cambio, está criticando el intento del gobierno de utilizar esa idea para apaciguar y silenciar a las mujeres que alguna vez la valoraron. Al hacer esta pregunta, otra se vuelve relevante: dado que Defred es la narradora de su historia, ¿no está en última instancia en su poder para orientar la simpatía de los lectores a una parte u otra? ¿Su control de las palabras da forma en última instancia al veredicto de los lectores sobre la sociedad gileadiana? Defred "escribe": "Esto es una reconstrucción. Todo esto es una reconstrucción. Es una reconstrucción que tiene lugar ahora, en mi cabeza, mientras yazgo en mi cama... Cuando salga de aquí, si alguna vez soy capaz de dejar constancia de ello, de la manera que sea, incluso relatándoselo a alguien, también será una reconstrucción e incluso otra versión" (p.193).
Cuando Defred describe el comportamiento de las Esposas a espaldas de las Criadas, los comentarios viciosos, los insultos groseros, está imaginando lo que cree que es verdad, en lugar de describir cualquier cosa que haya presenciado. Al admitir su falta de precisión, Defred también libera al lector para que haga sus propios juicios sobre la culpa relativa de las partes involucradas. Al mismo tiempo, la dificultad de provocar una verdadera simpatía por las Esposas vuelve una vez más a la idea del poder que tiene el lenguaje, especialmente en este mundo, y el poder que realmente posee Defred simplemente por narrar su versión de la historia, por más sesgada e inexacta que esta sea.